Nuestras convicciones en torno al dinero – Dr. Charles Stanley

Realidad: La Biblia habla más acerca del dinero que del cielo o del infierno. En una época donde las deudas y la codicia son comunes, es necesario que los creyentes sepan lo que dice Dios en cuanto al dinero. En este mensaje, el Dr. Stanley nos exhorta a rechazar la perspectiva acaparadora del mundo en cuanto al dinero, y aceptar el mandamiento de Dios de diezmar fielmente y de vivir con generosidad. Cuando se trata de dinero, el mundo dice que hay que acumularlo, pero Dios dice que hay que darlo. Este mensaje es parte de la serie «Las convicciones que rigen nuestra vida». Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

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Dr. Stanley: Sabe que
el dinero está en la mente

de la gente hoy.

«¿Tendré suficiente para
los gastos de la semana?

¿Me alcanzará para
la universidad de mis hijos?

¿Me atrasaré más en mis pagos?

¿Qué voy a hacer con toda esta
deuda?».

Así que al pensar en el dinero
en su vida, todo el mundo quiere

tener algo.

El dinero no tiene nada de malo
ni perverso en ello.

Depende de su uso.

Entonces al pensar en el lugar
que ocupa el dinero, y todos los

políticos dicen: «Tendremos más
empleos».

Implicando que tendremos
más dinero, y por ende,

mejorarán las cosas.

Es una promesa que en verdad
no pueden probar, pero lo dicen.

Así que hoy deseo hablar de su
convicción personal particular

en cuanto al dinero en su vida.

Si alguien dijese: «¿Pues en qué
parte de la Biblia está eso?».

Le sorprendería saber con qué
frecuencia habla Dios del dinero

en la Biblia.

Por ejemplo, más de la mitad de
las parábolas en la Biblia

tratan de dinero.

No lo pensaría, más de la mitad
de las parábolas.

Segundo, la Biblia habla más de
dinero que del cielo o el

infierno.

Y más de dinero que
de la oración, y hay cientos

de versículos en la Biblia
que tratan de nuestras finanzas

personales.

Ahora, sea yo creyente o no,
si alguien me dijese: «En este

Libro, todas las situaciones son
ciertas», pues pensaría:

«Necesito leerlo.

Quizás sea que podría ayudarme».

Y en verdad la Biblia,
la Palabra de Dios, es la mejor

guía financiera
que se haya escrito.

No puede equivocarse si obedece
lo que dice Dios.

Entonces al considerar eso,
pienso, bien, este es el punto

de vista del mundo,
que no el de Dios.

La perspectiva del mundo podría
describirse en una palabra:

acumulación.

«¿Cuánto puedo ganar?

¿Cuánto puedo tener?

¿Cuánto puedo ahorrar?

¿Cuánto puedo tener
en el futuro?

¿Y qué de mi jubilación?».

Es recibir, recibir, recibir,
porque el interés principal

es el interés propio.

Se trata de mí y lo que quiero
hacer, lo que quiero comprar,

lo que quiero tener en mi vida,
y el enfoque está en el placer,

la seguridad y las necesidades
personales.

¿Cómo lo obtengo y luego cómo lo
mantengo y protejo?

Ese no es el énfasis de Dios,
para nada.

Y ese punto de vista
¿qué promete?

No promete gozo, felicidad, paz,
prosperidad ni nada más.

Cuando se centra solo
en uno mismo, va por mal rumbo.

La pregunta es: ¿qué punto de
vista tiene Dios del dinero?

El punto de vista del mundo
no garantiza ningún tipo

de seguridad.

La gente solía decir: «Hoy
lo tienes, mañana quien sabe».

Hoy no, hoy lo tienes, hoy mismo
lo puedes perder.

Así que lo que Dios dice del
dinero es muy, muy importante.

Este es uno de los mensajes
en nuestra serie

de nuestras convicciones.

¿Qué convicciones tiene
del dinero?

¿Cuál es su sistema
de creencias?

¿Cómo maneja el asunto
del dinero?

Y al pensar en lo que dice
la Biblia del dinero, empecemos

donde empieza Dios,
en el Salmo 24.

Le invito a acompañarme.

Y vea lo que dice en el primer
versículo: «De Jehová es la

tierra y su plenitud; El mundo,
y los que en él habitan».

Así que el punto de vista
de Dios es éste: «Soy dueño

de todo».

Dios es el único que puede
decir: «Soy dueño de todo».

Pero esa es la verdad básica
del dinero, y es que Dios

es dueño de todo.

Dios es el dueño de toda
la tierra, de las estrellas,

y todo lo demás, fíjese,
si todo le pertenece a Dios,

quienes tenemos el privilegio
de manejar una parte,

nos convertimos en mayordomos
del dinero de Dios.

No me refiero a billetes y
dólares, sino a todo lo que Dios

nos da.

Y al pensar en que Dios
es el dueño de todo,

¿cuál es su palabra clave?

Bueno, la palabra clave del
mundo es acumula, acumula,

acumula.

La palabra de Dios es
distribuye, distribuye,

distribuye.

Y esas 2 sencillas palabras
describen dónde estamos.

Quienes quieren tener todo
lo que puedan y quienes quieren

dar todo lo que puedan.

Permítame preguntarle: ¿Quién
cree usted que es más feliz?

¿Quienes se esmeran en tener
todo lo que puedan, o quienes

se esmeran en dar todo
lo que puedan?

Bueno, la imagen es que
por un lado, quienes tratan

de mantenerlo todo,
tienen una especie de reserva.

Pero quienes tratan de dar,
son como un canal.

Pasa por nosotros, adonde Dios
quiera, eso hacemos.

Dios bendice,
bendice y bendice.

Y pienso que hay 2 aspectos
de dar, uno de ellos es motivar,

o sea, el incentivo de dar.

Y el segundo es una advertencia.

Y por lo general, cuando Dios
da aliento, también da

una advertencia.

Así que primero que todo veamos
el aliento.

Vayamos a Lucas capítulo 6,
versículo 38, muy conocido.

Y deseo que escuche con
atención, quien quiera que sea

usted y donde sea que escuche.

Aquí está lo que dice la Biblia.

Cuando leo este versículo,
veo esto.

Dice: «Dad», mire,
«Dad, y se os dará».

Lo que dé, regresará.

«Medida buena, apretada,
remecida y rebosando darán

en vuestro regazo; porque con
la misma medida con que medís,

os volverán a medir».

Vea lo que dice: «Dad y se
os dará».

Ahora, ¿quién está hablando?

Quien habla aquí es Dios.

Dice: «Si das, me aseguraré
de que te sea retribuido».

Y será, mucha atención, y así es
como Dios enfatiza las cosas:

«Medida buena, apretada,
remecida y rebosando darán

en vuestro regazo; porque con
la misma medida con que medís,

os volverán a medir».

Dice eso.

La forma de manejar el dinero,
será la forma de obtenerlo.

Pero si soy mezquino con
el dinero y todo es para mí,

para mi mismo y mi otro yo,
mis mejores amigos.

Si todo se centra en mí,
recibiré lo que pueda hacer

yo mismo.

Si lo hago como Dios dice,
recibiré lo que Dios dé.

«Dad, y se os dará;
medida buena, apretada,

remecida y rebosando»:
Dios se lo retribuirá.

Este es su estilo de motivación.

No podemos dar más que Dios,
por la sencilla razón

que eso fue lo que dijo Dios:
«Soy el dueño de todo».

Y si Dios es el dueño de todo,
mire, Él lo controla todo.

Y si le doy adecuadamente, como
debo, como dice claramente la

Biblia, de eso hablaremos en un
momento, si damos, entonces Dios

se asegurará de que seamos
recompensados por nuestra

obediencia a Él.

Porque, mire, el dar es un acto
de obediencia a Dios.

No se trata de lo que haga
la iglesia, ¿qué hará esto?

El asunto no es ese.

El asunto es si soy obediente
o no.

Y esta es una palabra
de motivación.

Luego veamos la advertencia
de Dios.

Porque Dios da una advertencia
si dejamos de dar.

Vayamos a 1 Timoteo 6.

Un pasaje bíblico muy fuerte.

1 Timoteo 6, note lo que dice.

Quizás usted sea una de esas
personas cuya meta

es enriquecerse.

No le agradará este versículo.

Vea lo que dice.

Dice, versículo 9: «Porque
los que quieren enriquecerse

caen en», ¿qué?

«tentación».

caen en tentación.

Vea esto: «Y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas,

que hunden a los hombres
en destrucción y perdición».

Piense en esto.

El deseo de dinero vuelve
a la gente deshonesta.

Hasta les lleva a robar.

Y peor aun, les lleva a matar.

El dinero es algo peligroso, si
no está bajo el control de Dios,

y conforme a su voluntad
y propósito.

Ahora escuche lo que dice:
«Porque los que quieren

enriquecerse caen en tentación
y lazo, y en muchas codicias

necias y dañosas, que hunden
a los hombres en destrucción

y perdición».

Mire: «Porque raíz de todos los
males es el amor al Dinero».

No dijo que el dinero fuese
malo.

Dice: «El amor al dinero–»
«Quiero un poco más–»

«Porque raíz de todos los males
es el amor al dinero,

el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron

traspasados de muchos dolores».

No puede ser más fuerte cuando
se trata de la advertencia

de Dios.

Pasa esto.

Cuando nuestra actitud hacia
el dinero no agrada a Dios.

¿Qué pasa?

Deseos insensatos y dañinos
llevan al hombre

a la destrucción.

El amor al dinero es la raíz
de todos los males.

Al codiciarlo, ¿qué pasa?

Sufren dolores.

«Mas tú, oh hombre de Dios,
huye de estas cosas, y sigue»,

¿qué?

Mire.

En lugar de perseguir el dinero,
sigue ¿qué?

«La justicia, la piedad, la fe,
el amor, la paciencia,

la mansedumbre».

No podría ser más fuerte.

Porque tenemos otra opción.

Es mi decisión ser obediente
o no a Dios, pese a lo que sea.

Hacer lo que Él diga y luego
confiar en que proveerá

lo que promete proveer.

Entonces una palabra de aliento:
«Dad, y se os dará».

Escuche.

Es Dios quien habla: «Medida
buena, apretada, remecida

y rebosando».

O: vacío, inconforme, infeliz,
porque conocemos gente que,

digámoslo así, lo tienen todo
pero son desdichados.

Y no hay ni un solo versículo en
la Biblia que diga que las cosas

me harán feliz.

Lo que me hará feliz es
una relación con Dios.

Le invito a regresar a Malaquías
por un momento y veamos este

capítulo 3.

Y en este tercer capítulo está
el plan de acción de Dios.

Es su plan financiero para
nosotros y puedo decirle que

lo he puesto en práctica desde
que tuve mi primer empleo,

ganaba 4 dólares.

Y aunque no sabía mucho,
le daba a Dios 25 por ciento.

Bueno, alguien dirá: » ¿Por qué
no le dio solo el 10

por ciento?».

Bien, siendo niño, no tenía
dinero y luego Dios me dio

un empleo de 4 dólares.

Pensé en 42 centavos, de cierto
modo, y le daba un dólar.

Y estaba agradecido.

No sabía nada del diezmo.

Nadie me había dicho nada
de diezmar.

Luego, recibí otra ruta de
periódicos y pasé de 4 dólares

a 16 a la semana.

Dios multiplicó el 25 por ciento
que le di.

Y claro, le di más que
un diezmo.

No sé exactamente cuánto daba,
pero aprendí una lección.

Y nunca he olvidado la lección.

Y le aseguro que he estado en
situaciones y circunstancias que

solo Dios me ha podido rescatar.

No han sido deudas porque
siempre las he evitado.

Cada vez que he tenido
una necesidad, Dios ha estado

allí para suplirla.

Por tanto, estoy completamente
persuadido y convencido de que

lo que Dios promete lo llevará
acabo.

Ahora escuche este pasaje.

Dice en Malaquías 3:8 «¿Robará
el hombre a Dios?

Pues vosotros me habéis robado.

Y dijisteis: ¿En qué te hemos
robado?».

Y Dios contesta: «En vuestros
diezmos y ofrendas».

¿Sabe lo que eso quiere decir?

Si alguien no diezma, le está
robando a Dios.

Si no estuviese mal, ¿por qué
diría «robar»?

¿Por qué no usa la palabra
«negar»?

Algo que lo hiciera ver un poco
más aceptable.

«¿Robará el hombre a Dios?

Pues vosotros me habéis robado.

Y dijisteis: ¿En qué te hemos
robado?

En vuestros diezmos y ofrendas».

Escuche lo que dice:
«Malditos sois con maldición,

porque vosotros, la nación toda,
me habéis robado».

Hablando de Israel.

Pero el principio se aplica
a todos los creyentes.

Ahora, dice: «Esto es lo que
quiero hagan».

«Traed todos los diezmos
al alfolí».

La iglesia, en aquel tiempo el
templo, «Y haya alimento en mi

casa; y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos, si

no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre

vosotros bendición hasta que
sobreabunde».

Esa es la promesa del Dios
soberano del universo, quien lo

controla todo, y leímos que es
el dueño de todo.

Veamos ahora este versículo:
«¿Robará el hombre a Dios?».

Así será.

Dice: «Me habéis robado».

¿Qué me están robando?

Diezmos.

Ahora, ¿qué es un diezmo?

Un diezmo es 10 por ciento.

Dios dice: «Están robándome
en diezmos y ofrendas».

El 10 por ciento era lo que Dios
requería, y luego las ofrendas.

A menudo puede requerir más
de un 10 por ciento.

Alguien dirá: «No puedo vivir
con eso».

¿Insinúa que Dios es mentiroso?

Quizás diga: «Pues no sabe
cuántas deudas tengo».

Tal vez tenga muchas deudas
y serios problemas, y le será

difícil creer esto, pero se lo
aseguro, lo he visto una y otra

vez.

¿Quiere salir de deudas?

Empiece así.

Comience a darle 10 por ciento
de su sueldo a Dios.

«No tengo manera de hacerlo».

Inténtelo.

Inténtelo.

Porque esta es su promesa:
Él dice, «Traed todos los

diezmos al alfolí y haya
alimento en mi casa».

Dice: «Y probadme ahora en esto,
dice Jehová».

Y vean lo que haré: «Si no os
abriré las ventanas de los

cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que

sobreabunde».

Usted dirá: Y ¿cómo es eso
posible?

No sé cómo es posible.

¿Sucede?

¡Sí!

¡Sí, sí, sí, sí!

Dios siempre honra su Palabra.

Y dice: «Bien, algunos de
ustedes no han hecho eso».

«Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda,

me habéis robado.

Traed todos los diezmos».

Ahora, alguien dirá: «Mi diezmo
es de 5 por ciento».

Eso es como: «Esta moneda
de 5 centavos vale 10».

No es así.

«Traed todos los diezmos
al alfolí y haya alimento

en mi casa».

Esto es lo que dice: Dios sabe
que dudaremos de Él.

Y dice: «Y probadme ahora en
esto, dice Jehová de los

ejércitos, si no os abriré las
ventanas de los cielos».

En la prueba: «Os abriré
las ventanas de los cielos,

y derramaré sobre vosotros
bendición hasta

que sobreabunde».

Alguien dirá: «Pues no puedo
hacer eso».

Eso fue lo que dijo.

Es una prueba, y algunos
no lo intentan.

He visto gente en toda clase
de deudas.

Y nadie que ha intentado esto
ha regresado a decirme: «Bueno,

intenté lo que usted dijo
y no funcionó».

Nadie.

Por esta razón.

Mire, no es mi promesa.

Es la promesa de Dios.

Y Dios dice: «Si me traen todos
los diezmos al alfolí,

haré esto–»
Dice: «Derramaré sobre

vosotros bendición hasta
que sobreabunde».

Mire, la bendición de Dios no
llega a gotas, se rebosa.

Dirá: «Estoy en necesidad».

¿Si así es?

Comience a diezmar.

«Bueno, es que–» ¿Sabe qué?

¿Qué dijo Dios?

Dijo: «Probadme».

Así que Dios reconoce
que comenzar a diezmar

es una prueba.

Y no me ha escuchado decir
ni una sola palabra en cuanto

a darle dinero a la iglesia.

Porque de eso no se trata.

Se trata de ser obedientes
a Dios.

Si diezmo a Dios y le doy lo que
le pertenece, dice, esto es

lo que haré: «Derramaré sobre
vosotros bendición

hasta que sobreabunde».

¿Y sabe qué?

Mire.

No podrá darse cuenta de cómo
sucede.

No podrá.

No podrá descifrarlo.

De ser así, haría esto:
«Esto fue lo que hice.

Comencé a diezmar y a hacer
esto y aquello».

No fue usted.

Le tomó la palabra a Dios
en su prueba.

Le obedeció y Dios hizo
lo demás.

Mire, Dios no solo proveerá
lo que usted necesita; y no solo

se mostrará fuerte y generoso.

«Reprenderé también por vosotros
al devorador, y no os destruirá

el fruto de la tierra,
ni vuestra vid en el campo será

estéril, dice Jehová
de los ejércitos».

Esto es lo que dice.

«No solo eso, no solo viene con
obediencia, lo que he requerido,

sino que les protegeré».

Dios dijo: «Protegeré sus
cosechas».

O sea, lo que está diciendo es
«al ponerme a prueba y al darme

el diezmo que me pertenece
porque soy dueño de todo y eso

es lo que requiero que me
devuelvan,

esto es lo que pasará».

Verá que Dios le protegerá.

Mire, Dios no mendiga dinero
porque lo necesite,

¿recuerda dónde empezamos?

Dios es el dueño de todo.

Así que no es que necesite nada.

Él quiere que lo amemos,
obedezcamos y sigamos porque esa

es la forma más sabia de vivir,
y es la vida que Él nos tiene.

Y al ver lo que hace el mundo
frente a lo que Dios dice, le

aseguro que Dios no se quedará
corto en ningún lado.

«Traed todos los diezmos
al alfolí».

Esto haré.

Pónganme a prueba y verán
lo que haré.

¿Sabe a qué se resume esto?

Una de 2 palabras:
obedecer o desobedecer.

La decisión es mía.

Quizás alguien diga:
«Sí, pero usted no conoce

mi circunstancia».

He escuchado tanto eso.

Permítame decirle.

No necesito conocer
su circunstancia.

Escuche, Dios la conoce,
y piense en esto.

Dios puso en su Palabra,
conociendo todas las

circunstancias que existirían,
dijo: «Esto pasará.

Hagan lo que les digo,
y les bendeciré».

«De hecho, les bendeciré
de tal modo que otras personas

se preguntarán».

Pero, ¿sabe?

Si obedece a Dios, si confía
en Él, hace lo que dice,

Dios le bendecirá y protegerá
personalmente, no importa lo que

suceda o digan los demás.

Esa es su promesa.

Dios no le hizo esa promesa
a los Estados Unidos ni

a otro país.

Esta es una promesa personal
al pueblo de Dios.

Permítame preguntarle,
¿está diezmando?

Veámoslo así.

¿Desea lo mejor de Dios
para su vida?

Cree que Dios dice la verdad.

Él es el dueño de todo.

Dios pide un diezmo.

Él promete rebosar con bondad
y protección, cuidado

y bendiciones en su vida.

Es cuestión de creerlo o no.

Y puedo decirle en todos estos
años, Él cumple su Palabra

cada vez.

La cumple.

Entonces sabía que usted tendría
su propia forma de manejar sus

finanzas, pero sabía que
no estaría feliz.

Pienso en cuántas personas
se divorcian por dinero.

Y quienes pierden su empleo
por dinero.

Y se pierden relaciones
por dinero.

Y no pagan sus deudas.

O sea, cuando obedecemos a Dios,
tendremos suficiente.

Quizás más que suficiente.

Tendremos paz, felicidad y
contentamiento en nuestra vida.

Sobre todo, viviremos en una
relación de obediencia a nuestro

Padre celestial.

La decisión es nuestra.

Y mi oración es que usted tome
la decisión sabia.

Alguien dirá: «Bueno,
no soy cristiano».

La primera decisión que debe
tomar es esta: debe reconocer

que fue creado por Dios; y que
Él quiere lo mejor para usted.

Lo que significa que la decisión
más importante en su vida

es aceptarlo como su Salvador
personal.

Pídale a Jesús que perdone
sus pecados.

Rinda su vida a Él.

Y cuando rinda su vida a Él,
la entrega por completo a Dios,

y pídale que le salve.

Él dijo: «Que si confesares
a Jesús como Salvador y creyeres

en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos,

serás salvo».

Su futuro eterno se definirá.

Y luego pídale al Señor que le
conceda el deseo de su corazón,

obedecerle en todo aspecto
de su vida.

No puede perder obedeciendo
a Dios.

Y esa es mi oración por usted,
que le obedezca, y donde sea que

esté económicamente, vaya a casa
y diga: «Está bien, Señor, no

puedo lograr que esto funcione.

Fíjese en esto,
al ver cuánto debo y lo que

necesito hacer, no puedo lograr
que esto funcione».

Luego regrese a Malaquías 3
a una palabra: «Te probaré».

Así que debe decidir.

Y piense en cuán sencillo es.

Hay que decidir: ¿Estoy
dispuesto a creer al Dios que

creó todo el universo y quien
lo mantiene?

¿Estoy dispuesto a creer
la Palabra de Dios

que es totalmente cierta?

¿Estoy dispuesto a creer
todo eso?

¿O creo que soy tan listo
para hacerlo sin Dios?

No somos tan sabios para hacerlo
sin Dios.

Y, sabe, a veces creo que hay
personas que dicen: «Bueno,

no creo que tenga que hacer
todo eso».

No tiene que hacerlo.

Pero si es sabio, lo hará.

Gracias, Padre, por haberlo
hecho tan sencillo.

Si sabemos contar a 10,
podemos diezmar.

Y si en verdad queremos serte
obedientes.

Has prometido hacer rebosar
nuestra copa, llena,

que sobreabunde.

Así que hoy venimos a decir,
gracias, Señor, por darnos

dirección clara, instrucción
sencilla y sabiduría,

querido Padre, para obedecerte
y verte obrar.

En el nombre de Jesús. amén.