Las lecciones que he aprendido – Dr. Charles Stanley

El Dr. Stanley comparte las verdades eternas de la Palabra de Dios que le han proporcionado una base sólida para su andar de fe. Aprenda lecciones valiosas como la importancia de pasar tiempo con el Señor, confiar en el Espíritu Santo, aceptar el amor incondicional de Dios y más. Estas enseñanzas han guiado y vigorizado al Dr. Stanley, y harán lo mismo con todos los que obedecen a Dios y dejan las consecuencias en sus manos.

La guía práctica a la presencia
de Dios. Es una herramienta para

enriquecer su relación con Dios.

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locutor: En Contacto
con el Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy en el
programa En Contacto,

«Las lecciones
que he aprendido».

Dr. Charles Stanley:
¿Vive conforme a principios

o a las muchas
presiones del día?

¿Se ve tomando decisiones
conforme a los sentimientos

intuitivos o de acuerdo a los
principios bíblicos?

¿Se ve más influenciado por su
entorno o por el Espíritu Santo

que mora en usted?

¿Podría decir que tiene un
sentido de dirección, un

significado y un propósito en
su vida?

¿O tan solo reacciona ante
la vida a medida

que surgen las
distintas circunstancias?

La Biblia está llena de grandes
principios, agradables a Dios,

para que rijamos nuestra vida.

De hecho, podríamos pasar de
Génesis al Apocalipsis y hay un

principio tras otro que Dios nos
ha dado porque este es el Libro

guía de Dios para vivir.

Lo más sabio que cualquier padre
puede hacer por sus hijos es

enseñarles desde muy pequeños a
creer que esta es la Palabra de

Dios, y compartir estos
principios bíblicos de tal

manera que rijan sus vidas por
preceptos divinos, esos

principios que hacen
posible que llevemos

una vida mucho más plena.

Y le invito a leer en Proverbios
capítulo 3, que quizás sea el

capítulo bíblico que es mi ancla
en lo personal, porque allí hay

un pasaje sencillo al que
siempre he acudido una y otra

vez a lo largo de todos
estos años.

Dice desde el versículo 1,
capítulo 3: «Hijo mío, no te

olvides de mi ley, Y tu corazón
guarde mis mandamientos; Porque

largura de días y años de vida Y
paz te aumentarán.

Nunca se aparten de ti la
misericordia y la verdad; Átalas

a tu cuello, Escríbelas en la
tabla de tu corazón; Y hallarás

gracia y buena opinión Ante los
ojos de Dios y de los hombres».

Y escuche esto: «Fíate de Jehová
de todo tu corazón, Y no te

apoyes en tu propia prudencia.

Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.

No seas sabio en tu propia
opinión; Teme a Jehová, y

apártate del mal; Porque será
medicina a tu cuerpo, Y

refrigerio para tus huesos.

Honra a Jehová con tus bienes, Y
con las primicias de todos tus

frutos; Y serán llenos tus
graneros con abundancia, Y tus

lagares rebosarán de mosto.

No menosprecies, hijo mío, el
castigo de Jehová, Ni te

fatigues de su corrección;
Porque Jehová al que ama

castiga, Como el padre al hijo a
quien quiere».

Lo que deseo hacer con este
pasaje y en este mensaje

inicialmente es compartir
algunos de los principios más

importantes que Dios ha puesto
en mi vida, principios mediante

los cuales ha guiado mi vida.

Hay muchos otros, además de los
que quiero mencionar, pero estos

son los que Dios más ha grabado
en mi corazón, me han guiado

todos estos años, por lo cual
estoy muy agradecido.

Y deseo comenzar con el primero,
el cual mi abuelo me enseñó

cuando tenía 17 años.

Él ni siquiera se percató del
impacto que tendría en mi vida,

pero recuerdo que me presentó
este principio de una forma muy

sencilla: Obedece a Dios y deja
en sus manos todas las

consecuencias de tu obediencia.

Para obedecer a Dios y dejar las
consecuencias en sus manos, hay

2 requisitos: Número 1, se
requiere principalmente que

aprendamos primero a escuchar
a Dios.

Si no sé cómo escuchar a Dios,
entonces no sabré cómo ser

obediente a Dios.

Por eso no podemos separar
aprender a escuchar

a Dios de obedecerlo.

Lo segundo que es muy esencial
es que confiemos en Dios.

Uno de los problemas más graves
que tenemos es la idea del temor

por lo que puede pasar si
confiamos en Dios.

O sea, si no entendemos qué
consecuencias puede acarrear, si

no vemos cuáles son las
secuelas, si no lo vemos claro,

a menudo una de las razones por
las que no obedecemos es porque

queremos que Él nos muestre en
detalle cuáles serán las

consecuencias de obedecerlo y
Dios no tiene la obligación de

mostrarnos las consecuencias.

Pero diré esto: Dios se ha hecho
responsable, se ha comprometido,

atención, a ser responsable
de las consecuencias

de nuestra obediencia.

Recuerde esto: Dios es
responsable de las consecuencias

de nuestra obediencia.

Es mi responsabilidad escuchar a
Dios, mi deber es confiar en Él.

Su responsabilidad, como
resultado de mi obediencia, es

encargarse de todas esas
consecuencias.

A menudo hay que lidiar con las
exigencias de otras personas: lo

que creen que debemos hacer,
cómo creen que debemos vivir y

las decisiones que piensan que
debemos tomar.

Y la verdad es que si escuchamos
al mundo, incluso a las personas

bienintencionadas, no
conoceremos ni escucharemos

la voluntad de Dios.

A menudo la gente nos dice lo
que creen que queremos oír, lo

que creen que se nos facilita,
lo que creen que debemos hacer

desde su perspectiva cuando
nadie más que Dios conoce su

voluntad y propósito para
nuestra vida.

Y al decir: «Obedezcamos a Dios
y dejemos las consecuencias en

sus manos», no podemos aprender
mayor lección en la vida.

Ser obediente requiere valor,
cuando no sabemos cuáles serán

las consecuencias.

Ser obediente requiere fe,
cuando no tenemos idea de cuáles

serán las consecuencias.

Y a menudo, al tratar de
predecir e imaginarnos, desde

nuestra perspectiva, la
perspectiva humana, lo que

creemos que podrían ser las
consecuencias, muy a menudo nos

equivocamos por completo porque
solo Dios en su omnisciencia

sabe cuáles serán las
consecuencias.

Entonces recuerde:
Obedezcamos a Dios y dejemos

las consecuencias en sus manos.

Dios Todopoderoso es
responsable de las consecuencias

de nuestra obediencia.

La segunda lección que
mencionaré es aprender a confiar

en Dios para todo lo que
necesitemos en la vida.

Y a menudo las dificultades y
los fracasos nos enseñan a

aprender a confiar en Él.

Dios mandará suficientes
dificultades a nuestra vida.

Nos mandará suficientes pruebas
y tribulaciones para

enseñarnos a confiar en Él.

¿Cómo aprenderíamos a confiar en
Dios si no enfrentáramos

circunstancias en las que no nos
sintiéramos perdidos y

totalmente desesperanzados sin
la intervención divina?

Puede confiar en Dios en toda
necesidad.

Puede confiar en que le proteja
en cada circunstancia.

Y un pasaje que Dios ha puesto
en mi corazón todos estos años

es: «Ninguna arma forjada contra
ti prosperará».

Una y otra vez, mientras me
lanzan armas por una u otra

razón, vez tras vez Dios me
volvió a ese pasaje: «Vas a

creer lo que dije, en lugar de
lo que ves y lo que sientes».

Tan solo recuerda esto: Crea en
lo que dice Dios en lugar

de lo que sienta o vea.

Porque si cree en lo que siente,
puede estar equivocado.

Si cree en lo que escucha, se
puede equivocar, pero

si cree en lo que dice Dios,

nunca, jamás se
equivocará al hacer lo bueno.

La tercera lección que considero
muy importante es esta: aprender

siempre a esperar la dirección y
el tiempo de Dios.

He descubierto esto,
al decir: «Espera»,

quizás sea por una de 3 razones.

La primera: porque no estamos
listos para lo que Él tiene.

Tal vez lo que creo que es la
voluntad de Dios, es su

voluntad, pero no es mi tiempo
sino el suyo.

Y Dios dice: «No, espera».

Y a veces esperamos un rato,
y pensamos: «Señor,

he esperado mucho».

Él dice: «No, espera.

¿Acaso vas a creer lo que dije
yo o vas a creer lo que ves tú o

vas a creer lo que sientes?»

Si Dios dice: «Espera», es
importante esperar.

Esta es una de las lecciones más
difíciles de aprender, pero una

de las más importantes; No se
mueva hasta que Dios le dé

permiso de hacerlo.

Una razón es porque
no estamos listos.

Una segunda razón es porque la
circunstancia para la cual nos

prepara esa circunstancia no
está lista.

No podemos apurar a Dios.

No podemos apresurarlo.

Cuando Él dispone una situación,
y las circunstancias para algo,

lo hace en su tiempo perfecto y
de manera perfecta.

Muchas veces Dios dice: «No, no
te muevas».

«¿Por qué, Señor?»

«Solo confía, no te muevas».

«Pero, mira todo lo que ocurre y
el tiempo pasa».

«No te muevas, solo
confía en mí».

Una tercera razón es porque Dios
tiene algo mejor.

Estamos esperando aquí y Dios
tiene algo completamente mejor

allá, algo que nunca hemos
soñado, nunca hemos pensado.

Y diría que la lección número 3,
es muy importante: aprender a

esperar la dirección y el tiempo
de Dios en nuestra vida.

La siguiente lección diría que
es una muy importante, y a

menudo consideramos los
principios y lecciones que Dios

nos enseña y ¿cómo esta podría
ser una de ellas?

Pues lo es porque al pensar a lo
largo de los años, esta es una

de las lecciones más provechosas
que aprendí desde

muy temprana edad.

Entonces ¿cuál es este
principio?

La lección es: Dar con
generosidad a la obra de Dios.

He descubierto esto: Si me
aferro, si me apego a cualquier

cosa material en la vida, lo que
hago es aferrarme a algo.

Si me apego a algo, Dios no
puede colocar nada en las manos

si las tengo cerradas con los
puños así.

Cuando abro mis manos a
Dios y digo:

«Dios, lo que tengo es tuyo.

Puedes tomar lo que quieras,
puedes tomar cuanto quieras.

Solo dime lo que quieres y aquí
lo tienes».

Si hago eso, ¿sabe qué?

Sé que no estoy aferrado a nada.

Siempre que nos aferramos a algo
y el dinero se vuelve una

prioridad en nuestra vida,
recuérdelo bien: Lo perderemos.

Dios se cerciorará de que lo
perdamos.

Nuestra meta no es el dinero,
sino andar en obediencia a Dios.

Si siempre anda en obediencia a
Dios y sigue sus principios de

diezmos y ofrendas, esto es lo
que Él hará: le prosperará en

maneras que nunca imaginó.

Además de esto: le
protegerá de la avaricia

y le protegerá del egoísmo.

Le protegerá de volverse apegado
a lo material.

Le digo, parte del problema de
nuestra nación es que nos hemos

vuelto una nación avara.

De algún modo nos han convencido
de que si tenemos suficientes

cosas, suficiente de esto,
aquello y lo otro,

seremos felices.

No hay felicidad, ni gozo, ni
paz en las cosas; eso solo se

encuentra en una relación con
Jesucristo.

Y creo que otro principio que es
muy importante para mí es este:

no puedo llevar la vida
cristiana, es Cristo en mí.

Recuerdo la primera vez que
pensé en eso.

Nunca había escuchado un sermón
del tema, ni un libro, ni un

tratado, nunca había escuchado
nada de eso.

Tomé un libro del Dr. Raymond
Edmund, el entonces presidente

de la universidad de Wheaton.

Él escribió el libro Hallaron
el secreto.

Eran breves reseñas biográficas
de la vida espiritual y la

trayectoria espiritual de
grandes hombres

y mujeres de Dios.

Abrí ese libro un viernes en la
noche, y esa noche, salí a mi

estudio en el patio y comencé
a leer.

Leí el primer capítulo que era
sobre Hudson Taylor.

Solo leí unas cuantas páginas,
para cuando llegué quizás a la

página 7, pensé: «Señor, aquí
hay alguien que siente justo lo

que siento, alguien que batalla
con lo mismo que batallo yo».

Esa noche, por primera vez en mi
vida, capté la idea de que

Cristo vino a morar en mí,
a llevar una vida

que yo no podía vivir.

Porque estaba luchando, tratando
de dar lo mejor.

Crecí en una iglesia legalista:
«no hagas esto, no hagas aquello

y no hagas lo otro».

Me esmeraba por hacer siempre lo
correcto.

No era muy bueno en eso.

Era un cristiano Romanos 7.

Lo que no quería hacer, eso
hacía.

Lo que quería hacer, no tenía la
fuerza.

Fracaso tras fracaso tras
fracaso, un intento tras otro.

Y oraba, rogaba, ayunaba y le
decía a Dios que iba a ser mejor

y mejor y mejor pero me ponía
peor y peor y peor, hasta que

finalmente Dios me llevó a tocar
fondo, que de algún modo la vida

cristiana no estaba funcionando.

Recuerdo la semana en que leí
ese libro.

Ya había llegado a la
conclusión: «Señor, dime algo

que no sé o debo dejar de
decirle a la gente que acepten a

Cristo y Él les dará paz,
felicidad y gozo porque tengo

eso el domingo pero el
lunes ya no.

Algo anda mal».

Recuerdo uno de los hermanos en
la iglesia, venía al altar al

menos 2 veces al mes, sin
exagerar.

Venía a rededicar su vida.

Me puse a pensar: «¿Qué le
pasa?».

Era un buen amigo mío.

¿Qué le pasará que tiene
que rededicar su vida

cada 2 semanas?

Pensé: «Algo anda mal».

Debe haber algo mal con la
predicación, o algo anda mal con

él, algo anda mal.

Luego el Señor me mostró: «¿Qué
estás predicando?»

Predicas: «Haz el bien, sé
bueno.

No puedes hacer el bien, ni ser
bueno.

Hay algo mal en esto».

Me levanté de mis rodillas esa
noche, al darme cuenta de que en

Juan 15 en esos primeros
versículos cuando Cristo dijo:

«Permaneced en mí, y yo en
vosotros», dice: como el pámpano

permanece en la vid, afirma:
«Permanezco en ti,

y tú permaneces en mí».

Por primera vez en mi vida,
reconocí, escuché a Dios decirme

de forma muy clara: «Nunca fue
mi intención que llevaras

una vida cristiana.

Tú no puedes.

Has fallado y fallado y fallado.

Ahora estás predicándole a la
gente y no saben qué pasa pero

tampoco pueden vivir a la
altura.

Te lo digo: Tú no puedes.

Yo soy el único que puede llevar
esta vida por ti».

Cuando me levanté, estaba tan
liberado, estaba tan libre, no

sabía ni explicarlo.

Es como que Dios hubiera puesto
toda esa teología en

mente y corazón.

No sabía explicarlo.

No podía ni entender lo que era
al principio, salvo que sabía

que lo que había intentado hacer
Dios nunca quiso que lo hiciera.

Él quería que yo dependiera de
Él, confiara en Él, y lo dejara

vivir en y a través de mí.

Fue entonces cuando de pronto
vino a mi mente Gálatas 2.20,

cuando Pablo dijo: «Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y

ya no vivo yo, mas Cristo vive
en mí; y lo que ahora vivo en la

carne, lo vivo en la fe del Hijo
de Dios, el cual me amó y se

entregó a sí mismo por mí».

¡Debo decirles
cuán liberador fue!

Me deshice esa noche de todos
mis intentos por dar la talla,

complacer y desempeñarme para
que Dios me aceptara todo

en una sola noche.

Es la lección más liberadora que
he aprendido en mi vida,

y es mi oración.

Y lo trágico es esto, lo trágico
es esto: La mayoría de los

creyentes se van a la tumba con
el yugo de tratar de complacer a

Dios, tratar de rendir, tratar
de dar la talla, tratar de ser

lo suficientemente buenos para
ganar la aceptación de Dios,

cuando es imposible.

Recuerde lo que es la gracia.

La gracia consiste en que Dios
nos ama a pesar

de quiénes somos.

Dios nos ha perdonado sin
merecerlo.

No es dar la talla, ni rendir,
ni tratar de estar

a la altura de nada.

Una de las lecciones más
liberadoras es:

Cristo en nosotros.

Al comenzar a leer las epístolas
de Pablo, por todos lados dice:

«en Cristo, en Cristo, en Él, en
quien».

De hecho, pudiera resumir la
teología del apóstol Pablo en

2 palabras: «En Cristo».

Porque Pablo entendía eso.

Entendía sus propios fracasos, y
por eso dice en Romanos 7

«No pude hacerlo.

Intenté y no pude».

En Romanos 8 dice: «Gracias a
Dios que me liberó

en la persona de Cristo».

Romanos 8 es un gran
capítulo de victoria.

Romanos 7, un gran
capítulo de derrota.

La mayoría vivimos en derrota
hasta que aprendemos que es

Cristo en nosotros,
no nosotros mismos.

Bien, al pensar en todos estos
principios, y en lo que Dios ha

hecho en mi corazón, creo que
uno de los más reconfortantes es

el hecho de que Dios nos ama
incondicionalmente.

Mucha atención, la razón por la
que Dios nos ama a usted y a mí

incondicionalmente no es por lo
que somos, quiénes somos, cómo

actuamos, sino por su
naturaleza.

Es el carácter y la naturaleza
de Dios amar con toda la

plenitud y el potencial que
ofrece el amor divino.

No tiene nada que ver con
nosotros, sino con Él.

Mire, Él es quien recibe la
gloria, el mérito y la alabanza.

Es Dios amándonos a pesar de
nosotros y amándonos de verdad,

no por nada en nosotros sino
solo por ser el Dios que es.

Me tomó años y años al final
llegar a la conclusión: ¡Sí!

Lo puedo confesar, declararle al
mundo: Dios me ama

incondicionalmente pese a todo.

Pienso en las personas que, por
ejemplo, no pueden creer en la

seguridad eterna, luchan con
eso, y hay millones así.

No pueden creer que son salvos
una vez por siempre por la

gracia de Dios y
piensan: «Pues creer eso,

es una licencia para pecar».

Mire, al entender que Dios le
ama incondicionalmente, no

buscará licencia para pecar.

No buscará libertad para pecar.

Lo que querrá es ser obediente a
Dios por estar tan agradecido

por esa clase de amor.

Al aceptarlo como su Salvador
personal, Él le sella como dice

la Biblia hasta el día de
redención.

Dice que usted es hijo de Dios.

Nada que haga podrá, escuche,
podrá alterar el hecho de que

Jesucristo murió por su pecado,
ni podrá alterar que Dios

le ama incondicionalmente.

Nunca podría perderse después de
que Dios le ha salvado porque Él

dice que le ha sellado con
el Espíritu Santo,

Él mora en usted.

Tendría que llevarse al Espíritu
Santo al infierno para morir y

perder la salvación.

Pienso en la gente que vive bajo
el yugo del temor: ¿Va al cielo?

«No estoy seguro».

¿Por qué no?

«Bueno, ¿aceptó a Cristo como su
Salvador?»

«Lo intenté».

¿Pues lo hizo?
Sí lo hice.

«Bueno, ¿le salvó?»
«Pues creo que sí».

«¿Es usted salvo?»
» Creo que sí».

No.

¿Es usted salvo?
«Pues creo que sí».

¿Sabe lo que están haciendo?

Esto hacen: Mirando su
comportamiento, su conducta, su

pasado, juzgándose como
juzgarían a alguien más, cuando

Dios nos ama absoluta e
incondicionalmente, y nos ha

amado para siempre.

Bien, el siguiente principio que
deseo que note es este: Y es que

Dios tiene control total de cada
circunstancia de la vida.

No hay idea más reconfortante
que esa.

Que Dios tiene el control total
y absoluto.

Dice: «Ninguna arma forjada
contra ti prosperará».

Ninguna, dice.

¿Por qué?
Porque tiene el control.

Lo que a menudo pareciera ser
algo en contra nuestra, o algo

que nos destruiría
de algún modo,

Dios sabe justo lo que sucede.

Usted y yo mire, vivimos bajo la
cobertura de su divina

omnisciencia, su omnipresencia y
su omnipotencia.

Dios tiene el control total de
cada faceta de nuestra vida.

Si no lo creyera, dejaría de
predicar la Palabra de Dios,

pues si no es así, seríamos
víctimas y el mundo pudiera

hacernos esto y aquello, y
cualquier cosa pudiera pasar.

¿Dónde, pues, está la fe?

¿Dónde está Jehová Dios, quien
es absoluto en fidelidad e

infinito en poder?

Si Dios es todo lo que la Biblia
dice que es, es soberano.

Por tanto, tiene el control
total de todo lo que ocurre.

La gente que no cree eso, nos
dice qué debemos hacer.

Quieren que tomemos esta
decisión, aquella y la otra.

El problema es que no quieren
confiar en Dios.

No lo conocen.

No entienden que es soberano y
tiene el control.

Mire, si Dios tiene control
soberano de su vida, ¿quién soy

yo para decirle cómo vivir o
quién para decirle

qué debe hacer?

Si Dios tiene el control de su
vida, y está escuchándolo, me

pregunta le diría: «Esto es lo
que dice la Biblia

pero usted mismo decida».

¿Cuadra con los principios de
Dios?

¿Es el Dios soberano obrando
en su vida,

haciendo algo muy bueno?

¿Con qué frecuencia he visto en
mi vida y en la de otros cosas

que eran muy dolorosas, cosas
que son difíciles, y fueron la

esencia misma de lo que Dios usó
para fortalecerles y

edificarles, mire, fortificar,
establecer, afianzar y superar

la vida de esa persona?

Mire, no rechace la dificultad,
la adversidad.

¿Qué dice en Proverbios 3?

Dice: «No rechaces la disciplina
del Señor».

¿Por qué?

Porque suele ser esa disciplina,
que puede venir por algo que

hemos hecho nosotros o alguien
más, o solo porque Dios

tiene algo en mente.

Dice: «No la rechaces».

Dios está amándonos, y ¿qué va a
hacer Él?

Dice que convertirá todo eso en
algo muy hermoso.

Es fácil creer eso en la vida de
otros, pero no en la nuestra.

La siguiente lección es esta: la
importancia de depender por

completo del Espíritu Santo
para todo.

Creo que una de las lecciones
más provechosas es darme cuenta

que no tengo que hacer nada en
mi espíritu.

No tengo que hacer nada
en mi carne.

No tengo que hacer nada
en mi fuerza.

Está el poder sobrenatural
de Dios que mora

en todo creyente sin excepción.

Lo que Dios te llame a hacer,
puede hacerlo bien y hacerlo de

modo tal que tenga un impacto
pues Dios nos diseñó para vivir

así, que Él viviera en nosotros
su vida mediante el Espíritu

Santo, facultándonos para lograr
lo que sea.

Por eso no podemos tomar
ningún mérito.

No podemos tomar mérito si es
Dios quien está haciéndolo.

Así que el orgullo es un
pecado atroz.

De hecho, Dios lo odia porque lo
odia porque le roba su gloria.

Lo odia por su
elemento destructivo

en la vida de alguien.

Porque cuando alguien deja de
depender de Dios, debe depender

de si mismo.

Y al hacerlo, Satanás tiene un
gancho en la vida de esa persona

y va en picada.

Bien, al pensar en todos estos
principios y cuán importante es

cada uno de ellos, considero la
gran importancia de esta

lección, que considero la
prioridad en la vida, y una

de las lecciones más importantes
que aprendemos es esta: Que

nuestro tiempo personal de
meditación con Dios debe ser la

prioridad de nuestra vida.

Mire, no podemos hacer nada en
la vida cristiana que sea más

valioso, más fructífero, y más
productivo porque, escuche,

sustenta cada uno de estos otros
principios.

Y se trata del tiempo que
pasamos de rodillas ante Dios, y

el tiempo que pasamos de
rodillas con la Palabra.

No solo orando.

Porque podemos orar por
lo que sea.

Y uno puede salirse por la
tangente, orando.

Pero si ora con la Palabra de
Dios, lee las Sagradas

Escrituras, pidiéndole a Dios:
«Habla a mi corazón.

Muéstrame la verdad sobre esto.

Muéstrame qué estás diciéndome?»

Pasa esto: Que Dios nos ama y
nos quiere para sí.

Dios Quiere que pasemos tiempo
con Él.

Así como cualquier hombre y
cualquier mujer que se aman el

uno al otro, quieren tiempo a
solas sin nadie más ahí,

solo ellos 2.

Quieren comunión y esa clase de
relación.

Dios quiere que usted y yo
estemos a solas con Él.

El tiempo más valioso que
podemos pasar cualquier día es

el tiempo a solas, en quietud,
escuchando a Dios,

orando, clamando a Él.

Hay pastores que me dicen: «Si
tuviera una sola cosa que

decirme como pastor joven,
¿qué sería?»

Les diría a todos lo mismo: «Lo
más importante en su vida es su

tiempo a solas con Dios, de
rodillas, con su Palabra, solo,

no buscando un sermón sino
buscando que Dios

le hable a su vida».

No puedo enfatizar cuán
importante es.

Y, padres, si quieren enseñarles
eso a sus hijos antes de

acostarse en la noche, vaya con
ellos, y abra la Palabra de Dios

con sus hijos, léales un pasaje.

Puede leerles otros
libros también

pero no descuide la Biblia.

Desde pequeños que ni
pueden recordar

cuándo vieron este Libro.

Les lee un pasaje, ora con
ellos, les habla, escuche,

crecerán con una fe que es firme
desde temprana edad.

Porque lo que ha hecho es
alimentarlos de la Palabra de

Dios, ¡los ha instruido en su
Palabra!

Al usar este Libro les dice que,
es importante.

Este mensaje es importante, es
la Palabra del Dios vivo.

El evangelio de Jesucristo puede
penetrar en el corazón más

endurecido,
transformar esa vida,

y cambiar su destino eterno.

Si hay algo que he aprendido con
el tiempo es esto: Esto es lo

más valioso sobre la faz
de la Tierra.

Esta es la revelación de Dios
Todopoderoso y el apóstol Pablo

dijo: «No me avergüenzo del
evangelio de Cristo.

Porque he aprendido que es poder
de Dios para salvación a todo

aquel que cree».

Y pienso en que muchas veces un
mensaje sencillo puede hablarle

a cientos de personas o a miles
o a millones de personas,

¿y sabe qué?

Es sorprendente que todos todos
los que escuchan lo que Dios les

dice, quienes escuchan.

Y Dios puede tomar mi voz o la
de alguien más, ponerla en otro

idioma, que alguien más lo diga,
es irrelevante.

Es el gran poder de la Palabra
viva de Dios.

Puede transformar una vida.

Puede transformar por completo
el destino eterno de alguien.

Tenemos el mensaje más
valioso que el mundo

ha conocido, y conocerá.

Isaías dijo: «Sécase la hierba,
marchítase la flor; mas la

palabra del Dios nuestro
permanece para siempre».

Este es el Libro de
instrucciones de Dios.

Y si usted desea una vida plena,
le he presentado principios que

funcionan sé que funcionan.

Lo he visto en la vida
de otras personas,

y lo he visto en mi vida.

Y cada uno viene de este Libro.

Pídale a Dios que le muestre los
principios para su vida.

Él agregará otros.

Quizás no le dé los mismos.

Todos son verdad.

Si quiere la mejor vida, vaya al
mejor Libro.

Vaya al libro de instrucciones,
a la revelación de Dios.

Esta es la mente de Dios en
letra humana.

Para que entendamos quién es Él
y podamos ir a Él a través

de su Hijo Jesucristo.

Si usted no ha aceptado a Cristo
como su Salvador, hágalo así:

Acepte el testimonio de la
Biblia que dice que Jesucristo

es el Hijo unigénito de Dios.

Él lo envió al mundo a
morir en la cruz.

Puso en Él todo su pecado, así
que toda la deuda de su pecado,

pasado, presente y futuro, la
llevó Él a la cruz.

Al morir en la cruz, pagó toda
su deuda de pecado.

La forma de ser salvo es:
aceptando que Cristo

perdone sus pecados.

Acepte su muerte como paga total
por su pecado.

Dígale que lo acepta como su
Salvador personal.

Al momento de hacer eso por fe,
se convierte en hijo del Dios

vivo, morada del
Espíritu Santo,

sellado hasta el
día de redención.

Luego, mire, tiene el gran
privilegio de unirse a todos

nosotros en la aventura más
grande de la vida, y es permitir

que Cristo lleve su vida
maravillosa por medio suyo,

momento a momento, día a día.

Puedo asegurarle, amigo,
esta es la única vida

que en verdad cuenta.

Esta es la única vida que
funciona.

Esta es la única vida que, no
solo promete, sino provee gozo,

paz, felicidad, contentamiento,
momentos buenos y malos,

en placer y dolor.

Nuestro Dios nunca cambia.

Así que donde esté deseo
animarle a hacer esta oración,

pidiéndole que le perdone y
diciéndole que hoy lo acepta

como su Salvador personal.

Y algo es seguro, al pedírselo,
Dios está listo para salvarle,

y para cambiar su vida.

[música]