¿Está Dios en todo? – Dr. Charles Stanley

La respuesta a esta pregunta es fácil cuando su salud es buena, su matrimonio prospera y tiene éxito económico. Pero ¿y en tiempos de enfermedad constante? ¿Un divorcio conflictivo? ¿Desempleo o incluso quiebra? Entonces, ¿la respuesta es la misma, y por qué importa? En este mensaje, el Dr. Stanley contempla este difícil tema y sus implicaciones para la vida del creyente. La manera en que vemos a Dios influye en nuestra confianza en Él y en nuestra capacidad para experimentar tanto el consuelo de Dios en la tristeza como el contentamiento en las pruebas. Los planes de Dios no siempre son fáciles de entender. La comprensión viene por medio del estudio cuidadoso y la oración constante, e incluso entonces, las respuestas pueden venir más lentamente de lo que nos gustaría. Pero los conocimientos que obtenemos nos ayudarán a conocer mejor al Señor y reconocer su obra en y a través de las circunstancias, y su poderosa y bondadosa capacidad de convertir todas las cosas para el bien de nuestra vida. Para obtener más mensajes de Charles Stanley, incluida la transmisión de esta semana, visite https://www.encontacto.org/vea

Comience su día con el
devocional gratuito en contacto.

Suscríbase hoy mismo.

[música]

Dr. Charles Stanley:
El Hijo de Dios,

el Señor Jesucristo dijo:

«Yo soy el camino,
y la verdad y la vida,

nadie viene al Padre,
sino por mí.

Por tanto, vayan por todo
el mundo enseñando y predicando

el evangelio a toda criatura,
hasta lo último de la tierra».

locutor: En Contacto
el ministerio

de enseñanza bíblica
del Dr. Charles Stanley.

[música]

locutor: Hoy en el programa
En Contacto,

«¿Está Dios en todo?».

Dr. Charles Stanley: Le haré
en este momento una pregunta

muy difícil: ¿Dios está en todo?

¿Dios está en todo en su vida?

Pregunta difícil y a veces
nos gustaría evitarla,

pero todos debemos tener
esa respuesta muy clara

en nuestra vida
y esta es la razón.

Porque ya sea que esté
en todo o no,

eso afecta mi fe en Dios,
es decir,

mi confianza en Él; afecta mi
reacción a los conflictos

en la vida.

Influye altamente en el hecho
de si puedo experimentar

consuelo en tiempos de tristeza,
angustia y problemas;

cambia las cosas en cuanto
a si podré experimentar

contentamiento en el momento
de la prueba o no;

e influye mucho en mi sumisión
a lo que Dios requiere de mí.

Por ejemplo, cuando dice:
«Dad gracias en todo»,

si Dios no está en todo,
¿puedo realmente darle gracias?

Bueno, es mucho más fácil
para mí decir:

«Sí, Dios está en todo», cuando
lo veo desde una óptica positiva

y las cosas me salen bien.

No es tan fácil para mí creer
que Dios está en todo

cuando padezco dolor,
adversidad, angustia,

pruebas y problemas.

Por ejemplo, ¿Dios está en todo?

¿Está en nuestro
éxito financiero?

¿Y en nuestro
fracaso financiero?

¿Está en un buen matrimonio?

¿Está en el divorcio?

¿Está en hijos devotos?

¿O está en quienes andan
en el pecado, el alcohol,

el sexo, las drogas,
desperdiciando sus vidas?

¿Está en el ascenso que recibe
en su trabajo?

¿Está en la pérdida
de su empleo?

¿Está en la buena salud
que experimenta cada día?

¿Está en la enfermedad
que está padeciendo?

¿Está en su vida de obediencia?

¿Está en el pecado que comete?

¿Está en el buen clima,
el sol brillante,

las nevadas, la suave lluvia?

¿Está en los tornados,
los huracanes, terremotos,

la erupción de los volcanes?

¿Dios está en todo?

Ese es el título
de este mensaje,

y quisiera que me acompañen
a un versículo de la Biblia

y examinemos esta pregunta:
«¿Dios está en todo?».

Romanos 8.28.

La mayoría lo conocemos bien,
pero busquémoslo porque

hay algo acerca de leerlo
y solo repetirlo,

jamás es lo mismo.

Romanos capítulo 8,
versículos 28 y 29.

Y Pablo aborda esto y dice:
«Y sabemos.

O sea: «Sé que todos sabemos
esto que a los que aman a Dios,

todas las cosas
les ayudan a bien,

esto es, a los que conforme
a su propósito son llamados.

Porque a los que antes conoció,
también los predestinó para que

fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo,

para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos».

¿Dios está en todo en su vida?

Bien, podría usted considerar
su vida hoy y decir:

«Yo creo que está
en algunas cosas,

pero me resulta muy difícil
creer que esté en todo».

Así que, la primera cosa que le
diré en este mensaje es esta:

Dios está en todo.

Escuche este pasaje
y acompáñeme a analizar.

No se adelante y trate
de averiguar algo,

porque si lo hace,
se confundirá.

Escuche: «Y sabemos que
a los que aman a Dios,

todas las cosas
les ayudan a bien».

Hay cosas que no dice
en este pasaje.

Inicialmente, no dice aquí
que todo saldría bien

y tampoco dice, simplemente,
que Dios está en todo y punto.

Dice: «A los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan

a bien, a los que son llamados
conforme a su propósito».

Dios está, de hecho,
en cada cosa.

Bien, no está en todo
de la misma forma,

pero está en todo.

Y no significa que Dios
sea el iniciador del pecado.

En ningún lugar y en ningún
punto de su vida o la mía,

Dios iniciaría el pecado.

Él nunca, personalmente,
nos atraería al pecado

y luego nos juzgaría
a raíz de eso.

Él no lo instiga,
pero está en todo.

Está en todo y es ya sea el que
lo envía o el que lo permite,

o lo autoriza o el que retiene
las bendiciones de nuestra vida.

Pero Dios, de hecho,
está en todo.

Así que al pensar en esa
pregunta y pensar

en lo que pasa en su vida
personal en este tiempo.

Y quizá piense en algunas cosas
que pasan y se pregunta esto:

«¿Cómo Dios podría estar en algo
que me hiere de la forma

que me hiere?

¿Y cómo podría estar Dios
en algo que es culpa de otro,

con lo que no tuve nada que ver,

pero soy yo el que sufre
el dolor?

¿Cómo podría Dios estar
en algo que sea así?».

Bueno, eso nos lleva a lo
que llamo el segundo agente;

es decir, la segunda causa.

Con frecuencia, nosotros vemos
lo que sufrimos

y nuestras heridas y decimos:

«Bueno, sé que Dios
está en las cosas buenas

que vienen a mí,
pero vea lo que él me hace.

Vea lo que ella me ha hecho.

Vea cómo me están tratando.

¿Quiere decirme
que Dios está en eso?».

Escuche, para el creyente
no existe algo llamado

una segunda causa.

O Dios está en todo
y no solo en todo,

sino que tiene todo bajo control
total o no puede ser Dios.

Si hay algo que este fuera
del control de Dios,

entonces no es el Dios
de la Biblia.

Y todos sabemos que eso
no es verdad.

Dios está, de hecho,
en cada cosa.

Bien, eso significa que todo
permanece bajo su control.

Y no importa qué no salga
a su encuentro o al mío

como creyentes y llegaré a
los no creyentes después,

no importa qué nos salga al
encuentro como creyentes,

todo, no importa cuál sea
o parezca ser la segunda causa

o cuál pueda ser el agente,
o si es algo o alguien,

Dios, en última instancia, tiene
el control y está involucrado.

Por ejemplo, digamos que su hijo
tiene 5 años de edad

y tiene una tos muy,
muy fea, seca.

Está congestionado.

Va al botiquín,
como lo hace toda mamá,

y revisa todas las cosas que
tiene y elige esta gran botella

de jarabe negro
que sabe terrible.

Es horrible.

La última vez que quiso dárselo,
salió corriendo,

se metió en la cama, se cubrió
con las sábanas completamente

y dijo: «No, no, no.

No lo tomaré».

Sabe lo que le espera.

Bien, toma la botella grande
de jarabe negro y se la lleva

a su hijo y lo sienta
a su lado y le dice:

«Estás enfermo y debes tomarlo
porque esto te aliviará».

Bien, pensemos bien un momento.

No es la madre la que sabe mal.

Es el jarabe lo que sabe mal.

El jarabe está en la botella.

Y entonces, ¿qué hace el hijo?

Por ejemplo, digamos que se
enoja mucho y golpea la botella.

Bueno, le pega a la botella
porque es lo que no quiere.

No le pegaría a su madre.

La botella no salió sola
del gabinete,

desenroscó su tapa y se
dirigió al dormitorio del niño.

La madre metió la mano
en el gabinete y,

con un corazón amoroso,
eligió la única cosa

y lo mejor que sanaría
a su hijo.

Ella eligió la medicina,
la tomó en su mano,

la llevó a la recámara y dijo:
«Hijo, esto te sanará.

Sé que sabe terrible,
sé que apesta,

sé que no te gusta.

Te enrojece la cara y no
te sientes bien y quizá

te dé un poco de náuseas,
pero sé que te sanará».

Bien, no le gusta.

Nunca le pegaría a su madre,
pero golpea la botella.

Si empiezo a pegarle
a la botella,

lo único que haré
será amargarme,

resentirme y ser hostil con esas
personas o esas cosas en mi vida

que me causan daño,
mal, aversión, sufrimiento,

angustia, lo que pueda ser.

Esa es la tendencia
natural y normal,

culpar a la botella.

La botella solo tiene la
medicina que el Padre,

en última instancia, envía.

¿Dios está en todo?

Dios está en todo.

Y puedo responder
de varias maneras:

Resentirme, ser hostil,
o enojarme,

culpar y buscar venganza,

o decir: «Dios, tú dijiste que
actúas en todo y que todas

las cosas me ayudan a bien.

No dijiste que me gustaría,
ni que sería agradable.

No debo alegrarme y decir:
‘Aleluya.

Gloria al Señor.
Mándalo, Dios.

Amo los problemas'».

Dios lo sabe de sobra.

A ninguno le gusta y tenemos
derecho a decir:

«Dios, no me gusta.

Me opongo».

Puede discutir con Él, decirle
exactamente cómo me siento.

Dígale: «Dios, no me gusta
nada de esto.

Siento que
es demasiado injusto».

Dígaselo.

Sáquelo de su ser.

Eso no lo lastima.
Él lo entiende.

Así que, la verdad es que todos
sabemos que pasamos

por esas circunstancias
y situaciones en la vida,

las atravesamos,
pero a pesar de eso,

escuche, a pesar de eso sabemos
que hay un sello de protección

que nos rodea.

Y si eso es verdad y Dios
permite la injusticia y permite

el rencor, y permite las
acusaciones y permite

que Satanás nos apalee
de una forma muy dura,

recuerde la botella,
solo contiene la medicina.

La mano de Dios, finalmente,

tiene el control absoluto
y final.

El segundo aspecto
que quisiera que noten

es que el involucramiento
de Dios en todo es limitado.

Escuche lo que Él dice.

Dice: «Sabemos que todas
las cosas les ayudan a bien».

Eso no es lo que dice.

«Dios hace que todas las cosas
les ayuden a bien,

Dios las dispone, para,
escuche, a los que,

a los que aman a Dios,
a los que conforme

a su propósito son llamados».

Bien, todo lo que he dicho hasta
este punto sobre lo que Dios

causa y lo que hace se relaciona
con el creyente.

Me dirá: «¿Qué pasa
con el no creyente?

¿Está Dios en todo?».

Sí y no.

Él está en todo lo que pasa
en la vida del no creyente.

Y me refiero a la persona que
rechaza al Señor Jesucristo.

Está en todo lo que pasa
en la vida del no creyente

en este sentido: Sabe todo
lo que hace el no creyente.

Lo sabe y continuamente
manifiesta su amor

al no creyente.

Tiende continuamente su mano,
listo y dispuesto a perdonar

al no creyente.

Está continuamente tratando
de convencerlo de pecado,

continuamente tratando de
originar conocimiento

y comprensión y que la persona
entienda que necesita a Cristo,

aunque también está
continuamente involucrado

en la vida del no creyente,
atento al pecado de él y ella,

cerciorándose de que ellos
sufran las consecuencias

de su desobediencia.

Porque la ira de Dios viene
contra toda desobediencia

y rebelión.

Eso dice en Efesios, capítulo 2.

¿Está involucrado en la vida
del no creyente?

Sí, lo está.

Verá, cuando alguien rechaza
al Señor Jesucristo,

le da la espalda a Dios.

Escuche, cuando alguien
le da la espalda a Dios.

¿Cómo responde Dios a eso?

Vayamos a Romanos, capítulo 1.

Aquí está muy claro.

Y, escuche, si es una de esas
personas que tomó una decisión

y hay un punto, hay un punto
en la vida de alguien,

y si tomó esa decisión
en su vida;

si lo piensa un momento,
podrá mirar hacia atrás

y ver dónde decidió esto:
«No quiero ser parte de eso.

Y voy a vivir
como yo lo decida»,

entonces lo que hizo fue cruzar
una línea invisible y aquí está

la respuesta de Dios
a su horrenda decisión.

Versículo 21, Romanos 1: «Pues
habiendo conocido a Dios».

Pongámoslo en presente.

«Pues aunque conocen a Dios,
no le glorifican como a Dios,

ni le dan gracias, sino que se
envanecen en sus razonamientos,

y su necio corazón
e entenebrecido

por su decisión
de apartarse de Dios.

«Profesan ser sabios, pero
la verdad es que son necios

y cambian la gloria del Dios
incorruptible en semejanza

de imagen de hombre corruptible,
de aves,

de cuadrúpedos y de reptiles».

En nuestra cultura,
personas y cosas principalmente.

¿Cuál es la respuesta de Dios?

Aquí está: «Por lo cual también
Dios los entrega

a la inmundicia, en las
concupiscencias de sus

corazones, de modo que deshonran
entre sí sus propios cuerpos»,

Lo que dice aquí es que la
inmoralidad deshonra el cuerpo.

Luego dice: «ya que cambiaron la
verdad de Dios por la mentira,

honrando y dando culto a las
criaturas antes que al Creador,

el cual es bendito
por los siglos.

Amén.

«Por esto Dios los entrega
a pasiones vergonzosas;

Versículo 28: Y como ellos
no aprobaron tener en cuenta

a Dios, Dios los entrega
a una mente reprobada,

para hacer cosas
que no convienen».

¿Quiere saber la respuesta
de Dios a quienes insisten

en vivir su vida a su modo,
separados de Él?

Es muy simple,
y Él dice esto.

Dice: «Si, así como lo quieres,
puedes tenerlo a tu modo.

Pero a tu modo, vienen
las consecuencias de la ira

y la corrección y el juicio y
el castigo de un Dios santo

que te creó para ser
semejante a Él».

Quisiera que veamos una tercera
cosa sobre este pasaje

y la intervención de Dios
en todo, y es esto.

Lo tercero que diré es,
ante todo,

que Dios se involucra en todo.

Y, como dijimos,
en segundo lugar,

no solo se involucra en todo,
sino que su intervención

se limita a quienes son
creyentes hasta cierto punto,

pero también se involucra
en la vida del no creyente.

En tercer lugar,
Dios se involucra en todo,

aun en nuestro pecado.

Aquí quisiera que
preste mucha atención.

Dios se involucra
aun en nuestro pecado.

¿Él lo inicia?
Nunca.

¿Lo instiga de algún modo?
Nunca.

¿Acaso Él nos induce a pecar?

No porque al experimentar
el pecado,

debo sufrir las consecuencias.

No estaría en el carácter
de Dios atraerme al pecado

y luego juzgarme
por lo que Él causó.

Así que, Dios nunca,
nunca nos tienta,

nunca nos induce al pecado; pero
Dios está en nuestro pecado.

Bien, si pregunta si Dios
está en nuestro pecado,

sí lo está y quisiera que
me siga cuidadosamente aquí.

Primero, dijimos
que Él no lo causa,

pero lo permite.

Tenemos libre albedrío
en cierto grado y así,

si elegimos salirnos
de su voluntad y hacer

lo que queramos,
Él lo permite.

¿Por qué lo permite?

Él está en nuestro pecado
de esta forma:

No es que sea responsable
de eso,

pero está en nuestro pecado
en eso al permitirnos pecar

y darnos la libertad de hacerlo.

¿Qué hace, sino
revelarnos nuestras debilidades,

fallas, flaquezas,
orgullo, arrogancia?

¿Con qué cosa debe lidiar Dios
por encima de todo lo demás?

Con nuestro ego.

Le daré un buen ejemplo.

Hay momentos en su vida
cristiana y puede identificarse

con esto, hay momentos cuando
adquiere el hábito de leer

la Biblia cada mañana.

Se levanta a tiempo y pasa una
semana y lee cada mañana y ora,

ora por las personas
en su lista de oración.

2 semanas, 3 semanas, 4 semanas
y parece que las cosas le salen

bien y, ya sabe, alaba al Señor:
«Estoy aprendiendo a hacer esto.

Gracias, Cristo.

Creo que soy capaz de hacer
la obra que me mandaste

y quiero alabarte por ello».

Y de repente, ¡pun!

Cayó.

Sin duda, pecó contra Dios.

Me dirá que eso pasa
en ocasiones.

Nos pasa a todos.

Y ¿sabe por qué?

Dios no dejará que empecemos
a pensar

ahora lo estamos logrando.

«Lo estamos haciendo
con nuestro vigor, fuerzas,

sabiduría y espiritualidad.

Leemos la Biblia a diario,
estamos orando y vamos muy bien

y todo va grandioso.

«Gloria al Señor.

Dios, sé que reconoces
mi ayuda».

Ja, ja.

No, así no funciona.

Verá, el orgullo puede colarse
en nosotros

antes de que sepamos
qué nos ocurrió.

Y ¿sabe qué hace Dios?

Dice: «Bien, adelante».

Y ¿qué hacemos?

Caemos totalmente de bruces.

Y ¿qué pasa cuando caemos?

«Oh, Dios, soy tan débil.

La carne se lleva
lo mejor de mí».

Mire, Dios no quiere que
dependamos de nosotros todo

el día, cada día, sino que
dependamos solo de Él.

No son nuestras obras.

Escuche, no obramos
para ser salvos

ni para mantenernos salvos.

Y nuestras obras no hacen
que seamos obedientes a Dios,

sino confiar en Él.

Porque la vida cristiana
no es una vida de obrar

ni hacerlo solo ni administrar
y mejorar todo.

Mire, la verdad es que su carne
no es mejor de lo que era

antes de ser salvo.

¡Es la misma carne,
la naturaleza humana

con sus 5 sentidos!

La diferencia es que ahora
Cristo vive dentro de usted

y Él es la victoria.

Y solo cuando confío
en Él soy vencedor.

Y cuando no confío, fracaso.

¿Cómo está Dios
en nuestro pecado?

Está en nuestro pecado
enseñándonos sus consecuencias.

Está en nuestro pecado
enseñándonos el sublime perdón

de su amor.

Está en nuestro pecado
al abrumarnos

con su gracia para poder
perdonarnos y limpiarnos.

Y, mire, por esa razón,
cuando flaquea y cae,

no debe andar dando vueltas
y sintiendo autocompasión.

«Dios, realmente lo arruiné
esta vez.

Es terrible.
Dios, estoy avergonzado.

Dios perdóname».

Y seguimos y seguimos
y seguimos, pensando,

pensando que si le decimos
cuán malo es esto y lo horrible

que nos sentimos,
cuanto más le decimos,

al final se convencerá
y al final nos perdonará.

Es una pérdida de tiempo.

¿Cuándo fue usted perdonado?

Hace 2000 años en la cruz,
el perdón de Dios cubrió

todo nuestro pecado.

Nuestra confesión
y arrepentimiento

son para renovar nuestra
comunión con Él.

Y, escuche, puede andar por ahí
lamentándose y arrepintiéndose

por semanas, meses y años,
hablando de su pasado.

Ahí es donde está alguna gente y
por eso han vivido en un estado

de depresión por años
¡porque no aceptan el perdón

y la gracia de Dios ahora!

No hay razón para lamentarse.

Fingir que estoy muy afligido
no impresiona a Dios.

Lo que Dios quiere es
el arrepentimiento

inmediato de mi pecado y que
avance en la vida cristiana.

¿Está Él en nuestro pecado?

Sí, para demostrar su increíble
e inexplicable gracia.

¿Eso motiva a pecar?

Motiva a amar, obedecer,
servir, honrar,

alabar y adorar a este Dios vivo
que puede ser tan clemente.

Está en mi pecado,
pero no lo provoca.

¿Sufro las consecuencias?

Sí, pero Él lo usa
para instruirnos,

enseñarnos cuán débiles
y endebles somos;

que somos dependientes de Él
para todas las cosas en la vida.

Y justo cuando pensamos
que, bueno,

tenemos esto bajo control ahora,
así que,

no dejaremos que
nos moleste más,

entonces aprendemos
que no es así.

Mire, en la vida normal
¿qué hacemos?

Cuanto más crecemos, menos
dependemos de nuestros padres.

En la vida espiritual,
cuanto más maduros,

más confiamos en el Salvador.

Hay algo más que diré
rápidamente sobre esto.

Dios está en todo.

Dios está en cada sencilla cosa.

Él se involucra en cada área de
nuestra vida porque esa es su

motivación para lograr su gran
propósito en su vida y la mía.

¿Cuál es su propósito final?

Dice en el versículo 29,

que es conformarnos
a la imagen de Cristo.

Porque, mire, su meta
no es mi felicidad,

sino ser como Él.

Y en su sabiduría,
dice que si quiere sanar,

necesita el jarabe amargo.

No me gusta, ni a usted,
pero debemos decidir:

«¿Quiero ser como Él?».

Entonces debo estar dispuesto
a ver que cada una de esas

sencillas cosas viene de
la mano amorosa del Padre.

Por doloroso que sea,
debo ver su mano ahí.

Escuche, si no es cristiano,
Permítame decirle esto.

Quizá no entienda cuando decimos
que Dios está en todo,

pero escuche muy bien,
Dios está en todo en su vida.

Y el hecho de que hasta este
punto haya rechazado a Cristo

como su Salvador y si decidió
vivir su vida como quiere

es porque Dios tiene
el mando absoluto,

lo ama y le dio suficiente libre
albedrío para tomar

esa terrible decisión.

Pero Él está en todo en
su vida y velará por ello.

Y por mucho que no lo quiera,
velará por las consecuencias de

su pecado, y tendrá que afrontar
y pagar el precio de ese pecado,

porque, mire, si no lo hiciera,
no podría ser Dios.

Hacer lo contrario enviaría un
mensaje de que se puede rechazar

a Dios y seguir en el pecado,

lo cual sería
contra la voluntad,

propósito y plan
de Dios Todopoderoso.

Quisiera alentarlo a que
le confiese su pecado

y le diga que ha vivido
mucho tiempo sin Él

y que no quiere vivir
su vida en la miseria.

Piense en esto.

Piense en todas las personas
que llegan al final de su vida,

los últimos días
y las últimas horas,

Que terrible idea es pensar
que ha vivido con ese vacío,

tratando de llenarlo con todo
lo imaginable y llegar

a los últimos días y horas de
su vida y comprender que todo

el tiempo podría haber estado
lleno de la más preciosa,

valiosa posesión que
cualquiera haya tenido,

que es la vida de Cristo mismo.

No cometa el error
de morir sin Cristo.

Si quiere lo mejor de Dios,
entonces dígale,

«Padre celestial,
a partir de hoy elijo recibir

todo lo que llegue
a mi vida como de tu mano.

Le doy la bienvenida a lo bueno.

Recibo lo doloroso,
lo que hiere y la aflicción.

Todo lo recibo de ti,
puedo ver que viene de ti.

No importa el agente,
no importa la botella,

no importa cuál parezca
ser la segunda causa,

veo que viene de ti y te
agradezco y apoyo todo el resto

de mi vida en tu omnipotente,

amorosa y soberana
mano protectora».

Eso le dará la paz
que solo Él puede dar.

[música]