Tiempo para tener valor – Dr. Charles Stanley

Como creyentes, Dios nos llama a no temerle a nuestros adversarios y a tener valor. El valor es la actitud de nuestra mente y nuestro corazón que nos permite enfrentar los peligros y los obstáculos con paz. El Dr. Stanley utiliza a Josué como ejemplo de alguien que muestra una tremenda valentía frente a los obstáculos. En esta enseñanza, usted verá cómo Dios anhela que usted tenga ese mismo valor. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

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Celebramos 45 años de la
fidelidad de Dios.

[música]

locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley celebra 45

años de la fidelidad de Dios y
de llevar el mensaje del

evangelio alrededor del mundo.

Hoy, en el programa En Contacto,
«Tiempo para tener valor».

Dr. Stanley: El miedo puede
apoderarse del corazón de una

persona o incluso de toda una
nación.

Puede crearse por lo que sabemos
y lo que no sabemos, motivado

por información falsa o
información cierta.

Y puede impulsarnos o
paralizarnos.

Depende de cómo responda.

Y si nosotros respondemos de
manera inapropiada, si

respondemos cediendo y
sucumbiendo al miedo, perdemos

en todo sentido.

Y cuando pienso en lo que nos
hace, divide nuestra mente.

Destroza nuestras emociones.

Impide nuestro progreso.

De hecho, cada aspecto de
nuestra vida se ve afectado.

Sin embargo, la gente vive con
miedo.

Usted dice: «Hay muchas cosas
que pasan estos días que

atemorizan a las personas», y lo
entiendo.

Hay muchas cosas sucediendo a
nuestro alrededor que originan

nuestro temor.

Pero ¿debemos vivir con miedo o
debemos vivir con valor y fe?

¿Viviremos preocupados,
ansiosos por todas las cosas

que podrían pasar?

Y podemos apreciar en la Biblia
y pensar en todas las cosas que

nuestro Señor nos advirtió
acerca de los últimos días.

¿Debemos vivir con miedo a estas
cosas o debemos vivir con valor,

fe y confianza en el Señor?

Es interesante cuántas veces
Cristo nos dice «no temáis».

Por ejemplo, en Mateo capítulo
10, 3 veces dice: «No temáis, no

temáis, no temáis».

Y alguien ha dicho–no sé si es
cierto o no–que hay un «no

temáis» para cada uno de los
días del año.

Cuando los cuento, no resultan
365, pero sí sé esto: que el

mismo Padre Celestial que lo
dijo una vez, nos lo está

diciendo cada día.

Pero no tenemos que temer porque
siempre tenemos al Señor

Jesucristo viviendo
en nuestro interior.

Y hay muchas, muchas personas
que tienen temor, que tienen

miedos, que viven con miedo, y
hay una razón para ello.

Si no conoce a Jesucristo como
su Salvador personal, si no

tiene una relación con Dios por
medio de Él, entonces tiene

muchas razones para temer.

Pues la verdad es que no tiene
la seguridad del hoy, ni tampoco

la del mañana, y sin duda, menos
de la vida después de la muerte.

De lo que quisiera hablar en
este pasaje de la Biblia, y

muchos otros, es esto: Tiempo
para tener valor.

Tiempo para tener valor.

Y a pesar de que el Señor nos
dice: «No temáis», no significa

que Él no entienda cuando
nosotros nos enfrentamos

a esas circunstancias.

En ocasiones con esas cosas que
nos sobrevienen sin advertencia,

de repente sentimos miedo.

Y no es pecado sentir miedo.

Lo preocupante es cuando lo
dejamos convertirse en ansiedad

en nuestra vida, dudas,
frustraciones y todo lo demás.

Y con mucha frecuencia nosotros
descubrimos que, en efecto,

nuestra energía se va, nuestra
mente se divide, ¿y que sucede?,

no aprovechamos lo mejor de la
vida porque vivimos con miedo.

Dios no pretende
que vivamos así.

Quisiera que veamos un pasaje de
la Biblia que no solo nos dice

que no debemos temer, que
debemos ser valientes, sino

también en este pasaje están las
razones, las formas y los pasos

para desarrollar valor
en toda su vida.

La verdad es que nadie quiere
ser cobarde.

Todos queremos ser muy valientes
y atrevidos, enfrentar la vida

sin importar qué pase.

¿Cómo lo hacemos?

Quisiera que me acompañe a
Josué, capítulo 1.

En Josué capítulo 1, lo que pasa
es que Moisés, siervo de Dios

quien ha dirigido a la nación de
Israel, a los hebreos, durante

años y años y años, desde el
principio, y ahora el Señor

lo llama a casa.

Y a él se le da la
responsabilidad, es decir a

Josué, quien ha sido su general
y su socio, y quien estuvo a su

lado en esos años.

Se le ha dado la
responsabilidad.

Y así es como Dios se lo dijo.

Él dijo, versículo 2, capítulo
1: «Mi siervo Moisés ha muerto;

ahora, pues, levántate y pasa
este Jordán, tú y todo este

pueblo, a la tierra que yo les
doy a los hijos de Israel.

«Yo os he entregado–esto le
dice a Josué, como lo había

dicho a Moisés, todo lugar que
pisare la planta de vuestro pie.

Desde el desierto y el Líbano
hasta el gran río Éufrates, toda

la tierra de los heteos hasta el
gran mar donde se pone el sol,

será vuestro territorio.

Nadie te podrá hacer frente en
todos los días de tu vida; como

estuve con Moisés, estaré
contigo; no te dejaré,

ni te desampararé.

Esfuérzate y sé valiente; porque
tú repartirás a este pueblo por

heredad la tierra de la cual
juré a sus padres que la daría a

ellos, solamente esfuérzate y sé
muy valiente, para cuidar de

hacer conforme a toda la ley que
mi siervo Moisés te mandó; no te

apartes de ella ni a diestra ni
a siniestra, para que seas

prosperado en todas las cosas
que emprendas.

Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que

de día y de noche meditarás en
él, para que guardes y hagas

conforme a todo lo que en él
está escrito; porque entonces

harás prosperar tu camino, y
todo te saldrá bien.

Escuche lo que sigue.

«Mira que te mando–se lo dice
antes de decirle lo mismo–le

dice: «Mira que te mando».

Y ésta no es una sugerencia para
Josué: Mira que te mando–y no

es una pregunta–te mando que te
esfuerces y seas valiente; no

temas ni desmayes, porque Jehová
tu Dios estará contigo en

dondequiera que vayas».

¿Sabe qué?

Ese, versículo 9 que dice: «Que
te esfuerces y seas valiente»,

Él dice: «No temas ni desmayes,
porque tu Dios estará contigo

dondequiera que vayas».

Así como le dijo eso a Josué, Él
nos lo dice lo mismo a usted y a

mí cada día de nuestra vida.

Quienes conocemos a Cristo como
Salvador tenemos esa promesa.

Él estará con nosotros sin
importar qué enfrentemos en la

vida y qué suceda.

Bien, lo primero que
quisiera hacer es definir

qué es el valor.

Pues el valor no es solo una
cuestión de ser fuerte,

es más que eso.

Escuche.

Escuche.

Es calma en medio del miedo, y
aquí quisiera decirle un par de

veces esto: No es un pecado
experimentar miedo.

Podemos pensar en las
catástrofes que han ocurrido en

nuestro país recientemente, o
pensar en las cosas que nos han

pasado personalmente.

Y están esos momentos o esos
períodos de tiempo en los que

quizá nos ha atrapado el miedo,
nos ha abrumado el miedo, en

medio del peligro ocasional, por
lo que sea que pase.

No es una cuestión
de experimentarlo,

es qué hacemos con él.

Es cuánto dura en nuestra vida.

Es lo que permitimos que nos
haga a nosotros en nuestro

interior y a través de nosotros.

Y no digo que el miedo en sí sea
un pecado, porque incluso a

veces puede protegernos.

Y en ocasiones puede motivarnos.

Y por ende, el miedo en sí, el
miedo en sí no es un pecado,

pero no, escuche esto, no
debería estar en la vida

de un hijo de Dios.

Así, lo que me gustaría hacer es
ofrecerle una simple definición

y es esta: Valor es la actitud
de la mente y corazón que nos

permite, escuche, que nos
permite afrontar peligros,

obstáculos y los desafíos de
la vida sin temor,

con firmeza y en calma.

Afrontar los peligros y
obstáculos en la vida, los

desafíos en la vida, sin
temor, escuche, sin temor,

con firmeza y en calma.

Es decir, aun en medio del
peligro, dificultad y apuros,

puede haber un sentido de calma
y tranquilidad por dentro, sin

importar qué esté sucediendo.

Esta es la gran pregunta: ¿cómo
desarrollamos valor?

¿Qué debe pasar en nuestra vida?

¿Qué debemos hacer?

¿Cómo pensamos para volvernos
valientes, y personas audaces,

en quienes Dios pueda vivir su
vida y Dios pueda hacer su obra,

y por medio de quienes Él
confronte el mal y la perversión

en este tiempo?

Bien, les daré varios puntos.

Están en este primer capítulo.

Mire esto.

Versículo 8: «Nunca se apartará
de tu boca este libro de la ley,

la ley que Dios que Él le había
dado a moisés y la escribió,

sino que de día y de noche
meditarás en él, para que

guardes y hagas conforme a todo
lo que en él está escrito;

porque entonces
harás prosperar tu camino,

y todo te saldrá bien».

Este, mire, este es el primer
paso para convertirse en una

persona valiente que afronta si
Dios dice: «Espera», ya sea

peligro inminente, muerte,
lo que sea.

Y el primer paso es este.

Comience a meditar en la Palabra
de Dios.

¿Qué significa meditar?

No significa leer a lo largo de
la Biblia.

No significa solo tomar un
versículo.

Significa que cuando usted lee
la Palabra, le pregunta a Dios:

¿Señor, qué me estás diciendo
personalmente?

¿Cómo aplico esto a mi vida?

¿Qué me estás diciendo hoy?

¿Qué me dices sobre cómo debo
relacionarme con esta persona?

Lo que pasa es, cuando usted
medita en la Palabra de Dios,

mire esto, está tomando, está
tomando los pensamientos de

Dios, los instala en su mente.

Se hacen parte de su ser, su
mente subconsciente, así puede

referirse a ellos ya sea
consciente o de forma

inconsciente, de ambas formas.

Usted comienza a llenar su mente
con la mente de Dios.

Comienza a pensar de la manera
como Dios piensa.

Por ende, ¿qué hará usted?

Va a responder de la manera como
Dios responde.

Dios no le teme a nada.

Cuando comenzamos a meditar en
la Palabra de Dios, hacemos

esto: aprendemos las formas
de Dios.

Sabemos qué piensa Dios y lo que
dice sobre esta situación

y aquella.

Lo primero que dice: meditar en
la Palabra.

La segunda cosa que interviene
es esta.

Mire qué dice.

Él dice: «Nunca se apartará de
tu boca este libro de la ley,

sino que de día y de noche
meditarás en Él–no de vez en

cuando–para que guardes y hagas
conforme a todo lo que en él

está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y

todo te saldrá bien».

No estarás lleno de miedo sino
que harás prosperar tu camino.

Bien, ¿qué es eso?

Él dice: No es solo meditar en
ella, sino hacer lo que dice.

La gente dice: «Yo leo
la Biblia» y viven

en una condición descarriada.

¿Por qué?

Quizá la leen, pero no hacen lo
que dice.

Cuando usted vive una vida de
obediencia a la Palabra de Dios,

hay una fuerza.

Hay, hay resistencia.

Hay una energía, hay confianza,
hay una audacia que naturalmente

desborda en su vida como
resultado de escuche, guardar la

Palabra en su corazón y hacer lo
que dice.

Llevo 2 pasos.

Hay un tercer paso, y es este,
escuche, recordar la fidelidad

de Dios en circunstancias
pasadas.

Ahora piense en lo que le dijo.

Dice en el versículo, en el 2:
«Mi siervo Moisés ha muerto;

ahora, pues, levántate y pasa
este Jordán, tú y todo este

pueblo, a la tierra que yo les
doy a los hijos de Israel.

Yo os he entregado, como lo
había dicho a Moisés, todo lugar

que pisare la planta
de vuestro pie».

¿Qué pasa?

Él, Él desafía a Josué para que
recuerde, escuche, la fidelidad

de Dios a Moisés en el pasado.

Su fidelidad a Moisés
en el pasado.

Y Él dice, escuche: «Como estuve
con Moisés, estaré contigo».

Piense en cuántas veces Dios lo
ayudó en la dificultad.

Cuántas veces lo ayudó en
cosas que usted pensó:

«Dios, ya no más.

No creo que seré capaz de
manejar esto».

Y Él lo sacó adelante.

Por eso debemos llevar
un diario.

Por eso debemos escribir,
debemos guardar, escuche,

guardar un registro de las cosas
que Dios ha hecho para que

cuando nos encontremos con estas
circunstancias, al ver atrás

digamos: «Dios, prometiste esto
y esto hiciste.

Fuiste fiel aquí, fuiste fiel
aquí, fuiste fiel aquí.

¿Por qué habría de temer?

¿Por qué habría de temer
hoy cuando has sido fiel

en cada momento?»

¿Sabe qué pasa?

Su valor comienza a aumentar.

Cuando reflexiona sobre los
momentos de su vida donde Dios

lo ayudó a salir adelante,
piensa: «Dios, ¿cómo voy a

enfrentar esto?»

Él lo ayudó.

Recordar, escuche, recordar las
dificultades.

Recordar esos apuros.

Recordar momentos de duda.

Recodar momentos de temor cuando
usted iba a la Biblia y decía:

«Dios, ¿qué quieres, que quieres
que haga en mi vida?

Esto es lo que enfrento, Dios».

Y usted hojea y quizá lee
algunos Salmos o los Proverbios

o partes de las epístolas
y hace preguntas.

Y Dios comenzó a hablar a su
corazón.

¿Y qué pasó?

A medida que habló usted comenzó
a decir: «Dios, sabes, así, así

me ayudaste la última vez».

Y a pesar de todo, usted se
movió.

Otro paso muy importante
es este.

Observar el valor en otra, en
otra gente.

Escuche lo que le dijo.

Él dice: «Como estuve con
Moisés, estaré contigo».

Quisiera que vean que en toda la
vida de Moisés hay valor.

¿Moisés se equivocó o pecó?

Sí, lo hizo.

¿Alguna vez tuvo temor?

Sí, lo tuvo.

De hecho, sabe,
sabe lo que dijo.

Cuando Dios dijo: «Quiero que
vayas con faraón», le dio un

montón de razones de por qué no
podía hacerlo.

¿Sabe por qué no podía?

¡Tenía miedo!

Naturalmente tenía miedo.

Pero obedeció.

Y yo pensaba, en preparación
para este mensaje, intenté

pensar en cuántas veces
en mi vida en verdad

y en serio tuve miedo.

Si espera que diga que nunca, se
equivoca, porque lo he tenido.

He tenido miedo.

Y pensé en 3 significativas
veces, ocasiones muy

significativas en mi vida donde
tuve miedo.

Una ocasión tuve miedo porque yo
sabía que las consecuencias

serían más de lo que podría
manejar.

Otra vez, porque sabía que no
estaba preparado y capaz para

hacer lo que Dios me pedía.

Otra vez, sentí temor.

Le temía a la crítica porque
suponía que fracasaría.

¿He sentido temor?

Claro que sí.

Pero le digo esto.

Cada vez al final obedecí
a Dios.

Cada vez que Él ponía presión en
mí, descubrí esto.

Tenía más miedo de encontrarme
con Él que de fallar.

No hacía ninguna diferencia.

Sabía que debía ser obediente
pues no podría vivir conmigo.

Llegarán momentos en los que
usted lo sentirá, pero quisiera

que recuerde: su Padre Celestial
sabe todo sobre eso.

Mire atrás en su vida cómo Él le
ayudó a sobrevivir.

Mire gente a su alrededor, y si
alguna vez ha habido un tiempo

en la vida de esta nación donde
hay cientos y miles de ejemplos

de gente valiente y audaz, gente
valiente, dispuesta a sacrificar

su vida por lo que creen y con
lo que se comprometen.

Luego quisiera que note algo más
que es muy, muy, muy importante

aquí, que no está en un
versículo en particular,

pero está aquí.

Escuche atento, y si me escucha
quisiera que diga «amén».

Escúcheme.

Una de las cosas que nos erige
valor es enfrentar esas

circunstancias y, escuche, esto
es lo que pasa.

Lo que determinará lo que
haremos, escuche con atención,

es lo que vemos que está en
juego.

Es decir, ¿qué está
en juego aquí?

¿Qué, qué pende de un hilo aquí?

Josué quizá estaba temeroso,
¿pero qué pendía de un hilo?

Lo que pendía de un hilo era la
nación de Israel, el pueblo

elegido de Dios, por el cual el
mesías vendría y el Salvador del

mundo vendría para todo el
tiempo y la eternidad.

Lo que estaba en juego era
llevar a este pueblo a la tierra

que Dios les había dado, que les
prometió desde Abraham.

Esto no era algo sencillo.

Lo que estaba en juego, mire,
era el gran plan de Dios para la

redención de la humanidad.

Quisiera que piense en esto.

Cuando somos desafiados,
confrontados, podemos ser

temerosos o podemos ser

valientes, debemos preguntarnos
¿qué está en juego?

Mire esto.

Alguien a su alrededor crítica y
habla mal de Cristo, la Biblia,

la iglesia y lo demás, y los
cristianos y no sé qué,

ya sabe qué dicen.

¿Usted se queda ahí callado y no
dice nada?

O cuando alguien dice:

«Jesucristo es como
esos otros dioses.

El Dios de los cristianos, es
uno de muchos dioses».

Yo le pregunto, ¿qué está en
juego?

Hay más, escuche.

Lo que está en juego no es mi
reputación.

Lo que está en juego, lo que
está en juego es esto: El nombre

de Cristo.

El Dios de los cristianos,
Jehová Dios, eso está en juego.

Está en juego que nosotros
defendamos su nombre.

Y sabemos que la gente habla de
Dios, Dios, Dios; pero mencione

el nombre de Cristo,
hacen rabietas.

¿Sabe por qué?

Porque todo lo que Él representa
arremete contra la maldad y la

perversión y la vileza
de su vida.

Y no les gusta su nombre.

Lo que está en juego es el
nombre de Cristo.

Lo que está en juego es el
nombre de Jehová.

¿Debemos ser audaces y
valientes?

Sí.

¿Ser necios?

No.

¿Ser malignos?

No.

Pero, escuche, intrépidos, con
firmeza y en calma defender el

nombre del Hijo de Dios.

Es nuestra responsabilidad.

Escuche, no hace ninguna
diferencia de lo que

los otros piensen.

Algo que no pueden negar: usted
tiene una convicción por la cual

vive, una audacia que no tienen,
un valor que ellos no entienden.

Y eso es muy útil en
su testificación

y en su testimonio.

Otra cosa que diré sobre, ah,
esta idea de cómo edificar valor

–y espero que esté anotando
esto, pues es muy importante–.

Y el último punto es no solo
observar valor en otra gente y

no solo tener un claro
entendimiento de qué está en

juego, pero lo último
que diré es esto.

Y es recordar las promesas
de Dios.

Recordar las promesas de Dios.

Escuche qué le dijo a Josué.

Le dijo a Josué: «Esfuérzate y
sé valiente.

Esfuérzate y sé valiente».

Él conocía las promesas de Dios
de darle la tierra a los hebreos

de la nación de Israel.

Y Dios quiere que recordemos
sus promesas porque

nunca falla en cumplirlas.

¿Qué ya nos ha dicho?

«No te desampararé, ni te
dejaré».

Escuche bien, este es el punto
esencial de todo valor: que

usted tenga una fe firme, no, no
en un hecho.

Que tenga una fe firme en la
verdad de que su Dios está con

usted en cada circunstancia
de vida y en cada momento

de su vida.

Y que con su presencia
viene su poder,

su protección y su provisión.

Padre, estamos agradecidos
por la preciosa verdad

de tu Palabra.

Y que quieres que seamos
valientes y audaces.

Y como vives en nuestro
interior, te representamos.

Te pido que el Espíritu Santo
hable hoy a cada persona que

oiga este mensaje, mostrándoles
que Tú eres el comienzo de la

verdadera, y genuina vida, la
vida eterna hallada

en tu Hijo, Jesucristo.

Te lo pedimos en su nombre,
amén.

Bien, le pregunto si debe temer
a la muerte, y le diré esto.

Si nunca confió en Jesucristo
como su Salvador, permítame

preguntarle, ¿qué le pasará
cuando muera?

Usted dice: «Iré al Cielo».

¿Con base en qué?

He sido–lo siento.

La Biblia es demasiado clara en
que su comportamiento y conducta

no lo llevarán al Cielo.

¿Qué le pasará cuando muera?

«Supongo que me convertiré
en nada».

Lo siento, vivirá para siempre.

Eso no pasará.

¿Qué le pasará cuando muera?

«Bien, supongo que iré a…»

Sí, no suponga, va a estar en la
presencia del Dios vivo y dará

cuenta de su vida por rebelarse
contra Él, elegir vivir fuera de

su voluntad, plan y propósito
para usted.

Y me dice que afrontará la
muerte sin ninguna certeza.

Escuche.

Usted dice: «Eso es lo que yo
creo».

Pero ¿cuál es la base de su
creencia de que irá al Cielo?

¿Cuál es su base?

¿Tiene una base verdadera,
genuina, firme y probable para

creer que irá al Cielo?

Afrontará la muerte sin certeza
y me dice que lo hará intrépido,

y audaz y valiente?

No lo hará.

Es fácil si estamos sanos,
fuertes, caminamos y estamos

bien, hablar de cuán audaces
somos, intrépidos y valientes y

cuan atrevidos vivimos.

Cuando de repente su fuerza se
va y usted vive postrado en

cama, y apenas puede levantar
una parte de su cuerpo y respira

hacia su último aliento y usted
me dice que es valiente cuando

sabe que en unos momentos o unas
horas a lo mucho, usted morirá.

Y tendrá que admitir que es
posible que haya un Dios, y que

es santo, y que nos ofreció a su
Hijo, para morir en su nombre

y usted lo rechazó.

Deberá reconocer
que es una posibilidad.

Y que usted morirá sin Él.

Escuche lo que Dios dijo, no un
predicador.

«Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez,

y después de esto el juicio».

Punto.

Escuche, la única manera de
dejar esta vida y pasar a la

siguiente con gozo, confianza y
valentía, es haber aceptado a

Jesucristo como su Salvador
personal por fe, lo que

significa que acepta su muerte
en el calvario como pago

por su pecado.

Y lo acepta como su Salvador
personal.

Y puede hacer eso tan
solo pidiéndole

que le perdone sus pecados.

Diciéndole que sí cree que Él
murió por usted y que lo recibe

como su Salvador personal
aquí y ahora.

Eso cambiará su destino eterno.