Porque Él vive – Dr. Charles Stanley

Para los creyentes, la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo les garantizan la promesa de un hogar eterno con Él en el cielo. Pero ¿qué significa esto para nosotros ahora mismo? Porque Él vive, no solo tenemos esperanza en cuanto al futuro, ¡sino también la capacidad de caminar con Dios hoy! En este mensaje, el Dr. Stanley enseña que, gracias a la Resurrección de Jesús, podemos vivir sin ansiedades, orar con confianza y tener una vida de influencia piadosa. Porque Él vive, nosotros también podemos vivir con paz y confianza en su divina presencia cada día. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

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vida de fe constante y de

comunión con Dios

Comience hoy mismo.

[música]

locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley celebra

45 años de la fidelidad de Dios.

Hoy, en el programa En Contacto,
«Porque Él vive».

Dr. Charles Stanley: Jesús
fue crucificado y quienes

estaban allí sabían que había
muerto.

Sus mentes nunca lo dudaron; Él
había muerto.

Nadie esperaba que resucitara de
la tumba.

Estaba muerto, crucificado.

Entonces, José, miembro del
concilio, vino y pidió su

cuerpo, y le entregaron el
cuerpo.

Y vinieron las mujeres, con
especies aromáticas para ungir

su cuerpo.

Y cualquiera que pensara en la
resurrección diría que era

algo absurdo.

De hecho, dice la Biblia, por
ejemplo: «Mas a ellos les

parecían locura las palabras de
ellas, y no las creían».

Y vivimos en un mundo donde
mucha gente aún piensa que eso

es una locura.

¿Por qué nos reunimos a hablar
de un hombre muerto?

Nos reunimos y sabemos que Él no
está muerto, que está vivo, que

vive en cada uno de nosotros.

Así que le invito a acompañarme
a Lucas capítulo 24.

Siempre es bueno recordar
bíblicamente lo que sucedía.

Lucas 24, dice el versículo 1:
«El primer día de la semana, muy

de mañana, vinieron al sepulcro,
trayendo las especias aromáticas

que habían preparado, y algunas
otras mujeres con ellas.

Y hallaron removida la piedra
del sepulcro, y entrando, no

hallaron el cuerpo del Señor
Jesús.

Aconteció que estando ellas
perplejas por esto, he aquí se

pararon junto a ellas dos
varones con vestiduras

resplandecientes».

Seguramente ángeles,

«y como tuvieron temor, y
bajaron el rostro a tierra, les

dijeron: ¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive?».

Pues no esperaban que estuviera
vivo.

«No está aquí, sino que ha
resucitado.

Acordaos de lo que os habló,
cuando aún estaba en Galilea,

diciendo: Es necesario que el
Hijo del Hombre sea entregado en

manos de hombres pecadores, y
que sea crucificado, y resucite

al tercer día».

Piense en cuántas veces habló Él
de todo esto.

No captaron esa parte.

Escucharon que sería
crucificado, y no les gustó.

La idea de levantarse de los
muertos era un hecho increíble

y desconocido.

Incluso estando con ellos el
Hijo de Dios, se los explicó

bien, y aún no lo creyeron.

Luego dice la Biblia: «Entonces
ellas se acordaron de sus

palabras, y volviendo del
sepulcro, dieron nuevas de todas

estas cosas a los once, y a
todos los demás.

Eran María Magdalena, y Juana, y
María madre de Jacobo, y las

demás con ellas, quienes dijeron
estas cosas a los apóstoles.

Mas a ellos les parecían locura
las palabras de ellas…».

Anduvieron con Él, lo
escucharon, lo vieron sanar, lo

vieron resucitar a Lázaro
de la muerta.

«Pero levantándose Pedro,
corrió al sepulcro; y cuando

miró dentro».

Este es el relato de Juan: Pedro
corrió, él corrió más rápido,

miró, Pedro entró al sepulcro a
ver lo que había pasado.

Y podríamos preguntar: «¿Qué
significa eso para mí?»

Y yo le preguntaría: ¿Realmente
cree usted que Jesucristo, el

Hijo de Dios, fue sepultado y
luego, salió caminando

de la tumba?

La mayoría aún no lo cree.

La mayoría en el mundo no cree
en lo absoluto que alguien pudo

haber sido crucificado y
realmente morir, y luego volver

a vivir y ser visto y oído.

Pero nosotros lo creemos no solo
porque lo dice la Palabra de

Dios, sino porque Él vive en
nuestro corazón.

Y sentimos su presencia y poder
en nuestra vida.

Y me gustaría contestar la
pregunta: porque Él sí vive,

¿qué significa personalmente
para nosotros?

Y simplemente comenzaré
diciendo: porque Él vive, no

tenemos que vivir con soledad en
nuestro corazón.

Podemos vivir con la absoluta
certeza de que Jesucristo está

vivo y mora en nosotros.

Tal como lo prometió.

Dijo a sus discípulos, por
ejemplo, antes de partir, les

dijo: «No os dejaré huérfanos,
vendré a vosotros».

Y dijo: «El Espíritu Santo, la
tercera persona de la Trinidad,

Él estará en, con y sobre
ustedes.

Y Él les facultará a hacer las
cosas que les he llamado a

hacer, pero principalmente, yo
estaré allí con ustedes».

Entonces le pregunto: Si no cree
que Jesucristo es

el Señor resucitado,
¿quién está con usted?

¿Quién puede prometer que nunca
le dejará?

Nadie.

Solo el Cristo vivo puede
prometérselo.

Y porque Él vive y no
está muerto,

no tenemos que vivir solos.

Y al prometer que no los dejaría
ni los desampararía, esa promesa

es para todo hijo de Dios.

Y todos hemos pasado por
situaciones en las que quizás

nos sentíamos solos.

Nos preguntamos dónde está Dios.

Está justo donde dijo, morando
en nosotros en la presencia y el

poder del Espíritu Santo.

Así que, porque Él vive, no
tengo que estar solo.

No tengo que vivir solo.

Y muchos vivimos solos, pero no
estamos solos, porque Jesús

resucitado mora en nosotros y
nunca podemos estar solos.

Lo segundo que es importante,
debido a la resurrección, es

esto: No tenemos que
preocuparnos por la provisión de

Dios, pues Él prometió
sustentarnos.

Ahora, si se hubiera
quedado en la cruz,

su promesa no sería
significativa.

Pero lo prometió, les dijo a sus
discípulos, por ejemplo, dijo

que los sustentaría.

Y en ese capítulo 6 de Mateo,
por ejemplo, al asegurarle a

discípulos lo que haría por
ellos, y su provisión, sin

importar lo que sucediera, les
hizo esa promesa.

Les prometió: Como el Padre
cuida de las aves del cielo, de

la hierba, de las flores y
todo lo demás,

Él suplirá
nuestras necesidades.

Y me pregunto con qué frecuencia
tenemos una necesidad,

batallamos con ella, discutimos,
les decimos a otros, pero no nos

volvemos de inmediato al Cristo
resucitado, solo quien prometió

suplir cualquier necesidad que
tuviéramos.

El hecho que no lo haga justo
cuando queramos, porque no lo

haga justo del modo que
pensemos, decimos: «¿Dónde

estás, Señor?»

Está donde siempre ha estado.

¿No está de acuerdo en que Jesús
nunca rompería una promesa?

Él es Dios que vino en carne
humana para revelársenos.

Así que, no se trata de un
hombre más que hace una promesa;

es Dios santo quien hace la
promesa.

Entonces, al pensar en la idea
misma de la resurrección, y el

hecho de que el Señor ha
eliminado toda incertidumbre,

Jesús está vivo, sentado a la
diestra del Padre, listo para

suplir todo lo que necesitemos.

Porque Él vive, podemos orar con
seguridad.

Y mucha gente ora con palabras,
pero no con certeza.

Oran y esperan que Dios escuche.

Esperan que mejoren las cosas.

Esperan, esperan, esperan, pero
sin certeza, sin seguridad.

Y uno de mis pasajes favoritos
lo escribió el apóstol Juan en 1

Juan, una epístola en la parte
de atrás de la Biblia, donde

dijo: «Y esta es la confianza
que tenemos en él, que si

pedimos alguna cosa conforme a
su voluntad, y él nos oye–

Y si sabemos que él nos oye en
cualquiera cosa que pidamos,

sabemos que tenemos
las peticiones

que le hayamos hecho».

Y recuerde lo que dijo Jesús: .

«Pedid, y se os dará; buscad,
y hallaréis; llamad,

y se os abrirá.

Porque todo aquel que pide,
recibe; y al que llama,

se le abrirá».

Y, mire, Él dice que todo lo que
pidamos en oración, conforme a

la voluntad de Dios, Él lo
suplirá.

Y pienso en cuántas veces la
gente ora sin expectativas.

Si ora sin expectativa, algo
anda mal, porque esa oración

tiene una grieta en medio.

Hay que orar con certeza.

Y la única forma de orar con
certeza, es creyendo que

Jesucristo, quien fue a la cruz
y pagó toda nuestra deuda de

pecado, ascendió al Padre, está
sentado a su diestra para

interceder por nosotros.

Eso es lo que dice.

Si no creemos eso, entonces orar
se torna sin sentido.

La respuesta a nuestra oración,
la confianza que tenemos en la

oración, no se basa en que Jesús
fue crucificado, sino en el

hecho de que Él resucitó del
sepulcro, fue visto y escuchado,

y ascendió al Padre.

Y dice Hebreos, que Jesús
está sentado a la diestra de

Dios todopoderoso.

Eso es Él.

Pero si no lo cree,
o sea, cuando usted ora,

¿en qué piensa?

Y mucha gente dice: «Oro y no
pasa nada».

¿Sabe por qué?

No pasa nada porque no cree y
espera, anticipa, busca una

respuesta no por sus buenas
obras sino del Cristo vivo.

Porque Él vive, todo es
diferente.

Pero no es solo porque Él vive,
sino porque vive, y lo creo, y

me he consagrado a eso.

Y luego, pienso en lo que
dijo el Señor también

en el Sermón del monte.

Porque Él vive, podemos tener
una influencia espiritual

positiva en la vida de otros.

Y recordemos que Él usó un par
de ilustraciones aquí en el

Sermón del monte.

Y dijo, por ejemplo: «Vosotros
sois la luz del mundo».

Hablando de nosotros, sus hijos:
«una ciudad asentada sobre un

monte no se puede esconder; Ni
se enciende una luz y se pone

debajo de un almud, sino sobre
el candelero, y alumbra a todos

los que están en casa».

Escuche esto: «Así alumbre
vuestra luz», para, escuche:

«para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro

Padre que está en los cielos».

¿Qué está diciendo?

Dios quiere que nuestro estilo
de vida, escuche, en este mundo

tan oscuro espiritualmente, que
seamos luz.

Y hay personas hoy que quisieran
apagar nuestra luz.

Y en nuestra relación con
Jesucristo nadie puede apagar

esa luz, porque es Cristo dentro
de nosotros mediante

el Espíritu Santo.

Y Dios quiere que nuestra vida
tenga influencia en otros, Él

dijo: «La luz del mundo, la sal
de la tierra».

Mire, no solo porque fue
crucificado, sino porque murió

en la cruz y vive en nosotros.

Y no es nuestra vida, es la
suya.

Y la resurrección de Jesucristo
hizo todo esto posible.

Luego piense en esto.

Pienso en el hecho de que porque
Él vive, experimentamos al

Espíritu Santo en nosotros.

Cuando aceptó a Jesucristo como
su Salvador, fue porque el

Espíritu Santo obró en su vida,
abriendo sus ojos, sus oídos, su

entendimiento, para que
comprendiera lo que significa

que Jesús muriera en su lugar,
siendo Cristo su sustituto–

en Jesús todo su
pecado y culpa.

Fue su sustituto para que usted
no pagara el precio de la

separación eterna de Dios.

Ahora, ¿qué hizo Él?

Nos selló a cada uno.

Al aceptar a Cristo como su
Salvador, el Espíritu Santo no

solo vino a su vida.

La Biblia dice 2 veces en
Efesios, Él vino a su vida a

sellarle como hijo de Dios.

Y escuche bien, quizás
usted–alguien que ha sido salvo

y dice: «Bueno, yo era salvo».

No.

O nunca lo fue, o aún lo es,
porque el sello de Dios no se

rompe por nada.

Es el Cristo resucitado quien
hace nuestra salvación tan

firme, absolutamente segura e
inquebrantable.

La salvación por la cual Cristo
murió no es algo que mantengamos

en nuestras obras.

Sellados, dice la Biblia, ¿hasta
cuándo?

Hasta el día de redención.

En definitiva, hasta que Él
vuelva estamos sellados

como sus hijos.

Y porque Él vive,
sé que eso es cierto.

Y podemos contar con eso.

No somos salvos por un tiempo.

No somos salvos «si…», ni
«cuando…», ni «pero…»; somos

salvos por gracia de Dios.

La tercera persona de la
Trinidad nos selló para siempre

como sus hijos.

Gloria a Dios que
podemos cantar:

«Porque Él vive, triunfaré…»

cualquier mañana.

Luego lo pienso a
la luz de esto.

Y es que porque Él vive, podemos
tener paz en medio de los

momentos más difíciles de
nuestra vida.

Los más difíciles.

Él dijo: «Mi paz…»

Mire, dijo: «Mi paz os dejo; mi
paz os doy; no os la doy

como el mundo la da.

No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo».

¿Y qué clase de paz da el mundo?

Puedo decirle lo que intentan
algunos.

Algunas personas, al pasar por
circunstancias difíciles,

deciden beber.

Creen que si beben lo
suficiente, ahogarán sus penas.

No, no pueden.

O usan otro tipo de drogas.

O toda clase de inmoralidad, o
situaciones de toda índole,

tratando e intentando olvidar su
circunstancia, que superaría su

actitud y conducta totalmente
repulsivas.

No, cuando la Biblia habla de
paz, es la paz que Dios da la

que puede sostenernos.

O sea, al pasar por los
momentos más difíciles,

Él es nuestra ancla.

Nada puede arrastrarnos del
ancla, el Señor Jesucristo,

porque recuerde quién es Él.

Es Dios quien vino en la carne
para revelarnos al Dios vivo.

Y está sentado a la diestra del
Padre.

Y el Señor nos dice: «Mi paz os
doy».

El mundo tiene muchos enfoques
en cuanto a la paz.

La mayoría en una botella o casi
la mayoría en un envase.

La paz que Él da no puede ser
contenida por nada, porque es la

paz de Dios todopoderoso.

Pero si no lo tiene a Él como su
Salvador, no tiene nada.

Permítame preguntarle: ¿Qué
seguridad tiene de cualquier

cosa en su vida si rechaza al
Hijo de Dios, al Salvador, al

Señor, al Amo?

Si usted lo rechaza, si se niega
a aceptarlo en su vida, ¿qué

seguridad tiene?

No se engañe.

No hay dinero que baste.

Ni posesiones que basten.

Ni lugares adónde ir.

Ni suficiente control.

Ni suficiente prestigio ante los
ojos de otros, porque, mire, la

verdad es que realmente no tiene
nada, hasta que halle a Cristo

como su Salvador y le confíe su
vida a Él.

Él vino a darnos vida y la llama
vida abundante.

Una vida que el hombre no puede
ni crear ni puede destruir.

Es la vida de Dios todopoderoso,
el Cristo resucitado,

porque nos ama.

Y por esa razón podemos cantar:
«Porque Él vive, triunfaré

mañana», y mañana y mañana.

Triunfaremos cada día de nuestra
vida cuando sabemos que

Jesucristo es nuestro Salvador y
Señor.

También pienso en que todos
enfrentaremos

la muerte algún día.

Y porque Él vive, podemos
enfrentar valientemente

la muerte.

Confiados en que lo que Él dijo
es cierto: «Ausentes del cuerpo,

y presentes al Señor».

Las únicas personas que
verdaderamente pueden creer eso

son quienes han aceptado a
Cristo como su Salvador, porque

Él es la fuente de nuestra vida.

Y podemos cantar, alabar,
gritar, lo que queramos, para

expresar nuestra gratitud a Dios
todopoderoso.

Porque Él es nuestra vida.

Así que piense en esto.

La verdad es que su vida no
tiene fin.

Al aceptar a Cristo como
Salvador, el don de vida eterna

es suyo.

Es una vida que no puede
terminar bajo ninguna condición.

Porque Él vive, podemos vivir
para siempre.

Ahora, hay un pasaje bíblico que
deseo leer, para hacer de todo

esto una realidad, y es Romanos
capítulo 10.

Aquí hay 2 versículos que deseo
que escuche con atención; por lo

que Pablo dice en estos
versículos, hay muchos otros,

pero escogí estos 2.

Escuche esto: «que si confesares
con tu boca que Jesús es el

Señor, y creyeres en tu corazón
que Dios le levantó de los

muertos, serás salvo».

Quiere decir que si verbalmente
dice lo que es cierto en su

corazón: «Creo que Jesucristo es
el Hijo de Dios, y creo que

resucitó de los muertos».

Note que dice: «que si
confesares con tu boca que Jesús

es el Señor».

Usted dirá: «Bueno, creo en
Jesús».

No.

¿Cree usted que Jesucristo es el
Hijo de Dios?

¿Cree usted que Él es una
Persona de la Trinidad?

¿Cree que Jesús vino a la Tierra
y murió en la cruz en lugar

suyo, tomando sus pecados,
llevándolos sobre sí para que

fuese perdonado y limpiado de
pecados?

¿Cree que eso es Él?

¿Cree que eso es lo que Él hizo?

No es solo creer en Él, sino:
«que si confesares con tu boca

que Jesús es el Señor».

Lo ha aceptado como su Salvador.

Cree que Él es el Hijo de Dios.

Cree que Él mora en usted.

¿Puede decir eso?

Note lo que dijo: «que si
confesares con tu boca que Jesús

es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de

los muertos».

Esas 2 cosas son realmente
esenciales: Estar dispuesto a

confesarlo como Señor, y estar
dispuesto a creer que Jesucristo

resucitó de los muertos.

Entonces cuando la gente dice:
«Oh, creo en Jesús».

No, no es eso.

«Oh no dudo, quizás pudo haber
resucitado».

No.

«Que si confesares con tu boca».

Hace una confesión; un
compromiso.

«Sí creo que Jesucristo es el
Señor».

«Él es el Dios soberano del
universo».

«Él es el Salvador y el único
Salvador».

«Está sentado a la diestra del
Padre».

«Que si confesares con tu boca
que Jesús es el Señor».

Y usted cree que Jesús, quien
fue crucificado y sepultado, y

también resucitó de los muertos,
y está a la diestra del Padre.

¿Lo cree usted?

Si alguien dice: «No estoy
seguro».

Entonces no es salvo.

Pablo lo dice muy claro en este
versículo.

Luego dice: «Porque con el
corazón se cree para justicia,

pero con la boca se confiesa
para salvación».

Dejó muy en claro en qué
consiste la salvación.

No dijo nada de ir a la iglesia
para ser salvo, aunque venimos

para celebrarlo.

No dijo nada de buenas obras
para ser salvo, porque dice:

«Porque por gracia sois salvos».

Mi amor y favor inmerecidos.

«Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de

vosotros, pues es don de
Dios: no por obras,

para que nadie se gloríe».

Nuestra salvación está envuelta
en su gran amor y poder, no en

nuestras obras; no en lo que
hagamos o digamos que haremos.

Pero el solo hecho de que Él
es el Cristo vivo

y el Señor resucitado.

¿Alguna vez ha hecho eso?

¿Alguna vez ha llegado usted a
un punto en su vida en el que ha

reconocido: «Soy pecador;
desobedecí a Dios; «me rebelé

contra Dios; hice lo que quise»?

¿Ha hecho eso?

Y luego pedirle perdón, no
basándose en lo bueno que ha

sido; sino viendo la cruz y
reconociendo que su muerte no

fue la simple muerte
de un hombre,

sino una muerte expiatoria.

Él tomó su lugar.

Y, mire, solo Dios, pudo morir
por los pecados del mundo.

Solo Él pudo llevar sobre sí
mismo el pecado de toda la

humanidad de todo tiempo.

Así es Él.

Así que nuestra salvación
depende de nuestra relación con

Jesucristo, el Hijo de Dios; la
segunda Persona de la Trinidad,

el Dios vivo que mora en usted.

Para ir al cielo, hay una sola
vía: Y es,

fe en el Señor Jesucristo;

confesarlo como su
Salvador; y creer que Él es el

Señor resucitado.

Y simplemente le preguntaré, si
aún no ha hecho eso, algún día

usted morirá, y entonces será
demasiado tarde.

Quizás piense: «Pues creo que
estaré bien».

Esa es la mentira del diablo.

No estará bien.

Escuche bien, la muerte
sustituta de Cristo en la cruz,

quien resucitó, es la única
esperanza del hombre, escuche.

Si cree que la salvación viene
de algún otro modo,

¿cuál es esa?

Eso significaría depender de
alguna acción.

¡Gracias a Dios!

que es posible solo por algo que
hace Él no algo que

tratemos de hacer.

Porque, ¿cuánto tendríamos que
hacer?

¿Por cuánto tiempo lo haríamos?

No.

Alguien dirá: «Eso es ser mente
cerrada».

¡Sí!

Mente muy cerrada; porque
Dios no quería

que nos confundiéramos.

Dios quería que entendiéramos la
cruz y la tumba vacía.

Cualquiera puede entender esas 2
cosas, si queremos, y si estamos

dispuestos a rendir
nuestra vida a Él.

Mi oración es esa.

Deje de engañarse, tratando de
pensar que Dios le aceptará

porque ha sido tan bueno.

Si pudiera ver como Dios le ve,
no le agradaría.

Dios está dispuesto a limpiarle;
hacerle una persona nueva.

Escuche esto, Él dice en la
Biblia de la muerte: «Ausentes

del cuerpo, y presentes al
Señor».

Y, mire, no hay esperanza
sin Jesús.

Y toda esperanza por la
eternidad con Él

como su Salvador.

Y esa es mi oración por usted.

Padre, cuánto agradecemos que tu
mensaje sea tan sencillo,

confiar en Ti; en lo que hiciste
en la cruz, creer lo que nos

dejaste, una tumba vacía y la
gran certeza que eres

el Dios vivo.

Por eso te damos gracias en el
nombre de Jesús, amén.

[música]