Nuestras convicciones personales – Dr. Charles Stanley
¿Qué se necesita para vivir con propósito? ¿Qué se necesita para mantenerse firme ante la crítica y el rechazo? La respuesta es la convicción, estar convencido por completo que la Palabra de Dios es verdadera. En este mensaje, el Dr. Stanley explica el poder de tener convicciones y el papel que desempeñan en nuestras vidas. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea
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Dr. Stanley: ¿Qué
convicciones tiene que no
claudicará, que no abandonará,
que no negará?
¿Qué convicciones?
Y pensando en lo que enseña la
Biblia, todos debemos tener
convicciones básicas.
Dios nos da convicciones para
guiar nuestra vida, para
protegernos, motivarnos, a ser
lo mejor, y vivir como agrada a
Dios.
Y si le pregunto: ¿Sabe cuáles
son sus convicciones?
Algunos quizás dirían que sí,
pero otros dirían : «No
había pensado en eso».
Pues, escuche muy bien.
Nuestras convicciones definen
quiénes somos.
Ellas revelan quiénes somos,
cómo pensamos, nuestras
preferencias, qué decidimos,
adónde vamos, cómo gastamos el
dinero, cómo nos relacionamos
con otros.
Las convicciones son vitales en
la vida.
Y este mensaje se titula
Nuestras convicciones
personales.
Vayamos a Hechos capítulo 4 y
veamos un poco del contexto.
Pedro había predicado el gran
sermón en el Pentecostés.
3 mil personas fueron salvas.
Luego, volvió a predicar y,
Pedro y Juan iban camino al
templo y vieron a un hombre que
era paralítico.
Y allí estaba, esperando recibir
de ellos algo que le fuese útil.
Pero Pedro le dijo: «No tengo
plata ni oro, «pero lo que tengo
te doy; en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, anda».
Esa fue su palabra.
Y se levantó.
Dice la Biblia que no solo
caminó, sino brincó con gozo
hasta el templo.
La pasaban muy bien, gozándose
por lo que le había dicho el
Señor.
Y claro, los fariseos, saduceos
y del concilio, se molestaron al
saber de esto y del Jesús
resucitado.
Entonces, encarcelaron a Pedro y
a Juan.
Luego, volvieron a
cuestionarlos, y les advirtieron
que no divulgaran esa ideología,
esa creencia de que es Jesús de
Nazaret sanara a este hombre.
Luego en el capítulo 4, desde el
versículo 17, dice la Biblia:
«Sin embargo, para que no se
divulgue más entre el pueblo,
amenacémosles para que no hablen
de aquí en adelante a hombre
alguno en este nombre.
Y llamándolos, les intimaron que
en ninguna manera hablasen ni
enseñasen en el nombre de
Jesús».
Escuche esto: «Mas Pedro y Juan
respondieron diciéndoles: Juzgad
si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a
Dios; porque no podemos dejar de
decir lo que hemos visto y
oído».
Lo vimos, lo escuchamos, no lo
negaremos.
Entonces le pregunto: ¿Qué
convicciones tiene que
definitivamente no negará, no
abandonará, ni de ningún modo
claudicará?
Son parte de quién es usted.
Están muy dentro suyo.
Las tiene porque Dios ha hecho
algo grande en su vida.
Y no hará concesiones bajo
ninguna circunstancia.
Pues, deseo que pensemos en
varias cosas aquí.
Deseo aclarar el significado de
convicción, pues significa al
menos una de 3 acepciones.
Por ejemplo, alguien puede ser
convicto de un crimen que haya
cometido.
Van a juicio y terminan en
prisión o hasta pierden la vida.
Luego está la convicción de
nuestras creencias.
«Creo esto.
Esta es mi convicción.
Creo que Jesucristo es el Hijo
resucitado de Dios».
«Creo que Jesucristo es el único
camino al cielo».
Y cuales quieran sean sus
convicciones.
Y luego está la convicción del
Espíritu Santo.
Y en Juan capítulo 16, versículo
8, veámoslo por un momento.
Escuche lo que pasa en el
versículo 8.
Juan 16.
Se ha prometido el Espíritu
Santo, el versículo 8, dice: «Y
cuando él», él Espíritu
Santo, «venga,
convencerá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio».
O sea, convencernos de pecado,
convencernos de la justicia de
Cristo que hizo posible que Él
muriera por nuestros pecados, y
del juicio venidero.
Así que al pensar en convicción
están esos 3 aspectos.
Entonces, si yo le preguntase:
¿Cuáles son sus convicciones en
torno a su vida cristiana?
¿Establecen ciertos límites en
su vida?
¿Le incomoda un poco decirle a
alguien: «Bueno, «esto es lo que
creo»?
¿Está usted propenso a claudicar
en un grupo?
¿Qué clase de convicciones
tiene?
Y me gustaría diferenciar
este algo.
Deseo distinguir entre una
convicción y una preferencia.
Es decir, una convicción es esa
creencia sólida e inamovible que
tenemos cuya base es nuestra
confianza en la Palabra de Dios.
Una preferencia, mire, las
convicciones no cambian.
Las preferencias sí cambian.
Por ejemplo, una preferencia es
algo que quizás hoy crea, pero
podrían convencerme de algo
mejor.
O en una situación en particular
podría estar dispuesto a
desobedecer lo que creo.
Las preferencias no rigen
nuestra vida.
Nos gobernamos por convicciones.
Las preferencias son para
quienes dicen: «Creo esto hoy,
pero podría creer aquello
mañana».
Eso no es convicción.
«Creo esto, en esta situación,
pero si estuviese en aquel tipo
de situación, no sé lo que
haría».
Esa es una preferencia.
Los creyentes vivimos por
convicciones.
Así que deseo darle una
definición de convicción.
Escuche y luego escríbala por
favor: «Tener convicciones es
estar tan plenamente convencido
de que algo es totalmente cierto
y que asume una postura sin
importar las consecuencias».
Fíjese.
«Tener convicciones es estar tan
plenamente convencido de que
algo es totalmente cierto y que
asume una postura sin importar
las consecuencias».
Esa debe ser nuestra actitud en
torno a la Palabra de Dios,
en torno a
Jesucristo y a lo que enseña
este Libro de Génesis al
Apocalipsis.
Debe tener convicción al
respecto.
Hay que tener convicción en lo
que creemos y en cómo
vivir y cómo hemos de morir.
Y es una relación con el Señor
Jesucristo.
Las convicciones se basan en
principios.
«Esto dice la Biblia, esto es lo
que creo».
Las preferencias se basan en un
ir y venir.
Y quienes viven según sus
preferencias, creen esto hoy y
aquello mañana.
Depende de la circunstancia.
Depende de cuál sea la oferta.
Depende de cuál sea la
tentación.
Y nunca se sabe dónde está la
persona que se rige por
preferencias.
Pregúntese: ¿Rijo mi vida por
preferencias o por las
convicciones básicas en mi vida
que definen quién soy yo?
Las preferencias van y vienen.
Las convicciones son líneas
rectas.
«Esto es lo que creo y por esta
razón lo creo».
¿En cuál categoría entra usted?
¿Vive por preferencias o por
convicciones?
Entonces al considerar eso,
pienso en las características,
por ejemplo, de una persona con
convicción.
Vemos a Pedro y Juan, allí
estaban, habían visto
personalmente al Señor Jesús.
Estaba en sus vidas y corazones,
lo defendían.
Pedro acaba de predicar un gran
sermón, y ahora iban camino al
templo a orar.
Y ven a este hombre que pide
sanidad, note lo que dijo Pedro:
«en el nombre de Jesucristo de
Nazaret», para que no quede duda
alguna de quién hablamos.
Jesucristo de Nazaret.
Le dijo: «levántate, y anda».
Y lo hizo.
¿Cómo podría negar el gran poder
de la fe en el Señor Jesucristo?
No podría.
Entonces al pensar en las
características de una persona
con convicciones, ciertamente
son evidentes en su vida.
Le pido que escriba estas
características y examine su
propia vida: ¿Son ciertas en
usted?
La primera es esta: Una persona
con convicción es alguien que
vive con un sentido de
propósito.
Hay un propósito en su vida.
Saben adónde van.
Saben cómo llegarán allí.
Es un andar, una senda definida.
Tienen convicciones.
Ciertas cosas cuadran en su
vida.
Otras no cuadran en su vida.
Si creemos en esta Biblia, no
deberíamos dudar qué son las
convicciones de Dios y qué son
los pecados que nos rodean por
doquier.
La pregunta es esta: ¿Tiene un
sentido de propósito en su vida
guiado por convicciones bíblicas
básicas?
Quizás diga: «Pues no soy de
mente tan cerrada».
Pues ya está en problemas.
Lo que está dispuesto a decir
es: «Puedo estar hoy aquí y allá
mañana».
«Puedo creer eso mañana y esto
hoy, es indiferente».
«Voy con el viento».
«Voy adónde haya provecho.
Voy con la mayoría.
Voy adónde haya placer».
Si es así, no tiene sentido real
de propósito ni convicción en su
vida.
La segunda característica es
esta: Fe en Dios para poder
vivir esas convicciones.
Si es una persona con
convicción, tiene fe.
Tiene fe en la veracidad de la
Palabra de Dios.
Tiene fe en Jesucristo y que Él
es el Salvador que resucitó y
vive en el corazón y en la vida
de todo el que lo acepte como su
Salvador personal.
Tiene convicciones definidas.
Y las vive por fe en la Palabra
de Dios.
La tercera característica
es esta,
valentía ante los desafíos de
otros.
Podría preguntarle cuáles son
sus convicciones hoy en la
iglesia.
Si le dijese: ¿Se pondría de pie
y me diría sus convicciones
básicas?
¿Se pondría de pie y diría todo
lo que siente que puede decir
aquí en la iglesia?
Y va a trabajar el lunes y está
frente a unas 5 ó 6 personas que
dicen: «No entiendo a esos
cristianos».
«Ni entiendo la Biblia».
Son tan cerrados de mente.
«Creen que Jesucristo es el
único camino al cielo».
Entonces ¿qué diría?
¿Se escabulliría callado o
diría: «Esto es lo que dice la
Biblia, soy seguidor de
Jesucristo y nunca claudicaría
de mi estilo de vida?
¿Cuál diría?
Depende.
Depende de cuánta valentía
tenga.
Y para ser un verdadero seguidor
de Jesús hoy por hoy, se
necesita valentía.
Por el mundo en que vivimos, de
lo que la mayoría no se percata.
De eso hablaremos.
Otra cualidad cierta sería me
mantiene la perspectiva global
en mente.
Al ser desafiado por sus
convicciones, piensa en la
perspectiva global.
Este es el cuadro completo.
Si cedo y claudico de mi
convicción, y niego lo que
verdaderamente creo, ¿cuál será
el efecto a largo plazo en la
vida de él, de ella, o de ellos,
de quienes me ven o escuchan
negar lo que digo que creo?
Así que una característica es
mantener el cuadro completo
en la mente.
Y les digo a quienes son padres,
en el nombre de Jesús, deben
enseñar a sus hijos desde muy
pequeños las convicciones
bíblicas básicas.
Si les dejan hacer lo que
quieran, es porque así viven los
padres.
Que Dios ayude a los padres cuyo
amor por sus hijos no es más que
dejarles ir adonde quieran y
sin darles convicciones bíblicas
que rijan sus vidas.
Dios lo puso aquí por nuestro
bien, nuestra protección y como
guía para una vida agradable a
Él.
Así que o se regodea como el
mundo, o tiene la valentía de
llevar una vida recta y piadosa.
Y sabe lo que es vivir en
rectitud.
Desde luego, alguien que tiene
convicciones reales tiene una
fortaleza inusual.
Permítame decirle por qué.
Porque al aceptar a Cristo, el
Espíritu Santo vino a su vida y
le selló como hijo de Dios.
Por eso es que no nos preocupa
el que perdiéramos la salvación.
No se puede.
Somos salvos por la sangre de
Cristo.
Escuche lo que dice.
Él le selló.
Le selló hasta el día de
la redención.
Hasta que Dios le llame a su
presencia.
Usted es hijo de Dios.
Así que el Espíritu Santo mora
en usted.
¿Cuál es la obra del Espíritu
Santo?
La Biblia lo dice muy claro, la
obra del Espíritu Santo
es facultarle,
ayudarle a entender
la verdad, prepararle para tener
la fortaleza física, espiritual
y moral para hacer lo correcto.
La fortaleza para poder entender
lo que dice la Biblia y por qué
lo dice.
La fortaleza para estar firme en
las pruebas y en el peligro.
El Espíritu Santo está allí, Él
dijo: «Cuando mande al
Consolador».
Tiene usted al Espíritu Santo
quien le faculta, le fortalece,
guía, dirige.
No está solo.
Y alguien dirá: «Bueno, vivo
rodeado de personas pero me
siento absolutamente solo».
¡Olvídese de eso!
Si es hijo de Dios, no puede
estar solo.
Tiene el sello y la morada del
Espíritu Santo.
Él ha prometido estar con usted
para lo que necesite.
Así que tendrá una gran
fortaleza.
Quizás piense: «No sabía que
tendría el coraje de mantener mi
postura así».
Claro que sí.
Y también, tendrá visión.
Cuando el Espíritu de Dios mora
en usted, tendrá visión.
Podrá ver las cosas que parecen
ser algo cuando realmente no lo
son.
Y podrá discernir el engaño y
sabrá que lo que ve no está
bien.
Lo que ve es mentira; y las
promesas son mentiras.
Y todo lo que le arroja el
mundo, que le promete paz,
felicidad, prosperidad y todo lo
demás, que es una gran mentira
de Satanás.
Y le aseguro, he visto que ha
surgido una generación de
personas que les importa muy
poco la moralidad.
Esta es la sociedad en que
vivimos.
Así que pensemos un momento ¿por
qué claudicamos de nuestras
convicciones?
Por ejemplo, en su oficina o en
su escuela, o quizás en su
propia familia.
¿Por qué, si sabe lo correcto,
dice: «Pero de todos modos lo
haré»?
¿Por qué sacrificamos nuestras
convicciones?
Creo que hay 4 razones y la
primera es: Temor a las
críticas.
Mañana va al trabajo, y sus
compañeros hablan de que
estuvieron bebiendo o de fiesta
toda la noche, y uno dice:
«Estoy casado con esta, pero la
pasé muy bien con fulana».
¿Qué dice usted?
¿Acaso les diría: «Esa no es una
forma sabia de vivir».
Pero por temor a las críticas.
Hacemos esto: «Bueno, yo
entiendo, todo el mundo es
diferente».
Esa no es la respuesta.
«Entiendo que todo el mundo
tiene derecho a pensar lo que
quiera».
Sí tienen ese derecho, pero no
debe decir eso como creyente.
Lo que debe decir es: «¿Has
pensado en cómo se siente Dios
por lo que estás haciendo?».
«¡No me hables de Dios!»
De todas maneras se lo diré.
Y, ¿sabe?
ya que su motivación es
ayudarles.
Me sorprende escuchar a la gente
en conversaciones totalmente
contrarias a Dios, y quieren
cerciorarse que nadie objete
porque están en su derecho, y lo
están.
«Tengo derecho a creer lo que
quiera creer».
Así es.
Y yo tengo el derecho y la
responsabilidad de al menos
decirle que hay otra senda.
Y es el camino de Dios.
Esa es nuestra responsabilidad.
Pero el temor a las críticas.
Y también el temor al fracaso.
Algunas personas no mantienen
sus convicciones porque piensan:
«Bueno, ¿qué tal si fracaso?
¿Qué tal si claudico?
¿Qué tal si mis amigos me
abandonan?».
En otras palabras, hacen
concesiones en sus convicciones
por temor a fracasar en su
relación al no ser la clase de
amigo que su amigo quiere.
Escuche, debemos
ser la clase de amigos
que necesitan.
No lo que quieran, sino lo que
necesiten.
Y escuchen, la mayoría de las
personas no están dispuestas a
defender sus convicciones por
temor al fracaso hasta cierto
punto.
Temor a la crítica y temor al
rechazo.
Temor al rechazo.
«Bueno, si creo eso, no me
dejarán formar parte de esto.
Me rechazarán».
¿Adivine quién fue rechazado?
Jesús, Pedro, Pablo, y muchos
más.
Seremos rechazados por otros.
Permítame preguntarle: ¿No
preferiría usted vivir de un
modo que agrade a Jesucristo y
seguir sus mandamientos, y hacer
lo que Él quiere que haga porque
tiene el mejor plan para usted?
¿No prefiere eso aunque reciba
un poco de objeción y rechazo?
¿O preferiría dejar todo lo que
Dios le tiene para agradar a
unos cuantos?
¿Qué tal si toma decisiones para
agradar a alguien que no volverá
a ver después de un año,
o de un mes?
Si toma una decisión, una
decisión inmoral, y no volverá a
verles.
¿No le parece que es una
insensatez y estupidez que
sacrifique su pureza, o lo que
sea, por alguien a quien no
volverá a ver?
Eso es hacer concesiones.
¿Qué pasa con nuestras
convicciones?
También está el temor a las
pérdidas.
«Si mantengo mis convicciones,
quizás pierda mis amistades».
Mire, ellos no son sus reales y
verdaderos amigos, si tiene que
desobedecer a Dios para andar
con ellos.
No son sus amigos.
No solo los jóvenes, adultos
también, hombres, mujeres:
«Bueno, tengo que hacer tal
cosa,
porque fulano cree esto y si
voy a ser parte de ese grupo tan
maravilloso de gente rica, tengo
que creer lo que ellos creen».
Claro que no.
«Pues no me querrán de amigo».
No son sus amigos.
Cualquiera que le aleje de
Jesucristo no es su amigo, quien
quiera que sea.
Entonces, le diría: «En esta
generación, es hora de que el
pueblo de Dios tome una firme
postura piadosa y deje que las
consecuencias sean lo que sean.
Pero nosotros al estar frente al
Señor Jesucristo, querremos
haber sido fieles a Él y a su
Palabra sin importar lo que
pase.
Entonces le pregunto: ¿Qué
convicciones tiene que no
abandonará, que no claudicará y
no negará?
Un día de estos estará frente al
Señor y dará cuenta de su vida.
Alguien con convicciones firmes,
piadosas, puede tener un gran
impacto en sus amigos, en sus
socios de negocios, en quien sea
que les rodee.
Debemos ser temerosos de Dios,
con convicciones firmes basadas
en la Palabra de Dios, no en
alguna opinión política, ni
basadas en la opinión de algún
club.
Nuestras convicciones deben
basarse en la Biblia.
Porque las demás cosas pasarán.
Las demás cosas serán pasajeras.
La Palabra de Dios nunca pasará.
Y le exhorto a examinar sus
convicciones y a preguntarse:
¿Cuáles son mis convicciones?
¿Qué creo?
¿Y qué creo con firmeza para
poder comunicarlo, sabiendo que
seré rechazado?
Entonces,
¿Qué clase de vida está
llevando?
Quizás diga: «Vivo la vida que
quiero vivir».
¿Ha pensado en las consecuencias
de vivir como vive?
Si vive sin Cristo, lo más
probable es que no sea feliz ni
quede satisfecho con las
consecuencias que encontrará en
el futuro.
Mi oración a Dios por usted es
que se detenga a pensar dónde
pasará la eternidad.
Piense, ¿cuál es su relación con
Dios todopoderoso?
Quizás diga: «No creo en
Dios».
Tal vez no crea en Dios, pero Él
sigue allí.
¿Cuál es su respuesta a Dios?
Lo más sabio que puede hacer,
quizás sea decirle: «Señor, no
entiendo mucho de esto, pero
quiero lo mejor para mi vida».
«Sé que he pecado contra Ti y
necesito ser perdonado.
Te pido que perdones mis
pecados.
El pastor dijo que moriste en
la cruz y pagaste todos mis
pecados».
«Lo creo.
Te pido que perdones mis pecados
y me salves hoy, amado Dios.
Muéstrame la clase de
compromisos que debo hacer, la
clase de convicciones que debo
tener».
«Dijo que el Espíritu Santo me
ayudará».
«Te pido que el Espíritu Santo
obre en mi vida de modo que me
haga la persona que quieres que
sea, no importa cuáles sean las
consecuencias».
Si toma esa decisión, su vida
cambiará y cambiará para
siempre.
¿Amén?
Padre, te damos gracias por
darnos al Espíritu Santo para
ayudarnos en tiempos difíciles.
Te pedimos que nos ayudes a ser
muy claros respecto a nuestras
convicciones.
A no encubrirlas, ni
esconderlas, ni estar dispuestos
a cambiarlas para agradar a
otros.
Pero ya que tu Palabra nos
enseña claramente cómo vivir,
ayúdanos a vivir sin temor,
valiente y osadamente en todo
momento dándote honra y gloria
en el nombre de Jesús, amén.