Nuestra intimidad con Dios – Dr. Charles Stanley
¿Quiere conocer mejor a Dios? Aprenda a caminar en el centro de la voluntad del Padre a medida que va conociendo el corazón de Dios revelado en su Palabra. Adopte estos principios bíblicos hoy y comience su viaje hacia una vida mejor. Dios anhela que cada uno de sus hijos tenga una relación personal con Él.
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locutor: En Contacto,
el ministerio de enseñanza
del Dr. Charles Stanley.
Alcanzamos al mundo
con el evangelio de Jesucristo
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy, en el programa En Contacto,
«Nuestra intimidad con Dios.»
Dr. Charles Stanley: ¿Se ha dado
cuenta de que Dios se ha
propuesto reproducir su vida
en y por medio de nuestra vida?
Y para que eso suceda,
Dios debe revelarse a nosotros,
y debe llevarnos a una relación
estrecha con Él.
Una relación estrecha con
Él es su prioridad suprema.
Y demanda algo de nosotros.
Y impacta toda nuestra vida.
Por ejemplo, de nuestra relación
con Dios,
ya sea una relación buena
o mala,
de allí fluye todo lo demás
en nuestra vida.
Así que nuestra relación
con Dios determina
cómo vivimos nuestra vida.
Si nuestro estilo de vida
es correcto o no,
todo depende de eso.
Si yo le preguntase hoy:
¿Tiene usted una relación íntima
con Dios mediante
Su Hijo Jesucristo?
Quizás algunos dirían:
«Bueno, no estoy seguro»,
«ni siquiera sé lo que es eso».
Generalmente al hablar
de intimidad hoy
pensamos en intimidad sexual.
A eso se limitan
muchas personas.
Lo que ven, lo que tocan,
lo que sienten.
Pero esto es superficial.
La intimidad va más allá
de lo que vemos,
tocamos y sentimos.
Y en el mensaje de hoy quisiera
que veamos lo que significa
tener una relación íntima
con Dios
mediante Su Hijo Jesucristo.
Para algunas personas eso
es difícil por esta razón,
piensan: «Bueno, si Dios es
quien dice ser y Él es santo,
justo y trasciende
por encima de nosotros,
es soberano y todas
las demás cosas,
¿cómo yo, un pecador, puedo
tener una relación personal
con un Dios santo?
¿Cómo es eso posible?».
De eso quisiera hablar,
porque sí es posible.
Es la voluntad de Dios
que cada uno de sus hijos
tenga una relación estrecha
con Él, es decir,
no basta solo con ser salvo.
No basta solo con ir
a la iglesia,
leer la Biblia y lo demás.
Es una relación.
Y en nuestros tiempos pareciera
que a muchas personas
les es difícil mantener
una relación.
Hay muchas cosas que pasan
en la vida de la gente,
y la intimidad
no es una de ellas.
Lo invito a buscar el Salmo 63,
porque si alguien
en el Antiguo Testamento
realmente tuvo
una relación íntima con Dios
fue David.
¿Fue perfecto?
No lo era.
Y, era pecador,
pecó contra Dios,
como todos nosotros.
Así que quisiera que veamos
la expresión del corazón
de un hombre, la evidencia
de la relación estrecha
de un hombre con Dios Padre.
Entonces, en el capítulo 63
de los Salmos,
desde el versículo 1, dice:
«Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
mi alma tiene sed de ti, mi
carne te anhela en tierra seca
y árida donde no hay aguas,
para ver tu poder y tu gloria,
así como te he mirado
en el santuario.
Porque mejor es tu
misericordia que la vida;
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida;
en tu nombre alzaré mis manos.
Como de meollo y de grosura–»
Escuche: «Como de meollo
y de grosura
será saciada mi alma,
y con labios de júbilo
te alabará mi boca, cuando
me acuerde de ti en mi lecho,
cuando medite en ti
en las vigilias de la noche.»
«Porque has sido mi socorro,
y así en la sombra de tus alas
me regocijaré.
Está mi alma apegada a ti;
Tu diestra me ha sostenido».
He aquí la expresión del corazón
de un hombre que no se sacia
con cosas materiales,
ni con lugares, prominencia,
prestigio y todo lo demás.
Aquí hay un hombre cuya alma
tiene hambre de Dios.
Y ¿Podría usted decir
que tiene hambre de Dios?
¿Podría decir que
lo más importante en su vida
es su relación con Dios?
¿Podría decir que lo anhela
más que a cualquier otra cosa,
persona o cualquier oportunidad?
¿Cuál es su prioridad?
¿Es una relación
estrecha con Dios?
Intimidad habla de cercanía,
de ser uno, de unidad.
Entonces al ver esto,
lo que deseo que veamos
en realmente cómo
es la intimidad genuina.
¿En qué consiste?
Porque Dios desea eso
para nosotros y al ver
lo que dijo David en los Salmos,
que tiene hambre,
sed, anhelo
del Dios todopoderoso,
alguien quizás diga: «¿Cómo es
eso de tener hambre de Dios?».
Preste mucha atención, porque,
mire, quizás este sea
uno de los mensajes más
importantes que ha escuchado.
Porque si no cultivamos
lo que hablaré a continuación,
pasaremos por la vida
y perderemos de vista
el propósito supremo
por el cual Dios nos creó.
¿Recuerda lo que dijo?
En el principio, dijo Dios:
«Creemos al hombre
a nuestra imagen».
Y, ¿qué quiere decir con eso?
No tanto física, sino imagen
de quien es Él:
Espíritu, algo tan maravilloso
de Dios.
Así que dijo: «Creemos
al hombre a nuestra imagen
«para relacionarnos
con él y que pueda entender
quiénes somos.
«Y así puedo amarlo y amarla
y derramar sobre ellos bondad,
misericordia y todo lo que soy».
Eso es el propósito de Dios.
¿Cómo sería esto?
Bueno veremos varios puntos
sobre esto para que pueda tomar
notas, el primero es este: es
una relación íntima espiritual.
Y, es decir, es más profunda
que la intimidad física.
Y ya que en nosotros habita
el Espíritu Santo,
tenemos el privilegio,
y el poder de relacionarnos
con el Espíritu de Dios.
Al convertirnos, el Espíritu
de Dios viene a nuestra vida,
¿a hacer qué?
Capacitarnos,
equiparnos y darnos poder,
dirección y guía
para nuestras vidas,
y todo lo que necesitamos.
Tenemos al Espíritu Santo.
Y al someternos al Espíritu
del Dios vivo que mora
en nosotros comenzamos a
desarrollar una relación con Él,
nuestro espíritu con el suyo.
No hay nada material.
No es pedirle cosas a Dios,
es desarrollar una relación.
Todo comienza
con una relación personal.
Y al hablar de eso,
pienso en la idea
de una relación personal,
¿en qué consiste?
En ser abiertos,
sinceros y libres.
Así que no escondemos nada,
sino que somos quienes somos.
Pensemos en las veces en que
oramos y le decimos a Dios
lo que queremos que Él sepa.
Solo le confesamos
ciertos pecados,
y nos arrepentimos
hasta cierto punto.
La intimidad muestra el corazón.
La intimidad dice: «Dios,
estoy dispuesto a revelarte
mi corazón, mi alma,
mi espíritu y todo lo que soy.
Quiero que veas todo en mí.
Quiero que sepas que
no hay nada que esconda».
Una relación personal,
intimidad.
Y luego al meditar en eso
naturalmente pienso en todo
el concepto de confianza,
porque si le preguntase si tiene
una relación con alguien,
sea su esposo o su esposa,
si no hay confianza, no puede
haber una relación íntima.
Tiene una relación física
y una relación superficial,
pero no hay intimidad.
La intimidad dice:
Si no confía en alguien,
no puede haber
una relación íntima.
Entonces, como creyente,
por ejemplo,
si no confía en Dios, dirá:
«Tengo mis necesidades
o no diezmaré porque no creo que
Dios haga que el 90 por ciento
sea igual al 100 por ciento,
«y no haré tal cosa.
Quizás sea la voluntad de Dios».
Dicho de otro modo,
mientras no confiemos en Dios
no podemos tener una relación
íntima con Él.
Porque la intimidad
es transparencia absoluta,
entrega plena
y disposición total.
Y el asunto
es la confianza.
De hecho, ¿cuántas veces
en los evangelios
nos habló Jesús de confiar?
La intimidad dice: «Estoy
dispuesto a confiar en ti».
Y una persona no rinde su vida
a Dios porque no confía en Él.
Quizás Él le pida que haga
algo que no quiere hacer,
o algo que piensa
que no puede hacer.
O algo en su vida que es:
«No, no, no, no puedo hacerlo».
Si confío en Dios lo obedeceré,
si lo obedezco es porque lo amo.
Hay que hacerse la pregunta:
¿Real y verdaderamente tengo
una relación íntima con Dios?
¿En verdad confío en Dios?
Se trata de una relación,
escuche,
no una relación de iglesia,
sino una relación
entre Dios todopoderoso y yo.
Y en esa relación no solo
debe haber confianza,
debe haber amor en esa relación.
Vayamos al Salmo 42 por un
momento y escuchemos lo que dice
el salmista porque todo esto
es un indicativo
de su relación personal,
estrecha, amorosa con el Padre.
Dice en el Salmo 42,
versículo 1.
Como el ciervo brama
por las corrientes, es decir,
ha corrido, quizás huyendo
de algún lobo o un predador
Y dice así como el ciervo brama,
sediento,
brama por las corrientes
de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios,
el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo;
¿Podría decir que tengo
sed de Dios?
¿Podría decir que tengo
hambre de Dios?
¿Podría decir que
en verdad lo amo?
Ahora, le diré algo
con sinceridad.
No me viene a la memoria
con exactitud el día,
pero sí me acuerdo
hace muchos años.
Recuerdo que al orar le decía
a Dios que lo amaba.
Y de pronto me percaté
que sentía como que
un impedimento había en mi boca.
Finalmente tuve que decir:
«Dios, no sé si te amo o no».
«Por alguna razón no lo siento
en mi espíritu».
Suena bien y lo he dicho
por mucho tiempo:
«Te amo, Dios».
Pero ese día el Espíritu
de Dios me trabó la lengua
para hacerme ver que no sabía
de lo que hablaba.
Y comencé a percatarme que
en verdad no lo amaba
como Dios quería que lo amara.
Sentía afecto hacia Él.
Y cuando Dios abrió mis ojos
y me ayudó a ver,
por algún motivo se me hizo
muy difícil aceptar su amor
incondicional porque crecí con
la creencia que de algún modo
debía merecerlo.
Que debía ganarme su amor.
Y ese día comprendí:
«No, en verdad no lo amo.
Siento afecto hacia Dios».
Pero ese fue el comienzo de mi
entendimiento de lo que es
un verdadero amor por Dios.
Pienso también en
otro asunto y se trata,
del hecho de que haya franqueza
y transparencia.
Porque, mire, no se puede tener
una relación con alguien
a quien se le oculte
algún secreto.
Al pensar en la manera
de vivir de mucha gente,
a menudo no es un estilo de vida
de sinceridad y transparencia.
Y ¿cómo se puede tener
una relación con alguien
que tiene cosas ocultas
y secretos reservados?
No se puede, porque volvemos
al tema de la confianza,
¿qué ocurre?
Pensemos en esto,
al orar y hablar con Dios,
¿abrimos totalmente
nuestro corazón?
¿Le decimos: «Dios,
sé que pequé contra ti,
perdóname,
en el nombre de Jesús,
dice 1 Juan 1:9.
Amén».
Eso no funciona.
La transparencia dice: «Dios,
hoy fui muy muy lujurioso».
«Hoy tuve muchos prejuicios».
«Hoy no debí haber abierto
mi boca y dicho eso.
Fui muy crítico».
O cualquier otra cosa.
Ser abiertos,
sinceros y transparentes.
Dios está con nosotros.
Y para que haya intimidad,
debe ser mutuo.
Escuche Dios quiere
que le conozca.
Anhela que le conozca a fondo.
Nos creó para revelarse
por medio de nosotros
y expresarnos su amor.
Él es el gran Dios de amor.
Y quiere expresarlo.
Anhela expresarlo, y quiere
que nosotros hagamos lo mismo.
Así que, debe haber una parte
personal en todo esto.
Lo que nos lleva
al siguiente punto.
Y es que debe haber
una relación mutua.
Ahora preste mucha atención
a lo siguiente.
Escuche, quizás si
le pregunto si ora, diría: ¡Sí!
Entonces le pregunto:
Al orar, principalmente
¿por qué ora usted?
Lo más probable es que diga:
«Por mis necesidades».
Naturalmente O «por mis amigos»
o «quienes están enfermos»
o lo que sea.
Bueno, al orar,
¿por cuánto tiempo ora?
¿Por qué cosas ora?
Y después de terminar de hablar,
¿por cuánto tiempo escucha?
Mire, no puede haber
una relación íntima
si usted es el único que habla.
Permítame preguntarle:
la última vez que oró,
se detuvo a decir:
«Señor, esto siento,
ahora quiero escuchar lo
que Tú tienes que decir».
O decimos: Bueno,
«Dios no me habla a mí»
¡Claro que sí habla!
Escuche, su Espíritu le
habla a nuestro espíritu,
pero hay que estar dispuestos
a escuchar;
para darle tiempo de hablar.
Si decimos una oración y,
nos levantamos,
aunque lo más probable es que
no sea la clase de oración
que uno hace de rodillas.
Pero si oramos y ya, al cabo
de un rato estamos dormidos;
entonces no escuchamos a Dios.
Simplemente expresamos
nuestros sentimientos.
Intimidad requiere estar
dispuesto a escuchar a Dios.
¿Qué quiere decirnos?
Lo cual nos lleva al último
punto y es el siguiente: Tiempo.
Mire, es una relación que
requiere tiempo y esfuerzo
para conocer a Dios.
Ahora, escuche, cuando
alguien dice, por ejemplo:
«Yo leería la Biblia
pero estoy muy muy ocupado,
no tengo tiempo».
O «sé que debo dedicar
más tiempo a la oración,
pero no tengo tiempo,
no tengo tiempo,
no tengo tiempo,
no tengo tiempo».
Reflexionemos en esas palabras.
Le decimos al Dios del universo,
el Creador,
decimos al soberano
del universo.
nuestro sustentador,
¿le decimos a Dios,
quien es nuestro juez,
que no tenemos tiempo para Él?
Quien es la fuente de todo
lo que tenemos.
Quien anhela una relación íntima
con Dios, requiere tiempo,
lo que significa que
no se da de un día a otro.
Afortunadamente pude ir
a visitar a mi abuelo,
a la edad de 17 años.
Me ha escuchado
hablar de eso antes.
Salí siendo rico por dentro,
sin darme cuenta que lo era,
escuche, por lo que
le escuché decir.
Pero recuerdo una de las más
impresionantes cosas que dijo
que fue Dios le habló
y él escuchó a Dios,
y comenzó a contarme lo que
Dios había hecho en su vida.
Al salir de allí,
le pregunté a Dios:
«Si le hablaste así a él,
¿me hablarías a mí?
Si actuaste en su vida
de esa forma,
¿cómo actuarías en mi vida?
Quiero escucharte, Dios, quiero
que me muestres la verdad».
Ahora, ¿sucedió eso
de la noche a la mañana?
No.
Pero estudié la Palabra,
comencé a leerla y a pedirle:
«Señor, habla a mi corazón.
Muéstrame.
Ayúdame a entender, tu voz,
que eres Tú y no yo.
Dame entendimiento, Señor».
Y Dios lo hace muy claro.
Él nos muestra la verdad
de sí mismo.
Dios nos revela su verdad
mediante su Palabra.
Pero también nos mostrará
su verdad en la vida.
Desarrollemos un corazón
y un espíritu que escuche.
Las personas toman
decisiones equivocadas
por no escuchar a Dios.
Una cosa es segura,
Dios nunca nos engañaría.
¿Sabe por qué estoy seguro
de eso?
Porque Él es Dios de pureza,
justicia y verdad.
Y no puede engañar,
ni puede mentir.
Dios no puede hacer nada que
vaya en contra de quien es Él.
Es el mismo Dios que mora
en nosotros en la persona
del Espíritu Santo.
¿Sabe por qué?
Porque su Espíritu
le habla al nuestro.
Es su vida conectada
a la nuestra.
Decimos: «Pero no soy
digno de esto».
Escuche, la próxima vez que
nos sintamos de esa manera,
recordemos esto que la cruz
es el testimonio supremo de Dios
de su gran amor incondicional
por nosotros, pase lo que pase.
Dios sí se interesa por nosotros
y quiere actuar
en nuestras vidas con
Su admirable gracia,
amor y verdad.
Ahora, esas son
las características
de una relación íntima genuina.
Alguien preguntará: «Bueno,
una vez que tenga esa relación,
¿qué experimentaré?
¿Qué sentiré?
¿Qué resultados veremos?».
Le daré unas palabras.
Primero, estabilidad.
Cuando alguien tiene
una relación estrecha
con el Señor es como si fuera
un ancla inamovible.
Que no importa qué viento sople
en su contra todo saldrá bien
pues sabemos que Dios
está allí en y con nosotros.
Hay un sentido
de seguridad interna,
que quita los temores.
Pues Él no está lejos,
sino en nosotros.
Y tenemos intimidad con Él.
Entonces hay seguridad,
estabilidad, y serenidad.
Se trata de quietud
en nuestro espíritu.
Que no importa lo que suceda
hay ese sentido de quietud,
paz y contentamiento,
porque hablamos con Dios
y lo escuchamos.
Hemos forjado esa relación.
También hay sensibilidad.
Mucha atención, no solamente
es sensibilidad al Señor
sino también, mucha atención,
al tener una relación estrecha
con Él, tenemos todo lo que
Él es de nuestro lado,
así que seremos muy sensibles
a otras personas.
No me refiero necesariamente
a las críticas de otros,
quizás en parte sí.
Pero seremos sensibles
a sus necesidades,
su dolor, sus sentimientos.
Dicho de otra manera, debido
a que Dios está en nosotros,
Él se relaciona con otros, mire,
mediante su Espíritu
se identifica con la necesidad
espiritual y emocional
de los demás,
Dios da testimonio de eso.
Aunque ellos nos dan el mérito
porque no se dan cuenta
que es Dios quien actúa
en sus vidas.
Entonces al pensar en cómo
se desarrolla todo esto,
consideremos esa
sensibilidad espiritual
y entendimiento espiritual.
Y al comenzar a desarrollar
esa intimidad,
comenzamos a entender
la Palabra de Dios
como nunca antes la habíamos
entendido, ¿por qué?
Porque Dios quiere
que la entendamos.
La Biblia no es un libro
de misterio.
No es un libro de filosofía.
Es un libro de la verdad
que explica la actitud
y el corazón
de Dios todopoderoso.
Para que podamos,
mucha atención,
como dijimos al principio,
Dios nos creo para tener
una relación con Él.
Lo cual requiere que Él se
revele principalmente mediante
su Palabra y nuestro espíritu,
para así llevarnos
a esa relación estrecha con Él.
Ahora, mire, hay 3 barreras,
y tal vez quiera anotarlas.
Son 3 barreras.
Y la primera es: orgullo.
No oro «tengo
todo bajo control».
No oro «lo resuelvo solo».
Es orgullo.
La razón por la cual la gente
no dobla sus rodillas,
a menos que sea para
una actitud física,
es por orgullo.
¿Cómo se puede ser tan orgulloso
para no doblar sus rodillas
ante el santo,
justo y soberano Dios?
Cada respiro nuestro
es un don de Él.
Alguien dirá: «No tengo
que doblar mis rodillas».
No tiene.
Tampoco tenemos que honrar
ni reverenciar a Dios,
pero recibimos
lo que eso conlleva.
El orgullo nos impide doblar
nuestras rodillas.
Que nos mantiene en pecado.
Preferiríamos una relación con
alguien más en lugar de Dios.
Lo segundo es rebeldía.
Pecado.
Si hay pecado en nuestra vida,
no hay intimidad con Dios.
Hay quienes dicen:
«Oro pero nada ocurre».
«Oro pero Dios no me contesta».
«Oro y hmm hmm hmm.»
Entonces debemos examinarnos
y ver que,
Dios no es el problema.
Somos nosotros.
No hay intimidad
donde hay rebeldía.
Ahora bien, debemos pensar
en nuestras propias relaciones.
¿Podría alguien tener
una relación íntima
con un esposo o esposa que
es rebelde en su contra?
No se puede.
No tendremos una relación
íntima con nuestros hijos
si hay rebeldía en sus vidas.
Y la última es muy sencilla,
si hay orgullo,
si hay rebeldía, y luego
si hay prisa–
Si andamos con prisa
no tendremos
una relación estrecha con Dios.
Requiere tiempo.
Tiempo para leer la Biblia
y meditar en ella,
pensar en ella, hacer preguntas,
«Dios, ¿qué me quieres decir?».
«¿Cómo se aplica esto
a mi vida?».
«¿Es una advertencia?».
«¿Es esto algo que debo
observar en mi vida?».
Señor, ¡gracias
por esta gran promesa!
Tiempo para leer,
tiempo para hablar con Dios.
tiempo para escucharlo.
No puedo decirle cuán
importante es esto.
Y mire lo que sucederá,
mientras más escuche,
aún más lo escuchará.
Y mientras más escuche,
se sentirá más entusiasmado.
Y mientras
más entusiasmado esté,
más tiempo dedicará
a escuchar a Dios.
Ahora, si alguien
está enamorado,
le gusta escuchar a esa persona.
Y mientras más le ame,
más querrá escucharle hablar.
Dios está dispuesto a decirle
mucho más de lo que espera.
Porque, mire, sé que Dios
dio a su Hijo por mí,
sé que Él me dará
toda la información
y todo lo que necesito.
De eso habla Pablo en Romanos
al decir:
«el que no escatimó
ni a su propio Hijo,
¿cómo no nos dará con Él
todas las cosas?
Claro que lo hará.
Con eso en mente,
¿podría usted decir que tiene
intimidad con Dios?
O tendría que decir:
«Phew, la perdí».
¿Y cuándo comienzo?
Ahora mismo.
Pensemos en esto,
algún día de estos,
sin importar quiénes
seamos ni nuestra edad,
nuestro corazón latirá
por última vez
y estaremos frente al Padre.
¿Será un extraño para nosotros?
¿O queremos tener esa clase
de relación íntima,
mientras estemos aquí,
que hará que nuestra vida
cause un impacto en otros?
No por lo que estemos diciendo,
sino por lo que Dios,
quien mora en nosotros,
puede hacer por medio nuestro.
Esa es mi oración por usted.
No se sacie con algo inferior
en su relación con Dios,
menos que intimidad,
que es la voluntad,
propósito y plan
de Dios para usted.
Padre, cuan agradecimos
estamos al pensar en ti,
Dios admirable, santo, perfecto,
que tiene una relación íntima
con pecadores como nosotros.
Pero por la sangre de tu Hijo
que nos limpia
y santifica para ti,
estás dispuesto a hacerlo.
Te pido que cada persona
que escucha este mensaje
crea en ellos un descontento
santo con quienes son
y un hambre de conocerte
más profundamente que antes.
En el nombre de Jesús, Amén.
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