Navidad: La sabiduría de Dios – Dr. Charles Stanley
Cuando necesitamos confianza en los planes de Dios para nosotros, considerar su obra perfecta nos da paz. En este mensaje, el Dr. Stanley recorre los acontecimientos de la historia de la Navidad, donde la Palabra de Dios afirma cómo cada detalle de la llegada del Mesías fue meticulosamente cumplido por Dios.
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locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley celebra 45
años de la fidelidad de Dios.
Hoy en el programa En Contacto,
Navidad: «La sabiduría de Dios».
Dr. Charles Stanley: Siempre
es una fuente de consuelo y paz
saber que nuestro Dios cada día,
todo el día, quien guía nuestra
vida es un Dios sabio.
Significa que siempre elige lo
mejor en cada una de las
decisiones que toma.
No solo elige lo mejor, sino que
elige el mejor modo para que
todos recibamos lo mejor.
Y no solo eso, la sabiduría es
más que el hecho de que Dios
sabe todo.
Pero cuando se piensa en las
decisiones que Él toma, siempre
toma decisiones sabias
que siempre dan
los mejores resultados.
Si alguien quiere los mejores
resultados en su vida, debe
elegir el camino de Dios.
Debe elegir seguir las
decisiones que Dios
establece en su vida.
Y al pensar en eso, pienso en
Romanos 8.28 cuando el Apóstol
Pablo, quien afirmaba esta idea
de la sabiduría de Dios, dijo:
«Sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan
a bien, a los que conforme a su
propósito son llamados».
¿Por qué?
Porque Él es un Dios omnisciente
y siempre elige lo mejor.
Así mismo, si usted ve su propia
vida, ¿está de acuerdo en que
cuando seguimos su voluntad,
propósito y plan, siempre
obtenemos lo mejor?
De lo que quisiera hablar en
este mensaje, deseo hablar de
una decisión que Dios tomó.
Le hablaré de la sabiduría que
se halla en esta decisión.
Porque desde Génesis hasta
Apocalipsis es lo que hallará:
Dios toma decisiones.
Y ve su sabiduría por completo
en un evento tras otro, ve la
sabiduría de Dios, expresada,
vivida y demostrada en la vida.
Y si me acompaña a Romanos,
capítulo 11 un momento.
Y Pablo había en esta epístola a
los Romanos, lo que había hecho,
había estado expresando y
declarando y exponiendo la
sabiduría de Dios en todo el
plan redentor de Dios, y cuán
lleno esta de sabiduría.
Y así, cuando llega a este
capítulo 11 versículo 33, él
estalla en este increíble
sentido de alabanza a Dios y
dice: «¡Oh profundidad de las
riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios!
¡Cuán insondables son
sus juicios,
e inescrutables sus caminos!».
Así, al pensar en su sabiduría y
pensar en lo inescrutables de
sus caminos, elijamos uno de
esos eventos ah, en la historia.
Uno de esos eventos que quizá de
la mejor manera nos comparte
la sabiduría de Dios.
Verá cuán sabio es Dios en cada
aspecto de Él.
¿Cuál es?
Pues el título de este
mensaje es Navidad:
La Sabiduría de Dios.
Y lo que quisiera es que veamos
cómo su sabiduría es tan clara y
bellamente explicada y expresada
en toda la escena del nacimiento
del Señor Jesucristo comenzando
con el tiempo apropiado.
Así, alguien dice: «¿Qué hay de
sabio del tiempo de este evento?
Lo sabio es esto.
En la eternidad, Dios Padre,
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo
hizo un plan.
Y así se efectuó la creación.
Y entonces Dios dejó avanzar el
tiempo.
Y podemos comenzar con algunas
civilizaciones como Egipto, por
ejemplo, y todo su gran vacío, y
todos los muchos, muchos dioses
que adoraban, ese no era el
tiempo de Dios.
Y luego avanzamos a otras
generaciones y mientras
continuamos, me gustaría que me
acompañe, pues quisiera que vea
algo en Gálatas capítulo 4.
Gálatas capítulo 4, vea el
versículo 4, por favor.
Él dice: «Pero cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer
y nacido bajo la ley, para que
redimiese a los que estaban bajo
la ley, a fin de que
recibiésemos la
adopción de hijos».
En el cumplimiento del tiempo.
Así que retomemos.
Tuvimos la civilización de
Egipto.
Con todos sus tremendos logros
y hazañas, Dios dijo:
«No es el tiempo correcto».
Luego llega, por ejemplo, al
tiempo de los asirios, el
imperio asirio, a pesar de lo
vasto que era.
No era el tiempo correcto.
Luego llega la época de
los caldeos y
no era el tiempo correcto.
Luego llega, por ejemplo, la
época de los persas, y por muy
avanzados que fueron, no era el
tiempo adecuado.
Luego llega la época de los
griegos.
Increíble civilización, quizá
contribuyendo más a una
civilización que cualquier grupo
étnico que vivió.
Nos dieron la lengua, la lengua
griega, y, y ah, nos dieron
muchas cosas; arte y todo lo
demás.
Pero no era el tiempo correcto.
Luego vino la época de los
romanos, ¿y qué pasa?
Construyeron sobre esa
civilización griega.
Tenían carreteras amplias, por
ejemplo, eran seguras.
El viaje por mar seguro.
Tenían la comunicación que tanto
prevalecía y es que, si una
persona hablaba el griego,
podía ser entendida
en la mayoría de los sitios.
Y así, cuando llegó el
Apóstol Pablo,
todo estaba establecido para él.
Viajaba con seguridad.
Hablaba el idioma griego.
Era oído y entendido en casi
todo sitio.
El mundo estaba abierto y tenían
lo que llamaban la Pax, la Pax
Romana que era la paz de Roma.
Regían en el mundo de su época.
Fue en este tiempo de dominación
romana que Jesucristo nació.
De hecho, dice: «En el
cumplimiento del tiempo».
Es decir, cuando Dios vio que el
tiempo era exactamente el
correcto para que cumpliera su
propósito e hiciera lo suyo, fue
cuando nació el Señor
Jesucristo.
Y así observamos y vemos a los
sabios que vienen del oriente y
la estrella y todos los hechos
que acontecían, Dios no hace
nada al azar.
Y escuche, solo, escuche.
Con la misma precisión, la misma
claridad y la misma
meticulosidad, y tan
predeterminado como Dios estaba
sobre el evento del nacimiento
de su Hijo, a Dios también le
interesa el tiempo en su vida y
en mi vida.
Le interesan las metas que
estableció para usted.
Le interesa nuestro logro y
consecución de esas metas.
Él sabe cuánto tiempo nos queda
de vida, y por ende, está
obrando en su vida y en mi vida
sabiamente todos los días.
Es decir, Él es quien ha elegido
las metas y Él es quien sabe
cómo podemos alcanzar esas metas
en la vida.
Así que en la vida del Señor
Jesucristo, primero, Él no
comenzó, su vida no comenzó en
ese momento.
Él viene desde la eternidad, el
Hijo del Dios vivo, Jesucristo.
Nacido en un momento particular
que la Biblia llama:
«El cumplimiento del tiempo».
Es decir, cuando Dios tenía todo
preparado.
Si hubiera tiempo, podríamos
pasar por la filosofía y pasar
por los viajes, comunicaciones,
todo esto, la religión, por
ejemplo, en el tiempo en que
Jesús nació.
Muchos, muchos dioses a los que
supuestamente adoraban.
Pero había un sentido de, de ah,
desilusión con sus dioses.
Y así Jesucristo entró en escena
justo en el tiempo correcto.
No solo se ve su sabiduría en
eso, sino que creo que su
sabiduría también se ve en el
anuncio.
Por ejemplo, si vuelve a Lucas
capítulo 2 por un momento.
Recordará que cuando vino el
ángel, en el versículo 10, el
ángel dijo: «No temáis; porque
he aquí os doy nuevas de gran
gozo, que será para todo el
pueblo».
Eso no hubiera sido así y no le
hubiera dicho eso a un
emperador, o a César Augusto.
Y dice: «que os ha nacido hoy,
en la ciudad de David, un
Salvador, que es CRISTO el
Señor.
«Esto os servirá de señal:
Hallaréis al niño envuelto en
pañales, acostado en un pesebre.
«Y repentinamente apareció con
el ángel una multitud de las
huestes celestiales, que
alababan a Dios, y decían:
«‘¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!’.
Luego mire: «Sucedió que cuando
los ángeles se fueron de ellos
al cielo, los pastores se
dijeron unos a otros: ‘Pasemos,
pues, hasta Belén, y veamos esto
que ha sucedido, y que el Señor
nos ha manifestado'».
No tenían duda de quién
era este ángel.
Había gente que esperaba la
llegada del Mesías.
«Esto que el Señor nos ha
manifestado».
«Vinieron, pues,
apresuradamente, y hallaron a
María y a José, y al niño
acostado en el pesebre».
Escuche esto.
«Y al verlo, dieron a conocer lo
que se les había dicho
acerca del niño.
Y todos los que oyeron, se
maravillaron de lo que los
pastores les decían».
¿Qué hicieron?
Exactamente lo que Dios quería
que hicieran.
Los pastores se dispersaron
entre sus amigos y entre su
familia y comenzaron a contarles
lo que vieron.
Y lo habían visto tantos que
eran creíbles.
Y aun así, muchos de ellos
especulaban.
Pero de algún modo, en vez de
decir: «No lo creemos», se
maravillaron de lo que ellos les
decían.
Y empezó a correr la noticia de
que nació un niño.
Fue anunciado por un ángel y lo
anunció como Jesucristo, el
Mesías, que es el Señor, el
Salvador del mundo.
Y los judíos entendieron qué
significaba.
Y así, el anuncio fue la
sabiduría de Dios.
Usó un ángel para que fuera
inconfundible.
A los pastores, porque sabía
exactamente qué harían.
Él se identificó así mismo de
nuevo con los humildes, los
pastores, y sabía que los
enviaría a compartir la verdad
del mensaje, que el Salvador
había nacido.
No había errores, nada en la
historia del nacimiento de
Jesucristo fue algo casual, sino
que fue cuidadosa, sabiamente
planeado por un Todopoderoso,
increíble y sabio Dios que
planea nuestra vida y si somos
cautos, seguiremos su plan.
Pero también es interesante
notar que no solo este, este
anuncio vino de los ángeles y
fue una sublime expresión
de la sabiduría de Dios.
Pero la forma, por ejemplo, en
la cual Cristo nació fue también
plenamente un acto de su
sabiduría.
Porque quisiera que note si
vuelve a Lucas otra vez.
Y recordará que ah, Jesucristo
no solo nació como hombre, sino
que la Biblia dice que nació de,
ah, que nació de una virgen.
Escuche qué pasó en el capítulo
1 de Lucas, por favor.
Y recordará que el ángel visitó
a María.
«Al sexto mes el ángel Gabriel
fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada
con un varón que se llamaba
José–Y luego, si sigue
adelante, porque el ángel habla
y luego la Biblia dice,
versículo 32: «Este será grande,
y será llamado Hijo del
Altísimo; y el Señor Dios le
dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de
Jacob para siempre,
y su reino no tendrá fin».
Escuche esto: «Entonces María
dijo al ángel: ‘¿Cómo será esto?
pues no conozco varón’.
«Respondiendo el ángel, le dijo:
‘El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por lo
cual también el Santo Ser
que nacerá,
será llamado Hijo de Dios'».
Dios en su perfecta sabiduría
sabía que su Hijo no tendría
un padre humano.
Inicialmente, Él debe ser
absolutamente perfecto y sin
pecado por la razón,
el propósito,
la meta por la
cual Dios lo envió.
Nacido de una virgen.
Seguro que mucha gente en ese
tiempo que oyó sobre eso quizá
no lo creyó o dijo, por ejemplo,
ah: «¿Cómo puede ser posible?»
Y recuerdo una ocasión, no solo
una, pero una ocasión en un
salón de clases y un profesor
hablaba de la Biblia y hablaba
sobre el nacimiento virginal y
dijo: «Ah, no, no lo creo».
Dijo: «Requeriría un milagro».
Y yo quise decir: «¡Sí!
¡Sí, sí sí!
Eso es lo que fue».
El milagro del nacimiento
virginal de Jesucristo.
El Espíritu de Dios concibió en
ella y dio a luz a su Hijo,
porque mire, primero, no fue el
comienzo de su vida.
Fue el comienzo de su
vida terrenal pero
no el comienzo de su vida.
Porque en Miqueas y en todo el
Antiguo Testamento se refiere a
Él como el que es desde la
eternidad hasta la eternidad.
Jesucristo no tuvo principio.
Él es el Alfa y Omega.
Nunca tuvo un comienzo, nunca
tendrá un final.
Lo más maravilloso de Él es que
es absolutamente eterno.
Por ende, Él no empezó en el
vientre de María.
Él no vino, por ejemplo, de un
hombre, José.
Pero el Espíritu de Dios plantó
dentro de esa mujer la vida
misma, la persona del
Hijo de Dios.
Cuando pienso en la sabiduría de
Dios, también pienso en términos
del nombre que le fue dado.
Sabemos que los ángeles
fueron quienes le dieron
el nombre, Jesús.
Y así, cuando María lo llamó
Jesús.
Suponga, por ejemplo,
dice: «Bueno,
¿qué tiene eso de sabio?»
Bien, le diré esto.
Primero, era un nombre muy común
en su tiempo.
Muchos niños se llamaban Jesús.
Bueno, ¿por, por qué no se le
puso un nombre diferente?
Jesús siempre estaba haciendo
¿qué?
Identificándose con los
humildes.
¿Por qué fue bautizado?
¿Porque era pecador?
No, no lo era.
No fue bautizado por ser
pecador.
Él fue bautizado para
así identificarse
con la humanidad pecadora.
No porque necesitaba que
le perdonaran,
o porque había sido
perdonado o algo así.
Entonces, respecto a su nombre,
¿cuál era su nombre?
Jesús.
La palabra hebrea es Yeshúa.
¿Qué significaba?
Libertador de Jehová.
¿Y eso es un accidente?
¿Fue algo que solo ah, pasó?
No.
Es el libertador de Jehová.
Escuche, libertador de Jehová.
Ese nombre simbolizaba y ese
nombre representaba y declaraba
el propósito por el cual vino,
para librar al hombre de sus
pecados, ser el salvador del
mundo.
¿Pero sabe cuál es la más
increíble expresión de su
sabiduría en todo esto?
Es el propósito por
el cual vino.
Piense en esto un momento.
¿Por qué le envió el Padre?
¿Por qué el Padre envió al Hijo?
¿Por qué vino Jesús?
Si ve todo su comienzo y las
cosas que lo rodearon,
¿por qué vino?
Jesucristo vino a este mundo
como el Cordero de Dios con el
objetivo principal de morir en
una cruz.
Vino como un patrón,
ciertamente un patrón
de vida santa y piadosa.
Pero esa no fue su razón para
venir.
Su razón principal para venir
era morir.
Él dijo: «Vine a dar mi vida en
rescate de muchos».
Y así, cuando ve la sabiduría de
Dios, piense en esto.
Aquí hay una bella expresión de
su sabiduría.
Pongamos a Dios Padre, Dios Hijo
y Dios Espíritu Santo teniendo
una conversación antes de
comenzar la humanidad.
Y sabiendo que el hombre
caería, dijo: «Bien,
¿cómo salvaremos
a la humanidad?»
Claro, no tenía que pensar
en todo al tiempo,
solo voy paso a paso.
Pensémoslo.
«¿Cómo los redimiremos?
Podríamos hacer esto.
Podríamos darles y asignarles
una serie de normas y reglas por
las que deben vivir, por las que
vivirán.
Y por ende, si guardan todas
estas reglas son cierto número
de reglas y normas, entonces sus
pecados serán perdonados y los
aceptaremos, en la familia de
Dios y por ende serán perdonados
y considerados hijos de Dios.
Pero, teniendo una naturaleza
pecaminosa como propias, no
serán capaces de guardar estas
reglas y normas.
Y además, conociendo al hombre,
lo más probable es que haya una
división sobre cuáles son esas
reglas y normas.
Y, ah, el hombre no podrá
estar de acuerdo con todo,
así que no funcionará.
Bueno, ¿qué hay de si el hombre
tiene buena conducta?
Bien, por su naturaleza
pecaminosa, sabemos que no será
bueno en su conducta, porque no
puede.
Su naturaleza es pecaminosa,
será pecaminosa.
Su naturaleza es que será sin
duda separado de nosotros.
¿Qué vamos a hacer?»
Y así, ¿qué hizo Dios?
En su increíble sabiduría, Él no
pensó todo esto y seguro que esa
conversación quizá nunca pasó.
Pero entonces ¿qué hizo?
Decidió que había una manera
para que a la humanidad se le
perdonara el pecado.
Y una de las cosas con las que
Dios lidió fue esta.
Dios tuvo que lidiar con este
tema.
Un momento.
Si, si Dios es santo y
absolutamente perfecto, y el
hombre es pecador, y ha
decretado que el alma que pecare
morirá, y el humano va, va a
pecar y va a morir,
¿qué vamos a hacer?
¿Cómo manejaremos esto?
Solo había una manera.
Dios eligió en su sabiduría
satisfacer plenamente
cada demanda.
Es decir, sabía que el humano en
su conducta no podría estar
a la altura.
No podría guardar reglas y
normas y, y ah, privarse a sí
mismo, tener algún tipo de
ascetismo o una especie de dolor
autoinfligido para hacerse
aceptable delante de Dios.
No había forma de que el humano
en sí mismo pudiera hacer algo
para ser aceptable ante Dios.
Y todavía no puede.
No pudo desde el principio y no
puede hoy.
Y así, Dios tenía que decidir
esto: «¿Cómo podemos, cómo
podemos seguir siendo Dios
Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu
Santo, en perfecta santidad, y
al mismo tiempo perdonar al
humano que no puede ayudarse?
Solo había un modo».
Y Dios en su sabiduría escogió
hacer esto: la divinidad; Dios
Padre, Dios Hijo, Espíritu Santo
tomó una decisión.
Jesucristo, el Hijo de Dios, que
es Dios, vendría a este mundo,
Él mismo, nacido de una
virgen, viviría en el mundo,
y al final iría a la cruz.
Y en esa cruz, Él rendiría su
vida.
El cordero sacrificial, nacido
en un establo como un cordero,
nacido en la «casa del pan»
porque Él sería el pan de vida.
Él rendiría su vida como un
sustituto, como un sustituto
sacrificial para toda la
humanidad.
Y la única persona que podría,
podría hacer eso sería Dios.
¿Quién más podría cargar el
pecado de la humanidad
sino Dios mismo?
Porque todos los demás humanos
sobre la faz de la Tierra
son pecadores.
Y Él no podía morir por su
pecado, solo por su pecado, eso
no funcionaria.
Y Dios en su sabiduría perfecta
eligió venir a este mundo.
Eligió venir, nacido de una
virgen, vivir su vida, ir a la
cruz, ser crucificado por
romanos, pero predeterminado por
la Deidad misma a fin de que
muriera una muerte sacrificial
sustitutiva para que el hombre
fuera perdonado de su pecado, y
cualquier persona,
universalmente sin importar
quién sea, que acepte que Él es
el Hijo de Dios.
Que su muerte es
expiatoria, eso significa
que paga un precio por algo.
Y que es un sustituto, tomó
nuestro lugar.
En el momento en que una persona
elige aceptarlo a Él como
salvador, su muerte como
expiación, su muerte como
sustituto, en ese momento sus
pecados son perdonados, su
nombre será escrito en el Libro
de la Vida.
Será sellado como hijo de Dios
Todopoderoso y eternamente
seguro mientras viva en esta
Tierra y por toda la eternidad.
En su sabiduría, Él dijo que
solo puede haber un camino, una
persona, una cruz, una muerte,
un sustituto, un increíble
sacrificio por el pecado de
la humanidad
y es la persona de Jesucristo.
Así que cuando vemos la escena
del pesebre, si vemos todo el
plan redentor de Dios, así es
como lo veremos.
Veremos la escena
del pesebre con la sombra
de la cruz atravesándola.
Este Dios omnisciente que nos
dio un solo plan de redención
dijo: «Es todo.
Esta es la forma».
Dice: «¿No es eso arrogante?»
Tendrá que culpar a Dios.
«Bueno, ¿no puede haber otra
forma?»
Dios dijo esto: «Una sola».
Y Jesús lo dijo muy claro, muy
simple.
Dijo: «Yo soy el camino, la
verdad y la vida.
Nadie, donde sea, viene al Padre
sino por mí».
¿Sabe de qué trata la Navidad?
La Navidad es esta hermosa,
sublime demostración de la
santa, perfecta sabiduría de
Dios y amar al hombre
incondicionalmente y darnos un
redentor en un modo, de una
manera que nunca podremos borrar
de nuestra mente la escena del
pesebre cuando Dios visitó la
Tierra por primera vez en su
perfecta deidad, tomando sobre
sí la humanidad, para que cada
persona sobre la faz de la
Tierra sea deslumbrada para
siempre por su gloria, su
resplandor y majestad.
Debió ser alojado en
cuerpo humano para
que pudiéramos verlo.
Le hago una pregunta.
Si Dios dice–y lo ha dicho:
«Solo hay una forma, en mi
sabiduría solo hay una forma».
Usted dirá: «Pero es que…».
Ese no es el punto.
No hace diferencia lo que yo
crea o usted pueda creer.
El punto es ¿qué dijo Dios?
Hay uno, escuche.
Dios dijo que hay un camino y
solamente uno.
Y aquí está la belleza de todo.
Lo hizo tan simple.
No requiere ser dueño de algo.
No tiene que ir a algún lado.
No tiene que tener nada.
No tiene que ir a la escuela.
No tiene que, eh, no, no hay una
sola cosa algo material que el
hombre haya inventado
que deba tener.
¿Sabe qué debe hacer?
Solo confiar en Él, creerle,
aceptar lo que dice como verdad.
¿Cómo se hace eso?
Esto debe hacer.
Diga: «Señor Jesús, te saqué de
mi vida todos estos años.
Permíteme pedir tu perdón por mi
pecado.
Y yo creo que tu muerte en la
cruz pagó mi deuda de pecado
porque eso dice tu Palabra.
Y por ende, te pido tu perdón
sobre la base de tu muerte, y
confío en ti como mi
salvador personal para
el perdón de mis pecados».
Usted ha hecho el acto más sabio
que podía hacer sobre la faz de
esta Tierra: y así recibirá el
don de la vida eterna que viene
en una persona, y esa
persona es Jesucristo.
De eso se trata la Navidad.
Y Padre, estamos agradecidos.
Tú en toda tu sublime sabiduría
controlaste, soberanamente
ordenaste cada sencillo aspecto
de la venida de tu Hijo.
Y ahora cientos y cientos de
años después, te reverenciamos.
Te adoramos, te alabamos, te
bendecimos, te obedecemos, nos
postramos ante ti, nos
humillamos ante ti en
reconocimiento y adoración
por tu sublime sabiduría
al hacerlo a tu modo.
Que el Espíritu Santo hable al
corazón de mucha, mucha gente
para que reciban a Cristo, como
única esperanza y como única
puerta al Cielo, como su
Salvador personal.
En su nombre
maravilloso oramos, amén.
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