La presencia que nos fortalece – Dr. Charles Stanley
¿Cuándo fue la última vez que la presencia de Dios le dio energía? La conciencia y la promesa de la presencia de Dios en nuestra vida son esenciales para relacionarnos con Él.
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locutor: En Contacto, el
ministerio de enseñanza
del Dr. Charles Stanley.
Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo.
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy, en el programa
En Contacto,
«La presencia
que nos fortalece.»
Dr. Charles Stanley: ¿Cuándo
fue la última vez que sintió la
presencia de Dios de manera muy
especial, como nunca
la había sentido antes?
O digámoslo de otra forma,
¿cuándo fue la última vez que
sintió su presencia de
manera indescriptible?
No hay palabras
que la describan.
¿Quizás fue al orar o al
estar en un culto de adoración?
O tal vez la experimentó
de manera muy especial
al testificarle a alguien.
Quizás al orar por alguien;
sintió gran carga
por esa persona.
O tal vez fue el hecho de
que estaba pasando por alguna
situación difícil, lo que
le hizo sentir completamente
dependiente de Dios.
Él se le dio a
conocer de manera especial.
Como si se revelara; como si
interrumpiera lo que pasaba
en su vida en ese momento.
Bueno, ¿qué es todo esto?
Se trata de Dios,
manifestándose, mostrándose,
revelándose en nuestra vida.
Y al pensar en eso, quizás
alguien diga: «No sé si Dios
haría eso conmigo o no».
Mire, tal vez la pregunta
sea si estamos preparados
espiritualmente para aceptar
rendirnos a Dios a tal punto que
Él nos hable de manera muy
impactante y fuera de lo común,
para alentarnos y fortalecernos.
Es decir, nos sucede algo que
nunca habíamos experimentado.
Pienso, por ejemplo, cuando
Jesucristo dio la Gran Comisión,
que se encuentra en Mateo
capítulo 28, y, en los últimos
versículos, y muchos sabemos
de memoria «la Gran Comisión».
Leamos lo que dijo, y fíjese que
si hubiese omitido una frase, no
creo que lo hubiesen
logrado escuche.»Pero los once
discípulos se fueron a
Galilea, al monte donde
Jesús les había ordenado.
Y cuando le vieron, le
adoraron; pero algunos dudaban.
Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: ‘Toda potestad me es
dada en el cielo y en la tierra.
‘Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones,
Recordemos que en aquel entonces
no había aviones, trenes, barcos
a motor, automóviles, ni
bicicletas, no había nada de
eso, salvo caballos, camellos
y otros animales de carga.
Id a todo el mundo.
«bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas
que os he mandado».
Punto–Ahora, si se hubiera
detenido ahí, no sé lo que
habrían hecho los discípulos.
Porque lo que estaba diciéndoles
a este grupo pequeño era:
«Quiero que vayan por todo el
mundo y quiero que hablen de mi
crucifixión y de mi
resurrección, y que la
esperanza de la
humanidad está en
una relación personal conmigo».
Bien, primero, ir por todo
el mundo parecía
imposible, número 1.
Segundo, ellos podían haber
buscado muchos argumentos para
hablar de la crucifixión y que
había resucitado de los muertos.
Y por eso tenían muchas
preguntas.
Y luego el Señor concluye la
Gran Comisión, diciendo: y he
aquí yo estoy con
vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo».
Por estar conscientes de la
promesa de su presencia, fue que
unos cuantos discípulos llegaron
a ser cientos, miles y,
con los años, millones.
¿Qué tiene esta frase: «Estaré
con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo»?
A los ojos de Dios es muy
importante que reconozcamos su
presencia; que
entendamos en qué consiste.
Al pensar en su presencia,
¿cómo la definiríamos?
¿cómo la describiríamos?
A menudo hay personas que dicen:
«Creo que Dios está en todas
partes, que Dios está en todo».
Lo que quieren decir es que al
ver la creación que les rodea,
piensan: «Dios está en los
árboles, las estrellas, en las
playas, las montañas,
en todas partes».
De hecho, las personas que son
panteístas en su teología creen
que todo es Dios:
«Ese árbol es Dios».
No es muy común, pero se les
escucha decir: «El océano es
Dios, todo es Dios».
Pero eso no es lo que dice Dios.
Recordemos que Dios es
omnipresente, por eso decimos
que está en todas partes.
Pero la verdad es
que «todas partes»
no es sinónimo de la
presencia de Dios.
Sin duda, Dios está presente
en todo lugar, pero no está en
todas partes de la misma manera.
Por ejemplo, está presente
en nuestra vida, de forma muy
personal, específica
y redentora.
Pero Dios está, digamos, en las
montañas, puesto que las creó.
Pero Dios no es una montaña.
Las montañas, los mares,
estas son creaciones de Dios.
Son muestras de su poder.
Darnos su creación tan hermosa
es resultado de su gran amor por
la humanidad, pero Dios no
está en un árbol
como está en nosotros.
Y quienes no conocen a Dios
personalmente creen que está por
allá en algún lugar lejano.
No saben con certeza quién es
Dios, aunque digan:
«Sí, creo en Dios».
Lo que no entienden es que Dios
no desea que lo veamos, sintamos
o pensemos que Él está por allá
lejos, sino en nuestra vida.
Dios desea
tener relación personal
y estrecha con nosotros.
Eso es lo que Él desea
continuamente y procura
hallar en nuestra vida.
Y por esa razón, Dios ha
operado así en nosotros.
Entonces, al preguntarnos dónde
está Dios, ¿qué responderíamos?
Quizás alguien diga: «Creo
que Dios está en todas partes».
Pero, ¿qué significa eso?
«Que Dios está por allá,
por arriba y por aquí».
También que mas allá.
Sin duda alguna, sabemos
que Dios está en todo lugar.
Pero al mencionar esto, veamos
un pasaje de la Biblia,
en Proverbios capítulo 15.
Porque al decir que Dios está en
todo lugar, quisiera que notemos
lo que dice muy claramente
la Biblia en cuanto a esto.
Vayamos al libro de Proverbios
el capítulo 15, y veamos
Proverbios 15 versículo 29, dice
así: «Jehová está lejos de los
impíos; Pero él oye la
oración de los justos».
Lejos de los impíos.
Alguien dirá: «Pero la Biblia
dice que Dios está
en todas partes».
Sí, está en todo lugar,
pero no de la misma manera.
En la vida de uno de sus hijos,
que es creyente, Dios está
presente de cierta forma.
Pero en quienes lo desobedecen,
quienes no tienen concepto de
Dios y viven de manera vil e
impía, Él no está
en sus vidas de la misma forma.
Permítame explicar esto, mire,
es difícil explicar la presencia
de Dios cuando obviamos ciertos
aspectos y nos limitamos a
pensar en cómo Dios se nos
ha revelado o manifestado
personalmente en algún momento.
Así que al pensar en eso es muy
difícil tratar de explicarlo por
esta razón: Dios a veces,
digamos, se manifiesta.
Es decir, de pronto nos
damos cuenta de su presencia.
Nos percatamos de que está
haciendo algo especial en
nuestra vida, algo poderoso.
Ahora quisiera darle una
definición, aunque no sea
precisa, porque creo que no es
posible describir
adecuadamente la
presencia de Dios.
Pero coloquemos esta definición
ahora y pensemos un momento en
ella: «La presencia de Dios es
la revelación de Dios que hace
el Espíritu Santo a
nuestro espíritu,
con el propósito de…»
¿Con cuál propósito?
«de capacitarnos,
fortalecernos, informarnos
o incluso advertirnos».
Pero lo que quisiera que notemos
es que hay relación directa
entre el Espíritu Santo de
Dios y la manera
en que Dios se manifiesta.
¿Cómo lo hace?
Veámoslo de esta manera, el
lugar del Espíritu Santo en
nuestra vida es
absolutamente esencial.
Él vino a morar en nosotros,
por razones muy específicas.
Por ejemplo, Él es
nuestro maestro.
Él es quien nos fortalece.
Mire, quien nos da entendimiento
de la Palabra de Dios.
De hecho, al leer la Biblia
descubrimos lo siguiente: que
todo lo que el Espíritu de Dios
hace por nosotros es porque no
podemos hacerlo nosotros mismos.
Dios lo envió, ¿para qué?
para vivir en y por nosotros
la vida de Cristo, pues su meta
primordial es
conformarnos a su imagen.
Recordemos que en Génesis,
refiriéndose a la creación, dijo
Dios: «Hagamos al hombre a
nuestra imagen» ¿Por qué Dios
nos creó a su
imagen de sí mismo?
Para tener comunión con
nosotros, para que lo
conozcamos, nos relacionemos
con Él y experimentemos su amor.
Dios quiso
manifestarse a la humanidad.
Entonces, Dios,
¿qué decidió hacer?
Crearnos a su imagen, y
para lograrlo,
tenía que transformarnos.
Así que una persona es salva,
no debido a sus buenas acciones,
una persona salva es aquella
que ha aceptado a Cristo
como su Salvador personal.
En ese momento, el Espíritu de
Dios nos da un nuevo espíritu,
un nuevo espíritu con el
fin de que
podamos relacionarnos con Dios.
La razón por la cual quien no es
salvo no tiene relación personal
con Dios, es porque no puede.
Físicamente nos relacionamos
unos con otros por medio de
nuestras emociones,
nuestras mentes, y el entorno.
Nuestro cuerpo se
relaciona con nuestro entorno.
Nuestro espíritu se
relaciona con Dios.
Si el Espíritu Santo no
mora en nosotros, no podemos
relacionarnos con Dios porque es
su Espíritu el que se relaciona
con el nuestro y nos dirige;
nos ayuda a estar
conscientes de su presencia.
Y Dios está dispuesto a
darnos a conocer su presencia.
Recuerde que el Espíritu de Dios
le habla a nuestro espíritu para
guiarnos, alentarnos,
advertirnos, afianzarnos,
fortalecernos,
motivarnos, avivarnos.
¡No lo ignoremos!
Pero debemos vivir de tal
modo que Dios pueda hablarnos.
No podemos vivir en pecado el
lunes, y el domingo tratar de
ser santos y estar con Dios.
No, no, no
funciona de esa manera.
Dios busca personas que estén
en disposición de obedecerle, de
confiar y creer en Él, abrirse
a Él, reconocerlo, que estén
conscientes del hecho de que
Dios siempre está en el proceso
de hacer algo en nuestra vida.
Ahora permítame preguntarle:
¿Puede usted recordar un momento
en su vida y decir: «¿Sabe qué?
Ese día, en ese momento, tuve
la maravillosa sensación de
experimentar la presencia
de Dios en mi vida,
como nunca la había sentido»?
¿Cómo reaccionó?
¿Dijo: «Bueno, no sé
qué habrá sido eso»?
O dijo: «Dios mío, habla a
mi corazón, Señor,
¿qué quieres decirme?»
Pensemos en esto, Dios no
hace nada por costumbre.
Mire, no hace
nada por accidente.
No hace nada por equivocación.
Y no hace nada sin propósito.
Cuando Dios le habla a nuestro
corazón, es decir, a nuestro
espíritu, cuando Dios nos revela
algo, se manifiesta de pronto en
nuestra vida, Dios
tiene algo en mente.
Y lo que Dios busca son personas
dispuestas a escucharlo, a
guardar silencio, a obedecerle,
para que Él les hable.
Mire, Dios no nos dirá: «Quiero
que hagas esto», si Él sabe que
no lo haremos, si sabe
que andamos en rebeldía.
Él quiere colocarnos en donde
podamos escucharlo y decir: «Sí,
Señor, lo que Tú quieras en
mi vida es lo que yo quiero».
Pero ¿qué significa
eso para nosotros?
Que debemos estar
dispuestos a escucharlo.
Vayamos al Nuevo
Testamento y veamos un ejemplo.
Pedro y los demás discípulos
estaban en la barca, en alta
mar, viento y olas, y
de pronto,
vieron a Jesús
caminar sobre el mar.
¿Qué sucedió?
Cuando Pedro vio que era
Jesucristo, le dijo: «Señor, si
eres tú, manda que yo
vaya a ti sobre las aguas».
Fue en la presencia del Señor
que Pedro tuvo suficiente fe
para andar sobre las aguas.
Y así lo hizo.
Pensemos también, por
ejemplo, en el apóstol Pablo.
Piense si él no hubiese estado
consciente de la presencia de
Dios en su vida, ¿habría
sido azotado 39 veces, sufrido
naufragio, apedreado, dado por
muerto, encarcelado una y otra
vez, habría apelado ante
Festo, Félix y Agripa?
¿Cómo reaccionó?
Siempre se mantuvo firme,
inquebrantable, sin temor
alguno, ¿Por qué?
porque sabía que estaba en
la presencia del Dios vivo.
Al pensar en todo lo que pasó
Pablo, estando en el mar por 3
días, luchando por su vida,
¿podrían haberlo persuadido a
Pablo a pensar que
Dios no estaba con él?
¡Nunca!
Pablo estuvo consciente
de la presencia de Dios.
Pero veamos qué le
sucedió a Pedro.
En la presencia de Jesús,
pudo andar sobre las aguas.
Estando Jesús ausente,
Pedro negó siquiera conocerle.
La diferencia es esta: Tenemos a
Dios morando dentro de nosotros.
Quizás a veces nos sintamos
solos, pero nunca lo estamos,
desde que recibimos a Cristo
como Salvador, nunca, nunca,
nunca, podremos estar solos.
¿Por qué Dios nos ama tanto?
No lo sabemos, solo sabemos que
nos ama y que por alguna razón
ha elegido actuar en la vida de
cada uno de nosotros de manera
que supera
nuestro entendimiento.
Solo debemos estar dispuestos a
reconocer que Dios tiene derecho
a actuar en nosotros.
Y le desafío a esto: antes de
dormir esta noche, supongamos
que vive solo, tomémoslo como
ejemplo, vive solo y en verdad,
quiere experimentar a Dios que
se manifieste en su vida, dirá:
«Señor, estoy en disposición de
que te manifiestes, de que te
reveles como nunca
te he conocido».
Así que en primer lugar, pidamos
a Dios que nos indique cuáles
son nuestros pecados que
no concuerdan
con lo que Él tiene en mente.
Segundo, entreguémosle las cosas
que son piedras de tropiezo
que debemos rendirle.
«Señor, te pido que me indiques
cualquier cosa que sepas que es
piedra de tropiezo entre tu
dominio perfecto en mi vida y lo
que quieres hacer en mí».
En tercer lugar, estar en
disposición de que Dios nos
hable: «Señor, estoy
en disposición de que
te des a conocer como elijas.
Nos sorprenderá ver lo que
Dios está dispuesto a hacer.
La presencia de Dios
no es un misterio.
Su presencia es real.
¿Es prácticamente
indescriptible?
¡Sí!
Porque estamos frente
al Espíritu de Dios.
¿Es un misterio?
No, porque Él mora en
nuestros corazones.
Si hemos sido cristianos desde
hace tiempo, seguro hemos orado
a Dios y le hemos pedido su
dirección en cuanto a ciertas
cosas, y sabemos que Él nos
ha dado dirección
específica en esos momentos.
Supimos hacer lo
correcto, y se lo agradecemos.
Él no solo quiere
darnos respuestas.
Quiere que nuestra satisfacción
sea estar en su presencia.
Las respuestas vendrán.
Entonces pensemos en cómo Dios
nos da a conocer su presencia.
Y al reconocer su
presencia decimos
que su presencia nos fortalece.
Pensemos en esto, cuando pienso
en reconocer su presencia, lo
primero que nos
recuerda es que Él es Dios.
Es el Soberano del universo,
quien gobierna el mundo.
Él es quien creó
todas las cosas.
Él es mi Salvador, mi Amo y
Señor, quien me ama
de manera incondicional.
¡Realmente no tiene comparación!
Dios nos ama tanto que nos
da a conocer su presencia.
«Estar conscientes de la
presencia de Dios nos fortalece
para desempeñar
nuestro trabajo».
Y vemos que una y otra vez,
y hay muchos ejemplos en la
Biblia, en donde,
¿qué hace Dios?
Dios actúa en la vida de alguien
y como resultado esa persona se
siente motivada a
vivir para agradar a Dios.
Se siente motivada a
hacer lo que Dios quiera.
Quizás alguien diga: «Pero
por mi tipo de trabajo».
Digamos, por ejemplo, que
alguien trabaja de secretaria, o
tal vez electricista,
plomero, médico,
o cualquiera que
sea su ocupación.
La verdad es que Dios quiere
que le conozcamos, donde sea que
estemos, en lo que
sea que hagamos.
Así que no debemos
compararnos con otros.
Toda persona es
valiosa a los ojos de Dios.
Lo que quisiera decir es esto.
Mi deseo genuino es que nos
rindamos a Dios
y veamos lo que Él hace.
Dios no se revela de la misma
manera a todos, sino de manera
que se adapte a cada
quien perfectamente.
Pensemos en esto, nuestra
relación con Dios
está hecha a la medida.
O sea, diseñada por Dios
para cada quien en sus
circunstancias, sea quien sea
en este momento en su vida, bien
sea joven estudiante o si tiene
90 años, Dios tiene algo
para cada uno de nosotros.
La pregunta es: ¿lo escuchamos?
¿Nos interesa?
Es decir, ¿deseamos tener
esta clase de relación con Él?
Una vez que la experimentemos,
diremos que podemos estimar todo
lo demás como pérdida al
comenzar a darnos cuenta de que
Dios nos ama lo suficiente
como para manifestarse.
La pregunta es, si en verdad
creemos lo que dice la Biblia:
«no te dejaré, ni
te desampararé».
Si lo creemos, ¿acaso tendremos
alguna razón legítima para
abandonar la batalla,
teniendo a Dios de nuestro lado?
Recordemos lo que le dijo a
Josué: «Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente; no
temas ni desmayes,
porque Jehová tu
Dios estará–
¿dónde? «contigo en
dondequiera que vayas».
Y lo primero que nos
recuerda es que Él es Dios.
Dios también nos recuerda lo que
Él ha hecho en el pasado, y cómo
ha actuado en las vidas de
todos esos personajes bíblicos.
Pienso en mi propia vida, y
recuerdo tiempos difíciles,
situaciones que nunca
hubiese querido confrontar.
Pero, Dios estuvo allí,
en cada una de ellas.
He librado batallas, grandes,
batallas en la iglesia, y desde
aquí pude presenciar, viendo
quiénes votaban a mi favor y
quiénes en contra.
Fue muy interesante.
Pero siempre con la perfecta paz
de Dios, seguridad y confianza.
¿Por qué?
Porque sabía que estaba en la
presencia de Dios, viéndolo a Él
actuar en las vidas de
otros hasta solucionarlo todo.
El creyente no tiene
razón por qué temer.
Pensemos en esto, si alguien
estuviese en el ejército y
tuviese mil tanques con 100 mil
hombres, y todo un
escuadrón de aeronaves a su
disposición y tuviese
que enfrentar a
solo 100 soldados.
¿Tendría temor?
¡Ni le pasaría por la mente!
Quisiera que observemos algo.
Porque todo depende de
cómo veamos las cosas,
lo que vemos y lo que no vemos.
Le invito a buscar
2 Reyes capítulo 6.
Le daré una idea
de lo que sucedía.
El rey de Siria estaba en
guerra contra Israel y no podía
comprender algo, no entendía por
qué la nación de Israel
y su rey lo sabían todo.
Así que el rey de Siria llamó a
uno de sus siervos y le dijo lo
siguiente: «…¿No me
declararéis vosotros quién de
los nuestros es
del rey de Israel?
Entonces uno de los siervos
dijo: ‘No, rey señor mío, sino
que el profeta Eliseo está en
Israel, el cual declara al rey
de Israel las palabras
que tú hablas
en tu cámara más secreta».
Ya estaban al tanto de
lo que estaba ocurriendo.
«Y él dijo: ‘Id, y
mirad dónde está,
para que yo envíe a prenderlo.
Y le fue dicho: ‘He
aquí que él está en Dotán.
«Entonces envió el rey allá
gente de a caballo,
vinieron de noche,
y sitiaron la ciudad.
Y se levantó de mañana y salió
el que servía al varón de Dios y
he aquí el ejército que
tenía sitiada la ciudad,
con gente de a caballo y carros.
Entonces su criado le
dijo: ¡Ah, Señor mío!
¿qué haremos?».
Muerto de miedo.
Ahora miraron con ojos humanos.
Veamos qué dijo el profeta,
Eliseo: ‘No tengas miedo, porque
más son los que están
con nosotros
que los que están con ellos.
«Y oró Eliseo, y dijo: ‘Te
ruego, oh Jehová, que abras sus
ojos para que vea’.
Entonces Jehová abrió los ojos
del criado, y miró; y he aquí
que el monte estaba lleno de
gente de a caballo, y de carros
de fuego alrededor de Eliseo'».
Pasa esto, el reconocimiento de
la presencia de Dios en su vida,
nos faculta para que veamos
las cosas desde
la perspectiva de Dios.
Y generalmente todo cambia,
al verlo desde su perspectiva.
Es el punto de vista, con
ojos espirituales o humanos.
Mi deseo es que todos nosotros,
donde quiera que estemos, no
perdamos en la vida, una de las
mayores bendiciones en la vida
que es aprender a vivir
en la presencia de Dios.
Aprendamos a reconocer que en
cualquier momento Dios puede
manifestarse como
nunca imaginamos.
No es algo que podamos
inventar, ni predecir,
ni podemos hacer nada
que lo propicie.
Es algo que Dios decide hacer en
nuestra vida porque nos conoce,
sabe dónde estamos y lo que
quiere lograr en nosotros.
Si usted no ha aceptado a Cristo
como su Salvador, piense: «En
realidad no
comprendo todo esto».
Mire, es normal
que no lo entienda.
¿Sabe por qué?
Porque aun no puede
comunicarse con Él.
Debe comunicarse con Dios
mediante el Espíritu Santo, pero
si no es creyente, no tiene
al Espíritu de Dios,
por eso le es imposible.
Puede hablar de esto,
pero no puede vivirlo.
Y quisiera exhortarle a que
le pida a Cristo
que perdone sus pecados.
Basándose en lo que hizo en el
Calvario, pídale perdón, rinda
su vida a Él, permita que el
Espíritu de Dios venga a su vida
y proceda a actuar
maravillosamente.
Su vida nunca será la
misma, solo pídaselo a Dios.
Padre, cuán agradecidos estamos
por tu sublime gracia te rogamos
que nadie que escuche y diga:
«bueno, pero», porque Tú nos
amas a todos sin excepción;
y estás listo para revelarte
cuando sabes que es sumamente
necesario para lograr tu
propósito en cada
uno de nosotros.
Padre, te pido en este día que
nos rindamos a Ti en entrega
total y en disposición
de hacer lo que desees.
En el nombre de Jesús, amén.
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