La lucha por el dominio propio – Dr. Charles Stanley
En este mensaje, el Dr. Stanley habla acerca del conflicto interno que cada uno de nosotros enfrenta: la batalla entre obedecer a Dios o complacer nuestra carne. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea
Dr. Stanley: ¿Hay algún
aspecto de su vida que
consideraría que está fuera
de control?
¿Qué del manejo de su dinero?
¿Hay un descontrol?
¿Qué de su vida moral?
¿Diría que está sin control?
¿Qué de su relación
con otras personas?
¿Está fuera de control?
¿Qué de la actitud que tiene
hacia algunas personas?
Como envidia.
Al pensar en su vida, ¿hay
algún aspecto del cual diría:
«Bueno, creo que está
sin control»?
Por ejemplo,
bebe, y quizás consume drogas.
O tal vez apuesta un poquito,
eso dice.
¿Y qué de los chismes?
¿Qué de tener
un espíritu crítico?
¿Qué de ser perezoso?
Nada de eso cuadra con nosotros.
Por eso el apóstol Pablo
les dijo a los Gálatas:
«el fruto del Espíritu
es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre,
templanza».
Entonces, al considerar su vida,
¿diría que su vida
está bajo control?
¿O diría que ciertos aspectos
de su vida sin duda
no están bajo control?
Bueno, es una lucha,
y así se titula
el mensaje de hoy:
La lucha por el dominio propio.
Todos queremos tener control
de nuestras vidas.
Con eso quiero decir esto,
queremos tener una relación con
Dios de entrega a Él al punto
que no siempre estemos luchando;
porque, mire, si las cosas
no están bien entre usted y Dios
es como un tira y afloja.
Dios quiere que hagamos
lo bueno.
Queremos, pero,
no lo hacemos y hay tensión,
estrés,
ansiedad y a veces tristeza,
falta de paz, falta de gozo,
falta de todo lo que Pablo acaba
de mencionar.
Mire, no podemos vivir una vida
de desobediencia a Dios
y tener amor, gozo, paz,
bondad y todo lo demás.
No podemos.
Dirá: «Pues soy medio feliz
como soy».
Medio, pero no hay felicidad
real, ni gozo, ni paz, ni amor
verdadero si no estamos
de acuerdo con el Señor respecto
a nuestra vida.
Así que deseo que pensemos
respecto a todo este asunto de
la lucha por el dominio propio
en nuestra vida porque todos
o hemos tenido una lucha,
o estamos en plena lucha
en el presente.
Así que pensemos en esto: ¿Diría
que su vida está bajo control?
Que tiene una actitud un tanto
saludable respecto a todo esto.
El deseo de ganar la aceptación
de otros.
¿Qué tan grande es ese deseo que
tiene de ser aceptado por todos
los demás?
El deseo de ser amado por otros.
¿Quiere que le amen?
O sea, tener una relación
cercana.
¿Qué de los deseos de tener toda
clase de placeres?
¿Le caracteriza eso?
Lo que sea divertido, lo que sea
que le haga sentir bien por el
momento, eso es lo que busca.
¿Qué del sexo?
¿Tiene deseos sexuales que están
fuera de la voluntad de Dios?
Vivimos en una sociedad que está
muy orientada a lo sexual.
Y el apóstol Pablo vivía en una
sociedad que era una fosa
séptica de inmoralidad,
y Pablo lo sabía.
¿Qué de los deseos de riqueza
y seguridad?
¿Qué rango tiene eso en su lista
de aspectos importantes?
Riqueza y seguridad.
¿Qué de los deseos de logro
y superación?
¿Es saludable ese deseo,
o quiere superar a los demás?
Quiere ser mejor que otros.
¿Qué del deseo de tener
notoriedad y fama?
Mire, por eso es que la gente
comete atrocidades.
Tendrán su nombre y su foto
en la televisión
y en el periódico,
pero mire cuánto les costó.
¿Diría que tiene un gran deseo
de felicidad?
Si eso es cierto,
¿qué hace para ser feliz?
¿Qué hace para ser feliz?
¿Qué de su deseo
de atractivo personal?
¿Es malo eso?
No, no lo es; pero ¿requiere
mucho de su tiempo, de su mente?
¿Solo quiere lucir bien o quiere
lucir bien y mejor que alguien
más?
¿Siente esa fricción?
«Si tan solo pudiera arreglarme
el cabello como el de ella».
«O si tan solo pudiera vestirme
como ella, o como él».
¿Qué del deseo de control?
¿Tiene el deseo de controlar a
otros?
De algún modo, tiene que ser el
número 1.
Y en su negocio no es
el número 1, pero le gustaría
serlo, quiere serlo.
También, por ejemplo,
un deseo de aceptación propia.
«Solo quiero aceptarme
tal como soy».
Ni usted ni yo nunca seremos
alguien más.
Piense en esto: no importa quién
sea, ni cómo se perciba usted
mismo, ni lo que quiera hacer en
su vida, nunca será, nunca será
como alguien más, Dios le creó
tal como es.
Ahora, sea que distorsionemos
eso por nuestras acciones o
actitudes, eso es otra cosa.
Pero al pensar en todo esto,
¿diría que su vida está bajo
control?
Que tiene una actitud un tanto
saludable en torno a todos estos
aspectos.
Ahora, hablemos del dominio
propio.
El dominio propio en sí
es pensar antes de actuar;
lo que no hace mucha gente.
Pensar antes de actuar
y considerar seriamente
los resultados que tendremos.
¿Diría que eso es cierto
en su vida?
Su vida está bajo control,
piensa antes de actuar.
Se trata de la lucha
por el dominio propio.
Desde el versículo 19 del
capítulo 5, Pablo nos prepara
para los frutos del Espíritu,
al decir, en versículo 19:
«Y manifiestas son las obras
de la carne.
Ahora, note lo que dice,
hay frutos del Espíritu; o sea,
lo que acabamos de mencionar,
amor, paz, gozo, estas actitudes
vienen a ser de la labor
del Espíritu Santo en nosotros.
Pero fíjese cómo contrasta eso
en el versículo 19:
«Y manifiestas son las obras
nuestras acciones de la carne,
nuestra manera de vivir que son:
Y las primeras 3 tienen
que ver con sexualidad.
Dice: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas
semejantes a estas; acerca de
las cuales os amonesto, como ya
os lo he dicho antes, que los
que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios».
Mucha atención, quizás esté
sentado hoy aquí, o en donde
esté, y diga: «Pues supongo que
no iré al cielo porque he hecho
una de todas esas cosas».
La palabra clave en el pasaje
es: «os lo he dicho antes, que
los que practican tales cosas».
No entraré en detalles en cuanto
al verbo griego usado aquí, pero
significa que es una forma de
vida.
No es que no haya sucedido en su
vida, porque lo más probable, al
ver esta lista, es que todos
hasta cierto punto, a veces
hemos cometido uno o todos esos.
Pero no es una práctica, ni una
forma de vida.
Al aceptar a Cristo, nada de eso
cuadra con quienes somos.
Al decir: «los que practican
tales cosas», es su estilo de
vida.
Alguien que bebe todo el tiempo,
es su estilo de vida.
Alguien que siempre está en algo
sexual, es su estilo de vida;
podemos hacer una lista.
No estamos diciendo que alguien
que haga algo de esto
no irá al cielo.
Pero si ha llegado al punto que
los practica, es su forma
de pensar, es parte de su ser,
es porque no es salvo.
No puede vivir así
continuamente,
siendo salvo en verdad.
Dirá: «Bueno, pensaba».
No, escuche lo que dice:
los que practican tales cosas
no heredarán el reino de Dios.
Así que esas son
nuestras acciones.
Pero,
¿qué del fruto del Espíritu?
Pensemos en eso por un momento y
hagamos unas cuantas preguntas.
Al pensar en eso, considere
la sociedad en la cual vivimos;
compare el fruto del Espíritu
con lo que nos rodea, y
pregúntese: ¿Me considerarían
seguidor de Cristo debido a mi
conducta, lo que hago, lo que
veo, los lugares a donde voy,
cómo gasto mi dinero?
O sea, todo eso que considera
importante en su vida,
¿encaja con quién es usted?
Al aceptar a Cristo
como nuestro Salvador,
le damos la espalda al pecado.
No significa que no volveremos
a pecar,
le damos la espalda al pecado.
Así que nuestro compromiso con
el Señor es serle obedientes
y andar en sus caminos porque
queremos el fruto del Espíritu
en nuestra vida, amor, gozo,
paz, benignidad, bondad.
Y queremos todos estos frutos
porque estaremos más
satisfechos, estaremos más
seguros, podremos identificarnos
con otros de una forma muy
diferente a como lo hacíamos.
Entonces, al ver su propia vida,
en estos días, ¿diría que está
caminando en el Espíritu?
Y sus conocidos ¿le conocen como
alguien que anda en el Espíritu?
Tiene algo distinto.
¿O ven en usted esa tensión,
ese estrés, esa ansiedad,
como un tira y afloja.
¿Cómo rompe esa tensión,
ese estrés y todo lo demás?
Rindiéndose al Señor,
entregándole su vida; diciendo:
«Señor, la manera en que
he vivido no funciona.
No quiero vivir así».
Pienso en quienes pasan toda su
vida cautivos de algún pecado;
viviendo en esclavitud en sus
corazones y mentes; muchos viven
y mueren sin nunca experimentar
el amor de Dios, la bondad,
la libertad, la gentileza
y las recompensas de Dios.
Pasan toda su vida
sin nunca experimentar eso.
Entonces, si alguien le dijera
hoy: «Bueno, en esta etapa de
su vida, tenga la edad que sea,
¿dónde diría que se encuentra?».
¿Diría que es alguien que
experimenta el amor de Dios?
Alguien que reconoce que
Él es la fuente de todo.
¿Diría que es alguien que ama a
otras personas?
Se alegra al ver a otras
personas ser bendecidas.
Se alegra al ver que otros son
salvos.
Le encanta escuchar la Palabra
de Dios.
¿Podría decirse eso de usted?
¿O tendría que decir: «No puedo
explicarlo bien, pero soy muy
desdichado.
Me gustaría ser diferente.
Hay cosas en mi vida que
quisiera eliminar, pero hay
algunas cosas que no puedo
dejar».
Sí puede.
No hay nada en su vida que no
pueda dejar, el pecado que sea,
si está dispuesto a entregar
su vida a Cristo y decirle:
«Mi vida es un desastre.
La arruiné, he herido a otros,
he pecado contra ti
y contra mí mismo, he pecado
contra quienes más amo.
Señor, ¿puedes ayudarme?
Te doy mi vida».
¿Le ayudará?
Cambiará su vida.
Cambiará su vida.
Domino propio.
¿Diría que su vida está bajo
el control de Dios?
Si no, permítame preguntarle:
¿Es feliz?
No lo es.
¿Está satisfecho con cómo
le va en la vida?
No.
No puede vivir fuera de la
voluntad, el plan, el propósito
de Dios para su vida
y ser feliz.
No puede.
No el verdadero gozo.
Ni la paz real.
Ni ninguno de esos frutos
del Espíritu.
Eso no estará en su vida.
El fruto del Espíritu,
no de la carne.
Y lo que más me concierne
es cómo la gente vive y al ver
su pasado piensan: «Bueno,
¿por qué me sucedió esto?
¿Por qué,
por qué no fui bendecido?
¿Acaso no fue por
no escuchar a Dios?
Si vivimos en desobediencia
ante Dios,
sufriremos las consecuencias.
Es decir, todos los que decimos
ser seguidores de Cristo,
no hay excusa aceptable para que
no tratemos de llevar una vida
consagrada en la cual el
Espíritu Santo controle nuestra
mente y nuestras acciones.
Cuando Él tiene el control,
pensamos antes de actuar,
nuestras acciones siguen
su propósito, su plan
y su voluntad para nuestra vida.
Entonces ¿cuál es la clave
para nuestro dominio propio?
En este breve pasaje bíblico,
Pablo nos da una oportunidad
de examinarnos
para ver dónde estamos en
nuestra relación con el Señor.
Entonces, dominio propio
requiere que pensemos
antes de actuar.
Eso debe escribirlo.
Dominio propio requiere que
pensemos antes de actuar.
Y el problema es este:
la gente actúa antes de pensar,
y luego se lamentan.
Entonces, hay que tener un firme
deseo de obedecer a Dios.
Sin un gran deseo de obedecer
a Dios, no llevaremos
una vida consagrada.
No superaremos casi cualquier
cosa sin ese firme deseo
de que Dios nos faculte.
Así que debemos creer en nuestro
corazón que el Espíritu Santo,
quien mora en nosotros,
nos facultará.
Pensemos en esto.
Jesucristo sabía todo
sobre tentaciones,
pruebas y todo lo demás.
Por tanto, cuando nos prometió
el Espíritu Santo,
sabía lo atroz que era
la sociedad en aquel tiempo.
Al aceptar a Cristo como nuestro
Salvador, el Espíritu de Dios
vino a nuestra vida
para facultarnos para vivir
en cualquier sociedad
donde vivamos, para vencer
toda clase de pecados.
Así que no es usted solo contra
su entorno, sino usted y el
Espíritu Santo, quien ha
prometido darle lo que necesite
para ser victorioso; está allí,
con solo pedírselo y entregarle
su vida.
Al pensar en eso, considere que
tiene a alguien para ayudarle a
superar esto.
Así que considere muy en serio
estas preguntas.
Piénselo por un momento.
Antes de hacer cualquier cosa,
pregúntese: ¿Cómo me afectará
esto espiritualmente?
En segundo lugar, ¿cómo me
afectará esto económicamente?
Y ¿cómo afectará mi salud?
Mucha gente hoy está donde está
físicamente por haber
quebrantado las leyes físicas
que Dios les ha dado.
Luego se preguntan por qué están
donde están.
Así que a menudo es una
violación de un principio que
Dios les ha dado.
Pensémoslo: ¿Cómo esto afectará
en lo espiritual, en lo
económico, en mi salud?
¿Cómo esto afectará la manera en
que otros me ven?
¿Dirán al verle: «Ella está muy
entregada al Señor»?
«Puedo percibir que él está muy
dedicado al Señor.
Nunca lo convencerían de ir a un
lugar así.
Nunca permitirían eso en su
vida».
Es decir, al pensar en su vida,
¿cómo le ven los demás?
No perfecto, nadie es perfecto,
pero le ven, mucha atención, ¿le
ven como un verdadero creyente?
¿Ven en usted a alguien que no
solo dice ser creyente, sino una
persona que lo vive?
No perfecto, pero ven la
diferencia en usted.
Entonces, hágase esa pregunta,
todas estas preguntas.
Y pregúntese: ¿Cuáles son las
consecuencias de mis acciones?
Mis compañeros de trabajo,
¿me ven como alguien que
ha llevado una vida cristiana?
Mis amigos, ¿me ven como alguien
que hoy fue sincero
en esta situación?
¿Me ven otros como alguien que
es muy insensato con el dinero?
¿Irresponsable con mi vida
moral?
¿Irresponsable con mi actitud?
Dicho de otro modo, es el fruto
del Espíritu evidente en
nuestras vidas a diario?
¿Cada día?
Pensemos un momento en esto,
Dios ha provisto lo mejor de Él
para nosotros, y mire, no he
dicho que sea fácil.
No es fácil.
A veces es difícil tener lo
mejor de Dios.
Pero permítame preguntarle: ¿Qué
es mejor que lo mejor de Dios?
¡Nada!
Entonces cuando Pablo escribió
toda esta carta de Gálatas,
escuche lo que dice.
Por ejemplo, dice en el último
capítulo: «No os engañéis; Dios
no puede ser burlado: pues todo
lo que el hombre sembrare, eso
también segará».
En todos estos 6 capítulos,
nos anima a vivir como agrada
a Dios.
¿Y qué dice?
No os engañéis.
O sea, no crean la mentira del
diablo.
Dicho de otro modo, no podemos
burlar a Dios y decir: «No creo
en Dios y todo lo demás».
«todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará».
Aunque lo crea o no.
«Dios no puede ser burlado: pues
todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará».
Punto.
Quizás alguien diga: «Bueno, no
creo que uno siempre coseche lo
que siembre».
Entonces eso sería decir que
Dios mintió.
Le diré otra razón para creerlo,
vea a su alrededor, vea a sus
amigos que toman, vea a quienes
se drogan, quienes viven en
inmoralidad a diario; quienes
engañan si pueden, mienten si
pueden, y se jactan de eso.
No querrá esa clase de vida
porque, mire, no podemos cambiar
la ley de Dios.
No podemos cambiarla, y su ley
es: cosechamos lo que sembramos.
Piense en esto, ha estado
sembrando algo todos estos años.
Ahora, Dios dice que segará una
cosecha, ¿acaso algo se le
escapa a Dios?
No.
¿Acaso Dios es sentencioso?
No.
El problema es que escuchamos lo
que dice pero no lo creemos.
Por ejemplo, si alguien me
dijera: «Le diré algo, pastor,
si usted baja hasta acá,
sucederá esto, si lo hace,
se fracturará la pierna».
¿No sería insensato ver esos
4 escalones y decir:
«Pues lo haré de todos modos»?
¿Sabe qué?
Justo eso es lo que hace la
gente cuando escuchan la Palabra
de Dios, y luego dicen: «Bueno,
sí creo eso».
Pero salen y hacen todo lo
contrario.
Ahora, preste mucha atención,
es cosa peligrosa escuchar
la Palabra de Dios,
y luego desobedecer a Dios
a sabiendas y adrede.
Peligroso, porque lo que el
hombre siembre, eso cosechará.
Cosechamos lo que sembramos,
más y después de sembrarlo.
No nos gusta esa parte.
Solo porque no le vaya mal ahora
mismo en su vida, y cree que se
ha salido con la suya con su
pecado, no es así, no ha quedado
impune, le diré por qué.
Dios le ama mucho para dejar
que se salga con la suya.
Le ama mucho para eso.
Además, iría en contra de sí
mismo.
Dios ha escogido lo mejor para
quienes están prestos a
escuchar, rendirse y andar
en sus caminos, tiene lo mejor.
No vea a los demás
ni se compare con nadie.
Dios tiene un plan para su vida.
Él tiene el mejor plan
para su vida.
Pregúntese: ¿Qué estoy haciendo
en mi vida que, mucha atención,
qué estoy haciendo en mi vida
que está robándome
de lo mejor de Dios?
¿Qué es?
¿Qué está haciendo que está
robándole lo mejor de Dios?
Creando estrés, tensión,
conflicto, un tira y afloja en
su vida.
¿Qué hay en su vida que no puede
dejar?
¿Qué quiere, que quiere en su
vida que anhela pero no tiene?
¿Qué está haciendo en su vida
que le ha cerrado la puerta
a las bendiciones de Dios?
Pienso en cuán maravilloso
y amoroso es Dios,
y la gente escucha la verdad
y se van creyendo que
no hay consecuencias.
Escuche muy bien, preste mucha
atención, escuchará al diablo
decirle esto: «No tienes que
creer todo esto.
No tienes que creer todo esto».
Pero de este lado Dios dice:
«Cosecharás lo que siembres».
La decisión es nuestra, y le
digo: es peligroso escuchar el
evangelio, es muy peligroso
escuchar el evangelio y
apagarlo, dejarlo, porque luego
somos responsables de saber
la verdad, negar la verdad,
y decirle no a Dios.
Es peligroso escuchar
el evangelio, y es maravilloso
escuchar el evangelio.
Depende de cómo respondamos,
de cómo reaccionemos.
Oremos.
Padre, en el nombre de Jesús,
qué momento tan crítico es este,
para quienes están aquí y
quienes nos escuchan y ven, que
su eternidad puede depender de
su decisión en este momento.
Dios mío, que tu amor los mueva;
que tu amor los rodee y los
afiance.
Que sean sabios para reconocer
que eres Dios, el único Dios
verdadero, y tienes el mejor
plan posible para ellos de ahora
en adelante, si están dispuestos
a decir «sí, Señor, sí, sí,
Señor».
En el nombre de Jesús, amén.