La clave para tomar decisiones sabias – Dr. Charles Stanley
Seguir los mandamientos de Dios le llevará por el camino de la sabiduría a medida que recibe la certeza de la paz, protección y provisión del Señor. En este mensaje, el Dr. Stanley explica que seguir el camino del mundo solo nos conduce a la decepción, mientras que tomar decisiones sabias nos conduce a lo mejor de Dios, ya que Él hace que todo sea para nuestro bien.
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locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley celebra 45
años de la fidelidad de Dios.
Hoy en el programa En Contacto,
«La clave para tomar
decisiones sabias».
Dr. Charles Stanley: ¿Cómo
toma usted sus decisiones?
¿En qué basa su proceso de toma
de decisiones?
Todos tomamos decisiones a
diario.
A veces parecen ser
insignificantes, pero con el
tiempo vemos que sí eran
importantes.
A veces tienen poca o ninguna
repercusión, otras veces las
consecuencias son grandes.
Algunas de ellas pueden resultar
en gozo; no así otras.
Todos estamos tomando
decisiones, y éstas no solo nos
afectan a nosotros sino también
a otras personas.
Y nuestras decisiones
tienen una base.
O sea, todos basamos nuestras
decisiones en algo.
Y en este mensaje hablaremos
sobre como tomar decisiones
correctas ¿Cómo podemos tomar
decisiones sabias?
Bueno, hay muchos ejemplos en la
Biblia, pero, deseo que veamos
un pasaje en particular y
especialmente a un hombre que
desde muy joven aprendió a tomar
decisiones sabias.
Veamos el contraste entre
la manera correcta
y la incorrecta de hacerlo.
Le invito a buscar, por favor,
el libro de Daniel.
Y quisiera hablar un poco del
contexto.
Todos conocemos a Daniel por
haber estado en el foso de los
leones, pero algo más importante
en su vida es algo que le
enseñaron sus padres
desde pequeño.
El profeta Jeremías le había
profetizado al pueblo de Israel
por mucho tiempo que por su
pecado, por haberse alejado de
Dios, el juicio de Dios vendría
sobre ellos.
Y esto es algo que les dijo, por
ejemplo: «Por tanto, así ha
dicho Jehová Dios de los
ejércitos: ‘Porque dijeron esta
palabra, he aquí yo pongo mis
palabras en tu boca por fuego, y
a este pueblo por leña, y los
consumirá».
Y el juicio era éste, les dijo:
‘He aquí yo traigo sobre
vosotros gente de lejos, oh casa
de Israel’, dice Jehová; «gente
robusta, gente antigua, gente
cuya lengua ignorarás, y no
entenderás lo que hablare.
‘Su aljaba como sepulcro
abierto, todos valientes.
‘Y comerá tu mies y tu pan,
comerá a tus hijos y a tus
hijas; comerá tus ovejas y tus
vacas, comerá tus viñas y tus
higueras, y a espada convertirá
en nada tus ciudades
fortificadas en que confías.
‘No obstante, en aquellos
días’, dice Jehová,
‘no os destruiré del todo'».
Y, desde luego, no les gustó.
¿Entonces qué hicieron?
Lo encarcelaron.
No les gustó lo que
profetizaba,
y lo pusieron preso
para callarlo.
Pero pasó esto, En el capítulo
32: «Y vino palabra de Jehová a
Jeremías, diciendo: ‘He aquí que
yo soy Jehová, Dios de toda
carne; ¿habrá algo que sea
difícil para mí?’ «Por tanto,
así ha dicho Jehová: ‘He aquí
voy a entregar esta ciudad en
mano de los caldeos, y en mano
de Nabucodonosor rey de
Babilonia, y la tomará'».
Entonces en el libro de Daniel,
que comienza a cumplirse la
profecía que acabamos de leer.
Y es que Nabucodonosor atacó a
Jerusalén, a Judá, y se llevó a
cientos y cientos de personas
cautivas.
Mató a muchas, claro, quemó las
puertas, derribó los muros.
Uno de los que fueron llevados
cautivos a Babilonia fue Daniel.
Quizás tenía unos 13 a 16 años
de edad.
Él, junto a muchos otros niños y
jóvenes hebreos, fueron llevados
a Babilonia, y el rey dijo:
«Esto es lo que haré, «tomaré a
los más sabios, los más
educados, «los de mejor parecer,
«los que parezcan tener más
potencial «y lo que quiero que
hagamos es «babilonizarlos», o
sea, hacer que piensen, actúen
y vivan como nosotros.
Entonces todas estas cosas
comenzaron a ocurrir en sus
vidas y, desde luego, al estos
jóvenes crecer en medio de todo
eso hasta cierto punto no ponían
resistencia.
Hacían exactamente lo que se
esperaba de ellos, pero llegó un
momento en que decidieron:
«Ya no más».
«No lo haremos».
«Aquí tomamos nuestra postura».
Así que en este mensaje deseo
hablar de todo lo que constituye
la base de las decisiones que
tomamos en nuestra vida.
Hay 2 palabras que debemos
recordar, aunque olvidemos el
resto de este mensaje, porque
este es el punto crucial
de todo lo que hablaremos.
En primer lugar, veamos la
definición de un principio y
cómo se diferencia de una
preferencia.
«Un principio es una regla moral
con base bíblica que guía
nuestra conducta».
Algo que determina nuestro
comportamiento.
Es decir, basamos nuestras
acciones en un principio moral
una norma moral de la Palabra de
Dios.
Es un modo de pensar y una
manera de tomar decisiones.
Se trata de principios tomados
de la Palabra de Dios, mediante
los cuales establecemos todas
nuestras convicciones, nuestro
sistema de creencias.
Es decir, todos tenemos
convicciones, todos tenemos
algún tipo de sistema de
creencias.
La pregunta es: ¿Cuál es la base
de lo que creemos?
Los creyentes decimos: «La
Palabra de Dios es la base de
nuestras creencias»; y conforme
a eso tomamos decisiones.
Por ejemplo, veamos los 10
Mandamientos: «No robarás, no
mentirás, no engañarás,
cometerás adulterio,
a un solo Dios adorarás».
Es decir, estos son principios
bíblicos básicos.
Si decimos: «Soy cristiano
y vivo conforme
a la verdad de la Biblia».
Debemos vivir conforme a lo que
nos enseña en su Palabra.
Cuando alguien dice: «Me rijo
por mis principios».
Quiere decir esto: «He
establecido una senda en mi vida
y andaré en esa senda.
Haré lo que me digan mis
convicciones porque ellas están
basadas en la Palabra de Dios».
Es una manera de simplificarlo,
hasta cierto punto.
Entonces al pensar en cuáles son
los principios que rigen su
vida, podría usted
decir, por ejemplo:
«Me guío por principios».
Ahora la otra palabra es
preferencia.
Las preferencias son decisiones
basadas en gustos,
aversiones, y deseos.
Una persona que actúa de esta
manera: «Bueno,
hoy es un mal día.
No me gusta, así que llamaré al
trabajo y diré
que estoy enfermo.
Claro que no es verdad, pero
llamaré y diré
que estoy enfermo».
La preferencia dice: «Mentiré
porque eso me dará lo que quiero
hoy, que es un día libre».
La preferencia dice: «Actuaré
basándome en la circunstancia».
«Actuaré basándome en mis
sentimientos, mis deseos, me
basaré en las cosas que me
agradan, lo que me honra, lo que
me haga ver y sentir bien, lo
que me beneficie».
La gente basa sus decisiones en
una de esas 2.
O nos regimos por los principios
de la Palabra de Dios, o seremos
inconstantes porque
todo dependerá
de nuestras circunstancias.
Depende de cada situación.
Hay quienes hablan de la «ética
de la situación», es decir,
tomar decisiones basándose en la
situación y lo que
deseo obtener de ella.
Ahora, el problema es este, que
esta es una manera destructiva y
peligrosa de criar a nuestros
hijos porque si ellos ven a sus
padres actuar basándose en sus
preferencias, si ven esa clase
de contraste: «Digo esto, pero
hago aquello».
Lo que hacemos es enseñarles a
vivir de una manera que no tiene
ningún sentido de fortaleza,
honestidad ni protección.
Por ejemplo, si alguien va
manejando a medianoche, y por la
carretera, que tiene una línea
blanca en el centro.
Mientras esté esa línea
divisoria allí,
sabrá por dónde debe ir.
Siempre y cuando se quede en su
carril, y los otros autos en el
suyo, estará fuera de peligro.
Pero es a medianoche, y no hay
luces, porque es zona rural.
Así que de repente ya no está
la línea divisoria.
¿Qué pasa?
No sabe dónde está y quizás
se esté tambaleando
de un lado a otro.
Está muy oscuro y va de un lado
a otro porque no tiene línea
divisoria que le guíe.
Quien toma decisiones basándose
en preferencias es como el que
maneja por la carretera sin
línea divisoria.
Porque los deseos cambian.
Las circunstancias cambian.
La vida nos cambia.
Por ende, si basamos nuestras
decisiones en tal preferencia
hoy y mañana en otra, entonces
no tendremos un verdadero
sentido de dirección y
guía en la vida.
Ahora, alguien puede tener
convicciones sin ser cristiano.
Pero tal vez considere correcto
algo que nosotros nunca
aprobaríamos porque la Biblia es
muy clara.
Pero un seguidor de Cristo tiene
convicciones básicas y ellas se
convierten en los principios por
los cuales nos regimos.
Sin ellos, vamos sin rumbo.
En el caso de Daniel, es muy
evidente que sus padres le
enseñaron desde pequeño a
regirse por principios, por lo
siguiente: Primero
a esos jóvenes
les cambiaron sus nombres.
Y tuvieron que aprender la
literatura de Babilonia,
una nación impía.
Tuvieron que aprender de su
cosmovisión, sus dioses, su
idolatría, su estilo de vida.
Luego llegó el momento cuando
el rey dijo:
«Esto es lo que deben de hacer.
Quiero que les enseñen nuestra
literatura, nuestro modo de ver
el mundo, quiero que aprendan
todo esto, porque quiero que
sean y hagan lo mejor, que
luzcan de lo mejor.
Quiero que coman y beban
de mi mesa.
Es decir, mi comida es la mejor,
su apariencia será la mejor.
Les daré un período de tiempo, y
cuando me traigan a estos
jóvenes espero verlos de buen
parecer, espero que hayan
adoptado nuestro estilo de vida.
Espero que se
apasionen por Babilonia.
Es decir, quiero que los
transformen».
Entonces, Aspenaz, el jefe de
sus oficiales, fue a Daniel, y a
Sadrac, Mesac y Abed-nego y les
dijo: «Esta es la dieta».
Comerían lo mismo que
comía el rey.
Todo sonaba muy bien.
De hecho, eran casi esclavos, y
ahora podían comer y beber lo
mismo que se servía en la mesa
real, mejor imposible.
Por preferencia,
habrían dicho: «¡Claro!
«¿Por qué no?»
Pero Daniel dijo: «Aspenaz,
hasta aquí llegamos».
«Aprendimos su literatura,
«hicimos todo esto,
pero no haremos esto».
«¿Por qué no?»
«Porque va en contra de la ley
mosaica y nos regimos por
ciertos principios que no
podemos violar, ni lo haremos.
Sea cual sea la consecuencia, no
lo haremos».
Recordemos que más adelante a
Daniel le fue tan bien que el
rey le dio un cargo que hizo
que todos los demás
tuvieran muchos celos.
Entonces dictaron un decreto que
todos debían postrarse ante el
rey y no se podía adorar ni se
podía orar a ningún otro dios.
Entonces, ¿qué hizo Daniel?
Lo que había hecho siempre.
Tenía un principio por el cual
se regía, y es que oraba a Dios
varias veces al día.
Así que lo arrestaron y lo
echaron al foso de los leones.
Pudo haber dicho: «Bueno, puedo
orar solo.
Puedo orar en secreto.
No tengo que decirle a nadie que
estoy orando.
Puedo hacerlo en secreto,
nadie se enterará
y no habrá problemas».
Pero eso es preferencia.
Él dijo: «Tengo un principio y
es que diariamente me postro a
orar en la presencia del
Dios todopoderoso,
y no lo mantendré en secreto».
Y es interesante que aunque le
habían cambiado el nombre,
cuando el rey vino a buscarlo
esa mañana dijo: «Oh Daniel, ¿el
Dios tuyo te ha podido librar de
los leones?»
No lo llamó Beltsasar, sino por
su nombre hebreo.
Ahora, mucha atención, Daniel
fue fiel a su convicción.
Dijo: «Cueste lo que cueste, no
comeré carne ni beberé vino que
hayan ofrecido a un ídolo».
Y mire lo que pasó, Dios no solo
lo protegió sino que Daniel
vivió unos 70 años, bajo 4
reyes: Nabucodonosor, su hijo,
Belsasar, Darío y el rey Ciro.
Daniel tuvo un gran impacto en
las vidas de esos 4 reyes.
Hay otra palabra que quisiera
que veamos y es convicción.
Y deseo que notemos que todos
debemos tener convicciones.
Una convicción es un «principio
al que nos apegamos y nos
proponemos seguir».
Todos tenemos convicciones.
Algunas personas
tienen convicciones
que no son bíblicas.
Pero por ser seguidores de
Jesucristo, todas nuestras
convicciones deben basarse en
principios bíblicos.
Es lo que guía nuestro modo de
pensar, entre otras cosas.
Ahora, pensemos en algunos
aspectos en los que debemos
tener convicciones inalterables,
inamovibles.
Por ejemplo, tomemos
a Jesucristo.
¿Tiene usted convicción
inalterable e inamovible
en cuanto al hecho
de que Jesucristo es el
Hijo de Dios
y el único Salvador del mundo?
¿Tiene convicción al respecto?
Por ejemplo, hablemos de dinero.
¿Tiene usted principios en
cuanto al dinero?
Que el dinero no es un dios.
Sino un medio para lograr algo,
o para dar, o ayudar.
Hay muchas cosas buenas que
pueden hacerse con el dinero.
Pero, ¿tenemos preferencias en
cuanto al dinero, al punto que
pensamos que está bien hacer una
trampita de vez en cuando?
Por ejemplo, digamos que usted
va al supermercado y la cajera
le devuelve 20 dólares más de lo
que debía y usted se va
diciendo: «20 dólares,
¡gloria a Dios!
20 dólares».
Y su hijo de 9 años le dice: «El
domingo pasado en la iglesia nos
dijeron: ‘No robarás’.
¿Cómo funciona eso?»
Porque las preferencias matan.
Las preferencias destruyen
nuestro testimonio.
En otras palabras, si robar es
pecado, es lo mismo si se roba
una moneda, o $20 dólares, si le
roba a su padre o si le roba a
un extraño, sea lo que sea,
robar es robar.
O sea, los principios no
cambian.
Nuestras convicciones deben
basarse en principios que son
divinos, los principios de la
Palabra de Dios.
No podemos violar los
principios de Dios y salirnos
con la nuestra.
La gente puede decir: «No sé si
creo eso».
Observe.
Basta con ver a su alrededor.
Debemos regirnos por principios.
Hay ciertas cosas que no podemos
tolerar en nuestra vida.
Y si lo hacemos, entonces caemos
en preferencias.
«Esto es lo que prefiero hoy».
Muchas personas hacen cosas que
son muy cuestionables
y al preguntarles por qué,
dicen: «Eso es asunto mío».
Si soy hijo de Dios, no es solo
«asunto mío».
La pregunta es: ¿Por qué la
gente actúa de esa manera?
¿Por qué la gente decide
guiarse por preferencias si esa
no es la mejor manera de vivir?
Bueno, una de las principales
razones es por temor al rechazo
de otras personas.
«Si no hago lo que quieren, si
no voy adonde quieren,
entonces me rechazarán».
Pero si eso no es lo que Dios
desea, y usted tiene convicción
al respecto, no importa lo que
piensen ellos.
Pero esa es la razón por
la cual la gente
se rige por preferencias.
Los principios nos dicen que
tenemos una guía
para nuestra protección.
Sin ellos, y al salirnos de esa
pauta, es como manejar por la
carretera sin línea divisoria,
en la noche oscura, sin luz en
la vía, de un carril a otro.
Así vive la mayoría de la gente.
Se guían por preferencias y
carecen de convicciones morales.
Nunca se han detenido a pensar:
«¿Realmente en qué creo?»
«¿En verdad qué creencia tengo
respecto a la vida y mi trato
hacia los demás y el de ellos
hacia mí, en cuanto a lo que
hago y cómo doy?
¿Soy celoso?
¿Generoso?»
O sea, ¿cuáles son las pautas?
Los lineamientos están aquí.
La Biblia, el Antiguo y el Nuevo
Testamento nos enseñan
como vivir.
Siempre es por principios, no
por preferencias.
Cuando la gente se guía
por preferencias
empiezan
los problemas.
Toda la vida es un proceso de
toma de decisiones y cuando
decidimos: «Viviré de esta
manera seguiré estos principios,
pase lo que pase»; A veces nos
cuesta caro, pero Dios siempre
honra nuestra obediencia.
Y hay que decidir si
obedeceremos o no a Dios y si
dejaremos las consecuencias en
sus manos o no.
Mire, Dios no quiere que vivamos
con una confusión interna en
todo lo que hagamos.
«Y supongamos que tal cosa, y
qué tal si me dicen esto o si me
ofrecen aquello».
Mire, cuando nos regimos
por principios,
sabemos cómo reaccionar.
Decimos no al pecado, no a las
cosas que quizás no sean pecado
en sí mismas, pero sabemos que
no nos llevarán adónde Dios
quiere que vayamos.
Si son cosas que terminarán
convirtiéndose en pecado les
decimos no por saber adónde nos
llevarán.
Los principios nos protegen.
No son para impedir que nos
divirtamos.
Son para protegernos.
Desde luego, hay ciertos
requisitos, si queremos guiarnos
por principios.
Veamos por un momento.
Ya he mencionado algunos.
Primero, hay que decidir si
viviremos por una causa más
grande que nosotros, o sea,
viviremos por Jesucristo, por el
reino de Dios, y daremos
testimonio de quién es Él.
Vivir por algo que es más grande
y más importante que nosotros
mismos, y es el reino de Dios.
Ese es el número 1: «¿Viviré
para mí mismo o para Cristo?»
Número 2, debemos tener muy
claro, mucha atención, nuestra
mente debe tener muy claro lo
que creemos.
Escuche bien, hay cosas que no
son negociables.
Si usted no está casado y
alguien quiere acostarse con
usted, eso no es negociable.
¡No!
«Sí, pero…»
¡No negociable!
No se hable más del asunto.
El asunto se decidió.
Pasamos a otro asunto.
No negociable.
Si alguien le propone algo que
es impío, mucha atención, si
usted comienza a voltearse a
considerar la oferta,
está en problemas.
Si tenemos principios en la
vida, los principios
son inalterables.
No cambian.
También hay que saber que
tendremos conflictos.
Si queremos regirnos
por principios,
tendremos conflictos.
Porque habrá personas a quienes
les disgustará y no querrán que
seamos parte de sus vidas pues
les desagrada cómo vivimos.
Tendremos conflictos.
Otro punto es debemos tomar la
decisión, escuche bien, y luego
hacer esto: «Dejo las
consecuencias en manos de Dios.
Si Él permite que sufra,
que así sea.
Si me bendice de una manera
inusual, que así sea.
Todas las consecuencias de mi
obediencia al regirme por estos
principios, las dejaré en manos
de Dios».
Pero debemos llegar a esa
conclusión y tomar esa decisión.
Y lo último es esto: Si queremos
regirnos por principios debemos
creer en la soberanía de Dios,
que Él tiene el control absoluto
de todo, sin excepción.
Eso significa que al guiarnos
por principios, vivimos en
obediencia a Dios.
Por tanto, sabemos que Él es
suficientemente grande, poderoso
y amoroso; y se interesa lo
suficiente en cada circunstancia
de nuestra vida, por lo cual no
tenemos que preocuparnos.
Así es Dios.
Entonces le preguntaré
sencillamente esto: ¿Por cuál de
los 2 se rige usted?
Pueden llamarle dogmático.
Pueden decirle fundamentalista.
Pueden tildarle de lo que sea,
pero ¿cuál le encaja mejor?
¿Es usted alguien que sabe lo
que cree?
Se mantiene fiel a esas
creencias porque son leyes
morales de Dios, y usted no
cede, punto.
¿Es perfecto?
¡No!
¿Nunca pecará?
¡No!
Pero en su proceso de toma de
decisiones así es como vive, lo
que quiere decir, escuche, que
sólo anda en calles que tienen
una línea divisoria en medio.
Ahora, si se olvida todo este
mensaje, esto es lo que quiero
que recuerde: 2 palabras,
¿cuáles son?
Principio o preferencia.
Lo otro que deseo
que recuerde es cómo
se sentiría, manejando
a 120 kilómetros por hora
en una calle oscura,
sin línea divisoria,
con abismos a ambos
lados.
¿No cree que sería peligroso?
Si apartamos, si
apartamos nuestros principios,
esa es la senda que seguimos.
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