Jesucristo: Nuestro substituto – Dr. Charles Stanley

Muchos creen que nuestro comportamiento determina nuestro destino eterno, y que siendo “suficientemente buenos” podremos ganarnos un lugar en el cielo. Pero quienes piensan así no han comprendido la naturaleza crucial de la muerte de Cristo en la cruz. El Señor Jesucristo vino a ponerle fin a nuestros esfuerzos, y a ofrecernos no solo un camino mejor, sino el mejor. En este mensaje, el Dr. Stanley examina el significado completo del sacrificio de Cristo y todo lo que este hace posible para los que creen. A medida que entendamos más acerca de la muerte sustitutiva de Cristo en nuestro favor, nuestros corazones se llenarán de gratitud y del reconocimiento de sus abundantes bendiciones. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

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Dr. Stanley: «Que
lo crucifiquen», eso gritaron,

en especial los líderes
religiosos de esos días.

«Que lo crucifiquen».

Pues querían deshacerse
de Cristo a cualquier precio,

y la crucifixión era
la peor clase de muerte.

De hecho, fue herencia
de los bárbaros siglos atrás.

Luego los persas, luego los
griegos, luego los romanos,

quienes la perfeccionaron para
que la persona sufriera durante

más tiempo sin morir.

Y pues, decir sobre Cristo, el
perfecto Hijo de Dios: «Que lo

crucifiquen», sería la peor
clase de proclamación que

podrían gritarle.

¿Por qué hacían eso?

Querían deshacerse de Él.

La gente aún quiere hacerlo.

Las cosas no han cambiado mucho.

A la gente no le gusta el nombre
de Jesucristo.

Y a quienes no les gusta,
lo dan a conocer.

Quienes sí lo amamos, lo damos a
conocer también.

Y cuando miramos la Biblia,
descubrimos quiénes estaban

detrás de esto, eran los líderes
religiosos de esos días.

Pues Él interfería con su
sistema religioso.

Es decir, Él no enseñaba lo
mismo que ellos y estaban

perdiendo el control.

Y la única forma de deshacerse
de Él era decir, indicar que

gritaran: «Que lo crucifiquen».

Y al ver ese pasaje de la
Biblia, vayamos por favor a

Primera de Corintios capítulo 1.

Y comencemos en el versículo 18,
pues Pablo aquí describe de qué

se trata esto.

Y dice, por ejemplo, desde el
versículo 18, «Porque la palabra

de la cruz es locura a los que
se pierden pero a los que

se salvan, es poder de Dios.

Es decir, la gente perdida cree
que eso es absurdo.

«Pues está escrito: ‘Destruiré
la sabiduría de los sabios,

Y desecharé el entendimiento
de los entendidos’.

«¿Dónde está el sabio?

¿No ha enloquecido Dios
la sabiduría del mundo?

«Pues ya que en la sabiduría
de Dios, el mundo no conoció

a Dios, mediante la sabiduría,
agradó a Dios salvar

a los creyentes por la locura
de la predicación.

«Porque los judíos piden señales
y los griegos buscan sabiduría;

pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado, para los

judíos ciertamente tropezadero,
y para los gentiles locura;

mas para los llamados,
así judíos como griegos,

Cristo poder de Dios
y sabiduría de Dios».

¿Quién era Él?

No era solo un predicador,
pero era algo más.

No solo un tipo itinerante
que llegó, eso piensa el mundo

que era un maestro más.

Pero la Biblia nos dice
que es mucho más que eso.

¿Quién era este hombre
con esa idea de nueva vida?

Alentaba a la gente,
por ejemplo, en el Imperio

romano a amarse unos a otros
que era algo radical.

Amar a los demás;
perdonarse unos a otros.

«No, tú no amas a tus enemigos.

Los destruyes;
los matas de ser posible».

Así que su mensaje era punzante.

Era perturbador,
todo su modo de pensar.

Y Él invitaba a la gente
a llevar un estilo de vida

muy distinto.

De hecho, cuando leemos el
Sermón del monte, por ejemplo,

y observamos el estilo de vida
que tenían, era muy diferente.

Y como es de esperar, les
preocupaba mucho este predicador

itinerante, llamado Jesucristo.

Y cuando Él resucitó gente,
¡eso fue el colmo!

«Nadie puede resucitar,
es imposible resucitar».

Y a pesar de lo que vieron,
de lo que la gente vio y lo que

los emocionaba, estos líderes
religiosos estaban contra

Cristo; su autoridad en contra
de Él; y su intención era

destruirlo a cualquier precio.

Todo lo que pareciera amenazar
sus ideas, sus leyes de

cualquier forma, o reuniera a la
gente y les diera una nueva idea

de la vida y en especial de una
idea teológica, era una amenaza.

Y Jesucristo entra en escena,
el eterno Hijo de Dios,

con amor, bondad,
compasión, misericordia,

piedad y sanidad, pero se pasó
de la raya cuando habló

de ser el Hijo de Dios.

Así que si usted hubiese vivido
en aquel tiempo, ¿cree que

habría seguido a Cristo?

O cree que quizá habría pensado:
«Es un poco más seguro seguir

a los romanos porque tienen
el poder.

Sé que este hombre
predica sanidad, perdón,

limpieza, el cielo
y todo esto y suena bien,

¿pero sería seguro vivir así?».

No, o cree que Jesucristo
es el Hijo de Dios y es el único

Salvador, o no lo cree.

Jesucristo decía
todo muy directo y claro.

No llegamos al punto de tener
que elegir: «Bien, quizá tenía

razón y quizá se equivocó».

No.

Cristo es el unigénito
del Padre, el Hijo de Dios,

nacido de una virgen,
profetizado por Isaías

y los profetas quien liberaría
a la humanidad de pecado,

desobediencia y rebeldía.

Y ese proceso trastocaría
demasiado a la sociedad.

Eso hizo Él.

¿Qué trastoca el estilo de vida
que tenemos?

Bueno, ya está trastocado.

Y entonces, lo que creemos es
cada vez menos popular; y más

amenazante para una sociedad que
quiere ser libre en lo moral y

en todo sentido: «Haz lo que
quieras y cuando quieras, no

tienes que preguntarle a nadie y
claro que no quieres que alguien

que vaya a la iglesia que
te diga cómo vivir».

Y debemos tomar una decisión:
¿Seré fiel a Jesucristo, el Hijo

de Dios, creeré en lo que
enseñó, o seguiré al mundo?

Si usted piensa: «No tengo que
tomar esa decisión».

Sí ya tiene que hacerla.

Ya la toma todos los días.

Si ve la televisión, escucha a
sus colegas de trabajo o algunos

amigos, o gente desconocida,
quienes sean, hay mucha presión

de quitar de la sociedad todo
sobre Cristo, lo recto;

lo que sea de esa índole.

Y pues al ver la vida de Jesús,
todo lo que enseñó era sumamente

esencial.

Pero lo más importante que
Cristo hizo, ¿qué cree que fue?

Lo más importante que hizo fue
morir como aquel que llevó el

pecado del mundo, el Salvador,
el Señor Jesucristo.

Vino al mundo con el propósito
principal de morir por nuestros

pecados.

Y cuanto más lo obedezcamos, lo
adoremos, alabemos, le seamos

fieles, más incómodos estarán
quienes nos rodean.

Porque el mundo se inclina a
hacer lo que quieren hacer, como

quieren hacerlo, y no les gusta
que nadie les diga qué hacer.

Y así, al hablar de la muerte de
Jesucristo, si no captamos ese

punto, no entendemos nada.

No solo murió como un
predicador, o un sanador, o como

alguien con nuevas ideas.

Su muerte fue sustitutiva.

Esa palabra es la esencia de
todo lo que creemos sobre

la muerte expiatoria de Cristo;
o sea, sustituir algo es,

que algo toma su lugar.

Y cuando Cristo vino, murió como
sustituto de todos, para que no

muramos en nuestro pecado.

Esa es la esencia y el núcleo
del mensaje del evangelio,

que Jesucristo, el perfecto Hijo
de Dios, vino al mundo con

el propósito principal de dar su
vida, pues su vida era divina,

la única que podía
ser sustituta.

No podíamos ser nosotros.

Era sustituta, ¿por qué?

Porque nació de una virgen.

Era Dios hecho carne.

Era el Hijo de Dios.

Y por ejemplo,
cuando fue bautizado,

fue anunciado como Hijo de Dios.

En el monte de la
transfiguración, fue anunciado

frente a quienes estaban con Él,
como el Hijo de Dios.

El hecho de que era el Hijo de
Dios, que vino a ser sustituto

de nuestro pecado lo hacía
distinto a todos los demás.

Cristo era el perfecto
Hijo de Dios, el único sustituto

necesario para cargar con
el pecado no de algunos,

sino el de todo el mundo.

Piense en esto.

Debía ser diferente para que
Dios dijera: «Pondré el pecado

de la humanidad sobre Él,
crucificado como pago del pecado

del mundo», ese es Cristo,
de eso se trata todo.

Sobre la muerte de Cristo,
quien tomó nuestra deuda

de pecado sobre sí
y que fuésemos

aceptables para Dios.

Pues Cristo vino para que
tuviéramos vida,

y vida en abundancia.

y si quiere ir al cielo,
solo hay un camino.

Y el mundo odia eso.

Mas Cristo dijo: «Yo, soy
el camino la verdad, y la vida»;

y lo dejó muy claro: «Nadie
viene al Padre, sino por mí».

O lo cree o no lo cree.

Si no lo cree,
no cree la Palabra de Dios.

Si lo cree,
¿sabe por qué lo cree?

Porque solo Jesucristo,
el perfecto Hijo de Dios,

es el único sacrificio aceptable
porque es el único sacrificio

sin pecado que existió.

Y cuando alguien le pregunta:
«¿Eres cristiano?».

Sí.

Lo miran y piensan: «Pues,
si tienes esta experiencia

de salvación,
«soy tan bueno como tú.

Vas a la iglesia; yo también.

Te bautizaron; a mí también.

Tú crees sobre Cristo.

Yo creo sobre Cristo».

No, no, no, no.

No creemos sobre Cristo;
creemos en Cristo al grado que

nos sometemos a Él como
nuestro Salvador, Señor y amo,

nuestro Dios.

Y nuestra esperanza de cielo
es más que eso;

es absoluta seguridad.

Y pues, vivimos en un mundo
donde el trauma es

cada día peor.

Pues cuanto más santo sea
el pueblo de Dios,

más inaceptable se vuelve.

Somos más fieles a la Palabra
de Dios, al decir que Jesucristo

es el único camino.

Entonces cuando sus nietos
o quizá sus hijos vengan

y le hablen de lo que están
aprendiendo; y el hecho de que

no quiere ser de mente cerrada
porque lo hace un poco

más difícil.

Usted no–mire, si alguien le
dice que tiene la mente cerrada,

dígale así: «No soy cerrado.

Solo creo lo que Dios dijo».

Punto, fin de la historia.

Pues, ¿qué dijo Dios?

Bueno, me alegra que me pregunte
porque quería que me preguntara.

Pues qué, ¿qué dice Dios?

Dios dice: «He enviado
a mi Hijo unigénito al mundo,

para que todo aquel que
en Él cree tenga vida eterna».

Quienes no creen, la ira de Dios
vendrá sobre ellos.

Sé que no le gusta eso,
lo siento.

Pero, ese es el problema.

Cristo fue muy claro: «Yo soy el
camino, la verdad y la vida;

nadie viene al Padre sino por
mí».

O Jesucristo era un mentiroso o
es el Hijo de Dios, delante

del cual un día estaremos.

Y cuando leemos la Biblia
y buscamos Romanos capítulo 5,

por ejemplo,
le invito a acompañarme,

es un pasaje maravilloso.

Veamos el capítulo 5.

La Biblia dice,
en el versículo 6: «Porque

Cristo escuche esto cuando–
Eso dijo Pablo,

«Porque Cristo cuando aún
éramos débiles,

a su tiempo el tiempo de Dios
murió por los impíos.

«Ciertamente apenas morirá
alguno por un justo; con todo,

pudiera ser que alguno osara
morir por el bueno.

«Mas Dios muestra su amor
para con nosotros en que siendo

aún pecadores,
Cristo murió por nosotros.

Murió en nuestro nombre.

Escuche, «Pues mucho más,
estando ya justificados

en su sangre».

¿Qué significa?

Significa que la sangre
del Señor se derramó, y quienes

lo aceptamos como Salvador,
somos justificados, o sea,

declarados justos,
por lo que Él hizo,

no por lo que hicimos.

«Por él seremos salvos
de la ira.

«Porque si siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios

por la muerte de su Hijo,
mucho más,

estando reconciliados,
seremos salvos por su vida».

Si ve en este pasaje,
es sobre Él, Él.

Salvos por su vida;
creer y confiar en Él.

De eso se trata.

y luego vamos a un pasaje
en Hechos capítulo 4.

Cuando Pedro defendía el
evangelio, predicó este gran

sermón; y luego él y Juan fueron
arrestados y llamados ante

el sanedrín y los líderes judíos
de entonces, esto dijo.

Pedro dijo, en el versículo 11
de este capítulo cuatro;

hablando de Cristo: «Es la
piedra reprobada por vosotros»,

los edificadores, la cual ha
venido a ser cabeza del ángulo».

Hablando de Cristo.

Y luego declara esto:
«Y en ningún otro hay salvación;

porque no hay otro nombre bajo
el cielo, dado a los hombres,

en que podamos ser salvos».

Mire ese versículo bíblico.

O cree en la Biblia
o no la cree.

O cree que es el único camino
o no.

Escuche qué dijo:
«En ningún otro hay salvación».

Aquí podemos parar.

Usted cree en la Biblia;
en ningún otro hay salvación.

«No hay otro nombre.

No, nada más, nadie más,
bajo el cielo,

dado a los hombres,
en que podamos ser salvos».

Lo que usted cree es fundamental
en su relación con Dios.

Y no es–escuche, no es cuestión
de ser considerado

con otras personas.

No es cuestión de ser cerrado.

No es cuestión de ser desalmado,
falto de amor, desinteresado,

y crítico, de eso no se trata.

Es sobre si, creo lo que dijo
Dios Y al leer estos versículos,

donde Pedro y Juan defendían el
evangelio, escuche lo que dijo;

y esto fue ante el sanedrín y
toda la gente que se preparaba

para seguirlo: «En ningún otro
hay salvación porque no hay

otro nombre bajo el cielo,
dado a los hombres,

en que podamos ser salvos».

O lo cree o no lo cree.

Y puede esperar que lo
critiquen, y no debemos

avergonzarnos del testimonio
del evangelio de Cristo.

Ahora piense en esto.

Piénselo.

¿Deja Dios claro en su Palabra
cómo ser salvos?

Y la respuesta es: sí.

¿Deja claro en su Palabra que
quienes están dispuestos a

confiar en Él como su Salvador
serán salvos?

Así es.

Así que debe preguntarse:
¿Le creo a la Palabra de Dios,

o no le creo?

Y segundo, ¿acaso lo creo con
toda firmeza y tengo la valentía

de decirle a la gente con quien
vivo, trabajo o me topo

en la calle, cuando lo dudan?

Tiene usted el valor de decir,
cuando le preguntan: «¿Cree que

Cristo es el único camino?».

Contésteles:
«Lo dice la Biblia».

«Bueno, y ¿cree todo lo que la
Biblia dice?»

«Claro que sí».

Y luego dígales:
«¿En qué cree usted?».

Es decir, no hay ninguna razón
para ceder.

No hay ninguna razón para
avergonzarse.

No hay ninguna razón para tener
miedo de defender la verdad de

la Palabra de Dios.

No hay razón.

Cristo dijo: «Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha

dado a su Hijo unigénito,
hablando de sí mismo, para que

todo aquel que en él cree»,
o sea, que cree que Él es el

Hijo de Dios; cree que su muerte
en la cruz expió el pecado; cree

que al entregar su vida a Él,
perdonará sus pecados; lo

anotará en el Libro de la vida;
y que un día lo llevará al

cielo.

Es algo ya establecido por Dios,
al aceptar a su Hijo como su

Salvador.

¿Amén?

Lo podemos gritar hasta que Él
venga, con plena confianza, de

que Él es el camino, la verdad y
la vida.

Y le digo hoy que si aún no lo
ha aceptado como su Salvador,

este es el momento perfecto.

Ha escuchado el mensaje sencillo
del evangelio.

¿Alguna vez le ha dicho esto a
Dios Padre?

«He pecado contra ti.

Sé que así es, no soy digno de
ser salvo, pero hoy, te pido que

perdones mi pecado.

No con base en mi conducta
renovada.

No con base en lo que voy a
hacer.

No con base en estas cosas.

Te pido que me perdones mi
pecado con base en que he

aceptado que Jesucristo, el Hijo
de Dios, tú Hijo, fue a la cruz,

dio su sangre por mis pecados.

Y confío que me perdones mis
pecados con base en la sangre

derramada por Cristo, pues
dices: «Y todo aquel que

invocare el nombre del Señor,
será salvo».

Esa es la base.

¿Será salvo?

Claro.

Si sigue cualquier otro camino,
y basa su expiación,

su salvación en cualquier
otra razón, no en lo que Cristo

hizo en la cruz es inaceptable.

Dios sabe qué está bien, sabe
qué está mal y qué es verdad,

y sabe cómo hacer santos
de nosotros pecadores.

Nunca seremos perfectos.

En ninguna parte de la Biblia
dice que deba ser perfecto

para ser salvo.

Vea a los personajes bíblicos,
hasta los discípulos.

Pedro nunca fue–
nunca fue perfecto.

No, ninguno afirmó ser perfecto.

Afirmaron ser ejemplos
de la gracia, misericordia,

y amor de Dios.

Piense en esto.

Tenemos el más grande mensaje
que el mundo escuchará.

Que tenemos un Padre
en el cielo, que amó tanto

a los pecadores que envió
a su hijo unigénito al mundo

a la peor muerte que una persona
puede tener.

Derramó su sangre, fue aceptado
por el Padre, y expió nuestros

pecados, nos anotó
en el Libro de la vida

y nos dio el cielo por hogar.

Así es Dios.

No podemos jactarnos, todos
estamos en el mismo nivel en lo

que respecta a ser cristianos,
seguidores del Señor Jesús.

Pero todos los que vamos
al cielo,

vamos por la gracia de Dios,
por la sangre de Jesucristo.

«Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida; nadie viene al Padre,

sino por mí».

¿Amén?

Y Padre, pedimos que cada
persona que escuche este mensaje

pueda entender que no es para
juzgarle, que no es porque

seamos mejores que los demás,
que es solo por decir la verdad

del amor del Padre, que amas
a los pecadores, y perdonas

a quienes aceptan a tu Hijo como
el camino, el único a la vida.

Gracias por amarnos, gracias por
perdonarnos, y gracias porque un

día estaremos ante ti sabiendo,
que fue no por nuestras

acciones, sino tu acción,
en un momento en la cruz

cuando tu Hijo, Jesucristo,
pagó nuestra deuda en total.

Te adoraremos por siempre
por eso, en el nombre de Jesús.

Amén.

[música]