El gozo triunfante – Dr. Charles Stanley

En este mensaje, el Dr. Stanley examina el gozo triunfante del apóstol Pablo frente a circunstancias terribles. Puede parecer absurdo, pero, como cristianos, el Espíritu Santo nos permite experimentar un gozo desbordante aun cuando todo en la vida parece carecer de esperanza. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

Dr. Stanley: Cuando se pasa
por dificultades, desilusiones,

pruebas en su vida,
¿cómo reacciona?

¿Cuál es la diferencia en su
conducta, en su temperamento,

incluso en sus expresiones
faciales, cuando pasa por un

momento difícil o si todo marcha
bien?

¿Cuál es la diferencia?

¿Deja que los momentos difíciles
le desanimen?

¿Se vuelve menos amigable?

¿Ve que se le hace difícil tomar
decisiones?

¿Qué le molesta?

Dice haber aceptado a Cristo
como su Salvador personal,

su nombre está en el libro de
la vida y es una persona feliz.

Pero cuando las cosas
no le salen bien y sufre grandes

decepciones, heridas,
o dolor físico, ¿cómo reacciona?

¿Lo tumba eso por completo?

¿Cambia su disposición
al punto que la gente dice:

«¿Qué le pasó?

Pensé que era creyente.

¿Qué es todo esto?».

¿Es usted la misma persona
cuando las cosas van bien

que cuando van mal?

Cuando se encuentra
desilusionado y quiere tirar

la toalla y marcharse,
¿qué ha pasado con su fe?

¿Qué ha pasado con su relación
con Cristo?

Esa relación no cambia.

Quizás cambie un poco la forma
en que nos expresemos en ella,

pero eso es porque quizás nunca
distinguimos entre felicidad

y gozo.

¿Cuál es la diferencia?

Bueno, cuando Pablo escribió
la carta a los Filipenses,

de solo 4 capítulos,
es interesante

lo que encontramos.

En estos 4 capítulos,
una y otra vez, de hecho,

en 1 de cada 7 versículos Pablo
habla de gozo o de estar gozoso.

Así que tenga la bondad
de acompañarme a Filipenses,

y quisiera que leyéramos estos
primeros versículos aquí en el

capítulo 4, para comenzar, dice:
«Así que, hermanos míos amados

y deseados, gozo y corona mía,
estad así firmes en el Señor,

amados.

«Ruego a»–y aquí menciona
a un par de personas,

Evodia y a Síntique, que sean
de un mismo sentir en el Señor.

«Asimismo dice te ruego también
a ti, compañero fiel, que ayudes

a éstas que combatieron
juntamente conmigo en el

evangelio, con Clemente también
y los demás colaboradores míos,

cuyos nombres están
en el libro de la vida.»

Así que habla de eso,
y luego dice:

«Regocijaos en el Señor siempre.

Otra vez digo: ¡Regocijaos!

¿Qué necesita para tener gozo
en su vida?

Y al pensar en dónde estaba
Pablo, tenía toda la razón para

estar desdichado, infeliz: en
una prisión romana, quizás fría

en el invierno y muy caliente
en el verano, sabiendo que

lo más probable es que su futuro
ya había sido determinado,

que quizás perdería su vida.

Pero de algún modo, escribe en
esas condiciones esta epístola

gozosa que habla de forma
continua sobre el gozo

y su relación con el Señor,
que no cuadra con su entorno.

Así que tendríamos
que preguntarnos: «Bien,

si estuviera en esa situación,
¿cómo me sentiría?

¿Estaría feliz?

¿Tendría gozo en mi corazón?

¿Estaría contento?

¿Hablaría de todo lo bueno que
ha hecho Dios?

¿O estaría quejándome?».

El apóstol Pablo sabía manejar
sus circunstancias.

Y al pensar en eso, veo que no
solo tenía gozo, sino el gozo

triunfante.

El gozo que vence dificultad,
adversidad y decepción en la

vida.

Y al pensar en eso, pensemos
en la diferencia entre gozo

y la felicidad.

Mucha gente dice: «Pues solo
quiero ser feliz en la vida».

La felicidad depende
de las circunstancias.

La felicidad depende quizás de
lo que tengamos, o de lo que nos

posea, o de quiénes seamos;
y todo lo demás.

Pero el gozo tiene que ver con
la persona interna.

La diferencia es esta:
mi felicidad depende

de mis circunstancias,
mi gozo depende de una relación.

Esa relación con Jesucristo
puede sostenerme en cualquier

dificultad, adversidad y prueba;
no así la felicidad.

Hay una gran diferencia entre
felicidad y el sentido de gozo

que tenía el apóstol Pablo.

Y al pensarlo, creo que el gozo
es un sentimiento de Dios,

la felicidad es un sentimiento
alegre y mundano.

Muchas cosas hacen
a la gente feliz o infeliz.

Pero si ha aceptado a Cristo
como su Salvador y el Espíritu

Santo le ha sellado una vez y
para siempre como hijo de Dios,

y sabe que eso nunca puede
cambiar, no importa lo que

enfrentemos ni los valles que
atravesemos, en el fondo tenemos

un gran sentido de gozo
y contentamiento

que es indescriptible.

Eso es lo que experimentaba
Pablo al escribir esta carta.

Su futuro se veía muy sombrío,
de hecho, mortalmente sombrío.

Así que no podía ver a su
alrededor y decir: «Estoy feliz

por esto, o triste por aquello».

Pero no tenía la mente
en sus circunstancias.

Y creo que, a menudo,
los creyentes permitimos que

las circunstancias determinen
nuestra disposición:

qué apariencia tenemos,
o si sonreímos o no;

y quedamos atrapados
por las circunstancias.

Las personas consagradas a Dios
no se guían por sus

circunstancias, se guían por su
relación con Jesucristo: sellado

para siempre como hijo de Dios,
y nadie puede romper eso.

Alguien puede estar en la cárcel
o fuera, y Pablo sabía,

preste atención, Pablo sabía
que el lugar donde estaba

no determinaría el lugar
donde iba a estar.

Estaría en la presencia del Dios
vivo, y hasta entonces, quería

expresar el gozo del Señor.

Entonces al pensar en la paz
y el gozo en su vida,

¿cuál cree que es la fuente?

¿No es interesante que la gente
puede pasar por un poco

de trauma, un poco de pesar,
y se frustran por completo?

Hay personas que pueden pasar
por los momentos de pruebas

más difíciles, pero están
afianzadas, tienen un sentido

de fundamento, tienen algo
por dentro que es inamovible,

y Pablo sabía bien
lo que era eso.

Pero deseo que notemos algo
que falta aquí

en este pasaje bíblico.

Falta algo en estos 4 capítulos.

Quizás piense: «¿Acaso
se le olvidó algo a Pablo?».

No, pero falta algo.

¿Qué falta?

No habla de tristeza
por estar allí.

No menciona cuán malas
eran las circunstancias,

ni se queja de su entorno.

Ahora, para la mayoría de
nosotros esa habría sido

nuestra conversación:
«No sé por qué estoy aquí.

Quisiera que Dios me sacara
de aquí».

Mientras Pablo le agradecía
a Dios por el siguiente soldado

romano que venía a ser
su compañero por una sesión,

le agradecía a Dios por la
oportunidad de sentarse en una

fría cárcel romana, o calurosa,
dependiendo del clima,

y compartir la verdad
del evangelio.

Piense en lo que les quedó
a esos hombres, estaban perdidos

y quizás no creían nada,
pero después de tener unas 3 o 4

sesiones con el apóstol Pablo,
¡cómo no creer!

Porque no había explicación
humana para que Pablo escribiera

esta epístola maravillosa,
todos esos versículos hablan de

gozo y de gozarse en el Señor.

Porque Pablo sabía algo, pero
preste mucha atención: Sabía

lo mismo que sabemos nosotros,
y lo tenemos todo por escrito.

Él escuchaba a Dios hablar.

Nosotros tenemos escrito todo.

Así que sabemos por qué, y qué
pasó antes y qué vino después.

Y de algún modo, Pablo tenía ese
sentido de gozo inquebrantable.

Y en esta epístola en
particular, y escribió muchas,

en esta habla de gozo,
confianza y seguridad más que

en todas las demás.

Pero no vemos nada de quejas,
más bien una explicación

de su gran sentido de gozo.

Ahora, ¿cuál era la fuente?

Era esta: la fuente de su gozo
era su relación personal

y estrecha con Cristo,
nada más podría ser.

Fíjese, tenemos el mismo
privilegio que tuvo el apóstol

Pablo hace 2000 años,
el mismo privilegio:

Jesucristo no ha cambiado.

Y su plan es que adonde vayamos,
quiere estar en nosotros, que lo

está mediante el Espíritu Santo,
pero estar en nosotros

para con otras personas.

Eso hacía el apóstol Pablo,
se entregaba a ellos.

Y cuando pensamos en su gozo,
era inquebrantable.

Seguía gozándose en el Señor
y alabándolo mientras estaba

en la cárcel.

Entonces le pregunto: Cuando las
cosas se ponen difíciles para

usted, ¿acude a Dios en oración
y le dice por qué deberían

mejorar y menciona algunas
respuestas a sus oraciones?

¿Se goza alguna vez en el Señor?

Debo admitir que me tomó mucho
tiempo sacar eso de las páginas

a mi corazón para gozarme en el
Señor y agradecerle cuando las

cosas no marchan bien.

Mire, estos son los momentos
cuando más crecemos.

Estas son las circunstancias que
nos hacen crecer.

Aquí es donde vislumbramos lo
que es la vida cristiana.

La vida cristiana no se trata de
que todo salga a nuestro modo, y

que la gente sea amable, buena,
cerciorándose de que tengamos

todo lo que queramos.

La vida cristiana se trata de
que Dios es lo que necesitamos,

siendo el único que puede suplir
nuestra necesidad.

Y cuando dijo que lo tuviéramos
por sumo gozo, eso mismo

significa.

Ahora, el coro puede cantar
mucho de esto.

Hacen una gran labor al cantar
del gozo de Cristo, su poder,

y todo lo demás,
nos encanta escucharlos.

Pero, ¿diría con franqueza
que tiene el gozo de Dios

en su corazón?

Quizás diga: «Bueno, estoy feliz
en cuanto a algunas cosas».

No, eso no es lo mismo que gozo.

La felicidad viene y va.

El gozo que viene de Dios se
convierte en la base de nuestra

vida cada día sin excepción,
que pase lo que pase, mire,

esa base no se mueve.

Y quisiera decirles a quienes
creen que pueden ser salvos hoy

y perder la salvación la próxima
semana o el mes que viene

que eso, lo que enseñan
algunos pastores,

no es más que un error.

¿Cómo puedo tener confianza
y gozo en mi corazón si podría

perder la salvación?

Alguien dirá: «Pero la gente
peca contra Dios y quiere usted

decir que aunque pequen
contra Dios,

¿no perderán la salvación?»
Le pregunto: ¿Ha pecado

desde que aceptó a Cristo?

Sí.

No ha perdido su salvación.

¿Cómo llama eso?

G-R-A-C-I-A, gracia.

Esa es la maravillosa gracia
de Dios para con nosotros.

Cuando pensamos en esta clase
de gozo, esta clase de gozo

es un don espiritual.

El fruto del Espíritu ¿qué es?

Amor, paz, correcto, amor, gozo,
paz, bondad y todo lo demás.

Ese es el don
del Espíritu Santo.

Al aceptar a Cristo, el Espíritu
Santo vino a nuestra vida para

sellarnos y morar en nosotros,
¿para hacer qué?

¿Qué comenzó a hacer?

Comenzó a rebosar en nosotros
quién es Él: amor, gozo, paz,

bondad, benignidad, etcétera,
son los dones del Espíritu.

Mucha atención, tenemos, tenemos
la fuente del Espíritu de Dios

en nosotros rebosando de manera
constante; no importa lo

que enfrentemos en nuestra vida,
Él está allí.

Hablamos del Espíritu Santo,
pero piense en Él como

una fuente que siempre fluye.

Ahora, pasa esto, al pecar
contra Dios.

¿Qué sucede?

Mire, Él no nos deja, pero no
podemos experimentar su gozo

al vivir en pecado.

Así que tenemos la fuente en
nosotros: es el Espíritu Santo.

Alguien dirá: ¿Es usted feliz?

Mejor que eso.

Está lleno del Espíritu de Dios
y Él mora en usted,

actuando en usted a diario.

Me pregunto con qué frecuencia
nos detenemos a agradecerle:

«Gracias, Señor, gracias amado
Jesús, porque vives en mí,

mediante mí, y por hacer
lo que prometiste».

Entonces, esta es la promesa
de Dios basada en su Palabra,

no en mis sentimientos.

Hay sentimientos que nos hacen
pensar: «Señor, debes estar

a mil kilómetros de aquí».

No, Él está allí donde siempre
ha estado dentro de usted.

Pero lo olvidamos, dejamos que
nuestros sentimientos eclipsen,

anulen, esta realidad
maravillosa de Dios en nosotros,

quien vive en nosotros para
expresar quién es Él.

O sea, cuando vemos la luna, por
ejemplo, podemos pensar en Dios

quien es el Creador de la luna
y cuán hermosa es, etcétera,

o el sol, o lo que sea.

Podemos ver a nuestro alrededor,
pero ¿qué es lo más importante?

No es lo que creó Dios,
sino quién es Dios.

Cuando pensamos en esto,
Dios ordenó y decidió vivir

dentro de nosotros
para manifestarse a sí mismo,

su poder, su gozo, amor,
gozo, paz, bondad,

y todo lo demás.

Y eso es lo que Dios quiere en
todos nosotros, y lo único que

obstruye eso es el pecado.

La falta de fe, por ejemplo,
o la desobediencia a Dios

no lo elimina pero lo obstruye.

No podemos vivir en pecado
y tener el gozo de Cristo.

No funciona.

De vez en cuando,
conozco a alguien que dice:

«Bueno, sí, soy cristiano».

Y luego, mientras más hablamos
y más escucho en lo que andan

y con quién andan, pienso: «No.

Quizás tenga un poco de
felicidad que va y viene, pero

no tiene el gozo de Cristo, o no
viviría esta clase de vida».

Así es el Señor.

Él mora dentro de nosotros
¿para qué?

Para afianzarnos, para que
seamos firmes en momentos

difíciles, para proteger
nuestra fe, para darnos guía

y liderazgo, para contestar
nuestras oraciones,

mostrarnos el buen camino.

Dios Todopoderoso mora
en nosotros mediante

su Espíritu Santo.

Así que, el Espíritu de Dios
nos faculta para que soportemos

con triunfo cualquier
y toda situación.

No es que no habrá lágrimas,
o que no pasaremos por el valle,

ni que siempre haremos lo bueno;
pero Él nos sacará adelante.

Entonces al hablar del fruto
del Espíritu, lo que desborda Él

en nosotros no solo es amor
sino gozo.

Y cuando ese gozo está
en nuestro corazón,

no importa lo que enfrentemos,
es el gozo del Señor.

No el gozo
de nuestras facultades,

talentos y destrezas,
sino el gozo de Dios mismo.

Y Pablo escribió esto
para alentarlos y ayudarlos

a entender que pase lo que pase,
este gozo es realista aún

en tiempos de sufrimiento.

Mire, esta es la diferencia
entre gozo y felicidad.

La felicidad se basa,
preste atención, se basa

en mi condición, o mis deseos,
o mi entorno, o mis amigos,

o muchas cosas.

El gozo se basa
en mi relación con Cristo.

Si quiere escribir algo,
apúntelo: La felicidad se basa

en mis condiciones,
cuales quieran sean estas.

El gozo se basa en mi relación.

Mis condiciones y circunstancias
cambian, a diario cambian.

Mi relación con Cristo
no cambia.

Es una relación eterna porque
fuimos sellados con

el Espíritu Santo del Dios vivo.

Y Pablo pudo sentarse
con soldados romanos y tuvo

una relación con Dios que
sin importar lo que pasara,

un día sería liberado de eso.

Fue su relación, no su entorno.

Todo a su alrededor lo habría
llevado a la desesperanza

y a una existencia deprimente.

Pero aún en una celda romana,
había ese gran sentido

de confianza y seguridad.

¿Le gustaron sus circunstancias?

Claro que no.

Pero, mire, mucha atención:
nuestra relación con Dios

no depende de nuestras
circunstancias, depende de

una relación personal y estrecha
que comenzó en nuestra vida

al aceptar a Jesucristo como
nuestro Salvador personal,

aunque haya sido siendo niños
o ya adultos.

Así que no se trata
de nuestra condición,

ni de nuestras circunstancias,
sino de nuestra relación.

No lo olvide.

Su relación con Dios
reemplaza todo lo demás.

Sus circunstancias
pueden cambiar, y cambiarán,

pero no su relación con Dios.

Y creo que Pablo le daba gracias
a Dios por eso, y también

le agradecía por el privilegio
de sufrir.

Solo porque pasemos por
adversidad, dolor, sufrimiento

y prueba, preste atención,
no significa que Dios se haya

movido un centímetro.

Sellados por el Espíritu Santo
hasta el día de la redención.

Al pensar en eso, ¿cómo podemos
regocijarnos cuando sufrimos

por dolor físico?

Bien, varias razones, podemos
gozarnos porque tenemos a Cristo

quien camina con nosotros.

No andamos solos.

Dios nos dice: «No te dejaré,
ni te desampararé».

Una segunda razón: Dios tiene
el control de nuestras

circunstancias.

Ese es un asunto importante:
Dios tiene el control de

nuestras circunstancias no
importa quiénes creamos ser,

Dios está al mando de nuestras
circunstancias.

Tercera razón: Dios hará que
estos momentos se tornen para

nuestro bien, pase lo que pase.

Cuando entendemos cómo
es el verdadero gozo, entendemos

por qué la adversidad
y el dolor solo son temporales.

Además, no hay nada que pueda
separarnos de su amor.

Al considerar todas
estas razones, y espero que

las escriba, podemos agradecerle
a Dios por lo que está haciendo

en nosotros.

Y quisiera leer un pasaje
bíblico en 1 Pedro.

Aquí no escribe Pablo,
sino Pedro, pero me encanta

este pasaje porque
Pedro también sufrió.

Pero en 1 Pedro, comenzando
en el versículo 3 del primer

capítulo: «Bendito el Dios
y Padre de nuestro Señor

Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer

para una esperanza viva,
por la resurrección

de Jesucristo de los muertos.»

Punto, pudo haberse
detenido allí pero no lo hizo.

«Para una herencia
incorruptible,

no podemos perderla,
incontaminada, es perfecta,

e inmarcesible, reservada en los
cielos para vosotros, que sois,

refiriéndose a nosotros,
guardados por el poder de Dios

mediante la fe, para alcanzar
la salvación que está preparada

para ser manifestada
en el tiempo postrero.

En lo cual vosotros os alegráis,
aunque ahora por un poco

de tiempo, si es necesario,
tengáis que ser afligidos en

diversas pruebas, para que
sometida a prueba vuestra fe,

mucho más preciosa que el oro,
el cual aunque perecedero se

prueba con fuego, sea hallada en
alabanza, gloria y honra cuando

sea manifestado Jesucristo.»

¡Qué palabra tan maravillosa!

«A quien amáis
sin haberle visto,

en quien creyendo, aunque ahora
no lo veáis, os alegráis con

gozo inefable y glorioso»;
Es un maravilloso pasaje bíblico

de promesa tras promesa
tras promesa.

Y allí están todas las promesas
de Dios para nosotros que

podemos acoger: «para que
sometida a prueba vuestra fe,

mucho más preciosa que el oro,
La mayoría no está

de acuerdo con eso.

Mire: para que sometida a prueba
vuestra fe, mucho más preciosa

que el oro, el cual aunque
perecedero se prueba con fuego,

sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando

sea manifestado Jesucristo»,
¿Tiene gozo en su corazón?

No parece.

No pareciera.

El gozo del Señor Jesucristo,
no es un mero sentimiento,

es una maravillosa seguridad
y confianza, rebosa dentro

de nosotros por ser
quienes somos en Cristo.

Ahora, si no ha aceptado
a Cristo como su Salvador,

todo lo que ha escuchado
lo ha pasado desapercibido,

y hoy deseo invitarle a decir:
«Hice un desastre de mi vida,

y quiero ser salvo.

Quiero que Dios cambie mi vida.

Quiero poder apropiarme de
lo que dijeron Pablo y Pedro

en esos 2 libros de la Biblia.

Quiero que Dios me cambie».

¿Lo hará?

Claro que sí.

Sí lo hará.

Y deseo animarle como seguidor
de Cristo, note que no dije

miembro de la iglesia,
sino seguidor de Cristo,

como dice ser, que permita que
la Palabra de Dios

le cautive, le llene, rebose
en usted que pase lo que pase,

estos versículos y estas
verdades nunca cambian

y se aplican a toda persona
sin excepción, no importa

cuál sea la circunstancia
si está dispuesto a creerlas.

¿Amén?

Padre, gracias porque
no desistes de nosotros.

Gracias porque el apóstol Pablo
sabía en su corazón lo que

estaba pasando, pero no sabía
que 2000 años después, habríamos

aprendido tanto por lo mucho que
sufrió al descubrir quién eres

y escribirnos para contarnos.

Te bendecimos y alabamos hoy
y nos gozamos por tu bondad,

amor, misericordia, dolor,
sufrimiento, pesar,

pero con gozo;
en el nombre de Cristo.

Amén.