El arduo camino a la voluntad de Dios – Dr. Charles Stanley
A menudo centramos nuestros esfuerzos en tratar de descubrir la voluntad de Dios, ¡y con razón! Pero después de que se revelen sus intenciones para nosotros, hay un último paso crucial: nuestra decisión de obedecerle y seguirle a plenitud.
Para navegar con éxito por la voluntad de Dios, necesitamos reconocer los posibles obstáculos. El Dr. Stanley examina algunas de las cosas que permitimos que interfieran con nuestro progreso en el camino que Dios tiene para nosotros. Los efectos del orgullo y el pecado, la ignorancia y la duda, los errores o las decisiones aplazadas, e incluso nuestras ocupaciones obstaculizarán lo que logremos y lleguemos a ser para Dios en esta vida.
El camino puede ser rocoso a veces, pero no debemos dejar que los obstáculos nos impidan vivir según el plan perfecto de Dios. ¡Nunca se conforme con menos de lo mejor que Él tiene para usted! Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea
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[música]
locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley celebra
45 años de la fidelidad de Dios.
Hoy en el programa En
Contacto,
«El arduo camino a la
voluntad de Dios».
Dr. Stanley: Uno de los temas
más importantes en la Biblia es
la voluntad de Dios, y los no
creyentes se burlan de la idea y
los creyentes a menudo la
ignoran; pero la verdad es que
cada día o vivimos en
la voluntad de Dios
o fuera de ella.
Es por elección propia,
elección, y se basa en las
decisiones que enfrentamos en la
vida, las cuales son muchas.
Entonces al pensar en la
voluntad de Dios para su vida,
considera cómo hace para
descubrir su voluntad, qué hace
al entender cuál es su voluntad.
¿Lo obedece o no?
¿O solo piensa al respecto?
¿Se pregunta por qué a veces se
mete en problemas?
Y piensa: «Bueno, si hubiera
pensado tal cosa…»
Es un tema muy importante.
Entonces, quisiera titular este
mensaje, al pensar en ello es:
El arduo camino a la voluntad de
Dios, porque no es fácil y hay
piedras de tropiezo en el
camino, si no tenemos cuidado.
Y lo que deseo hacer es hablar
de los obstáculos y que usted
mismo se pregunte: ¿Es por eso
que no estoy buscando la
voluntad de Dios para mi vida?
¿He descuidado uno de los
aspectos más importantes
de mi vida?
Así que tengo varios puntos y
espero que los escriba todos.
Y deseo comenzar con el primero,
uno de los obstáculos es este:
y es terquedad.
Queremos salirnos con la
nuestra.
Se trata de orgullo y egoísmo de
nuestra parte.
No queremos consultarle a Dios
muchas cosas, solo las hacemos,
y luego le pedimos su bendición;
pero ese no es su modo
de operar.
Y la gente dice: «Nadie va a
decirme cómo vivir», esa es una
actitud muy insensata porque
nadie, ninguno de nosotros, es
autosuficiente para llevar a
cabo la voluntad de Dios para
nuestra vida.
En ninguna parte de la Biblia
dice que sea una senda fácil,
sino una pedregosa.
Y pensar que hay tantos
obstáculos para hacer la
voluntad de Dios.
Los enfrenta en su trabajo, en
su hogar, y examine su vida, y
piense: ¿Cuántas veces me he
salido de la voluntad de Dios?
¿Cuántas veces casi he perdido
la voluntad de Dios?
Así que es una senda pedregosa,
y quisiera mencionar algunos de
esos obstáculos y el primero es
nuestra terquedad.
El segundo es la influencia de
otras personas.
Otras personas no tardan en
decirle cómo debe vivir; cómo
tomar decisiones; qué decisiones
debe tomar; cómo gastar su
dinero; con quién casarse; cómo
criar a sus hijos.
Dan toda clase de razones de
cómo vivir su vida; pero la
verdad es que a menudo
escuchamos las voces erradas,
porque Dios está dispuesto a
mostrarnos lo que debemos saber
de cualquier área de nuestra
vida, si estamos dispuestos
a escucharlo.
La gente quiere poner su opinión
por encima de la opinión de
Dios, y cuando alguien dice: «Si
yo fuera tú…»
¡Cuidado!
No son usted, para empezar.
No pueden ser–
No saben cuál es el plan de Dios
para su vida, y no saben lo que
Dios está haciendo en su vida.
Puede que crean que lo que
ocurre en su vida es terrible, y
Dios piensa que es en el tiempo
perfecto.
Un tercer obstáculo es
desconocimiento de los
principios divinos.
Desde luego, no podemos andar en
la voluntad de Dios sin conocer
sus principios.
Así que permítame mencionar
algunos.
Por ejemplo, uno de esos
principios importantes para
andar en su voluntad es aprender
a esperar en Dios.
El tiempo de Dios es un asunto
primordial en la vida cristiana.
Y un segundo principio es:
aprender a confiar en Dios,
dejar las consecuencias en sus
manos; que es una idea ajena
para el mundo.
«¿Cómo que confiar en Dios y
dejar las consecuencias
en sus manos?»
De eso se trata la fe.
A menudo transitamos por un
camino arduo.
La voluntad de Dios nunca
prometió ser fácil;
enfrentaremos obstáculos en la
vida, pero seguimos rumbo a la
obediencia a Dios.
Otro de esos principios es
que Dios suplirá
todas nuestras necesidades.
La mayoría no lo cree, creen que
ellos mismos tienen que hacerlo.
No, Dios suplirá todas nuestras
necesidades, así que al andar en
la voluntad de Dios, tendremos
todo lo que necesitemos.
Luego, otro de los obstáculos el
pecado deliberado y conocido
en nuestra vida.
Ahora, quizás quiera escribir
estos 4 efectos porque
en eso consiste.
En primer lugar: el pecado
ensordece nuestros oídos
a la voz de Dios.
Al decidir desobedecer a Dios,
ya no lo escuchamos con la
claridad que Él desea mostrarnos
y hablarnos al corazón.
El segundo efecto es que el
pecado ciega nuestros ojos
a la visión de Dios.
No conocemos la voluntad de
Dios, el pecado deliberado en
nuestra vida ciega nuestros ojos
a la visión de Dios de lo que Él
está haciendo en nuestra vida; y
desde luego, no seremos felices
en la vida sin saber por qué
rumbo vamos.
El tercero es que
endurece nuestro corazón
al conocimiento de Dios.
La desobediencia a Dios siempre
endurece el corazón.
Por eso la gente tropieza en la
senda, por permitir pecado en su
vida que es una distracción, y
tienen por delante lo mejor de
Dios y se desvían porque
permiten pecado en su vida.
¿Cuántas veces he escuchado a
alguien decir: «No entiendo por
qué Dios me trata de la manera
en que me trata»?
No, es como lo trata usted.
No está escuchándolo, no
está obedeciéndolo,
y así no le irá bien.
No hay promesa en la Palabra de
Dios que Él bendiga el pecado,
la desobediencia y la
indiferencia a Él.
La vida no es así.
Así mismo, el pecado
insensibiliza nuestra conciencia
a la Biblia.
Cuando alguien dice: «Leo la
Biblia y no me dice nada», es
porque está viviendo en
desobediencia a Dios.
No lo escucha, ya ha decidido en
su mente y en su corazón.
Y al pensar en esto, cualquier
cosa que haga ¿qué?
Ensordezca mis oídos a Dios,
ciegue mis ojos a Él, endurezca
mi corazón e insensibilice
mi conciencia a Él,
estoy en problemas.
Y al estar fuera de la voluntad
de Dios, pasa esto: Comenzamos a
sentir que algo no está bien,
nos preguntamos por qué; no
busque en ningún otro lugar,
examine su corazón para ver qué
hay en su vida: ¿Quiero en
verdad conocer y andar
en la voluntad de Dios?
Y también uno de esos obstáculos
a lo largo del camino
es la duda.
Debido a que la vida cristiana
no es fácil, es fácil dudar.
Y al dudar de Dios, ¿qué pasa?
Tomamos malas decisiones.
Entonces, si dudo de Dios, ¿qué
estoy dudando?
Piense en esto por un momento:
Si estoy dudando de Dios, ¿qué
estoy dudando?
Estoy dudando que Dios tenga una
voluntad para mi vida
en lo personal.
«Quizás tenga una voluntad
general, pero no para mí».
Claro que la tiene.
Dudo que Dios me muestre su
voluntad: Dudamos de Él por no
tener los hechos, que
son: Dios nos ama
a cada uno individualmente.
Él tiene un plan para nuestra
vida y nos sostendrá.
Suplirá toda necesidad.
Habrá dificultad, adversidad,
dolor, sufrimiento y pérdida; y
Dios hará que todo eso nos ayude
a bien, si reconocemos
cuál es la fuente.
No toda dificultad, adversidad y
prueba viene del diablo.
Dios permite ciertas situaciones
en nuestra vida ¿para qué?
Para hacernos crecer, madurar en
aspectos en los que
no somos maduros.
Y a menudo alguien acepta a
Cristo como su Salvador y luego
llega a su vida gran adversidad.
Ahora, preste atención, esa
dificultad Dios la permite
para hacer ¿qué?
Moldearnos, forjarnos,
hacernos, cambiarnos,
quitar de nuestra
vida lo indebido.
Nos lo tomamos muy a pecho y
decimos: «Dios no me ama.
En verdad no funciona, mira lo
que está pasando».
Vea al apóstol Pablo.
Vea todos los principales
personajes bíblicos.
Piense en las dificultades que
pasaron–Dios las usó todas
¿para qué?
Para lograr su propósito y
moldear personas consagradas
a Él.
Recuerde que esta es siempre la
meta de Dios.
La meta de Dios no es
agradarnos.
La meta de Dios no es darnos
todo lo que queramos.
Su meta es transformarnos a la
semejanza de Cristo.
Entonces, cuando hay duda, por
lo general nos lleva
en sentido contrario.
Pregúntese, al máximo de su
conocimiento: ¿Lleva una vida de
obediencia a Cristo?
Tiene el empleo que Él le dio.
Se viste como creyente.
Gasta su dinero como creyente.
O sea, su meta es seguir el
liderazgo del Señor en su vida.
¿Podría decir: «Al máximo de mi
conocimiento, vivo creyendo y
confiando que el Señor me guiará
en cada paso del camino»?
Dios quiere hacerlo, lo desea,
lo ha planeado, y el desenlace
de nuestra vida es consecuencia
de si seguimos o no su voluntad.
No es fácil–porque hay muchos
obstáculos, y lo que estoy
haciendo es mencionarlos y uno
de ellos es sentirnos indignos.
Como Gedeón, vea a Moisés.
Cuando Dios fue a Moisés y
Moisés escuchó lo que Dios
quería decirle, contestó: «Mm,
mm, mm, mm–yo no.
No puedo hablar; no puedo hacer
esto, no puedo hacer aquello».
Me pregunto cuántos siervos de
Dios se salieron de su voluntad
en sus vidas porque le dijeron a
Dios que no podían hablar, no
podían cantar, no podían hacer
esto, no podían hacer aquello,
no tomarían ese empleo.
Mire, preste mucha atención, no
subestime lo que Dios piensa que
usted puede hacer porque Él está
allí para ayudarle a hacerlo,
para ayudarle a ser quien Él
quiere que sea.
Así que no base sus decisiones
en su modo de pensar, sino en lo
que Dios le ha llamado a hacer.
Él hará lo que sabe que es lo
mejor para nosotros; suplirá
todo lo que necesitemos para
lograr su voluntad y propósito
para nuestra vida.
No dije que sería
una senda fácil.
Mucha gente recae.
Ahora, lo que quiero decir es
que vuelven al pecado.
Resbalan ante el pecado, y no es
tanto que resbalen, sino es
cuestión de escoger tomar una
decisión de hacer lo que solían
hacer de lo cual Dios les libró
porque no creen que puedan ser
la persona que Dios
quiere que sea.
Pero recuerde esto, no hay un
lugar en la Biblia donde Dios
diga que si uno de sus hijos
peca, hasta ahí, terminó, no.
¿Por qué dijo: «Si confesamos
nuestros pecados, Él es fiel y
justo para perdonar nuestros
pecados y librarnos
de toda maldad».
En nuestro andar cristiano
cometeremos errores, y
pecaremos, y Dios nos ha dado la
certeza de que Él no nos desecha
porque lo desobedezcamos, porque
flaqueemos en algún lugar a lo
largo del camino.
No todos somos fuertes, quizás
otras personas lo sean, así que
cometemos errores–decidimos
desobedecer a Dios.
Pagamos las consecuencias.
¿Qué hacemos?
¿Nos alejamos?
No.
Le pedimos perdón a Dios con
franqueza, y lo buscamos para
que nos dé sabiduría, guía,
dirección, un aviso en nuestro
corazón para evitar ese pecado.
Dios está de nuestro lado para
ayudarnos a ser las personas que
Él quiere que seamos.
Escuche, alguien dirá: «Y si es
algo muy malo».
No sé a qué se refiera, pero
permítame decirle: No puede
pecar tanto que Dios no le
rescate, pero cuánto desearía no
haberlo hecho.
Porque Dios tiene una mano que
castiga.
Preste atención, ¿sabe lo que Él
está haciendo?
Regresándonos con amor a su
voluntad.
Dios no le expulsará por haber
flaqueado a lo largo del camino.
Y desde luego, una de esas
excusas que damos es nuestro
ajetreo: «Bueno, es que me
mantengo muy ocupado, no tengo
tiempo de ir a la iglesia…»
«Estoy tan ocupado no tengo
tiempo de leer la Biblia.
Estoy tan ocupado antes de
dormir susurro una oración».
El ajetreo es un arma del
diablo, todos podemos usarlo de
excusa para pecar.
Porque, mucha atención, vivimos
en un mundo, escuche, vivimos en
un mundo opuesto a quiénes somos
y a nuestro estilo de vida.
Tenemos un mundo en oposición a
quiénes somos.
Así que una de las cosas más
importantes que hacemos es pasar
tiempo con Dios.
Quizás sea por breve tiempo o
por mucho tiempo, pero todos
necesitamos esa relación.
Se necesita, mucha atención, se
requiere tiempo para ser una
persona consagrada a Dios.
Se necesita tiempo para andar
con el Señor, se necesita tiempo
para conocer su voluntad, pero
es un camino arduo.
Si está esperando a que
se vuelva fácil,
le aseguro: no se hace fácil.
Algunas cosas quizás no sean tan
difíciles como otras, pero nunca
llegará un momento en que una
vida consagrada sea fácil, y
pueda relajarse.
Cuando venga a darse cuenta,
andará en desobediencia a Dios.
Dios nos ha dado una vida
maravillosa, nos ha dado al
Espíritu Santo para vivir, y
andar con nosotros cada día y
para enfrentar cada
circunstancia que confrontemos.
Recuerde esto, quizás sienta que
está solo, pero no lo está.
Tal vez se sienta solo, pero no
lo está.
Al examinar su vida, por
ejemplo, y al preguntarse:
¿Qué me falta?
Pregúntese: ¿Me falta ese tiempo
valioso que Dios desea
pasar conmigo?
Para darle consuelo, fuerza,
sabiduría, guía, dirección,
apoyo, ayuda, advertencias
en su vida.
Así es Él.
La vida cristiana no es fácil,
es una senda ardua, pero tener
al Espíritu Santo quien nos
ayuda, la presencia de Dios en
nuestra vida, y todas las
promesas bíblicas y este manual,
la Palabra de Dios mismo, hace
que la vida cristiana sea lo
mejor, pase lo que pase a
nuestro alrededor.
¿Dónde se ubicaría en el andar
cristiano?
¿Diría que vive en la voluntad
de Dios?
Que intenta de manera sincera y
genuina caminar en su voluntad
para su vida diaria, ¿o se
encuentra sumido en quejas y
pataleos y protestas, pensando:
¿Qué falta en la vida cristiana?
No falta nada en la vida
cristiana.
Por lo general puede rastrear el
origen a ¿cuándo fue la última
vez que se sentó y leyó la
Biblia, le pidió a Dios que le
hablara a su corazón,
le mostrara su voluntad
para su vida?
Quizás diga: «Pues ni sé
qué leer».
Es sorprendente.
Cuando no sabe qué leer, busca
algún pasaje, y al leerlo parece
que tuviera su nombre.
Dios sabe lo que necesita leer.
Y sabe cuándo necesita leerlo y
sabe justo lo necesario para
alentar su corazón.
Le pregunto: ¿Está satisfecho
con su vida cristiana?
No quiero decir que crea que
todo es perfecto, pero ¿siente
que está creciendo?
Y pienso en 3 temores que tiene
la gente en la vida cristiana.
Número 1: temen lo que Dios
pueda requerir de ellos.
Así que piensan: «Bueno, quizás
Dios me llame a ser misionero».
No se preocupe por eso.
«Tal vez Dios me pida que haga
eso, aquello y lo otro».
No.
Mucha atención, un Padre amoroso
solo requerirá lo que Él sabe
que usted es capaz de hacer
con su ayuda, su fortaleza
y su sabiduría.
Nunca pedirá más de lo que puede
ayudarnos a hacer.
En segundo lugar: un temor al
fracaso.
«Pues no puedo con la vida
cristiana».
Ninguno de nosotros podemos
solos, todos fallamos a veces.
Le pedimos a Dios que nos
perdone y seguimos; pero no lo
tomamos por sentado, de forma
insensata o caprichosa.
Si dice: «Si confesamos nuestros
pecados…», significa si
estamos de acuerdo con Él
al respecto.
«Si confesamos nuestros pecados,
Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad», levantarnos en la
senda de la vida cristiana y
ayudarnos a avanzar.
No vivimos en el engaño y el
fango de desobediencia y pecado
en nuestra vida.
Le pide a Dios que le perdone y
sigue adelante.
No hay un santo sin pecado,
todos estamos contaminados;
porque–mire–la senda para
vivir la voluntad de Dios es
ardua y tropezaremos a menos que
nos apoyemos del Señor, lo
escuchemos, dependamos del
Espíritu Santo.
Y decimos: Por tanto, mucha
atención, este es el Espíritu de
Dios que mora en nosotros para
facultarnos a hacer cualquier
cosa y todo lo que Dios requiera
de nosotros.
Esa es la seguridad divina.
Así que si fallamos no es su
parte, y Dios sabe que cuando
fallamos, Él está allí para
perdonarnos.
Y, por ejemplo, tememos de lo
que Dios pueda pedirnos.
Tememos al fracaso.
También otro de nuestros temores
es el temor a la crítica.
¿Cuántas veces ha desobedecido a
Dios por miedo a lo que alguien
podría decirle sobre su vida?
Es sorprendente cómo los
cristianos pueden temer a las
críticas de otras personas.
Mucha atención, si usted lleva
una vida consagrada,
lo van a criticar.
Si lleva una vida consagrada,
obedece a Dios, trata de andar
en su senda y en su voluntad,
será bendecido pase lo que pase.
Dios está de su lado, vive en
usted.
Mire, Dios busca ayudarle,
facultarle, equiparle,
encomendarle la fortaleza,
sabiduría y guía que requiere
una vida consagrada; porque
todos brillamos más cuando
tenemos una vida consagrada.
Entonces permítame hacerle una
pregunta sencilla.
Al examinar su vida, no es
asunto de nadie más, y nadie
puede leerle la mente, ¿diría
usted que está caminando en la
voluntad de Dios para su vida?
Ahora, no dije que nunca peque;
no dije que nunca falle; no dije
que nunca comete errores; no
dije nada de eso.
Es decir, usted que lo sabe
mejor que nadie,
¿cree que camina en la
voluntad de Dios?
No el pasado, no lo que hará;
sino, al máximo de su
conocimiento, ¿cree que anda en
la voluntad de Dios?
Habrá momentos en su vida cuando
será más fácil ser obediente
que en otros.
Habrá momentos en los que le
será muy difícil ser obediente a
Dios debido a las circunstancias
en las que se encuentra, que
quizás no creó usted, sino
alguien más.
El lugar más seguro donde estar
es en el centro de la voluntad
de Dios; solo usted puede
ponerse allí.
Usted dirá: ¿Cómo llego allí?
Pídale a Dios que le perdone su
pecado, y le dice al máximo de
su conocimiento: «Señor, quiero
que gobiernes mi vida, que guíes
mi vida, muéstrame el camino.
Y Señor, con tu ayuda, fortaleza
y el poder de tu Espíritu, me
esforzaré por seguirte».
Nunca puede prometerle que no
volverá a pecar.
Nunca puede prometerle
perfección.
No puede prometerle que siempre
hará lo correcto; pero sí
decirle: «Señor,
aquí está mi vida.
Ese es el deseo de mi corazón y
confiaré en tu Espíritu Santo
que pusiste en mí, y me
prometiste el poder y la fuerza
para obedecerte».
¿Es esa su oración?
Padre, gracias, gracias,
por la gracia.
Gracias por entender quiénes
somos, dónde estamos,
y por qué estamos ahí.
Gracias por tu disposición de
entrar a nuestras vidas en
cualquier momento, perdonar
nuestro pecado, limpiarnos,
levantarnos de nuevo y movernos
al centro de tu voluntad.
Te pido que nos hayas hablado a
cada uno de nosotros y te pido
por la persona que vino hoy sin
saber nada de tu voluntad, que
nunca pensó que tuvieras interés
personal en su vida, que te
entregue su vida a ti hoy.
Gracias por amarnos, Padre.
Gracias porque nunca, nunca,
nunca, desistes de nosotros.
Y gracias porque en el momento
en que pasamos de esta vida a la
venidera, estarás allí porque
dijiste: «No te dejaré,
ni te desampararé».
Decimos aleluya, en el nombre de
Jesús, amén.
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