Cuando tenemos temor – Dr. Charles Stanley

Cuando el pecado entró en el mundo, le siguió el miedo. La humanidad ha estado plagada de él desde entonces. Sin embargo, en este mensaje, el Dr. Stanley ofrece Isaías 41 como una receta eterna para combatir el temor. Aprenda cómo la Palabra de Dios puede consolarle y darle valor para enfrentar cada temor que le perturbe.

Comience su día con el
devocional gratuito en contacto.

Suscríbase hoy mismo.

[música]

locutor: En Contacto,
con el Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy en el programa En Contacto,
«Cuando tenemos temor».

Dr. Charles Stanley: El temor
y la ansiedad han asolado al ser

humano desde el
principio de los tiempos.

Piense en esto, la primera
conversación registrada entre

Dios y el primer hombre fue de
esta manera; el hombre dijo en

esa conversación: «Tuve miedo».

Y a lo largo de toda la historia
humana la gente siempre ha

dicho: «Tengo miedo,
siento temor y ansiedad».

Y en todo el Antiguo
Testamento Dios respondía:

«No debes temer.
No debes temer».

En el Nuevo Testamento, una y
otra y otra vez: «No temas».

Por ejemplo, cuando el ángel le
habló a María y le dijo, de la

venida de Jesús, que ella sería
su madre: «No debes temer».

A José: «No temas».

Y al padre de Juan el Bautista,
a su padre Zacarías: «No temas».

Cuando Jesucristo hablaba a la
multitud en el Sermón del monte,

les dijo allí en la ladera
de la montaña:

«No se afanen por nada».

3 veces lo dijo: «No os afanéis.

No tengáis miedo».

A los apóstoles en el mar, en
la tormenta cuando temblaban de

miedo, les dijo
también: «¿Por qué teméis?».

Al apóstol Pablo, cuando en
un lapso de su vida pasaba por

serias dificultades,
Dios también le dijo:

«No temas nunca más».

Y me alegró mucho que incluyera
eso porque comprendí que incluso

el apóstol Pablo experimentó
momentos de ansiedad y temor.

«No temas, sino
habla, y no calles».

Juan el Amado, autor del
Apocalipsis, al ver al Señor

Jesucristo, cayó a sus pies,
por completo petrificado

en la presencia del Señor.

¿Y qué le dijo el Señor?

La Biblia dice que puso su
diestra diciendo: «No temas».

¿Y cuál es la
admonición en toda la Biblia?

Dios le dijo al apóstol Pablo en
2 Timoteo capítulo 1 versículo

7: «No les he dado espíritu de
cobardía, sino de poder,

amor y dominio propio».

El apóstol Pablo,
de nuevo, dice:

«Por nada estéis afanosos».

La ansiedad es
solo temor al futuro.

«Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras

peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego,

con acción de gracias».

A lo largo de toda la Biblia,
Dios nos insta a no tener temor,

ni estar afanosos porque, como
sus hijos, no tenemos ninguna

razón para temer.

No significa que no pueda
ocurrir algo por un momento.

Por ejemplo, si saliera y
alguien le pusiera un revólver

en la cara, usted sentiría temor
y ansiedad en ese instante.

Ahora, lo que quiero abordar en
este mensaje es un tema un poco

más subjetivo que eso.

Y es que quiero hablar de esos
temores de los que a veces ni

estamos conscientes; e incluso
al experimentarlos, al llegar a

sentirlos, no podemos explicar
por qué están ahí o por qué

siguen apareciendo
en nuestra vida.

¿Y cuál es su origen?

¿Cuál es la raíz?

Vayamos entonces por
favor a Isaías capítulo 41.

Este es uno de esos versículos
que les recomiendo que deben

subrayar, resaltar, o lo que
deseen hacer, porque creo que es

una de esas anclas, textos ancla
en la Biblia que el pueblo de

Dios debe tener muy en cuenta y,
en especial a la luz de lo que

hablaremos hoy en este mensaje:
La fuente de nuestra fortaleza

cuando tenemos
temor o tenemos miedo.

La fuente de nuestra fortaleza
cuando hay temor o ansiedad.

Y la ansiedad es
solo temor al futuro.

Puede ser el temor al próximo
minuto, hora, día, mes, año, o a

los próximos diez años.

Y en Isaías capítulo 41,
atienda bien el versículo 10.

Dice: «No temas, porque yo estoy
contigo; no desmayes, porque yo

soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te

sustentaré con la
diestra de mi justicia».

Esta es una gran promesa de
seguridad para todos los que

pasamos por temor y ansiedad.

Y escuche lo que dice.

Dice: «No temas».

Pero, en segundo lugar, hay unas
palabras relativas a una actitud

de la que, a menudo,
no somos conscientes.

Dice: «No desmayes
estoy contigo ahora».

Y esa es una de las trampas más
sutiles y exitosas del diablo.

Y es, quitar nuestro enfoque
de nuestro Dios,

para ver nuestras
circunstancias.

¿Y qué pasa?

Cuanto más las vemos,
más ansiosos nos sentimos.

Así que, somos parte, y muchas
veces la causa, de nuestra

ansiedad y eso es, ver las
circunstancias, intentando

evaluar y sopesar lo que pudiera
o podría pasar, lo que ha

pasado, lo que dicen que pasará.

Y lo que dice es: «No desmayes,
porque yo soy tu Dios que te

esfuerzo; siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la

diestra de mi justicia».

Ahora, lo que quiero hacer,
lo que haré es hablar de esas

causas de fondo del
temor y la ansiedad.

Bueno, veamos algunas de ellas.

La primera es esta: es como una
sensación de tener incapacidad.

Lo que sucede es que hay una
cinta rodando en su mente, que

en algún momento se grabó, y
se repite siempre

y le dice «Eres incapaz.

No puedes hacerlo.
No funcionará.

No tendrás éxito.
Ni siquiera lo intentes».

Y sucede que nuestra imaginación
empieza a funcionar cuando llega

esta oferta, esta oportunidad.

Y en lugar de poder imaginar que
tendrá éxito, que puede hacerlo,

que es una oportunidad
maravillosa y que prosperará en

la vida, su imaginación le
juega una mala pasada

y comienza a rodar
esa vieja cinta .

Y esa cinta le dice:
«No puedes hacerlo.

Otros sí pueden, pero tú no».

Y al poco tiempo, en lugar de
imaginarse a sí mismo exitoso,

alcanzando logros, empieza a
imaginarse quizá fracasado.

Lo que produce como un efecto
dominó y comienza a inventar

todas las razones por las que
no cree que funcionará, ni que

puede hacerlo, y no
sucederá de esa manera.

Y es así como vive en
ansiedad y lleno de temor.

Usted dirá: «Es
solo un incidente».

Pero, con esa baja autoestima,
esa sensación de incapacidad es

parte de sus proceso de
pensamiento sobre usted, sea

cual fuere la situación que
enfrente, eso surgirá una

y otra y otra y otra vez.

Y perderá algunas de las mejores
oportunidades de la vida porque

se siente incapaz.

La segunda–creo que una razón
indirecta, una raíz de nuestros,

de nuestros nuestros temores
y ansiedades es esta: De alguna

manera no creemos que
podamos alcanzar el estándar

que nos hemos propuesto.

Todos nos fijamos estándares.

Usted tiene normas morales,
estándares en su trabajo, para

su desempeño y demás.

Y algunos de ustedes están muy
comprometidos a hacer un buen

trabajo, pase lo que pase.

En cualquier cosa usted se
fija estándares muy altos.

Bueno, si se fija estándares no
realistas, estándares que Dios

no fijó, solo usted.

Usted los estableció, a veces
fijamos estándares más allá de

nuestra capacidad.

Porque miramos a nuestro
alrededor para ver lo que otros

logran y hacen, y decimos:
«Bueno, si ellos pueden hacerlo,

entonces yo también».

Y lo que sucede es que
nos ponemos estándares poco

realistas que no
podemos alcanzar.

Vamos por la vida intentándolo
y fracasamos y seguimos

intentándolo: «Tengo
que probármelo a mí

y debo probarle a los demás».

«¿Y qué van a pensar si no
estoy a la altura y si no,

si no lo logro?».

Y así, y piensan que no
están a la altura,

viven con ansiedad y temor.

Hay una tercera que considero
raíz de todo esto y es una

actitud o sentimiento de culpa.

Es decir, la gente vive
con sentimiento de culpa.

Porque en algún momento hicieron
algo o actuaron quizás sin

agradar a Dios, y
viven con ansiedad.

Y verá, este tipo de persona
a menudo llega a una etapa o

situación en su vida cuando
comienza a tener éxito, y una y

otra vez he visto
que sucede esto.

Empiezan a tener éxito
en la vida,

comienzan a avanzar y ¿qué pasa?

Justo cuando están a punto
de despegar y triunfar,

tienen un revés.

Bueno, lo superan y
siguen adelante de nuevo.

Y al verlos de nuevo,
han tenido otro revés.

¿Por qué?

Y esta es la razón.

Psicológicamente ya han
decidido: «No merezco triunfar».

¿Por qué no merezco triunfar?

«Bueno, hace años en mi vida».

o: «Nací así.

Nací asá.

Ese es mi origen y no tenía
esto o aquello»,

o «Me dijeron esto sobre mí»,

o «Hice algo hace años
en mi vida».

Es increíble cuánta gente no
tendrá éxito en la vida

porque no se sienten
dignas del éxito.

Tan solo no
sienten que lo merezcan.

¿Qué es la gracia de Dios?

Es la benignidad, el amor, la
misericordia y la bondad de Dios

hacia nosotros, no porque lo
merezcamos, porque su amor por

nosotros no se basa ni se
fundamenta en lo que merecemos,

sino que es su carácter.

Y su carácter dice que
nos ama incondicionalmente.

Y entonces hay un
sentimiento de culpa.

Esa no es forma de vivir.

Pero mire, estas son las causas
de fondo de muchos

de nuestros temores
y ansiedades.

No son todas,
pero sí hay algunas.

Permítame mencionar otra y es:
actitudes con las que crecimos.

Y permítame darle un ejemplo.

Por ejemplo,
actitudes de la infancia.

Digamos que todos nacimos con
una grabadora aquí en la cabeza.

Ha estado grabando
desde el día que nacimos.

¿Qué hay en esas cintas?

Bien, le diré qué hay en ellas.

Es una cinta vitalicia.

Todo lo bueno que le pasó, lo
bueno, las cosas maravillosas

que le decía su madre o su padre
desde pequeño, eso está ahí.

Todo lo que desearía nunca haber
escuchado, también está ahí.

Todos los tratos que
recibió de niño, eso está ahí.

Todo el abuso que sufrió,
todas las dificultades, apuros,

pruebas, críticas, rechazo,
todo eso está en la cinta.

La diferencia es que todas
nuestras cintas son distintas.

Pero le aseguro que una
se reproduce en su mente.

Ahora, no puedo ilustrar
la suya porque

usted no querría que lo hiciera.

Tendré que ilustrar la mía.

Permítame darle un ejemplo.

Cuando era muy pequeño, como
he dicho antes, mi padre murió

cuando yo tenía 9 meses.

Así que, mamá y yo nos
mudamos 17 veces

en mis primeros 16 años de vida.

Eso sin duda no me
dio ninguna seguridad.

Algo que me decía mi
madre cuando era niño:

«No vayas a lastimarte.

No juegues en la calle.

Que no te atropellen.

Cuidado no te caigas.

No trabajes demasiado».

Y el mensaje era:
«No, no, no, no».

Ahora sé cuál era su intención
genuina, amorosa: «Quiero cuidar

a Charles porque es
todo lo que tengo ahora».

Y estoy seguro que en esos
primeros años, no solo era su

hijo sino que era todo.

Es decir, representaba a mi
padre para ella, y no quería que

me lastimara, ni
que trabajara mucho,

ni que hiciera esto y aquello.

«No juegues nada brusco».

Si jugaba fútbol,
«no seas brusco».

No hay otro modo de jugarlo.

Y así de esa manera se sentía.

Y claro, lo que me decía: «Pues,
no querrás fallarle a Dios.

No querrás fallarle a Dios.

Debes querer se obediente a Él.

No querrás fallarle a Dios».

Ahora, esos mensajes
quedaron en la grabadora.

Tengo muchos otros,
pero recuerdo esos.

Y, ¿cómo me afectó eso?

Porque, mire, si venía
de mi madre ¡era ley!

No era cuestión de si lo quería
en la grabadora o no, ahí quedó.

Yo no pedí que dijeran eso.

Fue algo que me, me dijeron.

Capté algunas cosas, luego
me enseñaron otras cosas.

A todos nos han enseñado
y hemos captado algo,

mucho, no lo pedimos.

Era muy pequeño para
entender bien lo que sucedía,

pero así sucedía.

Y así la cinta se grababa.

No hagas estas cosas».

¿Qué hizo eso?

¿Qué se grabó en esa cinta?:
«No te arriesgues en la vida».

Quizás te lastimen.

Tal vez alguien se
aproveche de ti.

Puedes morir.

Tal vez pierdas.

No, no, no hagas eso».

¿Y qué sucedió?

La cinta dice:
«No seas valiente.

No seas audaz.

No vayas ni lo hagas.

Solo ten cuidado.
Pendiente.

Cuidado la gente se aprovechará.

Cuidado».

La cinta sigue y sigue.

Una de las cintas era, sabe que
si uno no tiene mucho, la cinta

nos repite: «No tienes mucho.

Cuida lo que tienes.

Ten mucho cuidado
porque puedes perderlo.

Si lo pierdes, tal
vez no lo recuperes».

Algo maravilloso, que compensaba
esa cita, fue ver que mi mamá

daba ¡aun sin tener casi nada!

De algún modo la
compensaba, pero me decía:

«No querrás endeudarte».

«Y no, no querrás gastar, no
querrás desperdiciar tu dinero».

Y ella me hacía dar cuenta de mi
dinero, lo cual era buena idea.

Y la idea misma de endeudarse
era algo aterrador por completo.

Nunca lo hubiera hecho.

No importa cuánto
tuviera o no, eso no se hace.

Entonces, escuche, en esa cinta,
aunque hay cosas que me han

causado problemas, hay cosas del
todo maravillosas en esa cinta.

Esa es otra serie de mensajes.

Algunas cosas maravillosas en
esa cinta que nunca, nunca,

querría negar de ningún modo.

Pero, hay causas de
temor y ansiedad.

Y claro, cuando me dijo:
«No querrás fallarle a Dios».

Y ¿qué me repite la cinta?

«¡Cuidado!

¡Cuidado!».

«Asegúrate de ser obediente.

Cuidado.

No peques contra Dios.

No hagas nada que no querrías
hacer cuando vuelva Jesucristo».

¿Y qué pasa?

Crecí con esa
cinta que se repetía.

Y esas cintas son:
«No te arriesgues.

Atento con Dios.

Cuida lo que tienes».

Todas esas cosas.

Ahora, lo que diré es esto.

Hay una manera de manejarlo.

Pero si no se da cuenta de que
tiene una cinta, y no–no la

identifica, entonces
no funcionará.

Así que veamos por un momento,
cuáles son las consecuencias de

esos temores y ansiedades, esos
procesos de reflexión que están

latentes, a la espera de que los
despierte alguna circunstancia y

generan temor y ansiedad.

Bueno, hay varias consecuencias.

Por ejemplo, cuando una persona
vive con eso, a menudo su juicio

se nubla y no toma
decisiones sabias.

Porque tiene el juicio nublado.

¿Por qué?

Porque el temor y la
ansiedad han permeado todo su

razonamiento, su raciocinio:
«¿Y si esto y si aquello?

Pero–pero si…
pero si…

¿qué tal si?»

En segundo lugar, esas personas,
no suelen ser tan productivas

como pudieran, por la sencilla
razón que sus mentes

están tan nubladas.

y son indecisas.

No son productivas
debido al temor al fracaso.

Lo que me lleva a otro
problema y es la postergación.

Mire, una persona que posterga
espera hasta que cree que puede

hacerlo a la
perfección antes de intentarlo.

Y eso es porque temen tanto al
fracaso, y sienten que no están

a la altura de las expectativas.

Y los sentimientos de la
posibilidad de rechazo porque no

dan la talla, los
paraliza por completo.

Lo veo una y otra vez en los
hábitos laborales de la gente,

Una persona que posterga, espera
hasta que pueda hacerlo

a la perfección.

Entonces, pasa esto.

Prefieren esperar y prefieren
atrasarse, prefieren caer en una

situación muy difícil y, a
menudo, aun hasta perder su

empleo, antes de encarar
el dolor de no hacerlo a la

perfección y no dar la talla
ante sus propias

e imposibles estándares.

A menudo el resultado es
una actitud de persecución.

O sea: «Todos están contra mí.

Alguien trata de perseguirme.

No les caigo bien.

Ellos–ellos me harán daño».

Todo eso es resultado de ¿qué?

De algo que hay allí, procesos
de reflexión latentes, a la

espera que algo los despierte
para causarle temor

a la persona.

Entonces, cuando pensamos en
cómo nos afecta, piense en otras

personas, por
ejemplo, y cómo les afecta.

Algunas personas
recurren al alcohol,

las pastillas, todo lo demás.

Porque viven en temor y dicen:
«Bueno, necesito algo para

acabar con estos nervios».

Bueno, la forma de acabar con
esos nervios y ansiedades es

descubrir la verdad sobre ellos
y manejarlos a la manera de

Dios, y no sacar algo de una
botella, sea pequeña o grande.

Así no es.

Pero eso es justo lo
que hace la gente.

Si vive en ansiedades y temores
en la vida cada vez que se

arrodille a clamar a
Dios ¿qué hará la cinta?

Comenzará a
sonar: «No lo mereces.

¿Por qué Dios
contestaría tu oración?

Mira tu vida.

No estás a la altura».

¿Y qué pasa?

Se levanta y piensa: «¿Por qué
Dios no contesta mi oración?

Porque aún escucha la cinta
que tiene las causas de fondo

de ansiedades y temores.

Debemos eliminar la grabadora.

¡Elimínela!

Nunca se ocupará de lo que pasa
en su interior hasta que mire

adentro no afuera.

¿Cómo podemos superar ese temor
y ansiedad en nuestra vida?

Bueno el primer paso
es muy importante.

Mire: reconocer que está ahí.

No niegue que está ansioso.

Algunos dicen: «Sabe, soy
cristiano, creo en Dios y en la

Biblia, confío en Dios».

O: «Soy pastor, por lo tanto
no tengo temores

ni ansiedades en mi vida».

Sería una mentira, porque
algún día debo enfrentarlos,

igual que usted.

Creo que Dios me está
enseñando cómo hacerlo.

Por eso quiero compartirlo
con usted, porque me funciona.

En primer lugar,
debo reconocerlo.

Ahora escuche bien: Verá no
solo, no solo debe reconocer que

tiene temor o
ansiedad, sino identificarlo.

¿Qué es?

Usted dirá: «¿Y cómo lo hago?».

La mejor forma de hacerlo
es: cuando se sienta afanado o

temeroso por algo, deténgase y
pregúntese, solo pregunte:

«¿Qué está pasando?

¿Qué pasa a mi alrededor?

¿Qué considero que
provocó esa sensación?».

Algo que, escuche, ¿Una
llamada telefónica?,

O ¿es algo que vi?
¿Qué?

¿Qué lo provocó?

¿Es algo que ha ido creciendo?

O ¿Qué está pasando alrededor?

Debo identificar esa cosa que me
ha provocado ansiedad o temor.

Si puedo identificarlo,
entonces puedo ir a la raíz.

Si no lo identifico,
el problema persistirá.

La cinta seguirá rodando.

Pues, primero, debo
reconocer que siento

temor e identificar
lo qué está pasando.

«¿Qué?
¿Qué está pasando aquí?».

La segunda cosa, muy importante,
es mi relación con Jesucristo.

Escuche, sin una relación con
Jesucristo vivirá con ciertos

temores y ansiedades en la vida
porque usted sin Él no tiene

ninguna seguridad.

La única cosa del todo segura
en esta vida es Jesucristo.

Él es lo único certero.

Entonces, si enfrento cualquier
tipo de temor y ansiedad en mi

vida, debo encarar mi
relación con Jesucristo.

porque dice: «está establecido
para los hombres que mueran

una sola vez, y
después el juicio».

«Todo lo que el hombre
sembrare, eso segará.»

Y pudiera pensar en muchos
principios que me causarían

mucha ansiedad y temor.

Y si afronta la verdad, tendrá
una razón para sentir temor

y una razón para la ansiedad.

Si ha rechazado a la persona de
Jesucristo, el Hijo de Dios que

vino al mundo para salvarnos.

Entonces, aceptado por fe, como
mi Salvador personal, porque

perdonó mis pecados pasados,
presentes y futuros, soy hijo de

Dios y ahora estoy en su
gracia, no por mi desempeño.

Seguro del todo.

Primero, reconozca la presencia
del temor e identifíquelo.

Y segundo: asegure que su
relación con Jesucristo

es la correcta.

¿Cuál es el número 3?

Número 3 es, la grabadora.

Tome nota, la grabadora.

Lo que debe hacer una vez que
identifique estas ansiedades que

siguen apareciendo, dígase:
«Bien, esa es la cinta

que está sonando.

Ahora, ¿cuál es la raíz?

¿De dónde viene la cinta?

¿Cómo se grabó eso allí?»

Mire, puede ser algo que dijo
un profesor del colegio

y lo puso en su cinta.

¿Algo que su padre o
madre puso en la cinta?

Puede ser algo que su esposo
o esposa puso en la cinta.

Algo que sus padres
pusieron en la cinta

o un compañero de trabajo.

Pero escuche, esa causa de fondo
de ansiedad y temor, escuche,

¡se grabó en la cinta!

Y cuando reconoce e identifica
lo que es y lo rastrea hasta su

raíz, esto es lo que puede
hacer, puede tomar esa cinta,

arrancarla y hacerla pedazos.

«Rechazo esa cinta.

No debo reproducirla más».

Mire, ¿eso significa
que no sonará más?

No.

Significa que la próxima vez
que suene, usted dirá:

«No tengo por qué aceptarla.

Es solo la vieja cinta sonando.

La rompí.

No tengo por qué
seguir escuchándola».

Lo que me lleva al siguiente
paso: la idea de reprenderlo.

He tenido momentos en los que me
he puesto de rodillas clamando a

Dios por algo, ¡y de
repente algo me abruma

y es la ansiedad y el temor!

Cuando nos golpea
así, es como una nube.

Nos ahogamos en ella.

Pero descubrí esto.

Solo debo decir: «Padre, debo
agradecerte porque no viene de

ti, porque no me has dado
espíritu de temor o de ansiedad.

Lo reprendo en el
nombre de Jesucristo.

Rechazo este sentimiento y lo
rehúso desde este momento».

Y le aseguro que sin
duda desaparecerá.

¿Por qué?

Porque usted ha tomado autoridad
sobre un espíritu que no es de

Dios y viene directamente del
diablo, que lo que trata de

hacer es obstaculizar
su relación con Dios.

Usted tiene poder y autoridad,
como hijo de Dios, para

reprender y rechazar todo
aquello que no venga de Dios.

No tiene que
aceptarlo como suyo.

¿Y qué hace?

Al identificar la cinta
cuando suene, apáguela.

Córtela.

No tiene que escucharla.

El siguiente paso
es llegar al ancla.

¿Cuál es el ancla?

Volvamos al
capítulo 41 de Isaías.

Ahora mire esto: Esa debe ser
su ancla cuando enfrente temor y

ansiedad, escuche esto: «No
temas, porque yo estoy contigo»;

¿Quién esta con usted?

El Dios Todopoderoso,
Soberano y Omnipotente.

Él dice: «Yo estoy contigo».

¿Por cuánto tiempo?

En cada paso del camino
hasta el final de la vida.

«No temas, porque yo
estoy contigo; no desmayes».

¡No lo haga!

Escuche lo que siguiente:
«porque yo soy tu Dios».

Mire, sus
circunstancias no son su Dios.

«No mires alrededor.

Nadie puede hacerte
nada si yo no lo permito.

Puede que tengan el mal en
mente, pero yo lo convertiré

en tu bien.

Da lo mismo».

Él dice: «No miren
alrededor con ansiedad.

Yo soy tu Dios.
Eso no es tu Dios.

Ellos tampoco.

Él no es; ella no es tu Dios.

Nadie puede
controlar tu vida sino yo».

«no desmayes,
porque yo soy tu Dios».

Siguiente verso:
«que te esfuerzo».

¿Quién lo hace?

Es el Dios Omnipotente que
nos permitirá afrontar cada

circunstancia de la
vida con, con éxito.

«Que te esfuerzo;
siempre te ayudaré».

Escuche.

Él dice: «Yo te ayudaré.

Lo que sea que
enfrentes, mira a tu derecha.

Ahí estoy.

Te ayudaré a superarlo».

Luego dice: «siempre te
sustentaré con la diestra

de mi justicia».

En la Biblia eso es
simbólico–escuche: sobre la

voluntad de Dios
de intervenir

en cada situación
y circunstancia.

Y Él dijo: «Te sustentaré».

«Soy Dios de confianza y de fe.

Te fortaleceré.
Te ayudaré.

Te sostendré.

Lo que sea que
necesites, no dudes yo lo haré».

Le pregunto, ¿puede
encontrar algo mejor?

Dice: «Estoy contigo.

Para fortalecerte y sustentarte
con la diestra de mi justicia».

Alcance al ancla.

Pero escuche, debe buscar un
ancla antes de comenzar

a tener miedo o temor.

Si no lo ha hecho, la próxima
vez acuda al capítulo 41 de

Isaías y diga: «Está bien,
Señor, eso dijiste, lo acojo».

¿Qué quiere hacer Él?

La próxima vez que lo diga,
es que vuelva a centrar su

atención, porque pasa lo
siguiente: Cuando miro

alrededor, afanoso y
temeroso, buscando el ancla.

De repente, ¿qué es
lo que ha pasado?

Mi mirada pasa de lo que
me produce angustia

a lo que me da seguridad.

He vuelto a centrar mi atención,
de mis circunstancias al ancla.

¿Y qué pasa?

¡De inmediato mi fe se
dispara hacia las nubes!

¿Por qué?

Porque recuerdo que
dijo: «Yo estoy contigo.

Soy tu Dios.

Te ayudaré, fortaleceré y
sustentaré con la diestra

de mi justicia».

Eso pasa.

Es asombroso cómo los
temores y angustias por completo

desaparecen en la presencia
de la Palabra viva de Dios.

No tiene por qué angustiarse.

No hay que tener miedo.

Y escuche con atención: Nadie
puede hacerle temer ni puede

hacerle sentir angustia.

Lleguemos a un acuerdo
para responder a eso.

Tenemos a Jesucristo viviendo
en nuestro interior para

capacitarnos y animarnos.

Nos dice: «Si me escuchas,
vivirás seguro y no temerás

ninguna noticia,
porque Yo soy tu Dios.»

[música]