Cuando se agotan nuestros recursos – Dr. Charles Stanley

Basado en 2 Corintios 1.8-11, este mensaje se centra en la vida de Pablo y en cómo comprendió lo que significaba ser llevado al límite de sus fuerzas. El Dr. Stanley describe cómo el apóstol superó sus limitaciones para sobrevivir y triunfar sobre circunstancias difíciles.

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locutor: En Contacto con
el Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy en el programa En Contacto,

«Cuando se agotan nuestros
recursos».

Dr. Charles Stanley: En
su amor y sabiduría, Dios ha

elegido no decirnos
muchas cosas en la vida.

Uno de esos aspectos en la vida
que no nos revela son las cosas

difíciles que ocurrirán en
el futuro en nuestra vida:

dificultades, pruebas,
adversidad, tribulaciones,

persecución, todo lo que sea.

Él ha elegido no informarnos
de antemano sobre estas cosas.

De vez en cuando nos da alguna
señal en nuestra vida sobre algo

que sin duda acontecerá,
pero casi nunca lo hace.

Por eso es tan importante que
estemos continuamente creciendo

en la vida cristiana, para que
cuando estas cosas ocurran en

nuestra vida,
estemos preparados.

La persona que es salva y dice:
«Bien, ya basta para mí en este

punto; dejaré las cosas así»,
de lo que no se da cuenta es de

esto: Hay experiencias en la
vida más allá de nuestro control

y más allá de nuestra fuerza
para soportar; y al no conocer

la clave de la fortaleza,
caeremos

derribados tarde o temprano.

Y por eso es tan fundamental que
crezcamos continuamente

en la vida cristiana.

Bien, las personas
enfrentan dificultades

y circunstancias como estas de
muchas y varias maneras.

Por ejemplo, hay personas
que enfrentan dificultades y

adversidad y el resultado final
es que pierden la fe, se sienten

enojados, son hostiles, a veces
se enojan con Dios; comienzan a

ser cínicos en la vida,
envejecen, entonces eligen

aislarse y mueren con
una actitud cínica.

Por otro lado, hay alguien más
que puede pasar por la misma

situación en la vida y estos son
los resultados: es más rico en

su comprensión de los caminos de
Dios; es más fuerte en cuanto a

su fe en el poder de Dios y es
conmovido en su corazón

por el amor de Dios.

Y ¿cuál es la diferencia en
como responden estas 2 personas?

Esta es la diferencia: Una
conoce la fuente de su fortaleza

y la otra persona no.

Ese es el título de
este mensaje:

La fuente de nuestra fortaleza.

Y quisiera que vaya a un pasaje
de la Biblia escrito por un

hombre que entendía muy, muy
bien lo que significaba llegar

al límite de sus fuerzas y cómo
ir más allá de nuestros límites

humanos y resistir,
sobrevivir y triunfar sobre las

circunstancias más
difíciles de la vida.

2 Corintios,
capítulo 1, versículo 8.

El apóstol Pablo, entendiendo lo
que significaba llegar al límite

de su vida, nos dijo esto.

No nos cuenta exactamente
el incidente

que ocurrió ni los detalles.

Les escribe a los corintios para
recordarles el tipo de dolor,

sufrimiento, prueba y adversidad
que había experimentado; y dice

en el versículo 8: «Porque
hermanos, no queremos que

ignoréis acerca de nuestra
tribulación que nos sobrevino en

Asia; pues fuimos abrumados
sobremanera más allá de nuestras

fuerzas, de tal modo que
aun perdimos la esperanza

de conservar la vida.

Pero tuvimos en nosotros mismos
sentencia de muerte, para que no

confiásemos en nosotros mismos,
sino en Dios que resucita a los

muertos; el cual nos libró, y
nos libra, y en quien esperamos

que aún nos librará, de tan
gran muerte; cooperando también

vosotros a favor nuestro con
la oración, para que por muchas

personas sean dadas gracias
a favor nuestro por el don

concedido a nosotros
por medio de muchos».

Bien, el apóstol Pablo no era un
hombre ajeno a las dificultades,

adversidad y pruebas, sino
un hombre que estaba muy, muy

consciente e informado, y que
sabía no solo cómo se sentía,

sino que aprendió a responder
a las circunstancias

más difíciles y adversas.

Entonces, comenzaré diciendo que
hay circunstancias en la vida

que requieren una fuerza más
allá que nuestra fuerza humana.

Hay circunstancias en la vida
que requieren una fuerza mayor

que nuestra fuerza humana.

Veamos al apóstol
Pablo un momento.

Noten en este pasaje, aunque
no nos dice exactamente cuándo

ocurrió esto o dónde,
o el suceso concreto.

Pudo haber sido el motín
en Éfeso u otro incidente.

Quisiera que note las palabras
que usa para describirlo, y lo

haremos por esta razón.

Puede que usted sea una persona
que pasa por una de esas pruebas

y dice: «Espere un momento.

No me hable acerca
del apóstol Pablo.

El apóstol Pablo vivió hace como
2000 años y todo ha cambiado».

Le diré lo que no ha cambiado:
El pecado no cambia, el diablo

no cambia, y la
tentación no han cambiado.

Adversidad, pruebas,
sufrimiento, dificultades,

ataques; eso no ha cambiado.

Es solo que sucede en
un tiempo diferente.

Y así, el apóstol Pablo sabía
de lo que hablaba aquí y todos

afrontamos esas circunstancias
donde nos sentimos presionados

al límite y hemos tenido que
ir más allá de nuestro vigor y

energía humana, ya sea
intelectual, moral, espiritual,

física, emocional, y
así por el estilo.

Mientras piensa en esto en su
propia vida, veámoslo de esta

manera: Quizá sea alguien
que dice: «Mire, me ha causado

tanto, pero tanto daño la misma
persona por tanto tiempo, que no

tengo fuerzas, no tengo el poder
para seguir perdonando a quien

me sigue haciendo daño».

O quizá sea alguien que se halla
en un ambiente de trabajo tan

opuesto a Dios y al cristiano,
que piensa: «No puedo seguir

aguantando en esta clase de
ambiente, tratando de ser y

hacer lo que debo.

Siento que no tengo fuerzas para
vivir en este ambiente día tras

día en mi trabajo, bajo
constante crítica, porque creo

en la Biblia, creo en Dios, voy
a la iglesia y busco

vivir una vida cristiana».

O quizá esté en el tipo de
ambiente o atmósfera donde la

tentación es tan fuerte, tan
imperante, tan abrumadora, que

piensa que absolutamente:
«No hay forma de soportarlo.

No tengo la fuerza
para resistirlo».

Bien, muchas personas viven en
esas circunstancias cada día.

Y ¿cómo sobreviven?

El pueblo de Dios,
¿cómo sobrevive?

Bien, al ver este pasaje de
la Biblia, también tiene que

concluir esto: es
decir, que hay…

que la fuerza necesaria, mire,
la fuerza necesaria que nos

faculta para soportar esas
circunstancias más allá de

nuestro poder y fuerza humanos
está disponible

en la Persona de Jesucristo.

Sé que puede ser una simple o
declaración simplificada, decir

que el poder, la energía
necesaria que nos permite

enfrentar estas cosas
triunfalmente y en victoria se

halla en Cristo, ¡pero así es!

Debe hallarse en Él.

y el apóstol Pablo lo
entendió, lo entendió muy bien.

Por eso dice en este pasaje
aquí, dice: «Pero tuvimos en

nosotros mismos sentencia de
muerte, para que no confiásemos

en nosotros mismos, sino en Dios
que resucita a los muertos».

Escuche muy bien.

Aquí hay un básico, básico y
fundamental principio para

enseñarnos cómo andar en las
pruebas y circunstancias más

difíciles en la vida.

Y aunque haya caídas y momentos
de desánimo cuando preguntamos:

«Dios, ¿dónde estás?», hay
una solución, hay una forma: El

camino de Dios.

Es el mejor y es la única
manera de sobrevivir y resistir

triunfalmente, en victoria,
sin perder nuestra paz y perder

nuestro gozo.

Y el apóstol Pablo
nos dice cuál es.

Dice que la fuente de nuestra
fortaleza está

en la Persona de Jesucristo.

¿A qué se refería aquí?

Solo esto: que cuando recibimos
por fe al Señor Jesucristo como

nuestro Salvador personal, la
Biblia dice que Jesucristo vino

a vivir en nuestro ser,
en nuestro espíritu, en la

presencia del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo vive dentro
de cada creyente y ¿qué hace?

Vive mediante
nosotros la vida de Cristo.

Bien, lo que Jesucristo era
lo es también hoy; es el mismo

ayer, hoy y siempre.

Lo que hizo en esos
días lo está haciendo hoy.

Y el mismo poder y fuerza que
prevaleció en su vida en esos

días, aún prevalece en Él hoy
y Él vive en nuestro interior,

para que, mire, toda la fuerza
y todo el poder para resistir,

sobrevivir y guardar nuestro
gozo y conservar nuestra paz no

solo esté disponible para
nosotros hoy, sino que ya

permanece en nosotros en
la presencia de Jesucristo.

Mire, Dios no tiene que enviar
desde el cielo algo que me

permita afrontar lo que sea.

Ya es, de hecho, su
posesión y mi posesión.

Así que Dios ha hecho habitar en
cada creyente suficiente fuerza

y suficiente poder para
que podamos enfrentar cada

circunstancia singular
de la vida,

sin importar cuál sea ella.

Escuche lo que dijo Pablo.

Dijo en Efesios, dice:
«Fortaleceos en el Señor y en el

poder de su fuerza».

También dijo en Timoteo en 2
de Timoteo, capitulo 2 dijo:

«Esfuérzate en la gracia
que es en Cristo Jesús».

Y luego el apóstol Pablo hizo
una declaración que hemos

citado muchas veces.

Dijo así: «He aprendido esto».

Dijo–este principio que
quiero mostrarles–dijo:

«He aprendido que
todo lo puedo…

escuche esto, «…todo lo puedo
en Cristo que me fortalece».

No dijo que podía hacer lo
que fuera y todas las cosas.

Dijo: «Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece».

¿Pablo siempre supo eso?

No.

¿Sabe cómo aprendió esa lección?

La aprendió de la misma
forma que nosotros lo hacemos.

Y la forma en que aprendemos que
todo lo podemos en Cristo que

nos fortalece es al ser
arrojados a situaciones

imposibles donde sentimos
la presión aplastante y la

incapacidad absoluta y total, la
incapacidad total para cambiar

nuestras circunstancias y
aprender, aprender la lección de

que cuando llegamos al límite
soportable, podemos ir más allá

del límite gracias a una
fortaleza y a un gran poder

divino sobrenatural que está
al alcance de cada creyente.

Aprendemos al ser
arrojados hasta allá.

Lo aprendemos solo de esa forma.

Porque si solo lo escucha de
otra persona o lo lee en un

libro, nunca sabrá ni tendrá una
convicción sobre la capacidad de

Cristo en su vida, hasta que
tenga que experimentar eso.

Y así, el apóstol Pablo,
sabiendo exactamente lo que

pasaba, y al examinar su vida y
contar cómo Dios obraba en ella,

¿qué solía decir?

Decía: «Hay un poder.

Hay una fuerza y, todo lo puedo
en Cristo que me fortalece».

De vez en cuando alguien
malinterpreta este pasaje.

Existe un límite en
lo que podemos hacer.

Ese límite se define claramente
en este pasaje que dice: «Todo

lo puedo en Cristo
que me fortalece».

¿De dónde viene la fuerza?

Viene de la Persona de Cristo
en nuestra relación con Él.

¿Cuál es el límite?

Aquí está el límite: Dios no
nos fortalecerá a nosotros para

hacer algo que no sea
la voluntad del Padre.

Así que, no nos empoderará ni
nos fortalecerá para hacer algo

que no sea su voluntad.

Entonces ¿qué hace?

Todo lo que Dios le diga que
haga, ya sea en su ocupación, o

si lo llamó a cierto empleo y
cierto tipo de trabajo, que

puede ser muy difícil, si lo ha
puesto ahí, Él lo capacitará, lo

fortalecerá y equipará
para hacer toda y cada cosa.

Dios le permitirá hacerlo.
Ahora escuche bien.

Por eso, salir corriendo de una
situación difícil nunca, nunca,

nunca es aceptable
para el hijo de Dios.

Es una confesión al mundo de
que nuestro Salvador es incapaz.

Permítame aclararle algo aquí.

Nunca le diría eso a una persona
que vive en una situación en la

que su vida ha sido amenazada
por alguien debido a algún tipo

de abuso físico.

Esa situación es una excepción.

Debe haber alguna excepción ahí.

De lo que hablo es de
dificultades, apuros, pruebas,

tribulaciones; no nos gusta cómo
nos tratan; no nos gusta cómo

van las cosas.

Y a veces, a una persona, por
ejemplo, en un trabajo que lleva

mucho tiempo en la misma
empresa, la pasan por alto en

los aumentos y ascensos, y el
trabajo se lo dan a alguien que

está menos calificado, él no
gana tanto como usted, no lleva

ahí tanto tiempo como usted,
y a usted lo pasan por alto.

Y usted dice: «¿Por
qué debería seguir aquí?

¿De dónde tomo fuerza y poder
para estar entusiasmado con mi

empleo cuando me
tratan tan mal?»

Esa es la clase de situación
de la que no huye

porque lo maltrataron.

Escuche, quisiera
que veamos esto.

Fíjese en ah, en
2 Corintios, 12.

Quisiera que se fije en un
conflicto, lo que parece un

conflicto aquí.

Recordarán que Pablo dijo en
ah, en Efesios, capítulo 1, o en

Efesios 6, dijo:
«Fortaleceos en el Señor».

Y le dijo a Timoteo:
«Esfuérzate en la gracia

que es en Cristo Jesús».

Parece una contradicción.

Por un lado, dice: «Fortaleceos
en el Señor»; por otro lado,

dice en 2 Corintios,
capítulo 12, vea esto.

Dice en el versículo 5: «De tal
hombre–hablando de sí mismo–

me gloriaré; pero de mí mismo
en nada me gloriaré,

sino en mis debilidades».

Dice: «¿Quieren
saber de qué me glorío?

Me glorío en mis debilidades».

Mire el versículo 9.

Dijo que descubrió que la gracia
de Dios le era suficiente, y

volvió a decir en
el versículo 9: «…

Por tanto, de buena gana
me gloriaré más bien en mis

debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo».

Y el versículo 10
dice: «cuando soy débil…

soy fuerte».

¿Qué clase de
doble discurso es ese?

Un momento, Pablo.

Por un lado, mandas esto:
‘Fortaleceos en el Señor’; por

otro lado, dices: ‘Me
complace ser débil'».

Eso parece no tener
sentido, hasta que lo entienda.

Pablo dice esto, dice:
«He descubierto esto.

Es lo más sorprendente».

Yo he descubierto que cuando
soy débil y soy más débil y más

débil, y más débil, más débil,
más débil y más débil», dice:

«Cuando estoy en mis
momentos más débiles», dice: «He

descubierto esto: Que es en esos
momentos cuando siento la mayor

descarga de esta sobrenatural
energía divina, ya sea

intelectualmente, ya sea
emocional, moral,

espiritual o físicamente».

Dice así: «En ese momento más
débil de mi vida, ahí recibo la

mayor descarga del poder de
Dios que obra en mi vida».

«Esto es lo que he descubierto:
Descubrí que en vez de

despreciar la debilidad y
sentirme fuera de control e

incapaz…»; lo
cual no nos gusta.

No nos gusta perder el control.

Nadie quiere sentirse incapaz.

No nos gusta la debilidad.

No me gusta, al igual
que a nadie le gusta.

Pero vea lo que Pablo descubrió.

Dice: «Descubrí esto: Si estoy
dispuesto a experimentar gran

debilidad, podré
experimentar gran fortaleza».

Vea esto.

Mire bien.

Si me escucha diga amén.

En la medida, escuche esto, en
la medida que estoy dispuesto a

ser débil, en la misma medida
estoy dispuesto

a sentirme fuerte.

Lo cual dice que debo
lidiar con el orgullo.

Porque, mire, a nadie
le gusta admitir…

«Soy débil.

Soy frágil».

El mundo actual
dice: «Sé fuerte.

Sé hermoso.

Sé guapo.
Sé rico.

Sé todas estas cosas».

¿Sabe qué dice Dios?

«Sé pobre de espíritu,
sé débil, sé humilde».

Y el mundo odia eso.

No lo soporta.

Desprecia la debilidad.

¿Sabe qué dice Dios?

«Me encanta».

Bien, sinceramente, no me gusta
mucho, y a usted tampoco,

si es sincero.

No nos gusta sentirnos débiles,
sin control e impotentes.

Pero cuando todos aprendemos
que en esos momentos más débiles

cuando no podemos, no hay
control, no podemos hacer nada

al respecto, ahí es cuando Dios
es libre de hacer su mayor obra

para empoderarnos
y fortalecernos.

Ahí es donde nos preparamos
mejor y estamos más capacitados

para sufrir,
experimentar y hacer.

No importa cuál sea la prueba,
podemos pasarla sin una cara

triste; sin sentir lástima; sin
quejarnos, protestar y gruñir,

aunque a veces queremos hacerlo.

Pero Él dice: «No importa lo
que pase, hay poder y fuerza

disponibles para
los hijos de Dios».

Si alguien más hubiera dicho eso
en la Biblia en algún lugar y no

nos hubiera causado una gran
impresión, quizá habríamos dicho

esto y aquello acerca de él;
pero no se puede decir eso del

apóstol Pablo porque es un
hombre que lo experimentó.

Bien, si piensa en el carácter y
la naturaleza de esta fuerza que

Dios da, mire, aquí dice que
la fuerza que nos da a todos

nosotros en cualquier
situación es supereminente.

Es supereminente.

Un problema es que nosotros,
como sea, no creemos que Dios

nos ame bastante o que
esté interesado en usted como

estudiante en el aula o en su
trabajo; lo bastante interesado,

digo, para centrar su atención
divina en sus circunstancias y

brindarle lo que necesita en ese
momento, este día, el siguiente,

la otra semana, el otro mes o
año y cuidarlo en esa situación.

Pensamos…

«Dios, ¿por qué?»

Y, mire, esta es la promesa
de Dios: «Mi Dios suplirá…».

¿Qué?

«todo lo que os
falta conforme a

sus riquezas en gloria».

Mire, una de las riquezas de la
gracia de Dios para nosotros es

el poder y la fuerza para vivir,
enfrentar, soportar, sobrevivir

y hacerlo en
victoria y triunfalmente.

Dios no quiere que
fracasemos en la vida cristiana.

Todos fallamos, pero Él quiere
que aprendamos verdades, que

sepamos pasar por dificultades.

Y, como dijimos, lo aprendemos
al ser arrojados a ello.

La mayoría solo quiere que les
den un libro, que les den un

pasaje, que
predique un sermón y ya.

No, no es así porque he
descubierto en mi vida muchas

verdades que aprendí,
pensando: «Bien, ya la tengo».

Y luego, el Señor me pone una
gran prueba en el camino y digo:

«No, no la memoricé.

Pensé que lo había hecho».

No, lo que hice fue oírla y
la entendí y la creí,

pero no la aprendí.

¿Cómo la aprendo?

Al ser arrojado al fuego.

Así se aprende.

Y verá, las personas que evitan
el fuego y tratan de eludir el

valle no quieren
sentirse débiles.

Así es, y estoy de acuerdo en
que está totalmente en contra de

todo lo que la
naturaleza humana clama.

La naturaleza humana
clama por ser fuerte.

La naturaleza humana clama que
es valiente, siempre clama que

está preparada, lista; que es
capaz e idónea

para afrontar cada situación.

Dios dice: «¿Quieres
saber cómo hacerlo?

Te diré cómo: Hazte débil.

Sé totalmente impotente,
dependiente de mí; así

experimentarás la
mayor fortaleza».

Él lo llamó
«supereminente poder».

Acompáñeme a
Efesios, capítulo 1.

Cuando Pablo escribió allí para
que oraran a los cristianos de

Éfeso, esto es lo que
pidió en su oración–

Efesios, capítulo 1.

Dice en el versículo 18:
«Alumbrando los ojos de vuestro

entendimiento, para que sepáis
cuál es la esperanza a que él os

ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su

herencia en los santos».

Y dice: «Aquí está otra parte
de mi oración por ustedes».

Dice: «Quiero que experimenten
y conozcan la supereminente

grandeza de su poder
para con nosotros…»

¿Sabe lo que dice?

Dice: «El poder de Dios
Todopoderoso, la fuerza que Él

pone a disposición de sus
hijos es supereminente».

¿Sabe qué dice eso?

Que Satanás no puede arrojar
nada en su camino, con todo su

poder satánico, que iguale
–escuche bien–Satanás no

puede poner nada en su camino,
con todo su poder satánico, que

iguale el sobrenatural y
divino poder disponible para el

creyente en la
Persona de Jesucristo.

Su poder ni siquiera
se puede comparar.

Este es un poder supereminente.

Además, está
disponible para todos

y cada uno de los creyentes.

Se trata de un don de Dios.

¡Cuando recibió a
Cristo lo obtuvo!

Y viene de una
forma muy sencilla.

Viene mediante la introducción,
mediante la confesión,

el reconocimiento.

Y aquí es donde, creo, debemos
formularnos la pregunta:

«¿Sé cómo liberar este poder y
esta fuerza en mi vida

cuando enfrento esto?»

Y la respuesta es sí, es simple.

Él no lo hizo complejo
porque quería que todos lo

entendiéramos y que todos lo
experimentáramos

en nuestra vida.

Y esto es lo que
dice; debemos entenderlo.

¿Cómo puedo liberar esta
fuerza y poder en mi vida?

Al reconocer que estoy
absoluta y totalmente indefenso.

«Dios, si no lo haces,
no funcionará.

Hazlo, Señor; yo no puedo».

La confesión y el reconocimiento
de mi debilidad e impotencia.

Y no nos gusta hacerlo.

¿Cuándo fue la última vez que le
dijo a un amigo: «Me siento tan

débil, indefenso y
totalmente fuera de control.

No hay nada que pueda
hacer en mi situación, nada».

¿Ha estado dispuesto a
humillarse y reconocerlo ante

alguien o quiere guardar,
guardar las apariencias?

«Yo puedo.
Lo tengo bajo control».

Eso es arrogancia y orgullo y
ninguna bendición viene de eso.

Vea lo que dijo
Pablo: «Soy débil.

Cuando vine a predicar,
vine a vosotros con debilidad,

miedo y temblor!»

¿Ha estado dispuesto a
decirle a alguien:

«Me siento tan débil
y tan incapaz»?

Mire, escuche bien ahora.

Puede decirle eso a Dios en
privado, aunque actúa de otra

forma en público
y no funcionará.

Creo que debe
decirle a alguien–

Es decir, creo que hay, que
hay un requisito que consiste en

humillarnos y decir:
«Soy incapaz, soy débil.

Dios, no puedo».

Y les diré que no estaría aquí
ni un solo domingo, si creyera

que tengo todo bajo control; no
me verían entrar por esa puerta.

Y le diré por qué: Porque me
siento como el apóstol Pablo.

Cada vez que estoy aquí es
miedo, debilidad y temblor

porque estoy seguro de que en
algún punto de mi vida salí

pensando que tenía todo bajo
control y el Señor

me abofeteó fuertemente.

Y le doy gracias a Dios.

Escuche, ¡debilidad!

Mire, para el hijo
de Dios que crece,

la debilidad está invitada.

Entendemos el
poder de la debilidad.

Entendemos el
poder de la humildad.

No me refiero a
una falsa humildad.

Hablo de depender realmente
de Él, de reconocer nuestra

debilidad y decirle:
«Dios, yo dependo de ti.

No puedo solo.

Si no lo haces, no sucederá».

Y en tercer lugar, creer
que Él hará lo que dijo.

Pablo dice: «Mi Dios suplirá
todo lo que os falta conforme a

sus riquezas en gloria».

¿Cuándo?
Cuando lo necesito.

¿Cuánto tiempo?
El que necesite.

Todo lo que Dios haga que sea
menos que eso, o inoportuno o

sin sintonía con mi
necesidad, ese no es Dios.

No sé ustedes, pero les digo
que he probado ambas formas y la

primera no funciona.

No puede hacerlo con sus
fuerzas y sobrevivir,

pero hay una forma mejor.

Si quiere enriquecer su
comprensión de los caminos de

Dios; si quiere que su fe en el
poder de Dios sea más fuerte y

si quiere verse sorprendido al
experimentar el amor de Dios, la

forma de hacerlo es reconocer
su debilidad e impotencia y

arrojarse sobre Dios, descansar
en Él y confiar en que Él le

dará en y a través de usted todo
lo que necesite

en este momento de su vida.

Y, escuche, cualquiera que
sea su circunstancia, le puedo

asegurar esto rotundamente:
Jesucristo el Hijo de Dios, que

es su Salvador–si ha
confiado en Él como su Salvador

personal–y quien habita en su
interior, liberará todo el poder

y la fuerza necesaria para que
pueda enfrentar lo que sea

en victoria, triunfalmente,
con gran gozo hasta el final.

[música]