Cuando nos sentimos solos – Dr. Charles Stanley

El Padre celestial quiere que usted tenga tanto una relación personal con su Hijo Jesucristo como amistades enriquecedoras. En este mensaje, el Dr. Stanley le mostrará cómo Dios puede sanar los dolores de su soledad.

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[música]

locutor: En Contacto,
con el Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy en el programa
En Contacto,

«Cuando nos sentimos solos».

Dr. Charles Stanley: Dios no
desea que estemos solos, sino

más bien que tengamos amigos,
que seamos amigos, pero sobre

todo, que Jesucristo sea nuestro
amigo por encima de los demás.

siempre desde el principio de
los tiempos, Dios ha deseado que

vivamos en comunión, en
compañerismo y en amistad

con Él y los que nos rodean.

Y vayamos al primer
libro de la Biblia.

Usted recordará que en Génesis,
capítulo 1, la Biblia dice que

cuando Él nos creó y así nos
hizo, la Escritura

dice que Dios dijo:

«a nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza».

¿De qué hablaba?

No era una semejanza física
sino más bien una semejanza

intelectual y
semejanza emocional.

Eso es para que podamos
fraternizar, tener compañerismo

y para que podamos habitar
en amistad, es decir una

relación estrecha con nuestro
Padre Celestial a través

de su Hijo Jesucristo.

Esa es la voluntad del Padre;
siempre ha sido su voluntad.

Y cuando vemos a nuestro
alrededor, vemos a personas que

se sienten muy, muy solas.

Solemos preguntarnos
por qué están solos.

Hay razones muy específicas para
ello, y de eso le hablaré en

este mensaje titulado La fuente
de nuestra fortaleza:

cuando nos sentimos solos.

Y quisiera que vayamos a
Hebreos, capítulo 13, y que

leamos solo una parte
de solo un versículo.

Hebreos, capítulo
13, versículo 5.

Recordará que este pasaje,
comenzando en el versículo 1,

este pasaje trata de relaciones.

Por ejemplo, habla de amar a
los hermanos, no olvidar a los

extraños brindándoles
hospitalidad y acordarse de los

presos; y habla del
matrimonio y demás.

Y dice en el versículo 5:
«Sean vuestras costumbres sin

avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo:

‘No te desampararé,
ni te dejaré'».

«No te desampararé,
ni te dejaré».

Justo en medio de este pasaje
sobre las relaciones, Dios hace

esta increíble promesa:
«No te desampararé,

no te abandonaré ni te dejaré».

La única persona que podría
hacer tal promesa es Dios mismo;

y dice: «No te desampararé, no
te abandonaré, ni te dejaré».

Bueno, al pensar en el Señor
Jesucristo, pienso en cómo llegó

a semejantes extremos
para asegurarles a

sus apóstoles que
no los dejaría.

Si recuerda, cuando los envió,
los envió a su misión de 2 en 2,

como discípulos y como
testigos y misioneros.

Y luego, recordará en el
capítulo 14 de Juan, les dijo,

la noche antes de
ser crucificado, dijo:

«No os dejaré huérfanos.

Dijo vendré a vosotros»,
hablando del Espíritu que

vendría, viviría y
moraría dentro de ellos.

Y recordará en el mismo
capítulo, versículo 27, dice:

«La paz os dejo, mi paz os
doy; yo no os la doy

como el mundo la da.

No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo».

La palabra griega
para «paz» es eirene

y esta significa «unir», «atar».

¿Qué decía?

Decía esto: «Físicamente, nos
vamos a separar; pero espiritual

y emocionalmente, tengan la
seguridad de que siempre estaré

ahí, siempre
estaré con ustedes».

Cuando les dio la Gran Comisión,
dijo: «Estaré con vosotros hasta

el fin del mundo».

Bien, el Señor Jesucristo sabía
algo sobre la soledad y sabía

que una de las cosas que
debían recordar

es que Él iba a estar ahí.

Podían contar con Él.

La soledad es algo que
enfrentamos, y que nos gustaría

evitar a toda costa; y es una
emoción, una experiencia

que se nos presenta.

Puede ser como un infierno toda
nuestra vida o puede ser algo de

corta duración y eso
depende de nuestra respuesta.

Y de eso quisiera
hablar en este mensaje.

Al pensar en la soledad, sé en
mi corazón que es una emoción

dolorosa que nos
llega a todos

en ciertos momentos
de nuestra vida.

A veces es prolongada, como un
profundo, profundo valle oscuro,

o a veces está de paso
y es solo momentánea.

Puede ser cuestión de sentirse
rechazado por alguien; puede ser

cuestión de estar alejado de
alguien geográficamente, pero la

soledad no es un
sentimiento pasajero.

La soledad puede ser como
una nube sobre nosotros.

La soledad también puede
ser como la niebla,

y adonde quiera que
vaya, es lo mismo.

No es solo por
fuera, sino por dentro.

No es algo que pueda señalar
aquí; es algo que se siente por

dentro y en ocasiones es tan
abrumador y apabullante, que

piensa: «¿Hay alguna
salida de todo esto?».

Bien, permítanme
distinguir un momento

entre soledad y privacidad.

La soledad, decimos, es, es
una ansiedad por separación que

causa un sentimiento
de estar inconexo.

Es algo que nos
ocurre y queremos evitar.

La privacidad, por otro
lado, es elegir estar a solas.

La privacidad es un tiempo en
que mi mente y mis emociones

drenan todas las presiones y
en esos momentos no siento la

presión de las
exigencias de otros.

La privacidad es un
tiempo de restauración.

La restauración es un
tiempo de creatividad.

Los momentos más creativos
de nuestra vida son, con

frecuencia, al estar a solas.

La soledad es un
asunto diferente.

Usted puede estar a
solas sin sentirse solo.

Y, por otro lado, puede sentirse
solo y estar en medio de una

enorme multitud de personas
que conoce y personas que le

conocen, pero aún puede
sentir el dolor penetrante,

dolor de la soledad.

Y pensando en mi propia vida, de
hecho, comencé a ir a la

escuela, era muy joven.

Tendría 6 años en septiembre,
así que solo tenía 5.

Mi madre salía cada mañana a las
7 a trabajar, así que me enseñó

a cocinar un huevo y
tocino y pan tostado.

Y ese era mi desayuno en las
mañanas cuando no comía cereal.

Y ella tenía que irse y yo me
levantaba y hacía mi desayuno; y

al salir de casa, ya no estaba.

Trabajaba en la fábrica textil
y al llegar yo a casa,

aún no había vuelto.

Está grabado en mi mente aún
hoy, y esto es como 57 años

después; pero para mí es
tan claro como si alguien lo

fotografiara y lo
pusiera en mi mente hoy.

Veía bajo el tapete, sacaba
esa llave y la ponía

en la cerradura.

Había 2 cerraduras y aún
puedo recordar cómo sonaba.

Recuerdo lo que sentía.

Puedo ver esa cerradura ahora.

Metía la llave y
escuchaba cómo se abría.

Y abría la segunda y pensaba
esto: «No hay nadie en casa.

Voy a estar muy solo».

Y me quedaba solo
hasta que ella llegaba.

Cuando tenía unos 12 años,
jugaba un sábado por la tarde

con 2 de mis amigos, cuyos
nombres aún recuerdo muy bien.

Y eran mis 2 mejores
amigos y jugaban en mi jardín.

Y su padre llegó un sábado por
la tarde y los llamó por sus

nombres: «Bob, tú y Jim, vamos».

Y ellos no dijeron nada; Solo se
levantaron y subieron

al auto y se alejaron.

Y recuerdo estar ahí pensando, y
esto se grabó en mi mente

al ver este auto alejarse,
irse: «Estoy tan solo.

Se fueron.

No tengo a nadie».

Ojalá pudiera decir que esos
fueron los únicos momentos de

soledad en mi vida, pero no
lo fueron y aún no lo son.

Y sé que mi soledad ni siquiera
se puede comparar con la de

personas que pasan por valles
profundos y oscuros de soledad,

que son del todo
indescriptibles.

Entiendo eso.

Y no contaría nada sobre mi
corazón para decir: «Véanme»,

sino para decirles que
sé de lo que les hablaré.

Yo entiendo el dolor, el
daño, el pesar, la sensación de

desaliento, impotencia; de
sentir que uno está en la niebla

y que no ve la salida; de llevar
tiempo viendo hacia adelante y

no ver la luz al otro lado
del túnel; y saber que eso está

dentro de mí y no puedo sacarlo;
o está fuera de mí

y no puedo salir de
ahí; sigue ahí.

Puedo entender lo que
significa sentir soledad.

Quisiera decirle que hay una
solución y quisiera contársela.

Lo primero que necesita para
superar la soledad, ya sea de

paso o si es uno de esos grandes
valles de circunstancias al que

ha sido arrojado y no puede
hacer nada, no lo puede cambiar,

¿cuál es la solución?

Primero, confiéselo.

Admita que está solo.

Mire, no vale decir:
«Sabe, soy cristiano.

Tengo a Dios.

No estoy solo».

Escuche, no hay nada en la
Biblia que diga que nosotros,

solo porque tenemos a Dios,
ah, no nos sentimos solos,

o que es pecado sentirnos solos.

Por ejemplo,
vayamos al Salmo 25.

Recordará que si alguien en el
mundo ha sido bendición para

nosotros en la Biblia,
como personaje de Dios,

ha sido este hombre.

Este es el hombre, según la
Biblia, del que Dios dijo:

«David es un hombre
conforme a mi corazón».

Escuche a este hombre.

Versículo 16 del salmo 25:
«Mírame, y ten misericordia

de mí, porque estoy
solo y afligido.

Las angustias de mi corazón
se han aumentado;

sácame de mis congojas».

Este hombre conocía a Dios y lo
conocía bien, y aun así dijo:

«Estoy solo».

El segundo paso para poder
vencer esa soledad y superarla

es este: entablar una relación
personal con Jesucristo.

Escuche bien, quizá
no sea cristiano.

Quizá diga: «No me
hable del cristianismo.

Estoy solo pero
quiero una solución».

Se la estoy dando.

Y, mire, sé que funciona.

Preste atención:
Dios lo creó para Él.

Él no lo necesita
y tampoco a mí.

¿Por qué nos creó?

Por esto nos creó:
comunión, amistad, confianza.

Quiere expresar su amor,
todo su amor hacia nosotros.

Quiere caminar con nosotros
y vivir en nuestro interior.

Y ¿qué hizo?

Pasó esto: Cuando Adán y Eva
pecaron en el Edén ¿qué pasó?

La desconexión ocurrió.

El pecado los separó.

¿Por qué se escondieron?

Si hablamos de
soledad, caminaban

en la presencia de Dios.

Tenían una sensación sin igual,
ininterrumpida de completa y

total unidad con el Padre.

Y de repente el pecado los
desconectó, los desgarró, los

separó; sin contacto, sin
amistad, alejados;

entonces se escondieron.

Y ¿qué pasó?

Todos nosotros hemos
pecado contra Dios.

Cada uno de
nosotros se desconectó.

Y, escuche, cuando Jesucristo
vino a este mundo, vino por esta

razón: Vino a perdonarnos
nuestros pecados y luego,

a hacer ¿qué?

La Biblia dice que nos
reconcilió consigo mismo.

2 Corintios, capítulo 5.

Versículos 17 y 18.

Quisiera que mire
antes de ver la Biblia.

Redención, es decir, salvación;
es cuando Dios perdona nuestros

pecados; y
reconciliar significa…

¿qué hace Él?

Nos vuelve a conectar.

La reconciliación es
restaurar la comunión,

restaurar la relación.

Así es que redención,
reconciliación, salvación,

perdón son para restaurar la
unidad, conectarnos de nuevo con

nuestro Padre celestial, de
quien fuimos separados

por nuestro pecado.

Escuche, usted fue creado para
Dios; fue creado para amarlo,

tener comunión con Él,
crecer en amistad con Él.

Nada en este mundo lo devolverá
a esa relación, salvo Cristo.

Y, escuche, no hay nada en este
mundo que le dé un sentido

de plenitud, entereza y unidad.

Quizá sea la persona
más rica de su ciudad.

Quizá tenga la mayor, quizá
tenga la mayor preeminencia y

aceptación ante sus ojos, pero
le aseguro que solo hay algo que

puede llenar el corazón humano;
solo algo que puede hacerlo

sentir y experimentar esa
sensación de estar conectado, de

unidad, de gozo y de una
indescriptible paz ‘eirene’ al

estar unido, lo que significa
estar completo; y esa es una

relación personal con Jesucristo
que se produce cuando le

confiesa sus pecados, reconoce
que está separado de Él por sus

pecados y reconoce que al morir
en la cruz, pagó su deuda de

pecado; y cuando lo
recibe por fe y le dice:

«Padre, pequé contra ti.

Sé que estoy separado.

Siento la separación.

Siento este alejamiento de ti.

Quiero, quiero esta conexión;
quiero ser perdonado; quiero ser

lo que Tú quieres.

Te pido que
perdones mis pecados.

Te pido que me salves, Dios,
de mí mismo, de mi soledad,

de arruinar mi vida».

Él siempre responde esa oración.

El paso número 1 es
confesar nuestra soledad,

pues no es pecado.

Segundo, entrar en una relación
personal con Jesucristo.

Y número 3, preste
atención, número 3:

cultivar amistades devotas.

Escuche bien.

¿Qué clase de amigos debemos
cultivar para ayudarnos

en la soledad?

Veamos: Primero,
alguien con quien pueda reír.

Si no se ríe con
ellos, no van a ayudarlo.

Alguien con quien pueda reírse.

Alguien con quien pueda
orar y que también

sepa hablar con Dios.

Alguien que usted siente
que lo entiende,

tanto a usted como a su
situación.

Alguien con quien
compartir secretos,

sabiendo que nunca
le dirán a nadie.

Y alguien en quien confiar.

Lo diré de nuevo porque es muy
importante: Alguien con quien

reírse, alguien con quien orar,
alguien que usted siente que lo

entiende, y alguien con
quien compartir secretos sin

preocuparse de que los cuente
y alguien en quien confiar.

Todos necesitan esos amigos.

Escuche bien, si quiero que
alguien se ría conmigo,

entonces debo reír con él.

Si quiero que oren por mí, debo
orar por ellos y comprenderlos y

poder, poder
compartir sus secretos

y ser digno de
confianza también.

Como ve, el amigo
equivocado es destructivo.

El correcto lo
guiará hacia Dios.

Quiero que preste mucha,
mucha atención a lo que digo.

Si escucha, diga amén.

Fíjese, ese amigo debe ser una
extensión de Dios en su vida, no

un sustituto de Dios ni alguien
que toma el lugar de Dios sino

alguien que es una extensión
de Dios, alguien que camina con

usted en esos momentos
de soledad y ¿qué hace?

Le recuerda que Dios entiende,
lo acompaña y dijo esto…».

Alguien que lo dirige a Dios.

Cuando tiene un amigo que lo
dirige a Dios, ¡es una extensión

de la vida de Dios en su vida!

Pero, verá, si convierte a
esa persona en sustituto,

vea lo que pasa.

Si la convierte en sustituto
de Dios en su vida, empezará a

aferrarse y empezará a depender
y empezará a sacarle y a minarle

sus fuerzas y ¿sabe qué pasará?

No lo soportará.

Y ¿qué hará?

Dará marcha atrás en la relación
y usted tendrá 2 problemas.

Ya estaba solo.

Ahora tiene otra razón para
pensar que no es digno

de tener un amigo.

Y así, lo que pasa es que cuando
abandona a un amigo,

agudiza su propia soledad.

No se trata de ver a esa persona
como sustituto y simplemente

sacarle todo ya que
debemos apoyarnos en Dios.

Escuche, Él nunca
se alejará de usted.

Aleluya.

Nunca se alejará de usted.

No puede minar la
fuerza infinita.

¿No es grandioso?

No puede minar esa fuerza.

Él quiere que nos
apoyemos en Él.

Quiere que dependamos de Él.

Quiere que saquemos lo
que necesitamos de Él.

Pero también quiere que tengamos
amigos devotos que hablen

nuestro idioma, que
sientan lo que sentimos.

Miren, me pregunto cuántos
de ustedes son el amigo que

necesita alguien solitario.

¿Puede reírse con alguien,
orar con alguien, entenderlo?

¿Puede guardar secretos y
se puede confiar en usted?

Vea esto.

Pasamos por períodos de soledad
y Dios nos enseña estas cosas.

Lo que pasa es que nos
convertimos en siervos más

valiosos para otros que
pasan por esos momentos.

Así que, primero, está la
confesión; entrar en una

relación personal con Cristo;
cultivar amistades devotas.

Y luego, hay algo acerca
de anclar su alma

a un pasaje de la Biblia.

Y hay algo en tener ese
versículo o ese pasaje al que

Dios lo afianza porque, mire,
todos, en diferentes momentos,

sentiremos soledad
por una razón u otra.

Y ¿qué hace usted?

Si lo hace al modo de Dios,
dejará que la soledad

lo lleve hacia Él.

Mire, y la soledad, si responde
bien, lo impulsa a una estrecha,

gratificante e indescriptible
relación con Dios, para lo cual

no hay explicación
ni descripción.

Y ¿qué pasa?

Nuestra soledad puede
enriquecernos en nuestra

comprensión de los caminos y
el amor de Dios Todopoderoso.

Bien, en lo personal, hay un
versículo que es mi ancla.

Mi mamá me lo dio el domingo
antes de predicar mi primer

mensaje: Josué 1:9: «Mira que
te mando que te esfuerces y seas

valiente; no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios estará

contigo en
dondequiera que vayas».

¡Cuántas veces debí
tener eso como ancla!

De hecho, está tallado en madera
y colgado en la puerta de mi

estudio y cada vez que entro y
salgo, entro y salgo bajo esa

promesa: «que te esfuerces
y seas valiente; no temas ni

desmayes, porque Jehová tu
Dios estará contigo

en dondequiera que vayas».

Cuando los vientos y la
nube y la niebla de la soledad

comienzan a atacarnos,
hay algo sobre tener un ancla

en la Palabra de Dios.

Lo último que diré es esto:
Cuando esas cosas lo impactan,

preste mucha atención, tiene
el privilegio de clamar

a Dios Padre.

Y puede decirle lo que yo le
digo, en sus propias palabras:

«Señor, estoy
solo, estoy sufriendo.

Y, Dios, sabes que te
necesito con urgencia ahora.

Prometiste no
desampararme ni dejarme.

Dijiste que si te
tengo, lo tengo todo.

Necesito que me rodees con
tus amorosos brazos

y me abraces, Dios».

¿Por qué digo todo eso?

Lo digo porque sé que muchos de
ustedes sienten lo mismo y tal

vez mucho peor; y quisiera
decirles, que no tienen que

recurrir a drogas, alcohol,
infidelidad, enfermedades, la

televisión, videos u
horarios que dañarán

su salud o al suicidio.

Si confiesan su soledad e
inician una relación personal

con Cristo, Él les permitirá
cultivar amistades devotas y les

dará un ancla para su
alma en la Palabra de Dios.

Y, escuche, siempre estará
ahí para que clame a Él.

Y cuando lo haga, lo levantará,
lo ayudará, lo fortalecerá y

abrumará, no con una nube, sino
con el más increíble sentimiento

de amor indescriptible, escuche,
y la conciencia de su presencia,

que lo sacará de su soledad.

Comience con la
confesión y entable

una relación personal con Él.

Y luego, confíe en que Él
hará y será lo que prometió.

Puede convertir cada momento
de soledad en un momento fugaz,

envuelto entre los brazos
de un Padre amoroso

que lo ama incondicionalmente.

[música]