Cuando nos sentimos agotados – Dr. Charles Stanley
¿Se siente estresado y abrumado por las responsabilidades? Encuentre la clave para lidiar con el agotamiento: confiar en Dios y depositar la carga de nuestras responsabilidades en las manos del Señor.
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locutor: En Contacto con
el Dr. Charles Stanley.
Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy en el programa
En Contacto,
«Cuando nos sentimos agotados».
Dr. Charles Stanley: Todos
experimentamos en algún momento
fatiga, cansancio
y cierto desgaste.
Pero, cuando esa fatiga o
cansancio se tornan una actitud
de desánimo, y pareciera que
nunca podremos superarlo, y
entonces se tiene la sensación
de estar exhausto y agotado, y
minado tanto a nivel emocional
como físico y espiritual, como
si solo quisiera marcharse u
olvidarlo todo, y no desaparece,
y de alguna manera
continúa ahí, a pesar de todo.
Quizá lo que experimenta no sea
una simple fatiga, sino que está
experimentando agotamiento, se
siente completamente exhausto y
gastado en la vida.
Le puede ocurrir por igual a
todos, le sucede a quienes aman
a Dios de corazón y a
quienes no lo aman en absoluto.
Y puede suceder en el trabajo,
sucede en sus relaciones,
pasa en sus estudios.
Puede suceder en su
vida espiritual
y en su relación con Dios.
Y de eso hablaré en este mensaje
titulado: La fuente de nuestra
fortaleza cuando nos
sentimos agotados.
Y quisiera que vayamos
al capítulo 40 de Isaías,
comenzando en el versículo 27.
Isaías capítulo 40,
comenzando en el versículo 27.
Dice: «¿Por qué dices, oh Jacob,
y hablas tú, Israel: Mi camino
está escondido de Jehová, y
de mi Dios pasó mi juicio?
¿No has sabido, no has oído
que el Dios eterno es Jehová, el
cual creó los
confines de la tierra?
No desfallece, ni se
fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay
quien lo alcance.
Él da esfuerzo al cansado,
y multiplica las fuerzas
al que no tiene ningunas.
Los muchachos se fatigan y se
cansan, los jóvenes flaquean y
caen; pero los que esperan a
Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las
águilas; correrán, y no se
cansarán; caminarán,
y no se fatigarán.
El pueblo de Dios le
preguntaba a Dios: «Señor,
¿por qué parece que
no te importamos?
No parece que recibimos
lo que nos corresponde.
No estás cumpliendo tu promesa».
Y su respuesta es sencilla es
que sí cumple su promesa, da lo
que se necesita.
Y aquí habla de fortaleza,
fuerza y poder, que era su
deseo, su petición
y su necesidad.
Cuando todos consideramos el
sentir agotamiento, que puede
pasarle a casi todo el mundo–
Le puede pasar a una madre que
cría 3, 4, o 5 hijos, y tiene
todas las responsabilidades
durante el día de mantener todo
en orden, y prepararse para su
esposo y mantener la casa limpia
y todo lo demás y, sin descanso,
a veces, por largo tiempo.
O le puede pasar al presidente
de una corporación
o a un pastor.
De hecho, en realidad, no hay
cientos, sino miles y miles de
pastores cada año que abandonan
el ministerio porque
se sienten agotados.
Haciendo la obra de Dios
sufren de agotamiento.
Miles de personas que, sin ser
pastores, se dedican de alguna u
otra manera a la obra del
Señor, se agotan dentro de su
ministerio y entonces se alejan.
Siempre hay gente que
entra al ministerio
y siempre hay gente que se va.
Muchos de los que se van lo
hacen porque están agotados,
fatigados, cansados, exhaustos,
con tanto estrés y tantos retos,
que no pueden con todo.
Así que deciden alejarse.
Bien, a simple vista
dirá: «Bueno,
deberían ser más fuertes».
Eso es cierto.
Pero si no sabe la verdad sobre
ciertas cosas, algunas de ellas
pueden resultar muy
destructivas en su vida.
Puedo recordar en mi
propia vida cuando sufrí
la misma experiencia.
En los años 70, cuando predicaba
los domingos por la mañana,
como lo hago ahora–
pero durante la semana
trabajaba en otros 2 programas.
Se necesita mucha más energía,
poder de concentración, mucho
más de todo, para hablar mirando
un tubo frío, sin nadie más que
el camarógrafo, en algún estudio
privado sin saber quién escucha.
Eso era algo que me
consumía demasiado.
Además de la
responsabilidad de ser pastor.
Y continué así por todo un año.
Fui 3 veces al hospital.
Cada vez le decía al
médico: «No estoy enfermo.
Solo cansado».
Me hicieron todo tipo de
pruebas, del corazón, de esto y
aquello, hasta que concluyeron
que lo que decía era cierto.
Me dijeron: «¿Por qué
no deja de hacer tanto?».
Dije: «Eso intento».
Al regresar, intenté
decidir qué dejar.
Todo era importante.
Todo era prioritario.
Todo era esencial.
No podían prescindir de mí.
¿Y qué hice?
Me convencí que en ese
entonces no podía parar.
Y seguí haciendo lo
que venía haciendo.
Volví al hospital,
la misma historia.
Le conté al médico lo mismo.
Misma conclusión,
mismo examen, mismo todo.
La tercera vez que esto
pasó, fue un poco distinto.
Un gran amigo, el Dr. Steven
Oldford, nos visitaba y tuvimos
una conferencia de misiones,
entonces él, su esposa, mi
esposa y yo fuimos al mismo
restaurante al que
asistimos 3 años antes.
Y 3 años antes me dijo, se sentó
allí y me dijo: «Déjame contarte
por lo que he pasado.»
Fue un momento
terrible en su vida.
No pudo predicar por más de
un año, y me contó todo lo que
había pasado, que era terrible.
Y recuerdo que entonces me
dije: «No dejaré
que eso me pase a mí».
3 años después, sentado en el
mismo restaurante me preguntó:
«Bueno, ¿cómo te ha ido?».
Le dije: «Bien».
Mi mujer me dijo:
«Dile la verdad».
Le conté cómo me sentía.
Me dijo: «Debes ir al
hospital esta noche».
Le dije: «Imposible».
Me dijo: «Vas a hablar
mañana», y le dije: «No puedo».
Me dijo: «Esta noche».
Le dije: «No».
Me llevaron al
hospital, me ingresaron.
Al otro día, predicó, reunió a
los diáconos, y les dijo que si
me querían vivo que me
dieran 3 o 6 meses o moriría.
Él ya había pasado por eso.
Me observaba con mucha sabiduría
y sabía que, en algún momento,
me abrumaría el agotamiento.
Pero yo creía que podría seguir
siempre y cuando tuviera a Dios
dentro de mí, y lo tenía.
El único problema es que da
igual cuánto ame a Dios y cuánto
quiera servirle, si usted se
está desgastando por hacer lo
que Dios no quiere o las
cosas de la manera equivocada
cualquiera que sea en su vida.
No va a funcionar.
A mí no me funcionó y
tardé un año en superarlo.
Incluso después de eso,
noté que las cosas
me agotaban más rápido.
Le cuento esto para decir cómo
Dios ha actuado en mi vida de
maneras tan asombrosas, en
especial en este último año,
Dios me ha enseñado algo que
me complace
poder compartir
porque–
hoy tengo más responsabilidades
que entonces, mucho más para
hacer de lo que tenía entonces,
más responsabilidades aquí
y en todo el mundo.
Sin embargo, no me
siento agotado,
no me siento cansado
ni presionado.
Llevo sobre mí lo
suficiente que presionaría
y destruiría a muchos.
Dios me enseñó algo y sigue en
proceso de enseñarme algo: cómo
vivir en medio de eso, por
encima de eso, y sacar energía y
fuerza no de mi
propio ser sino de Él.
Y lo que quisiera hacer es
compartir lo que Dios está en
proceso de enseñarme, porque le
digo, es una de las cosas más
emocionantes que
he aprendido en mis
casi 50 años de cristianismo.
Nada en el mundo me haría
cambiar los problemas, las
angustias, las cargas.
Y quisiera decir esto: si
recuerda, en el capítulo 8 de
Romanos, dice que somos más que
vencedores por Cristo,
que está en nosotros.
Ahora, ser más que vencedor
significa salir de la batalla
con más de lo que llevó a ella.
Cuando dice que somos más
que vencedores,
significa que uno sale–
sale de la batalla con
más de lo que llevaba.
Y le digo, puedo decirle que
he sido más bendecido en estos
últimos meses que lo que había
sido en mi vida, cuando estoy
aprendiendo más de
Dios y de sus caminos.
Pensará: «Pues, ha sido
pastor por 25 años y
¿apenas está aprendiendo?».
Correcto, absolutamente cierto.
¿Y sabe?
Dentro de 25 años estará
aprendiendo nuevas cosas y creo
que hará la misma pregunta.
Pensará: «Debí haber
aprendido eso mucho antes.»
Sin duda sí.
Pero ¿qué pasa?
Aprendemos cosas
que hay que reciclar.
Es increíble lo que
olvidamos, ¿verdad?
Aprendemos cosas
y las olvidamos.
Pero hay áreas de nuestras vidas
en las que, para poder aprender,
¿Él nos da qué?
Nos provee una visión más
profunda, una mayor comprensión,
y luego nos pone en determinadas
situaciones para que seamos
probados hasta lo máximo.
Ahí es cuando lo que creemos
se vuelve una viva, inmutable,
inalterable, fundacional
realidad en nuestra vida que no
puede ser sacudida por nada.
Bien, me gustaría limitar este
mensaje, es de alguna manera
limitarlo a nuestra vida
espiritual, si lo permite, se
relaciona con cada aspecto
de nuestra vida
pero principalmente
con la espiritual.
Y la pregunta aquí sobre este
capítulo es, cuando dice que Él
proveerá nuevas fuerzas, que
los muchachos se fatigan
y se cansan, y
flaquean y caen–
La pregunta es:
¿Por qué sucede esto?
¿Por qué nos agotamos?
Ahora, preste mucha atención.
Y si escucha con atención, se
ahorrará un montón de dolor,
mucha angustia, demasiados
errores y, ocasionalmente,
un montón de pérdidas.
Preste mucha atención.
Una de las principales
causas para
sufrir desgaste espiritual–
es que tenemos una visión
equivocada del evangelio.
Ahora, el evangelio es que el
Señor Jesucristo
viene a nuestra vida.
Y diríamos que el evangelio es
creer en el Señor Jesucristo
como nuestro Salvador personal,
y confiar en Él
como nuestro Salvador.
Es cuando una persona confía
en el Señor Jesucristo como su
Salvador, y creen en Él, que
su muerte
en el Calvario
expió sus pecados.
Y así son salvos.
Pero su visión del evangelio
es esta: no solo confiar en
Jesucristo como Salvador, sino
ir a una iglesia local, que es
el Nuevo Testamento claro, y
bautizarse y luego involucrarse
en esa iglesia.
Pasa esto.
Al poco tiempo de estar en esa
iglesia o denominación, se da
cuenta de que tiene ciertas
reglas y regulaciones, ciertas
cosas que debe hacer y
otras que no debe hacer.
Y casi sin pensarlo, se da
cuenta de que en esa iglesia
nadie está de acuerdo–
con siempre hacer esto y
no hacer aquello.
No siempre están de acuerdo en
lo que se puede hacer
y lo que no.
Antes de lo pensado, se da
cuenta del conflicto entre lo
que está permitido y
lo que no es permitido.
Y entonces lo que pasa es que la
gente se une en una iglesia, y
descubren que la vida cristiana
es una fórmula que tiene ciertas
reglas y regulaciones.
El problema es que antes de
ser salvos ya tenían suficientes
problemas, suficientes
cosas con que lidiar.
Ahora tienen reglas y normas,
qué hacer y no hacer,
deberes y obligaciones.
«Debes hacer esto y venir a
aquello y debes testificar y
debes leer la Biblia.
Debes orar.
Debes dar.
Debes hacer todas estas cosas.
No debes ir a este
lugar, ni participar en eso».
Y así, lo que pasa es que la
imagen de la vida cristiana se
vuelve una fórmula de lo que
debemos hacer y lo que no.
Y eso es completamente
ajeno al Nuevo Testamento.
Lo que sucedió cuando nacimos de
nuevo fue que recibimos
la vida de Dios.
Renacer es recibir una vida
que no teníamos, antes de
experimentar y recibir
a Jesucristo
como nuestro Salvador.
Así que ahora, cada creyente
tiene la vida de Dios, viviendo
y morando en su ser interior.
La vida cristiana–
preste atención, la
vida cristiana no es–
una, una fórmula que dice si
seguimos y podremos ser salvos y
para lo cual seguimos
instrucciones, reglas y normas.
La vida cristiana
es una relación.
Una relación en la que Dios,
en toda su bondad y perdón,
desciende a nuestro nivel, nos
toma y nos reconcilia con Él
mismo, y nos perdona nuestros
pecados, nos hace santos a sus
ojos y nos relaciona con Él.
Nos dice que somos
como la vid y el pámpano.
Nos dice: «Te he puesto, como el
pámpano en la vid, para que la
savia que corre por
la vid, corra por ti.
Y la savia corre en el pámpano
y en el tronco, y da uvas
deliciosas, grandiosas
y hermosas».
¿Qué es, entonces,
lo que tiene vida?
Es la vid la que tiene vida.
Cristo dice: «Yo soy la vid».
Un pámpano separado de la
vid se marchitará y morirá.
Dice que somos pámpanos.
Conectados a Cristo Jesús.
Ahora tenemos la vida de Dios
fluyendo en todo nuestro ser.
Todo aquel que es hijo de Dios
está lleno de la misma vida de
Dios que habitó en la
persona misma de Jesucristo.
Recuerde que Él dice en este
pasaje que, incluso los hombres
más jóvenes entrenados como
atletas, se fatigan y se cansan,
flaquean y también caen.
Pero dice que hay una manera
de vivir nuestras vidas
sin sentirnos agotados.
No tenemos que cansarnos.
No hay que llegar al punto en
que a nivel espiritual, mental,
físico o cualquier otro,
lleguemos al punto
de sufrir agotamiento.
Y si nota bien en ese pasaje
dice que incluso pueden correr,
y no se cansarán.
Aunque pasen
por dificultad y pesar,
no desmayarán ni fatigarán.
No significa que la vida
sea más fácil,
ni tampoco que todo cambie.
Significa que ahora todos
vivimos de una fuente
que antes no teníamos.
Y este pasaje dice que
tenemos por ejemplo
una fuente que está disponible.
Dijimos que el
primer problema es
una visión errada del evangelio.
El segundo problema, es
una visión equivocada
de la madurez espiritual.
Si le preguntara: «¿Qué
es madurez espiritual?».
Lo más probable, siendo
realistas, diríamos: «Bueno,
madurez espiritual es llegar a
leer la Biblia todos los días, y
orar todos los días y
diezmar y ofrendar más y
más cada domingo».
Así, lo que solía
molestarle, ya no le molesta.
Lo que solía
tentarle ya no le tienta.
Lo que antes le hacía sentir
frustrado y le hacía perder los
estribos, ya no ocurre así.
Y suena como algo así–
Suena como si esa madurez
espiritual es llegar al
lugar donde tiene la
carne bajo control.
Tiene su carne bajo
control; ha sido crucificada.
Todas las cosas
que le preocupan–
ahora puede hacer
malabares con ellas.
Todo lo que le preocupaba,
ahora lo tiene en orden.
Todo está en orden y ahora
vive su vida, siendo capaz de
controlar esas cosas.
¡Nada más lejano de la verdad!
La razón de ello es esta: Si
todos aquí tuviéramos el poder
de controlar, suprimir,
mantener todo en orden,
lograr crucificar
la vieja carne–
Y la carne es esa parte, preste
atención, la carne es esa parte
de nosotros que
insiste totalmente en actuar
independiente de la
voluntad de Dios.
Y todos la tenemos
porque todos tenemos
la capacidad de pecar.
Todos somos tentados
ocasionalmente en la vida por
diferentes cosas.
Todos debemos
lidiar con esas cosas.
Bien, si una persona pudiera
llegar a tener una madurez
espiritual tal que–
ninguna de esas cosas le afecte
más, ¿sabe lo que significa?
¡Que ya no necesitaría a Dios!
Al tenerlo todo bajo
control, ya no lo necesito.
Mire, no me gusta decirlo, pero
¿ha notado que hoy es tan bueno
como el día en el que fue salvo?
No ha mejorado ni un poco.
«Un momento»–dirá–«pero no
sabe cómo era yo antes
de ser salvo».
La verdad, da igual cómo era.
Porque con tan solo sacar a
Dios de su vida, ¿sabe qué hará?
Actuar igual que antes.
¿No deberíamos admitir?
Todos debemos admitir que de vez
en cuando actuamos
como solíamos hacerlo,
¿amén?
Lo que nos dice es
que no hemos mejorado.
De haberlo hecho,
no actuaríamos así.
Y bien, quisiera que se dé
cuenta de esto: Ningún versículo
bíblico dice que podemos
cambiarnos nosotros mismos.
Usted no puede cambiarse.
La vida cristiana no
cambia mi comportamiento.
La vida cristiana no
cambia mi conducta.
La vida cristiana no es
decir: «Aquí están
las reglas y regulaciones.
Esta es la manera
como me voy a comportar.
Esto lo voy a admitir.
Esto lo voy a omitir».
Así no es el cristiano.
De eso no se trata la madurez.
Madurez es esto: Madurez es
llegar en mi vida a reconocer
que soy un ser humano natural,
que tengo a Dios
viviendo dentro de mí.
No puedo cambiar mi carne.
No puedo cambiar eso, esa vieja
parte de mí que quiere actuar
independiente de Dios, ha
estado ahí todos estos años.
Actúa justo como
cuando era niño.
La edad no tiene nada
que ver con lo que soy.
Así que, no puedo cambiarla.
No puedo eliminar la carne, no
puedo aunque quiera someterla.
Madurez es llegar al punto en la
vida en el cual me percato que
no puedo cambiarme, pero que mi
responsabilidad es depender de
Dios y depender de Él cada día
para cada cosa, dándome cuenta
de que no está en mí convertirme
o hacer, ni ser mejor, ni
convertirme en algo mejor,
ni mejorarme, ni cambiar mi
conducta, cambiar mi
comportamiento, estar acorde a
las normas, seguir las
reglas, ser mejor persona.
Mi responsabilidad es confiar en
que Dios haga en mí lo que sabe
que no puedo hacer.
Eso es la madurez espiritual.
¿Sabe lo que eso significa?
Que todos y cada uno de nosotros
tenemos el privilegio y la
capacidad, si somos creyentes,
de ser maduros espiritualmente.
Y verá una persona
espiritualmente madura no es
alguien de 83 años, que se queda
en casa, y nunca ve la tele,
nunca escucha la radio, nunca–
nunca ve la televisión, nunca
lee una revista, así que, no
puede ser tentada por nada.
¡De eso no se trata
la madurez espiritual!
Porque la verdad Él nunca
quiso que nosotros cambiáramos
y mejoráramos solos.
Él vino, dice, para darnos la
vida de Dios para que Él mismo
nos elevara y pudiéramos vivir
mediante y por encima de lo que
enfrentamos en la vida, no en
nuestra fuerza y energía,
porque Él sabía que se agotaría.
¿Cómo lo sé?
No pondría ese pasaje en la
Biblia si no fuera verdad.
Dice: «Escuchen, se lo digo:
Hasta los muchachos jóvenes
se fatigan y se cansan» y caen.
Dice: «Los atletas mejor
entrenados tropezarán y caerán».
¿Sabe por qué?
Dios nunca hizo estos cuerpos
humanos, estas mentes, estos
espíritus nuestros, para que
funcionaran y enfrentaran la
vida, pues Dios sabe que
sería en nuestra fortaleza.
Porque sabe que nuestra
fortaleza se agotará y
tropezaremos y
caeremos y nos agotaremos.
Ahora, ¿cómo evitamos toda
esta idea del agotamiento?
Si se fija, dice aquí esto,
dice: «pero los que esperan a
Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las
águilas; correrán, y no
se cansarán; caminarán,
y no se fatigarán».
Bueno, escuche esta promesa.
Dice que hará estas cosas:
«Tendrán nuevas fuerzas».
Podrán hacer la misma labor pero
sin cansarse, correr a igual
velocidad, aún más rápido,
si Él desea sin agotarse.
Y, ¿cuál es la solución
según lo que dice aquí?
Pues algo que me encanta de
este pasaje–
este pasaje al
estar en la Biblia
me dice:
«Dios sabe que soy débil».
Sabe que somos débiles,
que somos frágiles
y sabe que todos nunca–
Escuche, preste atención,
aprenderemos lo suficiente.
Ni tendremos la edad suficiente,
ni la fuerza, ni las sabidurías
suficientes que nuestra energía
y todo lo necesario no se agote.
Dios no nos creó para
ser autosuficientes.
Nos creó para ser
suficientes solamente en Él.
Así que dice en este pasaje,
dice: «aun los jóvenes más
fuertes»–dice-
«se fatigarán».
Pero dice: «Esto es lo que haré.
Dice: «Tendrán nuevas fuerzas».
Quisiera que se fije
en 2 palabras aquí.
Si se fija, primero
que todo, dice:
«Tendrán nuevas fuerzas»–
Esa palabra «tendrán»,
mírela, «tendrán»,
esta palabra implica cambio.
Y puede anotar al margen de
su Biblia:
cambia nuestra
debilidad por su fuerza.
Es lo que significa, dice:
cambiarán su debilidad y tendrán
nuevas fuerzas.
«Levantarán alas
como las águilas.
correrán, y no se cansarán;
caminarán–dice–
y no se fatigarán».
«No se fatigarán».
Ahora, otra cosa que
deseo que note aquí.
Al decir: «los que
esperan a Jehová».
Esa palabra «esperan» es pausar
para más instrucción pero el
significado literal de la
palabra en hebreo es este:
Significa trenzar algo.
Porque, mire, trenzar significa
que 2 cosas se vuelven una o 3 o
4 cosas se vuelven una.
Cuando estamos trenzados con
Dios–al aceptar a Cristo
como nuestro Salvador
personal, nos volvimos 1 con Él.
Tenemos la vida de
Dios en nosotros.
Dice: «Los que esperan–«,
los que están trenzados, los que
pausan para más instrucción,
quienes son 1 con Dios, dice:
«Tendrán nuevas fuerzas».
«Levantarán alas
como las águilas».
Son los que tendrán
fuerza y energía inagotables.
Ahora, escuche lo que dijo,
dice: En cuanto a Dios, leamos
el versículo 28: «¿No has
sabido, no has oído que el Dios
eterno es Jehová, el cual
creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga».
Vea esto.
Si tengo la vida de Dios dentro
de mí, no debería agotarme
trabajando en la obra de Dios o
llevando la vida cristiana, o
haciendo algo como eso.
Porque si la fuente de mi fuerza
es Dios, si Él, si Él alguna vez
se agota, entonces yo también.
Lo que nos dice es que
cuando aprovechamos el recurso
inagotable de su vida divina
dentro de nosotros, nunca nos
vamos a rendir porque
Él no se va a rendir.
Es una fuente inagotable de
energía, fuerza, sabiduría y
entendimiento perfectos.
Es inagotable porque es Dios.
Y como dijimos al principio es
calidad de vida porque es la
vida misma de Dios mismo.
Y por lo tanto si es la vida de
Dios, caminamos en su voluntad,
aprovechando esa energía,
fuerza y recurso,
entonces nunca nos rendiremos.
Está fluyendo, fluyendo en
nosotros y a través de nosotros.
Y así, al pensar en las
causas, por qué nos cansamos y
desgastamos, es debido, porque
puede ser el pecado, puede ser
nuestro trabajo, pueden ser
relaciones, o lo que pueda ser.
Pero algo lo causa, y sea
cual fuere la causa, debemos
preguntar esto: «Señor, ¿qué
me, que me estás diciendo?».
Y permítame decirle en ocasiones
estar agotado puede ser la
puerta a grandes
lecciones de la vida.
Y digo que he aprendido tantas
cosas maravillosas
que bendicen mi corazón.
Y acabo de volver de estar fuera
3 semanas, para ver a mis nietos
y mi hija y su marido en
Portland, y luego en el crucero.
Y estando allí, algo
maravilloso ocurrió.
Y el Señor sabía que yo he–
he estado pensando en esto
por mucho tiempo y por meses he
tenido esta sensación de
libertad y liberación, y un gran
sentido del poder de Dios y
de su fuerza y presencia en mi
vida, lo he
sentido durante años.
Pero se ha vuelto más real
para mí, a nivel personal.
Bueno, uno de mis amigos,
miembro de la congregación, un
diácono, estaba en el crucero,
y llegamos hasta un punto en
Ketchican para
observar las águilas.
Allí había un área, donde
podíamos acercarnos a ellas.
Las observamos un buen tiempo y
a través de un lente largo
pude verlas de cerca.
Así, logré ver un
águila que era enorme.
Y sentado allí, en un lugar
perfecto para conseguir
una toma del águila.
Y así, seguí observándola;
luego, de repente, la vi
levantar sus alas así y
se alejó, o eso parecía.
Levantó las patas de
repente y comenzó a volar.
Pensé: «Despegó en el aire».
La observé y disparé
unas cuantas veces.
Para los animalistas,
solo disparé con una cámara.
Y noté que tan solo abría, solo
abría las plumas de sus alas y
se ponía a navegar.
Lo que no hizo fue flotar o
golpear el aire tratando de ir
a cualquier parte.
¿Y sabe qué pasó?
Solo navegó, se elevó y subió,
subió, subió, subió, subió,
subió, subió,
subió, subió, subió.
Y recordé este pasaje y
pensé: «Dios mío,
¿cómo vuela esa águila?
No bate las alas».
¿Sabe qué hizo?
Lanzarse a una corriente de
aire y la corriente se la llevó
arriba, arriba, arriba, y solo
se movió de una corriente a la
otra, subió, subió, subió, y
se elevaba por encima de todos
nosotros y lo que pasaba,
como con menos energía.
Y lo que hizo fue solo abrir
sus alas, y se elevaba, y se
abalanzaba y navegaba.
Pensé Señor: «Esa es la clave».
Dios no quiere que nos
esforcemos en la vida así.
¿Qué quiere que hagamos?
Él, Él dice que es
nuestra energía.
Él es como el viento
bajo nuestras propias alas.
Quiere que volemos, ¿en qué?
En su fuerza, en su
energía, en su poder.
Sin el viento, el águila
tendría que batir las alas.
Pero está arriba
volando, disfrutando su vida.
Dice que los jóvenes pueden
flaquear, pero los que esperan
en el Señor, unidos a Él, los
que confían en Él y reconocen
que dependen completamente de Él
para todo, los que, por fe, solo
dicen: «Señor, no
puedo manejar esto.
Esto es tuyo».
Él está dispuesto a
proporcionarle
todo lo que necesite para
encargarse de ello.
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