Cómo aprovechar el privilegio – Dr. Charles Stanley

Todas las interacciones juntas no podrían compararse con disfrutar una relación personal con el Dios vivo. El Dr. Stanley explica cómo conocer a Dios no solo nos da paz, alegría y satisfacción, sino que también transforma la naturaleza misma de nuestra existencia y el modo en que vemos la eternidad.

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locutor: En Contacto
con el Dr. Charles Stanley,
alcanzamos al mundo
con el evangelio de Jesucristo
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy en el programa
En Contacto,
«Cómo aprovechar el privilegio».
Dr. Charles Stanley: De todas
las personas que ha conocido en
su vida, ¿quién entre todas
ellas sobresale notoriamente?
Es decir, ¿de quién podría
decir, con gran placer, esto:
«Tuve el increíble privilegio de
conocerlo de conocerla»?
¿Fue quizá algún atleta famoso,
tal vez un artista famoso, un
músico destacado o quizá un
orador en particular al que
disfrutó y después conoció?
Quizá fue alguien en su
vocación, o quizá alguien a
quien admiraba y conoció debido
a algún pasatiempo que disfruta.
Quizá fue alguien que
le ha ayudado
de gran manera en la vida.
O pudo ser alguien que no era
famoso, quizá una maravillosa
abuela o tal vez un abuelo; o
alguien que causó una gran
impresión en su vida y
considera un gran privilegio
tan solo conocerlo.
Bien, cuando pienso en todas las
personas que conocemos y el
privilegio de conocerlas, una
cosa es segura: El mayor
privilegio de conocer a alguien
es nuestro privilegio de conocer
a Dios y muchas veces nos
olvidamos de ello.
Nos olvidamos del hecho de que
es un gran privilegio conocer a
Dios, que es una enorme
oportunidad, un beneficio sin
igual y un tesoro eterno poder
conocer al Dios vivo.
Pero muchas veces nos interesa
más conocer a otros, lo que
hacen y cómo piensan, cómo
actúan y qué hacen por nosotros.
Pero conocer a Dios es el mayor
de los conocimientos.
Y hasta que lo conozca, puede
tener todo el conocimiento que
quiera de todas las cosas en el
universo, y, sin embargo, si no
conoce a Dios, todo ese
conocimiento del mundo no será
suficiente para traerle paz y
felicidad, gozo y
contentamiento, y tampoco la
vida eterna.
El Apóstol Pablo tenía la forma
más sublime de expresar su deseo
de conocer a Dios.
Y en Filipenses capítulo 3, si
me acompaña, por favor, dice, en
el versículo 7 de este capítulo:
«Pero cuantas cosas eran para mí
ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo.
Y ciertamente, aun estimo todas
las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar
a Cristo, y ser hallado en él,
no teniendo mi propia justicia,
que es por la ley, sino la que
es por la fe de Cristo, la
justicia que es de Dios
por la fe».
Escuche…
Vea su deseo: «a fin de
conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación
de sus padecimientos, llegando a
ser semejante a él en su muerte,
si en alguna manera llegase a la
resurrección de entre los
muertos».
Qué bella manera de expresar su
deseo de conocer a Dios.
Qué bella forma de expresar esta
profunda hambre y sed
perdurables en su corazón de
conocer a este Dios que
transformó su vida, que lo salvó
en el camino a Damasco, que lo
llamó al ministerio y que le dio
la responsabilidad de predicar,
de evangelizar el mundo de su
tiempo.
«Quiero conocerlo–dijo–por
encima de todo».
Y también dice: «Estoy
dispuesto a estimar
todo lo demás como pérdida.
Estoy, estoy dispuesto a dejar
de lado toda mi herencia pasada.
Y dice, estimo todo, en
comparación con eso, como
basura, deshechos, suciedad,
comparado con el conocimiento de
Dios Todopoderoso por medio de
su Hijo Jesucristo».
Una de las tragedias de este
tiempo es esta: que mucha, mucha
gente vivirá toda su vida y no
conocerá a Dios.
Llegarán al final de su vida
como personas no creyentes y
perderán el objetivo para el
cual fueron creadas; no podrán
conocer al mismo Dios que las
creó, perderán las bendiciones
que Dios tenía reservadas para
ellas, no podrán conocer a la
única Persona
que produce el mayor gozo
en todo el mundo al conocerla,
y se lo perderán.
¿Por qué la gente vive su vida y
se pierde a Dios?
Qué increíble tragedia.
Les diré que hay 3 razones para
considerar y la primera es esta:
Que mucha gente vive en
tinieblas.
Ellos no saben que hay
un Dios verdadero.
Ellos no conocen a Jesucristo su
Hijo, quien vino al mundo para
hacer posible conocer a Dios.
Pienso en los millones y
millones de personas que hay en
el mundo que no conocen a Dios,
que no conocen al Señor Jesús,
que no saben que hay un Padre
celestial que los ama; quienes
no, personas que no saben que
hay una Biblia que nos da
instrucciones para vivir y
para poder entender
quién es este Dios.
Viven en oscuridad espiritual.
Pueden ser adinerados, pueden
ser pobres, pueden vivir en las
afueras, pueden vivir en las
selvas, vivir en las grandes
ciudades, pero su
corazón está entenebrecido
para con las cosas de Dios.
Ellos no conocen a Dios,
el mayor conocimiento
que se puede tener.
No conocen a Dios.
¿Por qué?
Porque por alguna razón, quizá
vivan en un área donde nadie ha
predicado el evangelio de
Cristo.
Pienso en muchos lugares del
mundo donde, si alguien quisiera
saber, no tienen la información.
Y aun así hay muchos lugares
donde sí la hay.
Y al pensar en lo que dijo
Jesucristo cuando nos dio la
Gran Comisión, dijo: «Id, y
haced discípulos a todas las
naciones», ¿por qué lo dijo?
Porque Dios quería que nosotros,
no importa quiénes seamos, que
conocemos la verdad del
evangelio de Cristo, Él quería
que usted y yo viviéramos
nuestras vidas donde estemos y
aprovecháramos cada oportunidad
que tuviéramos para ser luz a
quien tenga un corazón
entenebrecido; ser luz en un
lugar donde haya oscuridad
espiritual y brujería y obras
satánicas presentes entre las
personas.
Una de las razones por las que
no conocen a Dios es porque
muchos en este mundo no
han tenido la oportunidad,
nunca han oído la verdad.
Y ese es nuestro propósito.
Se trata de obedecer la Gran
Comisión.
Se trata de llevar la verdad del
evangelio de Jesucristo a
quienes viven en tinieblas.
Pero hay una segunda razón por
la cual no conocen a Dios y es
que mucha gente no tiene
interés en Él.
Si piensa por un momento en la
completa avalancha ilimitada de
información y conocimiento que
está circulando hoy, es difícil
hallar a alguien aun en un
restaurante, que no coma con el
celular en una mano y el tenedor
en la otra.
Si los observa, tienen algo en
el cinturón, algo que siempre
están presionando y escuchando.
Van por la autopista y tienen el
teléfono en su mano y el volante
en la otra, Dios quiera; y la
computadora está en todo lugar.
Información a raudales en los
celulares, internet.
Piense ahora en toda
la información
que circula por internet.
El mundo está absolutamente
lleno y rebosante y rodeado de
información, pero ¿no es
interesante que no seamos más
sabios de lo que éramos antes?
Hay mucha información, pero lo
que ha hecho esta información es
esto: ha llenado la mente y el
corazón de las personas.
Escuche, cuando abre su
computadora y el internet, tiene
el mundo al alcance de sus
dedos; la parte buena del mundo
y la parte mala del mundo
a su alcance.
Puede obtener información sobre
casi cualquier tema que quiera,
toda clase de información.
Puede obtener cosas buenas y
cosas malas.
Todo está ahí.
Y lo que pasa es que no hablo
solo de personas que no son
creyentes o no son salvas.
Hablo de que aun los cristianos
permiten que sus mentes y su
tiempo estén tan llenos de tanta
información y tanto supuesto
conocimiento, que el deseo
de conocer a Dios
está en la periferia.
O quizá su deseo de
conocerlo es absolutamente
frío o nulo, o son indiferentes.
Hay tanta información
atractiva, tanta información
que atrae la carne.
Tanta información y propaganda
que dice que esto lo satisfará y
estará completo si tiene y si
conduce esto, si lo usa,
si lo vive, si lo posee, si lo
bebe, si lo come,
lo que sea, todo está ahí.
Y hay tanta información donde
hay hambre, sed, anhelo
vehemente de conocer al Dios
vivo, que es la única
información que me llevará de
esta Tierra a la vida eterna.
Si no conoce a Jesucristo como
su Salvador personal, usted
ignora lo más importante en el
mundo entero.
Porque si no lo conoce a Él, no
conoce a Dios.
Si no conoce a Dios, no
está preparado
para vivir ni para morir.
Es el mayor conocimiento, la
Persona más grande en el mundo
que puede conocer; y, sin
embargo, nuestras mentes están
llenas de otras cosas y Él está
en la periferia.
Tercera razón por la cual la
gente no lo conoce: no estar
dispuesta a pagar el precio.
Usted dirá: «¿A qué se refiere
con eso?»
Es sencillo, hay un precio en
saber quién es Dios.
Por ejemplo, cuando confiamos en
Cristo como nuestro Salvador,
¿cuánto sabíamos sobre Dios?
Yo estoy seguro de que
cuando tenía 12 años,
sabía muy poco sobre Dios.
Sabía que era pecador y creía
así, creía en Dios, el Dios de
la Biblia; creía en Jesucristo,
que era el Hijo de Dios y
entendía un poco acerca
de la cruz.
Que había muerto por mi pecado y
si creía en Él como mi Salvador,
debía creer que cuando murió,
pagó por mis pecados y, por
tanto, si lo aceptaba como mi
Salvador, sería salvo.
Más allá de algunas cosas,
seguro que mi ignorancia de Dios
era profunda como la de un niño
de 12 años.
Y pasa esto: La gente se salva y
queda contenta: «Soy salvo,
perdonado»; y saben unas cosas y
van a la iglesia y oyen unas
cosas acerca de Dios.
Y escuche, hay una vasta
diferencia entre saber acerca de
Él, conocer hechos sobre Él, y
conocerlo personalmente, que es
de lo que queremos hablar.
Pues bien, la gente no está
dispuesta a pagar el precio.
Usted dirá: «¿Quiere decir
que hay un precio
para conocer a Dios?»
Sí.
No porque sea salvo significa
que lo conoce bien, alguien le
hará una especie de pregunta
evangélica…
«¿Conoce a Jesucristo?»
Y usualmente, si es salvo, dirá:
«Sí».
O pueden decirle, quizás le
digan: «¿Conoce a Dios?»
Y si es salvo, lo más probable
es que diga: ‘Sí’.
O, «¿conoce al Señor?»
Y dirá que sí, pero la verdad es
que conocemos a alguien,
pero no sabemos mucho de Él.
Solo es una relación
superficial, o tal vez es una
infantil, una pueril
relación, la que todos
tenemos recién convertidos.
Realmente no lo conocemos.
Si alguien me dijera: «¿Conoce a
Dios?», tendría que decir esto,
le diría: «Lo pondré de este
modo: Estoy aprendiendo de Él,
aprendiendo quién es Él.
Tengo una relación con Él.
Estoy ganando en esa relación.
Lo conozco progresivamente.
Tengo una relación estrecha que
es muy satisfactoria.
Me entusiasma todo lo que sé.
Me entusiasma mi relación con
Él, pero crece y es progresiva
y sigo aprendiendo».
Y si me pregunta si conozco a
Dios, no podría jactarme
diciendo: «Oh, sí, conozco a
Dios».
Sé suficiente sobre Él para
saber que no sé suficiente.
Sé suficiente para saber que es
el más emocionante y fascinante
conocimiento que tengo.
Sé lo suficiente sobre Él para
saber, sé lo suficiente de Él
para saber que hay mucho más de
lo que sé.
Me emociona saber que me ama lo
suficiente para seguir
mostrándose poco a poco, para
que mi conocimiento de Él, mi
comprensión de quién es Él, mi
relación con Él y mi
conocimiento de Él a nivel
personal se tornen más
emocionantes al pasar los años.
Bien, quisiera hacerle una
pregunta.
¿tiene el deseo de conocer a
Dios?
¿O está satisfecho con ser
salvo?
¿Hay verdadera sed en su corazón
de conocerlo?
¿Lee la Biblia pidiéndole a Dios
que se revele?
¿Cuándo fue la última vez que
le dijo: «Señor,
yo quiero saber quién eres?
Creí en ti como Salvador, te
pido que respondas a mi oración.
¿Quién eres, Dios?
¿Cómo eres tú?»
¿Cómo describiría al Dios que
conoce?
Mire, cuando algunos describen
al Dios que conocen, sé que no
conocen al Dios de la Biblia
porque el Dios de la Biblia no
es como el Dios que describen.
La verdad es que no lo conocen.
Y no creo que muchos creyentes
verdaderamente,
verdaderamente lo conozcan.
Bien, quisiera que escriba estos
4 puntos, que son muy simples.
Si quiere conocer a Dios, así
debe empezar.
¿Alguna vez lo conocerá todo lo
que quiera?
Espero que no en esta Tierra,
porque si llega hasta ahí,
no lo ha entendido.
Número 1, anótelo.
Número 1: Si quiero conocer a
Dios, debo número uno,
escuchar su Palabra, o leerla,
como sea.
Escuchar su Palabra, permitir
que el Espíritu Santo la
interprete y aplicarla a mi
vida.
Debo escuchar la Palabra, preste
atención, debo escuchar la
Palabra, permitir que el
Espíritu Santo la interprete
para mí, y luego la aplico a mi
vida.
Eso requiere meditación.
La meditación es leer y escuchar
y hablar con Él sobre la Biblia
y escucharlo al respecto, y
discutirla con Él y decirle
cuándo entendemos y cuándo no.
Es decir, la meditación es pasar
tiempo con Él, escuchar su
Palabra para mí, su revelación y
la verdad en su Palabra.
La meditación es absoluta,
escuche, inmutable,
irrevocablemente esencial, si
quiero conocer a Dios.
Porque es a través de este Libro
que entiendo que Dios se revela
a sí mismo de forma sublime.
Todas nuestras experiencias,
escuche, nuestras experiencias
son correctamente interpretadas
por la Palabra.
Pero puede cerrarla y tener todo
tipo de experiencias ridículas
en la vida, sin tener nada que
ver con Dios.
Así que número 1: leer o
escuchar la Palabra de Dios,
permitir que el Espíritu
Santo nos la interprete
y luego aplicarla a
nuestro corazón.
El segundo es este: Es observar,
escuche, observar las
características y los caminos de
Dios.
Esto lo separo de leer la
Biblia: Observar las
características y los caminos de
Dios.
Cuando leemos la Biblia,
descubrimos características de
Dios: que es un Padre
amoroso, pero también
es un Dios de justicia.
Castiga a los impíos y corrige a
sus hijos.
Si voy a conocerlo, entonces
debo saber algo sobre Él.
Y mientras leo la Biblia de
principio a fin, descubro su
voluntad para mi vida, que me
ama, que es un Dios bondadoso.
Así nosotros, escuche,
así observamos
las características de Dios.
¿Cómo las observamos?
La Biblia no dice: «La siguiente
es una lista de características
de Dios».
Usted dirá: «¿Por qué Dios no lo
simplificó y nos las dio?»
Le diré por qué.
Si alguien dijera: «Aquí están
las características.
Pase a la página 400 de la Nueva
Versión Internacional, Reina
Valera…», lo leeríamos y se
acabó.
¿Sabe por qué Dios no lo hizo?
Porque quiso que las
descubriéramos al leer y
averiguar a fondo porque Él
nos enseñará mucho más
de lo que buscamos.
Lo tercero es muy importante.
Cuando pienso en, cuando pienso
en qué implica esto, lo pienso
de esta forma.
Número 3, debo estar dispuesto a
aceptar sus invitaciones y
seguir sus mandamientos.
Si quiero conocerlo, veamos lo
que dice: «Venid a mí los que
estáis trabajados y cargados, yo
os haré descansar».
Es una invitación.
Pero Dios puede
decirle: «Quiero que vayas
y compartas tu fe
con esa persona».
Es una orden, no una invitación.
Veamos otra invitación.
Digamos que está sumamente
ocupado y está un poco agotado y
tiene que tomar decisiones y
está un poco nervioso.
Y siente en su espíritu que Dios
le dice: «Te quiero junto a mí.
Te quiero, te quiero solo.
Quiero que pases tiempo
conmigo».
Eso es una invitación, una
invitación a la comunión, una
invitación a meditar en Él.
Usted tiene o siente esa
sensación de que debe alejarse y
estar a solas con Él.
Ese es el Espíritu de Dios
invitándolo, escuche, a una
conversación muy privada y
apartada con el Padre celestial.
Es muy importante si quiero
conocerlo.
Eso es lo maravilloso que
aprenderá sobre Dios.
Y es que a veces, para que Él
diga algo con lo que quiere
causar un, un serio impacto,
lo borra de su mente,
si lo ha leído antes.
Si no, usted llegará a un pasaje
y dirá: «Sé lo que significa.
Lo conozco.
He estado ahí.
Ya lo conozco bien».
No, a veces, cuando Él quiere
tenerlo a su lado, simplemente
borra de su mente ese pasaje y
de repente es nuevo
y adquiere un significado nuevo.
¿Qué está haciendo?
Lo está amando, se está
revelando a usted.
Le dice…
¿sabe qué le dice?
Le dice: «Te amo tanto.
Me intereso tanto por ti.
Te quiero a mi lado por un
momento».
Número 4: debo reconocer su amor
por mí y regocijarme y alabarlo
y adorarlo; reconocer su amor
por mí, adorarlo y alabarlo,
pasar tiempo adorándolo.
Algo sucede
cuando abrimos nuestro corazón
y adoramos al Señor.
Bien, con esas 4 cosas en
mente, esté atento,
si me escucha diga amen.
Le mostraré por qué es tan
importante, por qué cada
servicio de adoración es
importante, cada mensaje que ve
y que oye y cada audio
que escucha
de uno de estos mensajes.
Le diré por qué.
Porque, ¿qué pasa en un servicio
de adoración?
Leemos la Palabra, pedimos al
Espíritu Santo que nos la
interprete y la aplicamos al
corazón.
Eso es lo que pasa en un
servicio.
Lo segundo que hacemos: Tratamos
de resaltar esas características
de Dios en cada mensaje, para
que sepa algo más sobre Él que
haga que lo ame.
Y ese es el paso número 2.
Lo tercero es que somos
receptivos a una invitación y yo
lo invito a permitir
que Dios obre
de cierta forma en su corazón.
Y hablamos de los mandamientos
de Dios, las cosas que quiere
que hagamos para ser obedientes
a Él.
Y luego ¿qué hacemos?
Lo adoramos, lo alabamos y
exaltamos.
¿Sabe qué pasa?
Eso significa que cada servicio
de adoración es una oportunidad
para conocer a nuestro Padre
Celestial un poco mejor.
¿Eso es importante?
Si conocerlo a Él es el
conocimiento más importante, si
Él es la Persona, escuche, la
Persona más grandiosa que
podamos conocer y si conocerlo
es tener vida eterna y esas 3
cosas son totalmente verdaderas,
entonces cada oportunidad
que tenga para
crecer en su relación
y conocimiento es
muy importante.
Con eso en mente, le hago
una pregunta:
¿Verdaderamente
quiere conocer a Dios?
¿Hay algo en la vida más
importante que conocerlo?
Le diré cuándo aceptará que es
lo más importante en la vida:
Cuando llegue a esos últimos
momentos de su vida.
Y si su muerte es tal que pueda
estar consciente, esos últimos
momentos antes que Dios se lo
lleve, en esos momentos sabrá
que lo más importante en todo
el mundo, no cabe duda,
es su conocimiento de Dios.
Y ese conocimiento viene al
conocer a Cristo.
¿Cómo conocerlo?
Debe aceptar el testimonio de la
Biblia de que Él es el Hijo de
Dios, enviado a este mundo para
morir en una cruz, y que en ese
momento Dios el Padre puso todos
sus pecados sobre Él.
Y si está dispuesto a decir:
«Señor, creo que tú eres Dios,
que Él es tu Hijo; que su muerte
pagó mi deuda de pecado y acepto
por fe tu perdón, acepto por fe
a Jesucristo como mi Salvador y
Señor», en ese momento habrá
dado el primer paso, el más
crucial y esencial para conocer
a Dios Todopoderoso.
Y es mi oración que, si nunca lo
ha dado, hoy lo pueda hacer.
Y, Padre, cuán agradecidos
estamos de que nos ames tanto,
que quieras manifestarte,
mostrarte, revelarte, darte a
conocer a nosotros, tan indignos
como somos.
Te pido que el Espíritu Santo
grabe esta verdad en nuestro
corazón, porque tú ya has
causado en esta hora una
insaciable y profunda hambre y
sed de conocerte que nunca
habíamos sentido antes.
Te lo pedimos en el nombre de
Jesús, amén.
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