Cómo alcanzar la plenitud en la vida cristiana – Dr. Charles Stanley

¿Es su vida todo lo que pensaba que sería? ¿Está viviendo la vida abundante que Dios le promete en la Biblia? ¿Sabe lo que significa vivir de la mejor manera posible? Aprenda a experimentar la vida de la manera en que Dios la concibió para usted. Usted fue creado para vivir una vida extraordinaria, así que no se la

[música]

locutor: En Contacto
con el Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy en el
programa En Contacto,

«Cómo alcanzar la plenitud en
la vida cristiana».

Dr. Charles Stanley: Si debiera
describir su vida como

la experimenta, ¿cómo
la describiría?

¿Diría que es una mera
existencia, o es una

interminable lucha a muerte?

¿Eso es su vida, una continua
batalla, una escuela, o un

entrenamiento, un momento de
total desánimo?

De algún modo ¿pasa por un
período de sufrimiento en la

vida que parece no tener fin?

¿O diría que su vida es un viaje
realmente fascinante y

emocionante, que es un momento
de desafío en su existencia?

Todos pasamos por distintas
temporadas en la vida y, en

ocasiones, si duran demasiado,
tenemos la idea de que de eso se

trata la vida, solo una gran
carga pesada.

Pero eso no es cierto porque
todos pasamos por esos momentos.

A veces hay más nubes que rayos
de sol, y a menudo solemos

pensar: «¿De eso se trata la
vida?».

No, de eso no se trata la vida.

La vida en realidad se trata de
algo muy emocionante.

Y de eso le hablaré en este
mensaje de hoy.

No importa dónde esté y lo que
sienta y lo deprimido o feliz

que se pueda sentir; la cuestión
es de qué se trata la vida y el

título de este mensaje es
«Cómo alcanzar la plenitud

en la vida cristiana».

Y quisiera que me acompañe a
Hebreos, capítulo 12; y hay 2 o

3 versículos aquí que quiero que
veamos inicialmente.

Porque creo que en estos 2
versículos, Dios nos da, no

necesariamente una fórmula, sino
que nos da una perspectiva.

Nos da una buena idea, una
comprensión de lo que trata la

vida y por qué podemos vivirla
a plenitud sin importar

lo que este sucediendo.

Y le diré desde el principio,
que vivir la vida a plenitud no

requiere que tenga toda la
riqueza que desea.

No requiere que tenga toda la
educación que cree necesitar.

Y tampoco requiere que tenga
toda la, toda la aceptación

o todo el
reconocimiento que precisa.

Vivir la vida a plenitud no
requiere eso, pero Dios nos dice

en este pasaje exactamente qué
se requiere.

Comenzando en el versículo 1,
del capítulo 12, dice: «Por

tanto, nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan

grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del

pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la

carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos

en Jesús, el autor y–

protector de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él

sufrió la cruz, menospreciando
el oprobio, y se sentó a la

diestra del trono de Dios».

Y así, cuando pensamos en vivir
la vida a plenitud, primero,

según este pasaje, eso implica
estimular a otros.

Todos los creyentes, y espero
que ese sea su caso, tenemos al

menos una o más personas que son
alentadoras en la vida.

Son personas que lo alientan y
dicen: «Lo estás haciendo

fantástico»; o «Veo un gran
progreso en tu vida»; o «Mira,

veo que Dios está comenzando a
usarte y veo cómo enseñas en tu

clase»; o «Vi la última vez que
cantaste»; o todas esas cosas.

«Veo con qué libertad
das tu testimonio»;

y todo tipo de estímulos.

Son la clase de gente que está
ahí para orar por nosotros

cuando tropezamos y caemos
en la pista.

Y esta es la gente que está ahí
para animarnos

cuando lo hacemos bien.

Toda persona en la
vida cristiana

necesita quien la aliente.

Y si usted es una de esas
personas que dice: «¿Sabe?, no

sé si tengo alentadores».

Bueno, búsquese alguno.

«¿Cómo encuentro un alentador?»

Haga un amigo.

Cuando haga un amigo piadoso de
verdad, hallará a alguien que lo

aliente en su andar y en su
carrera cristiana.

Por eso dice: «Esta gran nube de
testigos».

Bien, al referirse a estos
testigos, le diré esto.

Quizá tenga alguien en la
vida cristiana a medida que

avanza y crece, que quizá no
esté tan entusiasmado con su

crecimiento espiritual.

Quizá pasa por alguna dificultad
y adversidad en su vida y parece

que las cosas no le
van tan bien.

Por eso, cuando ve que usted
progresa y avanza, puede ser

envidioso y llegar a sentir un
poco de celos.

Pero no se preocupe
por esa gente.

Tiene gente que lo alentará, lo
levantará, orará por usted

cuando vacile y lo animará
cuando, cuando se emocione por

lo que esta pasando en su vida.

Bien, al hablar de esta nube de
testigos, a lo que se refiere

principalmente es a los santos
del Antiguo Testamento que

estuvieron antes.

Y dice que tenemos esta gran
nube de testigos, no que están

allá arriba apoyándonos, sino
que nos han dado un tremendo e

increíble ejemplo a todos.

Y también se refiere aquí a la
vida que llevaron,

las dificultades que pasaron,

la adversidad, los
problemas y las pruebas.

«Mírenlos cómo respondieron
y vean lo que Dios

hizo en sus vidas».

Creo que hay una segunda cosa
cuando se comienza a pensar en

vivir la vida a plenitud y creo
que se halla en este pasaje.

Fíjese en lo que dice: «Por
tanto, nosotros también,

teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos,

despojémonos de todo peso…».

Bien, cuando menciona la palabra
aquí, la palabra peso, por

supuesto que esa gente sabía
cuán cargados podían estar.

Por ejemplo, vestían túnicas.

Imagínese estar en la línea de
salida de la carrera con una

túnica colgando alrededor
de sus pies.

Y entonces dice: «Despojémonos
de todo peso».

Así que, se vestían para las
carreras.

Esa palabra significa
que había como un bulto.

Puede ser la palabra que se usa
para referirse a un tumor, algo

que no pertenece ahí, algo
que estorbe, lo que sea

que estorbe a un corredor.

Bien, el corredor se viste
apropiadamente porque no quiere

que nada reduzca su velocidad
para alcanzar la meta.

En la vida cristiana, también
tenemos esos pesos, esas cosas

que dificultan, que nos estorban
en nuestro andar.

Y es que al movernos en la
voluntad de Dios, lo que sea que

me impida mantener el paso con
Dios y su voluntad y su tiempo

–lo cual es muy importante–
todo lo que distraiga mi

atención, me desvíe del rumbo
o me envíe por algún

desvío es un peso.

Por eso dice que tenemos que
lidiar con eso.

Bien, eso puede ser un
hábito en su vida

o un pasatiempo en su vida.

Puede ser un deporte o puede
ser ver televisión.

Si pone un énfasis excesivo en
eso en su vida, un énfasis

excesivo en lo que sea; énfasis
excesivo, por ejemplo, en el

dinero o en cualquier otra cosa.

Mire, no es fácil para nosotros
señalar en la vida de otros cuál

es su peso porque quizá
ni sepamos qué es;

no sabemos qué piensan.

Puede ser la forma en que
piensan sobre las cosas.

La forma en que piensan sobre
Dios es tan negativa y limitada

que es un peso para su avance
constante en su vida cristiana.

Puede ser duda, puede ser miedo;
Todo lo que estorba, impide, nos

retarda, nos desvía de la pista,
nos aparta de la voluntad de

Dios, dice que estas cosas son
pesos en nuestra vida

y deben ser eliminadas.

Bien, lo que puede ser un
peso para alguien más,

puede no serlo para usted.

Y lo que puede ser un peso para
usted, no afecta a nadie más.

Por ejemplo, digamos que alguien
va a bucear y quiere bajar unos

15 o 30 metros, o
cualquier otra cifra.

y lo más probable es que ponga
pesos de plomo

alrededor de su cinturón.

Y esos pesos de plomo le
permitirán hundirse más rápido y

usará esos pesos para su
beneficio.

Pero un corredor en la línea de
salida que espera la señal de

partida, tener cerca de 12 a 15
kilos de peso de plomo en su

cuerpo, sería un terrible
impedimento para correr.

Así que no podemos ver la vida
de otro y decir: «Eso es un peso

en su vida o esto es un
peso en su vida».

Algunas cosas pueden ser
evidentes, pero no es nuestro

trabajo buscar los pesos
de otra gente.

El nuestro es ver nuestro peso,
examinar nuestra vida y decir:

«¿Qué hay en mi pensamiento?

¿Qué hay en mis hábitos o que
hay en mi estilo de vida que me

impidan mantener mi enfoque en
el Señor, caminar en Él, hacer

su voluntad, seguirlo sin dudar,
y permitirle hacer su voluntad y

su camino en mi vida?

Y todos tenemos que examinar
esas cosas.

A veces son sutiles, no siempre
son fáciles de identificar.

Y quizá hayamos pensado así
tanto tiempo y decimos: «Bueno,

así pienso», pero así no es como
se piensa.

O podemos tener hábitos que
llevan ahí muchos años y años y

pensamos: «¿Sabe?, así es como
siempre he sido».

Mi forma de ser puede ser un
peso para mi andar espiritual.

Y, como dijimos, con mucha
frecuencia dudamos; solo una

pequeña duda que persiste en
nuestra vida sobre el

propósito de Dios y si en
verdad le importa o si tiene

un plan para mi vida.

O–o muchas veces el tomar
decisiones.

Toda, toda nuestra forma
de ver la vida.

¿Tomamos decisiones y le pedimos
que nos bendiga, o buscamos la

voluntad de Dios antes de tomar
esa decisión?

Y así, hay muchas, muchas áreas
en las que podemos llevar un

peso, es decir, nuestro andar
y nuestra carrera

con el Señor Jesucristo.

Y así, él dice: «Despojémonos de
todo peso».

¿Cómo nos despojamos?

Lo primero que debo hacer es ser
sincero para examinarme y ver

qué es lo que me está
obstruyendo y, segundo, debo

tomar la decisión
de lidiar con ello.

Y tendría que decirle al Señor:
«Padre Celestial,

gracias por mostrarme esto.

Quiero lidiar con eso, quiero
confesar que eh,

esto no debe estar en mi vida».

Quizá sea un pecado.

No me refiero a pecados
deliberados y conocidos, sino

cosas que surgen en nuestra vida
hacia las cuales nos deslizamos;

y, como dije, pensamientos,
acciones o lo que sea.

Y debemos identificarlas y
decir: «Señor, creo que esto es

algo que eh,
obstaculiza mi andar,

así que quiero
desecharlo de mí».

Quizá no sea tan fácil
desecharlo, como pensamos que

sería, así que debemos depender
del Espíritu Santo para que nos

permita alejarnos de eso,
soltarlo, dejarlo atrás, lo que

sea necesario, y no aferrarnos a
algo que nos impide andar

en la voluntad de Dios.

Así que debemos
desechar todo eso.

Por tanto dice, mientras
corramos esta carrera

despojémonos también de
todo peso.

Dios dice: «Deséchalo, déjalo a
un lado, resuélvelo, apártate de

eso y ajusta cuentas
entre usted y Dios».

Usted pensaría que en la
siguiente frase todo va junto.

Vea esto.

Dice:
«Despojémonos–

de todo peso, y del pecado
que nos asedia».

Bien, asediar significa
tropezar, es decir,

tropezar con algo.

Pues ¿no serían lo mismo el peso
y el pecado?

No necesariamente.

Un peso es algo más sutil; tiene
que buscarlo porque quizá haya

vivido con él mucho tiempo.

Puede ser su forma de pensar
toda su vida.

Y así, al decir: «Y el pecado,
el pecado ah, que nos asedia».

¿A qué se refiere esto?

Pues creo que se refiere,
antes de todo–

Si lo nota, no dice «pecados»,
sino «el pecado, es decir, el

pecado que nos asedia»;
y es muy posible

–y no diría que esto sea

cierto para todos–pero quizá
para la mayoría lo es.

Satanás tiene una herramienta
que es la más efectiva de todas.

Es la que al menos puede tener
un poco de margen en nuestra

vida, si no nos cuidamos.

Dios dice: «Luchen con este
pecado, despójense de este

pecado que nos asedia».

Es decir, quizá haya alguna
debilidad particular en su vida.

Puede ser duda, puede ser un
asunto económico, puede ser

codicia, quizá lujuria, lo que
sea; pero es una esfera de la

vida en la que tenemos
que seguir luchando

y seguir peleando.

Es una esfera en la que Satanás,
no importa lo que hagamos,

parece ser capaz de sacar cierta
ventaja de vez en cuando.

Él dice que tenemos que lidiar
no solo con estos pesos, estas

cosas que son sutiles, que
podrían no ser tan evidentes,

sino que dice: «pecado», esas
cosas que son elecciones

deliberadas y voluntarias de
desobediencia a Dios.

Y dice que se el pecado,
si se fija, dice,

del pecado que nos asedia.

Es aquello en lo que al parecer
podemos fallar y caer con más

frecuencia o más fácilmente.

Y dice: «Nos asedia, nos hace
tropezar, nos atrapa».

Bien, cuando piensa en eso, debe
hacerse esta pregunta: «Señor,

¿hay algún aspecto de mi vida o
hay algo con lo que Satanás

pueda tentarme, que, de algún
modo, a pesar de mi compromiso y

mi continua devoción a ti, de
algún modo le sea más fácil

asediarme o hacerme tropezar de
alguna manera?

Pues sea lo que sea,
debemos tratarlo igual,

igual que este peso.

Debemos poder identificarlo y
resolverlo.

Y, a menudo, al ver en el
Antiguo Testamento, por ejemplo,

o en el Nuevo, hallará ah, en
algunas de estas vidas de los

santos de Dios que ellos también
tenían estas áreas en las que

Satanás los asediaba y atrapaba.

Si hemos de vivir nuestra vida a
plenitud, debemos resolver las

cosas con las que luchamos
porque son ese tipo de cosas las

que nos harán tropezar y caer y
salir de la pista.

Es ese tipo de cosas lo que hace
que comencemos a mirar más allá,

en vez de fijar la vista
en la meta.

Y querremos desviarnos, a veces
por cosas de la vida de alguien,

de su deseo de tener cosas,
porque las cosas les dan un

sentido de dignidad y valor,
las cosas les dan

un sentido de aceptación.

Si tienen muchas cosas, pueden
causar una gran impresión

y serán más aceptados.

Y al sentirse aceptados, se
sentirán amados, y al sentirse

amados, se sentirán
mejor consigo mismos,

y todo eso es una trampa.

Mire, Satanás tiene
más trampas de las

que podríamos siquiera imaginar.

¿Cuál es su objetivo?

Su meta es apartar nuestra vista
de la meta.

Su objetivo es desviarnos de la
voluntad de Dios al hacer algo

que queremos para satisfacer un
deseo o necesidad en la vida y,

por tanto, nos salimos de su
voluntad y no viviremos

la vida a plenitud.

Da lo mismo lo que intente o
pretenda satisfacer; solo una

cosa hace posible vivir la vida
a plenitud, y es estar en el

centro de la voluntad divina y
moverse en esa dirección.

¿Significa que seré perfecto?
No.

¿Significa que no caeré?
No.

¿Significa que no flaquearé?
No.

¿Significa que no tropezaré?
No.

Significa que al menos estoy en
la pista avanzo en esa

dirección; y cuando tropiezo y
caigo reconozco qué lo causó,

agradezco a Dios por su perdón y
me levanto y sigo avanzando en

la misma dirección.

Eso puede requerir una fuerte
autodisciplina de nuestra parte,

al igual que el corredor, quien
debe practicar, practicar,

practicar, practicar y cuidar
qué come.

Y disciplinarse para ganar la
carrera es sumamente importante;

y el caso es el mismo en la vida
cristiana.

Y aunque decimos que cuando
recibe a Cristo como su Salvador

personal, Él vive su vida por
medio de usted, eso no significa

que no tengamos que someter cada
área de nuestra vida a la

disciplina, a la voluntad, al
propósito y al plan de Dios.

Y a veces eso no es
fácil de hacer.

Por eso dice: «Despójense de
esas cosas».

Así que tenemos que depender de
Él y confiar en Él.

Y por eso debe permanecer en la
Palabra.

¿Qué dice Dios sobre esto?

¿Cómo resultó en la vida de
otros en el Nuevo Testamento?

¿Cómo resulta en
la vida de otros?

¿Cómo les da Dios la victoria en
su vida?

Y así, hay cosas que debemos
someter a disciplina en nuestra

vida, para de esa manera vivir
la vida a plenitud.

Luego dice otra cosa y quisiera
cerrar con esto.

Notará que dice en el siguiente
versículo, dice, que esta vida

cristiana, si hemos de vivirla a
plenitud, debemos poner–«Los

ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por

el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando

el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios».

Bien, ¿por qué dice que si hemos
de vivir la vida a plenitud,

debemos poner nuestros
ojos en Jesús?

Déjeme decirle esto
y escuche bien.

Si usted pone sus ojos en el
Señor Jesucristo; no voy a decir

que siempre al instante todo
termina y será maravilloso.

Puede que Dios permita que pase
por algo para que pueda sentir

lo que significa estar abatido y
desanimado y deprimido y

derrotado, para
hacernos sensibles a la gente

que vive de esa manera.

Pero si se enfoca en Él, al poco
tiempo pasará algo

en su pensamiento.

Cuando enfoca su atención en Él,
lo que pasa es que comienza a

pensar como Él, comienza a verlo
como Él es; eso le recordará a

ese amoroso, incondicional y
amoroso Salvador; a este Señor,

este Cristo, el Señor Jesús, que
no solo está en el cielo, sino

que es nuestro compañero
en la carrera.

Y, mire, usted y yo nunca
corremos solos.

Podemos sentirnos solos, pero
nunca corremos solos porque el

Señor Jesucristo dice:
«Permanezco en vosotros

y vosotros en mí».

Siempre va un paso adelante,
para mostrarme el camino;

siempre va un paso atrás, para
levantarme cuando caigo; siempre

a mi lado, susurrándome al oído:
«Continua, sigue adelante, lo

haces bien, lo lograrás»;
siempre ahí para levantarnos

cuando nos lastimamos las
rodillas o el rostro o los codos

o el corazón o la mente o
incluso el espíritu.

Siempre está ahí, corre con
nosotros, es nuestro compañero

de viaje, nuestro compañero en
la carrera y nunca permitirá que

demos un solo paso solos desde
que recibimos a Jesucristo como

Salvador en la línea de salida,
cuando fuimos salvos.

Yo tenía 12 años y no hay un
solo paso que haya tomado sin

que Él haya estado viviendo
dentro de mí, de pie a mi lado,

yendo adelante,
yendo hacia atrás,

para protegerme y
proveer y vigilar.

Cuando no escuchamos su Palabra
de aliento, flaqueamos en su

presencia, pero sucede
que siempre está

ahí para levantarnos.

No lo sacará de la pista para
decirle: «Fallaste otra vez»

porque sabía,
antes de salvarnos,

que flaquearíamos y
caeríamos al abismo.

Tuvo que bajar a sacarnos.

Debió redirigir nuestros pasos y
nuestro enfoque, aclarar nuestra

mente, llevarnos en la
dirección correcta.

Es nuestro amoroso Asistente
que camina a nuestro lado,

corre a nuestro lado.

Es nuestro compañero en la
carrera de la vida cristiana;

siempre está ahí.

Y la razón por la que dice en
este pasaje: «Puestos los ojos

en Él», es para que tengamos
toda su atención.

Es el consumador de la fe, y
dice aquí: «El cual por el gozo

puesto delante de Él–que era
hacer la voluntad del Padre–

sufrió la cruz».

Sin importar lo que debía
enfrentar, su compromiso era

hacer la voluntad del Padre,
menospreciando el oprobio, de lo

cual salió victorioso y se sentó
a la diestra del Padre.

Y lo que ha hecho desde entonces
es que ha intercedido por todos

nosotros y ha corrido la carrera
con nosotros.

Y es nuestro mayor alentador.

Tenemos que vivir esta vida a
plenitud, vivirla a plenitud

y disfrutarla, no importa por
lo que pasemos

o enfrentemos en la vida.

Mire, no tiene nada que ver con
mis circunstancias externas.

Si todos aquí vivimos
en el centro

de la voluntad de
Dios, si estamos

comprometidos a hacer su
voluntad, comprometidos con Él

para que obre y moldee nuestra
vida, entonces cualquier

tormenta que nos envíe será para
su gloria al final.

Cualquier dificultad, apuro,
adversidad y sufrimiento al que

nos guíe, ¿qué está haciendo?

Fortaleciendo algo
en nuestra vida.

¿Qué está haciendo?
Forjando la paciencia.

Escuche esto.

¿Por qué fortalece la paciencia
en esta tormenta?

Le diré por qué: Porque sabe que
permitirá superar otra tormenta.

La paciencia aquí me prepara ser
paciente después.

Y esa paciencia no solo se forja
y actúa en nuestra vida para

equiparnos para la tormenta, la
prueba y la angustia, sino que

también nos prepara para un
ministerio más efectivo, más

provechoso en la vida de otros,
un ministerio más amplio

en la vida de los demás.

Y no importa quién sea, Dios lo
ha dotado y le ha dado talento y

lo ha equipado y está en proceso
de equiparlo para que sea una

bendición para otros.

Y cuando todos cruzamos las
tormentas y enfrentamos los

apuros; y cuando nos levantarnos
después de haber caído, seguimos

avanzando a la meta sin permitir
que nada ni nadie desvíe nuestra

atención de la meta que
Dios nos ha fijado.

¿Qué pasará?

Vamos a experimentar una
plenitud y una satisfacción y un

gozo que son realmente
indescriptibles y están más allá

del entendimiento humano
en el mundo.

No se pueden explicar porque,
mire, nuestra vida no se

satisface en las cosas.

Nuestra vida no alcanza la
plenitud en nada, sino en hacer

y cumplir la voluntad del Padre.

Así que, dice: «Puestos los ojos
en Jesús».

Tropezará, fallará y caerá, y se
sentirá tan indigno y culpable;

¡ponga sus ojos en Él!

Cuando pone sus ojos en Él,
comprende que este amoroso

Cristo, que es su compañero en
la carrera, lo levantó.

Él es quien le susurra al oído:
«Lo lograrás, sigue adelante.

Da igual cuán duro parezca
ahora: debes concentrarte en mí.

Yo soy tu Salvador, tu Señor, tu
vida y todo lo que necesites en

este momento de tu vida; seré
eso para ti sin excepción».

Piense en esto: Correr una
carrera y correrla con la fuerza

de Dios Todopoderoso.

Y dice, el, el salmista dijo:
«Vendré a los hechos poderosos

de Jehová el Señor».

Y el salmo 68 dice: «Dios ha
ordenado tu fuerza».

Él dice: «Levantarán alas como
las águilas; correrán, y no se

cansarán; caminarán,
y no se fatigarán».

¿De qué se trata esta vida
cristiana?

La vida cristiana se
trata de vivir

y hacer la voluntad del Padre.

La vida cristiana tiene que ver
con ser conformados a la

semejanza de su Hijo.

Todo lo demás sobre la vida
cristiana es secundario a eso.

El campo en que sirve, cómo obra
Dios en su vida y cómo lo usa en

la vida de otros, todo eso es
secundario.

Si voy a vivir la vida a
plenitud, debo seguir el curso

que Él trazó para mí y fijó como
mi meta.

No es el éxito ni el logro a los
ojos del mundo, sino hacer la

voluntad de mi Padre y ser hecho
conforme a la imagen de su Hijo.

Dirá: «No es divertido».

Mire, cualquiera que diga eso no
ha conocido a Jesucristo

ni estado en su voluntad.

Porque escuche, los que somos
creyentes y estamos en su

voluntad sabemos qué
es la diversión; escuche,

sabemos
qué es la alegría.

Sabemos cómo se siente
el deleite, el contentamiento

y la satisfacción en la vida.

Porque puede hacer todo lo demás
en la vida, pero sin Cristo, el

mayor vacío de su vida seguirá
igual de vacío.

¿Cómo comienza todo?

Así comienza: Comienza cuando
usted reconoce que, sin contar

con Dios, su vida
no tiene sentido,

propósito ni significado real.

Significa que no irá
a ninguna parte.

Pero una vez que reciba a
Jesucristo como su Salvador,

esto es lo que Él hará: No solo
perdonará todos sus pecados,

sino que lo pondrá en la
dirección correcta.

Usted dirá: «Pero suponga
que tengo 40 años»:

Él lo tomará donde está.

«Suponga que tengo 70 años».

Él lo tomará donde está, pero no
podrá correr mucho; es todo.

No podrá correr mucho, no tendrá
tantas batallas que enfrentar y

puede ser más duro para usted
que para el que ha sido

cristiano largo tiempo,
pero eso no hace diferencia.

Bien, es claro que la voluntad
ideal de Dios es que sea salvo

temprano en la vida;
pero y si no lo es,

¿significa que a
Dios no le importa?

No, significa que lo tomará
donde quiera que esté no lo

dude, y si entrega su vida a
Dios y le dice: «Dios, lo

arruiné; he hecho mi voluntad y
vengo a la cruz.

Creo en Jesucristo para perdón
de mis pecados por su muerte en

el Calvario y le entrego toda mi
vida», Él lo pondrá en la pista;

el Espíritu de Dios vendrá a su
vida para adiestrarlo, guiarlo y

enseñarlo; y el Señor Jesucristo
será su compañero en la carrera.

Y empieza cuando confía en Él
como Salvador.

Pero ¿qué pasa con los que hemos
sido cristianos mucho tiempo?

Dios hace unos momentos le dijo
directamente: ¿»Ese es tu peso»?

¿Identificó una o más cosas en
su vida y al señalarlas, dijo:

«Correrás mejor sin tener eso,
correrás más fácil sin esto,

tendrás un sentido más claro de
la dirección sin eso,

debes despojarte de eso»?

¿O quizás de pronto le dijo:
«Ese pecado continuamente te

asedia; por eso sigues
cayendo, continúas tropezando

siempre en lo mismo»?

Él quiere que lo resuelva.

¿Le está diciendo: «No te
desanimes, no, no desesperes, no

te deprimas; lo que experimentas
es para fortalecerte y forjar y

fortalecer la paciencia en tu
vida porque quiero usarte;

quiero hacer algo en tu vida y,
para que llegues a ser y hacer

lo que quiero que hagas,

debo forjar paciencia
en tu vida; debes

aprender a correr, nadar
contra la corriente

y correr contra el viento.

Y lo que haré te
sorprenderá realmente,

pero será una grata sorpresa».

¿Es eso lo que Dios le dice?

¿Acaso diría hoy: «Padre, mis
ojos han estado aquí y por allá

y distraídos por este lado
y por aquel otro,

y realmente no están en Cristo.

Pero hoy pongo mis ojos en el
Hijo de Dios y digo: ‘Señor, no

mi voluntad, sino la tuya;
no a mi modo, sino al tuyo;

no mañana, sino comienzo hoy,
ahora mismo'»?

Y mire, cuando esté dispuesto a
hacer eso, usted comenzará a

disfrutar la vida cristiana.

Y no importa cuán difícil se
ponga; muy dentro de usted, el

susurro de la voz de Dios
Todopoderoso le dirá: «Lo haces

bien, sigue adelante,
sigue confiando,

estoy contigo y estaré aquí como
tu compañero en la carrera hasta

que hayas dado tu último paso».

Que es desde esta vida hasta la
presencia de Dios Todopoderoso.

[música]