Actitudes que interfieren en la meditación bíblica – Dr. Charles Stanley

Dios está genuinamente interesado en las cosas que le interesan a usted, y está más que dispuesto a hablar a su corazón sobre ellas. Dios anhela los momentos que usted dedica a meditar en la Palabra de Dios para que pueda escuchar su clara dirección. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea

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Dr. Stanley: Esta semana
hablé con una señora que me

estuvo contando del lugar donde
trabaja, y de lo que hace,

de sus compañeros de trabajo,
y esto es lo que me dijo, los

viernes por la mañana, un grupo
de compañeros de trabajo, quizás

con edades entre 30 y 50 años,
y me dijo: «Los viernes por

la mañana, cuando todos llegamos
al trabajo, están hablando

de irse de fiesta esa noche».

Y cuenta: «De hecho,
prácticamente solo hablan

de eso, adónde irán
a beber cerveza, adónde irán

para divertirse juntos,
lo que sea que eso implique.

Así comienzan cada viernes.

No ven la hora de salir del
trabajo, y dice: «Lo que he

notado es que no desempeñan muy
bien su trabajo mientras

están allí».

Ella es capacitadora, y dice:
«Veo que se aflojan los viernes

porque tienen la mente
en reunirse y beber el viernes

por la noche», y cuenta:
«He tenido que llevar

a unos a sus casas un viernes
por la noche ya tarde».

No hablo de esa meditación.

Porque eso es lo que están
haciendo, su mente está absorta

en esa noche.

Lo que harán, adónde lo harán
y con quién lo harán.

La meditación en la Palabra
de Dios es pensar, estar absorto

por nuestros pensamientos
acerca del Señor Jesucristo,

y lo que Él está haciendo
en nuestra vida; lo que

nos gustaría que Dios hiciera.

Me refiero a la meditación que
nos fortalece, que nos acerca a

Dios, que hace que tengamos una
relación estrecha con Él; hace

posible que escuchemos lo que
Dios nos dice de lo que nos

concierne, lo que nos preocupa,
lo que nos da gozo o lo que sea.

Hablamos de esta clase
de meditación.

Entonces cuando pienso en esto,
lo hago a la luz de esto: es una

conversación que tenemos con
el Señor; y Él está dispuesto

a hablarle a nuestro corazón
acerca de cualquier tema que

queramos abordar, porque su
meta, mucha atención, su meta

es que lo escuchemos para que
nos dé dirección clara, buena,

justa, sabia para nuestra vida;
y así seamos quienes Él planeó

que fuéramos al crearnos.

Dios se interesa de manera
genuina y personal por todo

lo que nos interese en la vida.

¿Le interesa nuestro pecado?

Sí, y ¿cuál es su meta?

Hacernos sentir convicción,
para que dejemos el pecado.

¿Se interesa por lo bueno
que hacemos?

Sí, porque Dios nos
recompensará.

Así que pensemos con claridad
en lo que estamos hablando,

que es la meditación.

Estamos hablando de poner
nuestra atención en Dios

para escucharlo.

Recuerde que Israel pasó
400 años bajo yugo egipcio,

y recordará que una noche
el ángel de la muerte vino

a Egipto y en todas las casas
donde no había sangre

sobre los dinteles,
murió el primogénito.

Luego recordará que Faraón
los dejó ir.

Cruzaron el desierto hasta bajar
al mar Rojo y justo cuando

Faraón pensó que los tenía
atrapado, Dios abrió el mar,

caminaron por tierra seca y las
aguas ahogaron a los egipcios.

Luego los israelitas por fin
llegaron a la orilla

de la tierra prometida.

Ahí estaba la frontera y allá
estaba Canaán, podían verla.

Así que Moisés hizo algo sabio,
mandó a 12 espías para

observarle y traerles
la información

que necesitaban saber.

Así que regresaron.

Josué y Caleb dieron un informe
maravilloso acerca de todo

lo que había allí,
pero que podían manejarlo.

Habrá guerra,
pero podían hacerlo.

Pero luego estaban quienes no
meditaron, mucha atención,

escuche muy bien este mensaje:
No meditaron

en lo que les dijo Dios.

Meditaron en lo que vieron,
lo que temieron

y lo que sintieron.

Dice la Escritura en Números
capítulo 14: «Entonces toda la

congregación gritó, y dio voces;
y el pueblo lloró aquella noche.

«Y se quejaron contra Moisés
y contra Aarón todos los hijos

de Israel; y les dijo toda la
multitud: ¡Ojalá muriéramos en

la tierra de Egipto; o en este
desierto ojalá muriéramos!

«¿Y por qué nos trae Jehová a
esta tierra para caer a espada,

y que nuestras mujeres y
nuestros niños sean por presa?

¿No nos sería mejor volvernos
a Egipto?».

«Y decían el uno al otro:
Designemos un capitán,

y volvámonos a Egipto».

Así de equivocada es la
meditación en nuestros propios

esfuerzos y facultades,
en nuestros talentos sin Dios.

Josué y Caleb enfocaron
su atención en Dios; los demás

la enfocaron en sí mismos,
quizás en la posible derrota,

o en la posibilidad de perder
a sus seres queridos.

Así que hubo 2 actitudes.

Mire, podemos tener una actitud
positiva, piadosa; dependiendo

de Dios para cada aspecto
de nuestra vida.

O podemos vivir como el mundo;
Así que todo este mensaje

se trata de la idea de nuestro
enfoque y nuestra atención

en la meditación.

Entonces al pensar en eso,
le pregunto: ¿Cuánto tiempo,

en un día cualquiera,
usted y Dios tuvieron

un tiempo a solas,
le habló y lo escuchó?

Temo que la mayoría no lo hace.

La oportunidad, y pensemos en
esto, Dios nunca faltará a ese

encuentro cuando apartamos
tiempo para Él, nunca.

Él estará allí y estará allí
para contestar nuestras

preguntas, para darnos
dirección, y alentarnos,

ayudarnos y perdonarnos.

Dios está allí para ayudarnos
a convertirnos en las personas

que Él destinó que fuéramos.

Así pues considero
las recompensas de esto,

dicho de otro modo,
¿en qué nos beneficiará?

Lo que es de esperar al pasar
tiempo a solas con Dios.

Número 1: La meditación delante
de Dios calma nuestro espíritu,

nuestros sentimientos.

Dios ilumina nuestra mente
para que pensemos como Él,

y hagamos lo que nos dice.

Dios aumenta nuestra energía
para hacer posible

que lo obedezcamos
en toda circunstancia.

Dios purifica nuestro corazón
al sacar a la luz el pecado,

para que sepamos
justo lo que es.

Quizás diga:
«Pues no sé qué confesar».

Dios se lo mostrará.

Dios amplía nuestra percepción
de Él, que Él es Dios

Todopoderoso,
tiene todo bajo control.

Así mismo,
aumenta nuestro amor por Dios.

Cuando pasamos tiempo con Él,
aumenta nuestro amor por Él.

Por ejemplo, si ha amado a
alguien, si en verdad les ama,

querrá pasar tiempo con ellos.

Quizás eso sea un indicio
para nosotros: Si no quiero

pasar tiempo con Dios,
debe ser que no lo amo.

Si lo amo,
querré pasar tiempo con Dios.

También fortalece nuestra fe.

Podemos enfrentar situaciones
que normalmente

no enfrentaríamos, eso es
la fortaleza y la evidencia

de su presencia en nuestra vida.

Fortalece nuestra fe, mientras
más tiempo pasemos con Dios,

más aumenta nuestra fe.

Nos hace más conscientes
de la presencia de Dios.

No hay nada que nos haga más
conscientes de la presencia de

Dios como estar a solas con Él
y decir: «Señor, aquí estoy

para escuchar».

Luego, nos infunde gozo.

Hay un gran sentido de gozo
inefable, plenitud, paz y

un sentido de seguridad cuando
hemos pasado tiempo con Dios

pese a lo que enfrentemos y
a quién enfrentemos en la vida.

Por eso vemos en toda la Biblia
al siervo de Dios haciendo eso:

meditando.

Y una de las mejores formas
de meditar en Dios

es con la Biblia abierta.

¿Qué es lo que Dios
quiere decirnos?

¿Qué está diciéndonos?

Porque Dios quiere guiar
nuestra vida, y la meditación es

la forma principal de hacerlo,
estar quietos,

escuchando lo que Dios nos
dice.

Mucha atención,
este es el don santo de Dios

para cada uno de sus hijos.

Así que estas
son varias actitudes

que interfieren en nuestra fe.

Hacen un corto circuito
en nuestra fe, y perdemos

la bendición de Dios.

La primera es amargura.

Al permitirla en nuestra vida,
y al enfocarnos en ella,

en lugar de amor,
perdón y todo lo demás,

pagaremos un precio.

La segunda es ira.

Cuando uno se enfoca en la ira,
esta se intensifica más y más

en nuestra vida.

Hay una penalidad que pagar
por vivir airados.

La tercera es odio.

Hay quienes viven con odio,
lo vemos en las noticias

por televisión; hay odio,
amargura, rencor, hostilidad;

son actitudes destructivas.

y no podemos tener una buena
relación con Dios si estas

actitudes están presentes
en nuestra vida.

Luego está la falta de perdón,
la falta de perdón nos pone

en un desierto.

No podemos tener una buena
relación con Dios si no queremos

perdonar a alguien.

Quizás diga: «Es que usted
no sabe lo que me hicieron».

Le pregunto: ¿Se compara lo que
le hicieron con lo que le

hicimos a Cristo en la cruz?

No.

¿Y qué dijo Él?

«Padre, perdónalos porque
no saben lo que hacen».

¿En qué se enfoca usted
en su vida?

O sea, si alguien le preguntara:
¿En qué es lo que más piensa?

¿Pudiera contestar
que es en Dios?

¿Pudiera decir: «si se trata
de reflexionar en serio,

pienso en Dios»?

El rencor, el rencor acarrea
una gran penalidad consigo.

Hostilidad.

Hay personas que son
muy hostiles,

son irascibles, hostiles.

Quieren lastimar a otros,
hacerle daño a alguien.

Quieren desquitarse
y si les preguntan:

«¿Desquitarse con quién?».

No lo saben.

Así que la hostilidad suscita
todo eso.

Piense en esto,
al leer el periódico

o al ver la televisión,
piense en la hostilidad

que percibimos:
hay odio, hay odio, ira,

amargura, rencor, asesinatos,
resentimientos.

Y el resentimiento
es inquietante.

Estar resentido con alguien
por lo que tiene, por quién es,

por cómo luce,
por el auto que maneja,

por dónde vive y cómo se viste.

El resentimiento dice:
«Por algo no me agradan,

no me pidan que lo explique;
solo no me caen bien».

Mire, es una actitud
destructiva.

Por otro lado,
está la pura falta de fe:

«No creo que Dios haga eso.

No creo que Dios supla todas
mis necesidades.

No creo que Dios–no creo que
a Dios le interese mi vida».

La falta de fe es muy
destructiva.

Por eso meditar en Dios,
pensar en Él, leer su Palabra,

asimilarla es tan importante.

Aumenta nuestra fe.

Luego está el rencor.

¿Quién guarda rencor?

Hay gente que guarda rencores
toda su vida.

No pueden perdonar.

No pueden olvidar.

Y pienso en las familias
divididas por el divorcio y todo

lo demás.

Con sus rencores, resentimiento,
hostilidad, ira y falta de

perdón, todo esto se junta
y hacen que una persona sea

desdichada por completo.

No es extraño que corran
a los bares y beban

hasta quedar ebrios.

Ahora sabemos por qué lo hacen,
porque si vivo en pecado, no

quiero sentirme tan pecaminoso
así que bebo para quitarme

ese sentir y poder relajarme,
etcétera.

Entonces cuando venimos a ver,
un pecado lleva al otro.

Vamos a meditar en algo.

Si usted no ha aceptado a Cristo
como su Salvador, ya está

meditando en algo que no será
saludable ni bueno, ni para

usted ni para su familia.

Y desde luego temor.

El temor domina por completo
a muchas personas.

Si les preguntan a qué le temen,
no sabrían decirle:

«Pues solo tengo miedo.

Hay cosas tan malas».

Y podrían hacer toda una lista.

Solo me refiero a que enfocar
nuestra atención en algo y que

eso excluya a Dios de nuestra
vida será destructivo.

Los israelitas estaban viendo
la tierra prometida,

ya habían pasado por el desierto
y los milagros de Dios;

veían la tierra prometida.

Escucharon a los 2 santos
de Dios: Josué y Caleb.

Los escucharon decir:
«Podemos hacerlo.

Sabemos que podemos.

Lo que hemos visto, los demás
espías vieron lo mismo,

pero no creyeron sí podemos».

Dijeron: «No, qué va,
no creo que podamos».

Ahora, de haber sabido lo
que les costaría esa decisión,

no la hubieran tomado.

Mire, no pensamos
en las consecuencias

de nuestras decisiones.

Piense en esto: Viendo la tierra
prometida, o viendo el pasado,

todo el dolor, la hostilidad,
la amargura, el resentimiento,

los asesinatos,
todo lo que había en Egipto.

Uno pensaría que al ver la
tierra prometida y recordar todo

eso, dirían: «Queremos esto».

No era lo que querían,
fueron engañados y mire,

el temor engaña.

Podían ver los 2 lados.

Ahora bien, mucha atención,
todos podemos escoger.

Tiene la opción de reflexionar

en Dios, obedecerlo,
rendirle su vida

y dejar que Él le muestre
cuánto puede bendecirle.

Tiene esa opción,
o puede escuchar al mundo;

romper todos los mandamientos,
hacer lo que le plazca, beber,

parrandear, lo que sea.

Puede hacer eso.

O tiene la opción de caminar
con el Señor Jesucristo con gozo

verdadero, con llenura,
satisfacción y amor verdaderos.

Tenemos esa opción.

En lo que sea que decidamos
reflexionar así iremos.

Y mi oración es que usted sea
sabio para tomar la decisión

acertada,
pasar tiempo a solas con Dios.

Y cuando se encuentre yendo
por mal rumbo, no se justifique,

no lo racionalice,
sino admítalo:

«Señor, voy por mal rumbo.

Detenme, antes de que llegue
muy lejos».

Meditar en el Señor
y en su Palabra.

Quizás usted diga: «Bueno,
¿en cuáles versículos

debo meditar?».

Yo vuelvo a este, escuche lo que
dijo David: «Sean gratos los

dichos de mi boca lo que digo
y la meditación de mi corazón

lo que siento delante de ti,
desde su punto de vista.

Oh Jehová, roca mía,
y redentor mío.

Dios tiene lo mejor para usted.

La decisión es suya.

¿Amén?

Padre, gracias por tu preciosa
Palabra que nos guía,

nos guarda, protege, faculta
y alegra nuestro corazón.

Te pido que toda persona hoy
aquí que aún no te ha aceptado

como su Salvador sea sabio para
aceptar hoy al Señor Jesucristo

como su Salvador personal,
que te rinda su vida y te vea

obrar en su corazón,
y en todo creyente aquí, Padre,

cuyo tiempo está lleno
de algunas cosas necesarias,

pero también innecesarias
y algunas muy destructivas.

Que el Espíritu Santo traiga un
sentido de pura culpa en la vida

de toda persona que vive en
pecado, te desobedece, sabiendo

que les has provisto lo mejor.

Te amamos, Padre, y te alabamos.

Gracias por ser paciente con
nosotros, pero te pido, Señor,

que ni una persona salga de aquí
sin haber resuelto dónde

pasarán la eternidad.

O sin dejar todo lo que obstruye
tus bendiciones listas

para dárselas ya
con sus nombres.

En el nombre de Jesús, amén.