Su vida es importante para Dios – Dr. Charles Stanley
En los momentos más bajos de nuestra vida, podemos sentirnos tentados a pensar que no somos importantes para Dios. Las luchas de la vida terrenal pueden abrumarnos a veces, eclipsando nuestra comunión con un Padre celestial que sentimos tan lejano. Al estudiar la abrumadora evidencia de su infinito cuidado, descubriremos que Dios nunca nos deja ni nos abandona, y encontraremos seguridad en nuestro verdadero valor como hijos amados del Rey. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea
Dr. Stanley: Estaba pasando
por un valle en mi vida, fui al
hospital 2 veces en solo unos
meses, salí al porche,
me senté y pensé:
«Me lo tomaré con calma,
me relajaré y quizás lea algo».
Entonces, al hacerlo, me fijé
que en la silla de enfrente
había una manta que acababa
de lanzar, pero no vi esto.
Y cuando la vi por segunda vez,
noté una dedicatoria que una
dama maravillosa había escrito
en la manta, decía:
«Sus mensajes me han ayudado
a darme cuenta de que mi vida es
importante para Dios».
Cuando leí eso pensé: «Señor, no
sé lo que tenía ella en mente,
pero justo eso
yo necesitaba escuchar.
Mi vida es importante
para Dios».
Y ese es el título de este
mensaje, porque es un mensaje
que Dios quiere que todos
escuchemos: Nuestra vida
es importante para Dios.
Quizás usted no sienta que
su vida importa, tal vez pueda
dar muchas evidencias,
por el trato que recibe,
lo que le ha sucedido,
y el infortunio que
ha experimentado, de que
sin duda su vida no podría ser
importante para Dios;
pero deseo decirle que sí lo es.
Dificultad, adversidad,
y sufrimiento no significa que
su vida no le importe a Dios.
Algunas de las personas más
consagradas que he conocido,
autores de los mejores libros,
han pasado por dificultad,
dolor y sufrimiento
de lo que nos imaginaríamos,
y nunca han perdido la fe, pero
se dieron cuenta de que Dios aún
los ama y se preocupa por ellos.
Cuando pienso en eso y pienso
en este pasaje bíblico que deseo
que leamos, que afirma eso:
nuestra vida es importante
para Dios.
Y le invito a acompañarme
a 1 Juan capítulo 3.
Era cerca del final de la vida
de Juan, en esos últimos años
tendría entre 80 y 90 años,
algo así.
Y había escrito esta epístola
a los creyentes y leeré
3 versículos que deseo
que veamos por un momento.
Capítulo 3, versículo 1,
dice así: «Mirad cuál amor»,
No solo amor, sino cuál amor»,
«nos ha dado el Padre.»
O sea, nos ha regalado,
nos ha expresado, mostrado,
demostrado ese amor «Mirad
cuál amor nos ha dado el Padre,
¿Qué lo hace grande?
«para que seamos llamados
hijos de Dios.»
Piense en eso.
En la mente de Dios,
eso es algo grande.
«Para que seamos llamados
hijos de Dios; y lo somos.
Por esto el mundo no nos conoce,
porque no le conoció a él.
Y luego dice: «Amados, ahora.
No un día después,
ni en el futuro,
«ahora somos hijos de Dios,
Esto me encanta: «y aún
no se ha manifestado lo que
hemos de ser; O sea, sabemos muy
poco del maravilloso futuro que
Dios ha provisto para nosotros.
«sabemos cuántas veces dice
esto: pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque
le veremos tal como él es.
Aquí está el apóstol
del Señor Jesucristo hablando
con seguridad y autoridad,
tras haber escuchado
al Señor Jesús personalmente,
haya sido en la barca,
o en algún monte,
o sentado junto al fuego
escuchando al Señor:
«sabemos que cuando
él se manifieste,
seremos semejantes a él,
porque le veremos
tal como él es.»
«Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica
a sí mismo, así como él es puro.
Eso es simplemente
que al aceptar a Cristo como su
Salvador, lo hace porque siente
que ha estado separado de Él.
y también siente la necesidad
de ser uno con Él.
Entonces, ¿qué sucede?
Lo acepta como Salvador
por lo que Él hizo en la cruz.
Y como resultado de
esa relación, las cosas cambian.
No puede ser hijo de Dios y
que todo siga igual a como era.
Puede que a veces se comporte
como no debe, pero esa relación,
fíjese, esa relación
no es temporal, ni condicional;
es permanente en lo absoluto.
Somos salvos una vez y para
siempre por la gracia de Dios.
Ahora, mucha atención,
¿por qué Dios ha hecho
que la salvación sea resultado
de una relación, una decisión?
Solo porque le importamos a
Dios, y al aceptar a Cristo como
su Salvador, el Espíritu Santo
vino a su vida ¿a hacer qué?
A darle seguridad absoluta
de que por toda la eternidad
usted le pertenece a Dios.
Quizás diga: «¿Y si peco?».
Dios está preparado para eso,
su mano es muy firme
en disciplina;
no para destruir, ni herir,
ni dañar, sino para traernos
de vuelta al carril.
Cuando Dios permite que pasemos
por dificultad, pruebas, penas
y cargas, ¿qué está haciendo?
Lo hace por varias razones,
una de ellas ¿cuál es?
Recordarnos que le pertenecemos.
No nos comportamos como
quienes somos, y para inclinar
nuestra mente y corazón a Él
para cambiar lo que pensamos
de una vida santa.
«En él, se purifica a sí mismo,
así como él es puro.
Dicho de otro modo,
si soy hijo de Dios,
seré sensible a la manera
en que vivo, seré sensible
a mi relación con Dios.
Seré sensible
a la Palabra de Dios.
Deseo leer la Palabra de Dios,
deseo orar.
Deseo ser obediente.
Deseo descubrir lo que Dios hará
en mi vida porque sé que
mi vida es importante para Él.
Piense en esto,mucha atención.
¿Si me escucha?
Diga amén.
Quizás no le importe a más nadie
en los miles de millones
de personas en el mundo,
pero le importa a Dios.
Y si lo piensa, ¿qué más da no
importarle a nadie si usted sabe
que es importante para Dios,
o sea, que Él le conoce?
Dios se interesa por usted.
Dios le ama.
Él le sustentará, le protegerá,
le cuidará; y cumplirá
su voluntad en su vida.
¿Por qué?
Porque usted es importante
para Dios.
Ahora, con eso en mente,
deseo que veamos este pasaje
y pensemos en las evidencias
de que le importamos a Dios
conforme Él ha obrado
en nuestra vida.
Y la primera evidencia es el
gran amor que Dios nos ha dado.
Piense en esto,
¿por qué fue salvo usted?
Quizás diga:
«Bueno, un día fui y escuché
a un gran predicador
y su predicación hizo
que me salvara».
No, no fue eso.
Fue salvo porque escuchó
la verdad del evangelio
de Jesucristo y Dios alcanzó
su vida mediante su Palabra,
le habló a su mente,
a su corazón,
a sus sentimientos,
a todo su ser,
e hizo que se diera cuenta
de que llevaba una vida
muy inferior a la que Él tenía
en mente para usted.
Y aceptó al Señor Jesucristo
como su Salvador como resultado
de escuchar su Palabra,
la convicción
del Espíritu Santo,
para ayudarle a entender
que Dios le amó y le perdonó,
Él transformó su vida.
Así que fue su salvación.
Lo segundo que resultó en
todo esto fue su santificación.
O sea, la vida consagrada
que Dios ha provisto
para cada uno de nosotros.
Al aceptar a Cristo como
su Salvador, el Espíritu de Dios
le selló como hijo de Dios.
Vino a morar en nosotros,
mientras Dios se sienta
en su trono celestial,
su Espíritu Santo se sienta
en el trono de nuestro corazón,
nos guía, nos dirige,
nos fortalece,
para obrar en nuestra vida,
la cual representa
y se asemeja a Cristo.
Eso es lo que Dios ha provisto.
Lo tercero que hizo fue ¿qué?
Comenzó a suplir
sus necesidades.
Como resultado de ser hijos
de Dios, dijo que supliría
todas nuestras necesidades,
mucha atención, conforme
a sus riquezas en gloria.
No conforme a nuestros talentos,
facultades, destrezas,
y todo lo demás.
Dios prometió suplir cada
necesidad que tenemos.
¿Por qué?
Escuche, porque cada punto
en este mensaje es porque
le importamos a Dios.
Piense en esto, el hecho de que
importa significa que hay una
relación, hay amor, hay empatía,
hay entrega; y eso es
lo que Dios quiere decir.
Dice, escuche: Él nos salva,
nos santifica.
Luego, ¿qué hace?
Suple nuestras necesidades.
«Mi Dios, pues, suplirá todo
lo que os falta Mucha atención:
conforme a sus riquezas
en gloria.»
¿Acaso podríamos agotar
las riquezas de Dios?
No.
Lo único que bloquea
las bendiciones de Dios
para nosotros es volvernos
despreocupados en la vida,
indiferentes a Dios, que vivamos
en pecado, en el caso que sea.
Luego pienso en que lo más
importante aquí es nuestra
salvación, nuestra santificación
y nuestras necesidades,
y mire lo que Dios hace,
Como resultado del cuidado de
Dios se interese
por nosotros
y suple nuestras necesidades,
al ser salvos,
envió al Espíritu Santo
a morar en nosotros.
¿Se da cuenta
de cuán bendecido es?
Es morada, mucha atención,
es morada del Santo Dios.
El Espíritu Santo de Dios,
quien dijo a sus discípulos:
«No están listos para ir
a predicar, no están listos
para evangelizar al mundo;
no lo estarán hasta que
mi Espíritu los bautice,
los unja, los capacite,
los equipe para que sean
las personas que tenía
en mente al crearlos».
Entonces, ¿le importamos a Dios?
Vea por qué: Porque, véalo,
nos salva, nos santifica,
suple nuestras necesidades,
y nos dio al Espíritu Santo.
Dios ha demostrado
su gran interés por nosotros,
que sí le importamos.
Piense en esto, Dios,
quien es el Soberano
del universo, pudo haber dicho:
«Salvaré a quienes me acepten
y veré lo que hacen».
Pues Él sabía lo que haríamos,
nos equivocaríamos,
fallaríamos una y otra vez.
Por sabía, fíjese,
no solo que tendría
que alcanzarnos y perdonarnos,
bajaría Él mismo para morar
en nosotros y capacitarnos
para que viviéramos la vida
que proveyó para nosotros.
¿Somos bendecidos por Dios o no?
Piense en esto, nuestra vida
es importante porque Dios
es maravilloso y nos ama
con todo su corazón.
La primera evidencia
de que nuestra vida importa
es todo esto que Dios ha hecho
por nosotros.
Lo segundo, la segunda evidencia
es que somos llamados
hijos de Dios.
Ahora, ¿importo?
Claro que sí.
Piense en lo que siente
por sus hijos.
Les dice a sus amigos:
«Este es mi hijo».
«Esta es mi hija».
Está orgulloso de ellos.
Ellos le importan.
Mire, cuando alguien le importa
eso afectará su relación
con ellos, cómo habla de ellos,
lo que hace por ellos,
cómo se relaciona con ellos.
Cuando en verdad se involucra
en la vida de esa persona,
pues le importa,
los tratará de cierta manera.
Y la verdad es que, por ejemplo,
si trabaja en algún lado y ve
al jefe actuar en la vida de
alguien de una manera y de otra
en la vida de alguien más.
¿Cuántas veces he escuchado a la
gente decir: «Bueno, siento que
en mi empleo no soy importante»?
Y cuando alguien dice:
«No me importa», mire, mire,
nunca escuchará a Dios decirle:
«No me importa»,
eso no está en su vocabulario.
Así que el hecho de que
le importamos a Dios,
somos llamados sus hijos,
todas esas promesas
y bendiciones de las cuales
hablamos, nuestro nombre
está en el Libro del Cordero,
le pertenecemos,
pase lo que pase;
le sigue importando a Dios
lo que suceda en nuestra vida.
La tercera evidencia de que
nuestra vida es importante
para Dios es, mire,
todavía no es como será.
Vea a nuestra sociedad presente,
por ejemplo, es peor de lo que
ha sido en toda mi vida.
Piénselo por un momento,
¿cómo llegamos a ser así?
Le diré, ¿ve este libro?
Deseo que piense en cuánto
tiempo pasa en este libro
en un día cualquiera.
¿Ve este celular?
¿Cuánto tiempo pasamos
en eso versus la Biblia?
¡Qué diferencia!
¿Qué ha sucedido?
Nuestra atención se ha desviado
de Dios, y mientras más inventos
nos ingeniemos, es solo otra
forma de alejarnos de Dios.
¿Quiero decir que el celular
no es importante?
No.
¿Y las computadoras?
Sí.
Pero al hablar con quien sea,
pocos dirían: «Paso tanto tiempo
leyendo la Palabra de Dios
como el tiempo que paso hablando
con mis amigos por teléfono
sobre asuntos que
no son nada relevantes».
¿Qué le sucedió
a nuestra sociedad?
Le diré que ha sucedido,
la poseemos, pero no la leemos,
la poseemos,
no nos regimos por ella.
Vivimos en una sociedad
que ignora por completo
quién es Dios y su Palabra
se está volviendo cada vez
menos importante.
Y el mundo ofrece más y más
cosas con las cuales
involucrarnos que supuestamente
nos traen placer.
Pero Dios sabe que lo mejor
para nosotros es seguir
las enseñanzas de su Palabra:
«Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá».
«Mi Dios pues suplirá
todo lo que os falte conforme
a sus riquezas en gloria».
Él nos da su fortaleza.
Él nos ayuda a ser sabios
para seguir sus mandatos,
su voluntad, propósito
y plan para nuestra vida.
La Biblia está llena
de promesas de Dios.
¿En qué nos equivocamos?
Poco a poco, el mundo llena
nuestras mentes de cosas,
y antes solíamos llenarla
de la Palabra de Dios.
Piense en esto,
cuando Dios Todopoderoso dice:
«Tú me importas», es Dios.
Cuando Dios dice:
«Tú me importas»,
¿qué palabra de aliento
más impactante podemos escuchar?
«Me importas.
Me intereso por ti.
Me concierne tu vida.
Lo sé todo de ti».
«Quiero lo mejor para ti.
Te amo.
Mi amor por ti
no es condicional.
Mi amor por ti es totalmente
incondicional.
Anhelo verte cuando te llame
a mi presencia.
Anhelo que estés en todo
lo que he provisto para ti
en el cielo».
¿Dónde está Dios en este mundo
confundido, frustrado,
tan afluente que ha perdido
su sentido de dirección?
Y luego deseo que notemos
algo más,
y es la cuarta evidencia
de que nuestra vida le importa
a Dios y es que seremos
semejantes a Él.
Dicho de otro modo,
piense por un momento de esto,
lo que dice
en 1 Corintios capítulo 15.
Sabe lo largo que es ese
capítulo y cuánto dice Dios de
nuestra vida, de nuestro futuro,
de nuestra resurrección
y todo lo demás.
Piense en esto, la Biblia dice:
«Mas ahora Cristo ha resucitado
de los Muertos; primicias
de los que durmieron es hecho».
Luego comienza hablando de cómo
Dios obrará en nuestra vida
y en nuestra resurrección.
Entonces, piense en esto.
Su vida es tan importante para
Dios que Él no solo ha provisto
para su vida ahora,
Él ha provisto
para su vida eterna,
por siempre y para siempre.
No tenemos que preocuparnos por
la vida después de la muerte,
si hemos aceptado a Cristo
como nuestro Salvador.
Nuestra vida le importa.
De hecho, si lo piensa,
no hay ni un solo aspecto de su
vida en el cual Dios no se haya
involucrado por su pasado,
presente y futuro.
Y el futuro es que tendremos
un día de resurrección.
Un día de estos estaremos con
Dios por siempre y para siempre.
Porque Él se interesa
por nosotros.
Porque nuestra vida le importa.
Luego, lo pienso a la luz
de esto, la quinta razón por la
cual nuestra vida es importante
para Él es que Él desea que
llevemos una vida santa y pura
por el poder del Espíritu Santo,
glorificándolo por toda
la eternidad.
¿Cuál es su deseo para nosotros?
Que vivamos en santidad.
¿Cómo podemos hacerlo?
Con tan solo obedecer
al Espíritu Santo que mora
en nosotros.
Mire, Dios no quiere nada de
nosotros que no haya provisto.
Quiere que vivamos en santidad,
y ¿qué hace?
Nos da la presencia
del Espíritu Santo, para que
sepamos cuál es la verdad.
Para que nos demos cuenta
de que Él nos ama,
nos perdona,
nos limpia.
Dios quiere lo mejor
para nosotros, y está dispuesto
a darnos lo mejor
si confiamos en Él.
Entonces le pregunto,
¿en algún momento de su vida
ha encarado la realidad de que
usted es valioso para Dios,
que Dios se interesa por usted,
que le ama, que Dios quiere
que sepa la verdad,
lo correcto, lo mejor,
que quiere que entienda
que un día de estos morirá
y dará cuenta a Él?
¿Se ha dado cuenta de que
si le pide a Dios que perdone
sus pecados, Él lo hará?
Si le pide seguridad
de que al morir irá al cielo,
Él se la dará.
La próxima decisión
más importante que tomará,
si no es creyente,
puede tomarla ahora mismo,
y es rendir su vida a Cristo.
Quizás diga:
«¿Qué significa eso?»
Quiere decir que confiesa
ante Dios que es pecador,
que no puede cambiarse solo,
que cuando Cristo fue a la cruz
pagó la deuda de su pecado,
y la pagó por completo.
Y si le pide perdón, basándose
en lo que Él hizo en la cruz,
pagando su deuda de pecado,
y si le pide que le perdone,
Él lo hará.
Dios escribirá su nombre
en el Libro de la vida,
nunca lo borrará.
Y desde este instante,
puede estar seguro de que
Él morará en usted, le guiará,
le ayudará, le fortalecerá,
y le dará la vida plena.
Su vida es importante para Dios.
Padre, cuán agradecidos estamos,
no hay que inventar una nueva
idea, solo responder a esta
gran verdad del evangelio:
Que viniste al mundo,
diste tu vida en la cruz,
diste tu sangre por
nuestros pecados, nos aceptaste
como tus hijos, escribiste
nuestro nombre en el Libro
de la vida y ahora tenemos
seguridad plena, la certeza
de estar contigo para siempre
después de esta vida.
Gracias, Dios mío,
por tal bendita certeza.
En el nombre de Jesús, amén.