Al enfrentar un ataque satánico – Dr. Charles Stanley
¿Cuándo fue la última vez que se sintió vulnerable a una tentación? Nuestro mundo rebosa de tentaciones y, como cristianos, debemos esquivar las zonas en las que somos más débiles. A veces la atracción del pecado es tan fuerte que nuestras excusas para ceder se acumulan más rápidamente que las razones para resistir. El Dr. Stanley esboza la realidad de la guerra espiritual y los recursos del creyente para resistir con éxito la tentación, y protegerse del engaño. Para más mensajes de Charles Stanley, incluyendo la transmisión de esta semana, visite www.encontacto.org/vea
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Dr. Stanley: ¿Cuándo fue
la última vez que descubrió
que se sentía muy vulnerable?
De hecho, la tentación fue
tan fuerte que pensó:
«No puedo con esto».
Y se encontraba muy
desconcertado quizás por la
causa de la tentación, o tal vez
pensaría: «Esta es la misma
tentación que he enfrentado
una y otra vez».
O quizás diría: «Esto fue tan
atractivo, tan seductor,
tan apetecible,
¿cómo podría resistirlo?».
Esa es la mentira del diablo,
así habla él.
Entonces le pregunto:
¿Cuándo fue la última vez
que enfrentó algo
que en verdad tuvo que
luchar para alejarse de eso,
para huir?
¿O negarse?
Sentía gran presión, quería
alejarse, debatió entre si
podría o no, si debía o no,
sabía qué era lo debido, pero
debatió si lo haría o no.
Quizás por fin se alejó, pero
tal vez terminó pensando:
«Bueno, Dios entiende».
Y siempre he escuchado esto:
«Dios entiende»,
y nos entregamos
a la tentación que sea.
Así que podemos pensar en toda
clase de ideas, pero la verdad
es esta: mientras vivamos,
seremos tentados.
Y en la actualidad,
es por todos lados.
Ya sea que lo escuchemos
por la radio o lo veamos en la
televisión, o en los anuncios,
o en las tiendas, o como sea;
vivimos en una era sensual
y hay tentación por doquier,
y la gente reacciona
de diversas formas.
Se rinden;
o pelean y sobreviven;
o pelean y aún así se rinden,
y luego tienen una excusa
que han usado antes
con Dios: «Señor, sabes,
esto no es justo.
No todo el mundo siente lo que
siento», y por ahí siguen.
La verdad es que ese fue el
comienzo del pecado en el mundo,
la tentación de Adán y Eva.
No ha cambiado.
O sea, al Satanás decirle a Eva
lo fabuloso que sería morder de
esa fruta, es el mismo cuento,
solo con diferentes elementos.
Entonces, al verse en esa
posición, ¿qué piensa usted?
Se detiene a pensar:
«¿De dónde viene esto?
¿De mi corazón?
¿De dónde viene?».
Le aseguro, es un ataque
satánico.
El diablo sabe justo cuándo
somos más débiles.
Sabe en qué momento y sabe qué
necesita para captar nuestra
atención y hacernos pensar:
«Necesito tener esto,
quiero uno».
No importa el precio,
tendré uno de esos.
Satanás tiene una serie de
excusas para persuadirnos de lo
que nos merecemos: «Nadie es
perfecto, y Dios nos ama, y nos
perdona», y por ahí sigue para
entramparnos, y que perdamos
las mejores bendiciones
de Dios en nuestra vida.
Y deseo hablar de lo que ocurre
al enfrentar un ataque satánico.
Vayamos por un momento
a Efesios; y los primeros
3 capítulos son 3
de los capítulos más hermosos
y alentadores en la Biblia
porque hablan de la riqueza
del creyente, lo que tenemos
por conocer a Cristo
como nuestro Salvador.
Luego, desde el capítulo cuarto
y quinto, habla de nuestro
andar, así debemos andar,
siguiendo al Señor Jesucristo.
Luego, llegamos al último
capítulo y vemos que hay
un campo de batalla,
y la batalla es con Satanás.
Dios es tan bueno con nosotros,
camina con nosotros,
pero a veces somos tentados.
Y deseo que veamos el versículo
10 y al concluir esta epístola,
escuche lo que dice:
«Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor,
y en el poder de su fuerza.
No dijo que nos fortaleciéramos
en nosotros mismos, dijo:
fortaleceos en el Señor,
y en el poder de su fuerza.
«Vestíos de toda la armadura
de Dios, para que podáis estar
firmes contra las asechanzas
del diablo.
«Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne,
sino contra principados,
contra potestades,
contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo,
contra huestes espirituales
de maldad
en las regiones celestes».
Todos enfrentamos tentación.
Ahora, al pensar en esto,
solo le preguntaría:
Piense en cuál es
la tentación más fuerte que
ha enfrentado en su vida hoy.
No me refiero a hoy
en particular, sino
en su diario vivir, ¿cuál es
la tentación más fuerte?
¿Por qué cree que el diablo
ha usado eso para tentarle?
Para alejarle de Dios, para que
ande por otro camino, para que
ignore las advertencias de Dios
y sus bendiciones maravillosas
en su vida.
Pero, de algún modo, se ve
tentado y en una posición donde
no puede recibir las bendiciones
que Dios quiere darle.
Pablo dice que debemos
mantenernos firmes contra
las asechanzas del diablo,
y sin duda tiene artimañas.
Así pues, lo primero que deseo
hacer es definir lo que es
un ataque satánico.
Un ataque satánico es un asedio
y asalto deliberado de Satanás
sobre un individuo con
el propósito de hacerle daño,
ya sea en su espíritu, alma,
cuerpo, o en los 3″.
Vea eso: «Un asedio deliberado
de Satanás sobre un individuo
con el propósito de hacerle
daño, ya sea en su espíritu,
alma, cuerpo, o en los 3».
¿Y cuándo es eso?
En cualquier momento,
en cualquier lugar.
Satanás sabe justo cuándo somos
más débiles.
Sabe justo lo que hace falta
para hacernos caer.
Tal vez sepa qué usar para
hacernos caer o qué nos atrae.
¿Qué hace falta para hacernos
caer?
Todo creyente sin excepción
enfrenta tentación.
Y si pensamos en la actualidad,
la sociedad entera está
orientada a tentarnos para algo.
Al encender la radio, lo
escucha: «Hay que comprar esto».
Al ver la televisión, hay que
comprar esto y ver aquello o
esto, o a él o a ella.
Y puede ver por donde quiera,
está la tentación de tener a
menudo lo que no necesitamos o
no debemos tener; y el resultado
de la tentación es división y
destrucción.
Entonces, si le preguntara:
«¿Cuál es el objetivo de Satanás
al tentarnos?».
Si somos buenos cristianos,
amamos a Dios, ¿cuál es el
objetivo de él?
En primer lugar, alejarnos de
Dios hacia él.
Satanás quiere alejarnos de
Dios, y sabe justo lo que toma
desviar nuestra mente de Dios
y de lo espiritual a cosas
materiales o a lo sensual.
Sabe justo lo que hace falta.
¿Qué hace falta?
¿Cuál es su objetivo?
Alejarnos de Dios hacia él
y desviar el propósito de Dios
en nuestra vida.
Es decir, si el diablo puede
cambiar o desviar el propósito
de Dios en su vida,
nos tiene donde quiere porque,
recuerde,
Dios tiene un plan
para su vida.
Él tiene lo mejor.
Así que Satanás no dirá:
«Bueno, quiero destruirte».
No, solo quiere desviar
su atención de Dios,
de lo espiritual a lo terrenal,
lo material, lo sensual.
También quitarle a Dios la
adoración y gloria que merece.
O sea, él no quiere que adoremos
a Dios.
Mire, nos da un plato lleno de
cosas para que quitemos nuestra
atención de Dios,
porque ese es su propósito.
Y luego destruirnos.
La meta principal de Satanás
con la tentación es destrucción.
Destruir nuestra relación con
Dios, destruir nuestro interés
en Él, y nuestra fe en Él,
destruir nuestro deseo de orar,
nuestro sentido de seguridad
eterna; destruir, destruir,
destruir, destruir,
esa es su meta.
Y lo sabemos, pero no es
interesante que a pesar
de lo que sabemos,
¿cuántos sermones ha escuchado
en su vida?
No puede ni contarlos, y sin
duda espero que escuche más,
pero la pregunta es: ¿Qué hará
con la verdad que escucha?
Satanás sabe de la verdad que
está escuchando, y hace esto:
se aparece para distraerle de
escuchar la verdad para que siga
moviéndose en una dirección
que le alejará de Dios.
Todos enfrentamos alguna clase
de tentación en la vida.
No dije todos los días, pero
todos sin excepción tenemos algo
que puede tentarnos.
Quizás sea algo en lo que
salimos en victoria vez tras
vez, o en lo que nos sentimos
derrotados una y otra vez.
Pero la meta de Satanás es
alejarnos de Dios.
Así que le dirá por qué no tiene
tiempo de leer la Biblia.
Dirá, en primer lugar, que tiene
que estar en tal lugar a tal
hora.
Y, segundo: «No tienes que leer,
ni siquiera entiendes.
No entiendes, ¿por qué leerlo?
¿Qué de Deuteronomio, Levítico,
y 2 Reyes?
¿Por qué quieres leer la
Biblia?».
Lo que pueda hacer para alejar
nuestra mente de lo espiritual,
lo hará.
Y él quiere dividir relaciones.
Lo que sea para dividir
familias, lo que sea para causar
divorcio, toda clase de pecados
sexuales, lo que sea que le
quite la mente de Dios.
O sea: «Debes comprar eso,
comprar aquello, no le preguntes
a Dios, trabajaste tan duro,
trabajaste 40 o 60 horas a la
semana; has estado trabajando
todos estos años, te lo
mereces».
Entonces, piénselo.
Mientras trata de alcanzar sus
metas en la vida, él obra en su
contra.
Trata de llevar una vida pura,
él obra en su contra.
Trata de ahorrar su dinero,
y él le dice que tiene que
comprar esto.
Satanás es su enemigo.
Su estrategia se halla
en 3 palabras, solo 3.
O sea, por más complicado que
creamos que es él, su estrategia
son 3 palabras, la primera:
su primer paso es engañarnos,
o sea, mentirnos.
Si creemos una mentira,
hemos dado el primer paso hacia
la derrota absoluta y ponerse
de parte del diablo.
A menudo cuando alguien quiere
pecar contra Dios, toman
la verdad de Dios y tratan de
torcerla y, mire, puede escuchar
esto muchas veces:
«Pero no sabe de mi situación».
Pues Dios conoce su situación.
«Bueno, no sabe por cuánto
tiempo he sufrido».
Pues Dios sabe cuánto.
«Bueno, no sabe por cuánto
tiempo he estado en necesidad».
Podemos idear toda clase de
excusas, recuerde esto, Dios las
ha oído todas, y no vienen de
Dios, sino del diablo.
Pero el asunto es este, Dios
tiene la mejor vida para cada
uno de nosotros y el diablo
tiene lo mejor para qué?
Para engañarnos y para
dividirnos.
Piense en cuántas iglesias se
dividen por desacuerdos con
esto, aquello y lo otro.
Naciones divididas, iglesias
divididas, familias divididas,
amistades divididas; división,
división, división, separación,
separación, separación; porque
luego hay caos, no hay amor,
sino crítica.
Dicen cosas un día que no diría
al día siguiente.
Satanás es un divisor, un
engañador, es un destructor.
Su propósito es destruir nuestro
testimonio, nuestra vida física,
nuestro manejo del dinero,
nuestro matrimonio,
nuestras familias; destruir,
destruir, destruir.
Eso, engañar, dividir, destruir,
es lo único que necesita:
Engañar, dividir, destruir.
La próxima vez que sea tentado,
pregúntese:
¿Está Satanás engañándome?
¿Está dividiendo mi mente de
lo que debería estar haciendo?
Y, ¿voy rumbo a la destrucción?
Si un hijo de Dios,
si un creyente,
se detiene cuando
es tentado y se pregunta:
¿Estoy siendo engañado?,
pregunta número 1.
¿Está mi mente siendo dividida?
¿Voy rumbo a alguna destrucción?
Hágase las preguntas.
Así que hay que estar alerta
y atento; y ningún hijo de Dios
puede jactarse de ser tan fuerte
que nunca será tentado.
Cuando alguien dice: «Quizás
me tienten algunas cosas,
pero no esa».
Satanás le pone una marca a esa.
Ninguno de nosotros, nadie,
puede decir: «Nunca seré tentado
en eso, aquello y lo otro».
Creemos que no, casi juraríamos
que no sucedería y podemos dar
muchas razones, pero el diablo
quiere un sentido de auto
confianza basado en papilla,
sin fundamento, sino basado
en actitudes blandengues
de lo que haremos o no haremos.
Y cuando pienso
en este gran pasaje bíblico
en 1 Corintios 10:13,
escuche lo que dice Pablo,
todos debemos saber esto:
«No os ha sobrevenido
ninguna tentación.
Escuche esto: «No os ha
sobrevenido ninguna tentación,
tentación o prueba,
que no sea humana.
Escuche: que no sea humana;
Y siendo ese el caso: pero fiel
es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis
resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación
la salida,
para que podáis soportar.
Tenemos una promesa de Dios,
no tengo que hacer eso.
Quizás quiera hacerlo,
tal vez lo quiera
más que todo lo demás,
pero no tengo que hacerlo.
Si no tengo que, luego tomaré
la decisión, lo haré o no.
Y al pensar en la condición
en que está nuestra nación,
y en lo que tienta a la gente,
y en quienes
están siendo destruidos.
son destruidos, se auto
destruyen como resultado
de ceder a la tentación.
Engaño, división, destrucción.
Ya sea una nación, una iglesia,
una familia,
Satanás está ocupado.
Al sentirse tentado,
¿qué hace usted?
Mucha atención, ¿es su primera
reacción un deseo súbito
de hallar una buena excusa?
O cuando se siente tentado,
sabe y dice:
«Esto es del diablo,
no es quien soy, no tiene lugar
en mi vida, decido rechazarlo».
Tenemos una alternativa.
Ahora, una persona no creyente
no tiene esa clase de
alternativa, le diré por qué.
Porque tienen una naturaleza
caída, así que cuando Satanás
viene con un suceso muy fuerte
y abrumador en su vida
o les presenta algo que quieren,
ya tienen 3 strikes
en su contra;
es la forma en que han vivido,
así que es fácil resbalarse
en lo que han estado haciendo.
Cuando uno es hijo de Dios,
ha aceptado a Cristo como
su Salvador, comienza
en una plataforma de fortaleza,
tenemos al Espíritu Santo en
nosotros para, en primer lugar,
identificar lo que estamos
enfrentando como un pecado,
que no encaja en nuestra vida,
no es de Dios, es destructivo,
no puede darnos nada bueno.
Tenemos al Espíritu Santo.
La persona no creyente
no tiene eso.
Y la Palabra de Dios es nuestra
mayor defensa contra el diablo,
porque no tenemos
que escoger el pecado.
Tenemos al Espíritu Santo
en nosotros, Él lo promete.
Tiene al Espíritu Santo,
¿Y qué hace Él?
Nos hace conscientes
de la tentación.
Nos recuerda, quizás mediante
la Biblia o algo que Dios
ha hecho en nuestra vida,
que Él nos dará la victoria.
Nos recuerda que no tenemos
que ceder a esto,
la decisión es nuestra.
Y podemos culpar
a otras personas:
«Pues mi madre, mi padre,
mi hermana, mi hermano,
mi amigo, mis amigos, esto,
aquello y lo otro».
El asunto no es ese.
Si quiere seguir viviendo en
pecado, lo único que tiene que
hacer es cerrar este Libro,
no lo abra,
solo una vez a la semana,
no le protegerá del pecado.
Dios nos ha dado–
mucha atención,
su Palabra escrita, y nos
ha dado al Espíritu Santo en
nosotros para interpretarnos esa
Palabra, para recordarnos que
la paga del pecado es muerte.
Así que todos tenemos que
enfrentar tentaciones, solo
usted sabe cómo las maneja.
Quizás alguien diga: «Bueno,
creo que Dios entiende».
Esa no es nuestra excusa o
nuestra explicación para vivir
en pecado porque Dios quiere lo
mejor para nosotros, y la vida
cristiana no significa que nunca
pecaremos contra Dios.
Todos en ciertos momentos
de nuestra vida hacemos algo o
decimos algo o vemos algo, en el
caso que sea, que sabemos que no
es de Dios, ¿qué hace usted?
O sea, claudicamos y decimos:
«Mira, traté de vivir como
cristiano, no puedo, olvídalo».
No.
El apóstol Pablo
nunca declaró perfección,
el único que es perfecto
es Cristo; pero un verdadero
creyente, al ser tentado,
se vuelve a Dios:
«Señor, enfrento esto,
no lo quiero en mi vida,
me siento tan–
Ayúdame, ayúdame, ayúdame».
Lo que sea necesario.
Alguien dirá:
«¿Qué tal si cedo?».
Pídale a Dios que le perdone,
le fortalezca, le haga
consciente de alguna área
de debilidad en su vida.
Si yo preguntara: ¿Cuántos aquí
saben de al menos un área
de debilidad en su vida?
No levante la mano,
por favor.
Pero ¿cuántos saben de al menos
un área de debilidad en su vida?
Todos lo sabemos.
Cualquiera que diga que no,
no dice la verdad.
Uno sabe cuándo,
por ejemplo, si es chisme,
si es lujuria, si es glotonería,
si es la manera
en que gasta el dinero,
o si es falta de fidelidad el
uno o el otro, el caso que sea.
Además, recordemos esto,
Dios lo sabe.
O sea, nunca tenemos que venir
a Dios y decir:
«Señor, por cierto,
déjame recordarte esto».
No.
Él conoce nuestras áreas
de debilidad.
Pienso en cuántas familias son
destruidas por alguien que cae
en tentación, ya sea un
adolescente o sean los padres.
Pienso en quienes van
a la cárcel porque cayeron
en la tentación de robar.
Podrían justificarlo,
otros lo tienen, ellos no,
así que toman lo que quieren.
Podemos leer la lista de pecado
en la Biblia para el cual
podríamos dar una excusa,
pero no es aceptable para Dios.
Ahora, deseo que vea esto:
no tiene que hacerlo.
Quizás alguien diga:
«Pero no pude contenerme».
Tiene a Dios quien puede
ayudarle en todo
lo que enfrente.
Quizás diga: «Bueno, suponga que
peque, ¿luego qué?
Esto es lo que Él dice:
«Si confesamos nuestros pecados,
O sea, coincidir con Dios en la
naturaleza de nuestros pecados.
«Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar
mis pecados.
¿Por qué?
Porque Jesucristo
es mi Salvador,
me he entregado a Él
como el Señor de mi vida y este
es un punto de fracaso
y te pido, Señor,
que me perdones no basándome
en que lo merezca sino
en que la sangre que derramó
Cristo y expió mi pecado
y tengo otra oportunidad.
Dios limpia nuestra culpa.
Ahora, quizás diga:
«He acudido a Dios por lo mismo
una y otra vez».
Pues Dios sabe si en verdad
usted está comprometido
a Él o no.
Algunos pecados, mire,
dejan cicatrices
que no podemos borrar.
Recuerde esto: Las cicatrices
del pecado pueden durar
toda la vida.
Solo la sangre de Cristo
puede expiarlas.
Pero ¿sabe qué?
La cicatriz sigue allí,
y debemos darle gracias a Dios
por su gran poder para ayudarnos
a vencerlas.
Solo le digo, cualquiera sea
la debilidad en su vida,
llévesela a Dios.
¿Le ayudará Dios?
Sí.
Así que solo le pido que
considere su propia vida:
¿Qué efecto ha tenido
la tentación en mí?
¿Por qué he razonado
que podría excusarme?
¿Por qué le he dicho a Dios una
y otra vez que soy diferente?
«Crecí en una mala situación.
Crecí con padres que
no me instruyeron.
Crecí con padres alcohólicos.
Crecí con padres que volvieron
a casarse 3 o 4 veces.
Hice esto, aquello, lo otro.
Dios entiende».
Mire, Dios entiende pero
no excusa el pecado.
Dios está dispuesto a
confrontarlo, a perdonar,
dispuesto a darnos la fortaleza
necesaria; pero primero hay que
sincerarse con Él: «Señor, aquí
estoy, soy débil en esta área,
necesito con urgencia que hagas
algo en mi vida en esta área,
en el nombre de Jesús».
¿Contestará su oración?
Sí lo hará.
Alguien dirá: «Pues,
¿acaso se supone que
seamos perfectos?
No, por eso dice: «Si confesamos
nuestros pecados,
Coincidir con Dios sobre ellos.
«Él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad».
Y algunos pecados,
quizás todos confesamos
algunas cosas una y otra vez.
Pero tenemos al Espíritu Santo
que mora en nosotros
para ayudarnos a ser lo
suficientemente fuertes
para decir «no».
Y mientras más digamos «no»,
nos hacemos más fuertes.
Siempre tenemos a Dios,
facultándonos, advirtiéndonos,
y fortaleciéndonos para que
le seamos obedientes.
¿Amén?
Padre, te damos gracias
por tu amor por nosotros.
Gracias que en medio de esta
generación oscura en la cual
vivimos, hay una luz maravillosa
que es eterna y brilla
en nuestros corazones,
que hace posible
que vivamos en santidad,
de manera clara, sencilla
y amorosa ante ti cada día.
Te pido, Señor, hoy por alguien
que está sentado aquí que está
pasando por una gran tentación,
o quizás esté atrapado ahora
mismo, que les des gracia,
Señor, la gracia para recordar
que pueden ser libres,
y la gracia para recordar que
les amas a pesar de todo eso,
y la gracia para recordar
que tu poder es mayor que
la tentación que enfrentan.
Te amamos, te alabamos,
te damos gracias,
confiamos en ti a diario,
que seas nuestro Guía, Salvador,
Señor y Amo de nuestra vida.
Enséñanos a vivir más allá
del pecado, Señor,
en el nombre de Jesús.
Amén.