Cuando la fe da lugar al temor – Dr. Charles Stanley
Incluso cuando los temores y las tentaciones nos desvían, Dios sabe cómo volver a encarrilarnos. En este mensaje, el Dr. Stanley examina una ocasión en que Abraham perdió de vista la promesa de Dios y tomó las cosas en sus propias manos. De esta historia podemos aprender por qué confiar en Dios es siempre la mejor opción.
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[música]
locutor: En Contacto con el
Dr. Charles Stanley.
Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy en el programa En Contacto,
«Cuando la fe da lugar
al temor».
Dr. Charles Stanley: ¿Ha
sentido alguna vez que Dios
le dijo que hiciera algo y
empezó
a hacerlo, y luego en algún
momento usted se desanimó o pasó
algo, y decidió
hacerlo de otra manera?
Y poco después se dio cuenta
de que dio un paso en falso.
Que quizás decidió hacerlo de
otra manera que parecía más
fácil, pues su futuro se veía
arduo; ya que eso no era
lo que quería en la vida.
¿Y qué sucedió?
Tal vez no se detuvo a
preguntarse: ¿Por qué habría de
cambiar la ruta
que Dios me ha dado?
Y una de las primeras razones
es porque nuestra fe da lugar
a nuestros temores.
De eso deseo hablar en
este mensaje:
Cuando la fe da lugar al temor.
Cuando eso pasa, perdemos,
y desobedecemos a Dios.
Cuando eso pasa, a menudo nunca
volvemos adonde Dios
planeó que estuviéramos.
Y vemos un ejemplo perfecto de
eso en Génesis capítulo 12.
Le invito a buscarlo, y
luego hablaremos de lo que dice.
Génesis capítulo 12,
desde el versículo 10.
Y cuando lo tenga, vayamos a
los primeros versículos de este
capítulo 12, y
recordemos lo que dijo Dios.
He aquí su promesa incondicional
a Abraham: «Pero Jehová había
dicho a Abram: ‘Vete de tu
tierra y de tu parentela, y de
la casa de tu padre, a la
tierra que te mostraré».
Esta es una promesa
incondicional séptupla de Dios a
Abraham: «‘Y haré de ti una
nación grande, y te bendeciré, y
engrandeceré tu
nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y
serán benditas en ti todas las
familias de la tierra’.
Punto.
¿Acaso vio algunos
«si», «y» o «peros» ahí?
No.
Esa es una promesa
incondicional de Dios.
Es incondicional, es
decir, que nada la alterará.
Así que en los versículos 7 y
8, Abraham va rumbo a Canaán,
partió de Ur de los Caldeos.
O sea, viajó al norte y
alrededor hacia Canaán.
Y dice la Biblia: «Y apareció
Jehová a Abram, y le dijo: ‘A tu
descendencia daré esta tierra’.
Y edificó allí
un altar a Jehová,
quien le había aparecido.
Luego se pasó de allí a un monte
al oriente de Bet-el, y plantó
su tienda, teniendo a Bet-el al
occidente y Hai al oriente; y
edificó allí altar a Jehová, e
invocó el nombre de Jehová».
Así que 2 veces hace esto.
Se detiene a orar.
O sea, no solo honra a Dios,
sino que reclama esa tierra.
Acoge una tierra que Dios
había dicho que le daría.
Luego, en el versículo 9: «Y
Abram partió de allí, caminando
y yendo hacia el Neguev».
O sea, hacia el sur: «Hubo
entonces hambre en la tierra, y
descendió Abram a Egipto para
morar allá; porque era grande el
hambre en la tierra.
Y aconteció que cuando estaba
para entrar en Egipto, dijo a
Sarai su mujer: He aquí,
ahora conozco que eres mujer de
hermoso aspecto; y cuando te
vean los egipcios, dirán: Su
mujer es; y me matarán a mí,
y a ti te reservarán la vida.
Ahora, pues, di que eres mi
hermana, para que me vaya bien
por causa tuya y viva mi
alma por causa de ti».
O sea, lo lamento por ti y
viva mi alma por causa de ti.
Y aconteció que cuando entró
Abram en Egipto, los egipcios
vieron que la mujer era
hermosa en gran manera.
También la vieron los príncipes
de Faraón, y la alabaron delante
de él; y fue llevada la
mujer a casa de Faraón.
E hizo bien a Abram por causa de
ella; y él tuvo ovejas, vacas,
asnos, siervos, criadas, asnas y
también camellos.
O sea, intercambió a su hermosa
mujer por bueyes,
camellos y ovejas.
Hoy día: un
Bentley, o un Rolls Royce.
Algo tiene que ser.
«Mas Jehová hirió a Faraón y a
su casa con grandes plagas,
por causa de Sarai
mujer de Abram.
Entonces Faraón llamó a
Abram, y le dijo:
‘¿Qué es esto que
has hecho conmigo?
¿Por qué no me declaraste
que era tu mujer?’
«¿Por qué dijiste: Es mi
hermana, poniéndome en ocasión
de tomarla para mí por mujer?
Ahora, pues, he aquí tu
mujer; tómala, y vete’.
«Entonces Faraón dio orden a
su gente acerca de Abram; y le
acompañaron, y a su
mujer, con todo lo que tenía».
Usted dirá: «Pues, ¿qué
tiene eso que ver conmigo?».
Muchísimo, así que preste mucha
atención, porque el tema de hoy
es simplemente este: Cuando la
fe falla, nos da temor
hacer la voluntad de Dios.
En primer lugar sencillamente
diré esto sucede porque nuestra
atención se ha desviado de
Dios a nuestras circunstancias.
Recuerde que 2 veces hizo un
altar, reclamó esa tierra para
el Señor, fue a Canaán, la
promesa de Dios Todopoderoso.
Y dice la Biblia
que se mudó allí.
Y, naturalmente,
edificó altares allí.
Y al llegar a
Canaán se sorprendió.
Había una hambruna en la región.
Comenzó con fe; pero al cambiar
sus circunstancias, afectaron su
mente y su corazón.
Edificó 2 altares.
Piense en esto.
A Dios nada lo
toma por sorpresa.
Él sabía que
habría una hambruna.
Dios sabía incluso antes de que
Abraham iniciara su viaje, que
él estaría en una situación que
requeriría confiar en el Señor.
Y cuando veo eso, creo que
decidimos obedecer a Dios: «Sí,
Señor, Sí, Señor».
Luego, cuando las cosas no salen
como esperábamos, nuestro: «Sí,
Señor, sí, Señor», se vuelve:
«Quizás, Señor, quizás Señor».
Mm, «No, Señor, no, Señor».
Lo que ocurre es que
nuestra atención gira
de Dios a las circunstancias.
Cuando permitimos que eso
suceda, tendremos problemas.
Las circunstancias
siempre cambian.
Nuestra atención debe
permanecer en quién es Dios
y lo que Él ha prometido.
Dios siempre
cumple sus promesas.
Lo que hizo Abraham, al quitar
sus ojos de Dios; se olvidó de
las 2 veces en que edificó
altares al Señor y lo adoró.
Luego, cuando las cosas no
iban muy bien,
se dejó llevar por la razón.
La razón le dice que
hay comida en Egipto,
y que hay hambruna en Canaán.
Así que cambia de rumbo
en dirección contraria.
Y esta historia está llena de
verdades, que deseo que veamos.
Y es que porque mis
circunstancias cambien, no
significa que yo deba cambiar.
Si Dios nos indica su voluntad
en algo y nos dice que lo
hagamos, Él desea
que caminemos en eso.
Así que recuerde, al salirnos de
la voluntad de Dios, de su plan,
de su propósito, de su Palabra,
terminaremos en problemas.
Segundo, la fe da lugar al
temor cuando comenzamos a tomar
decisiones basadas en nuestro
razonamiento humano
y no en nuestra fe en Dios.
Y eso hizo Abraham.
La razón humana le dijo:
«Hay hambruna en la región.
No quiero que mi familia pase
hambre; ni perder mis siervos,
mi ganado, y todo lo demás».
Y basándose en eso, hizo lo
que la razón humana le impulsó a
hacer: «Averigua dónde
está la comida, y ve».
Dios no dijo eso.
Dios le dio una promesa
incondicional séptupla.
Pero Abraham hizo
lo que era lógico.
Tenía una familia numerosa,
incluyendo a todos sus siervos,
a su ganado, y todo lo demás.
Y él razonó esto, olvidándose
de lo que Dios le había dicho,
dedujo: «Pues bajaré a Egipto
por un breve lapso de tiempo, y
obtendré suficiente alimento,
permaneceremos allí
por poco tiempo.
Regresaremos y haremos lo
que Dios nos mandó a hacer».
Mire, la acción razonable
no siempre es la correcta.
El tercer punto es el siguiente:
Cuando olvidamos que Dios es
tanto nuestro proveedor como
nuestro protector, tomamos las
riendas de la situación.
Ahora, ¿qué debió
haber hecho Abraham?
Debió haberse postrado de
rodillas, como diríamos, o haber
edificado otro altar allí mismo
en Canaán, donde había escasez
de comida y todo se veía mal;
postrarse allí y decir: «Señor,
me dijiste que hiciera esto.
Me diste esta promesa.
Y ahora mira este desastre.
Señor, no tenemos
suficiente comida.
Tú eres mi proveedor, mi
protector, ¿qué debo de hacer?»
Dios nunca se
confunde, sin saber qué hacer.
Abraham debió haberse
quedado allí y confiar que Dios
proveería, aun en una hambruna.
Pero no lo hizo.
Hizo lo que le indicó la razón,
porque olvidó que Dios era tanto
su proveedor como su protector.
Y nosotros hacemos lo mismo.
Vemos el entorno, las
circunstancias, y decimos: «Sé
que eso dijo Dios, pero…»
Y eso siempre nos
mete en problemas.
Cuando substituimos la Palabra
de Dios, su voluntad, su plan,
nos metemos en aprietos.
«Haré tal cosa».
¿Fue eso lo que dijo Dios?
«No, pero lo que Dios
dijo no funcionará».
Escuche bien.
Dios no comete errores.
Nunca es cierto eso de que «lo
que Dios dijo no funcionará».
Ahora, no funcionará si vive
en pecado y desobedece a Dios.
Pero lo que Dios nos
llame a hacer,
Él se encargará de que funcione.
Pero Abraham hizo esto.
Vio su entorno y dijo: «El
panorama se ve mal aquí y no
quiero perder todo: mis siervos,
mi ganado, mis bienes…»
La pregunta es: ¿Qué
debió haber hecho?
Debió haber confiado en
Dios, y recordar esa promesa
incondicional séptupla.
No: «Si hay hambruna, o si
me atacan, o si esto…»
Dios le dijo: «Haré esto».
Mire, mire, y Abraham
decidió ver a su alrededor, y se
preguntó: «¿Qué debo hacer?
¿Qué puedo hacer ahora?»
Y sucede esto: Cuando Dios
nos dice que hagamos algo y
comenzamos a ver lo que podemos
hacer, nos metemos en problemas.
Siempre pensamos: «Bueno,
no puedo hacer ni esto,
ni aquello, ni lo otro».
Olvidándonos del hecho de que
a veces Dios nos retiene, nos
retira, o nos pone en un lugar
donde dependamos por completo de
Él; sin darnos cuenta que Dios
desea enseñarnos algo.
Dios quería enseñarle a Abraham:
«Te hice una promesa, que
proveeré para ti, te protegeré
incondicionalmente, esa
es mi Palabra».
En vez de creer eso, olvidó lo
que le dijo Dios, y al ver sus
circunstancias, dijo:
«Esto no funcionará».
Y probablemente dijo:
«Seguro Dios entenderá».
¿Alguna vez ha dicho eso?
«Sé que Dios entenderá».
No, Dios se apegará a lo mejor.
Así que, Abraham debió haberse
quedado allí, y edificar un
altar y decir: «Señor,
hasta aquí he llegado.
¿Qué quieres que haga ahora?».
Se olvidó de que
Dios era su proveedor.
Dios fue quien lo llamó,
Dios fue quien le hizo
esa gran promesa.
Dios fue quien los había
cuidado hasta el momento.
Dios fue quien le había dado
siervos, su hermosa esposa, y
todo lo que tenía.
Y ahora, porque las
circunstancias no eran
favorables, decide dar un paso,
mire, un paso en falso nos lleva
a un segundo paso en
falso, y a un tercero.
Obediencia es hacer lo que Dios
diga, cuándo Él diga y cómo Él
diga, y si no lo hacemos,
pagaremos la penalidad.
Y eso le pasó a Abraham.
Y en lugar de confiar en
Dios, en Dios para todo lo que
necesitaba, decidió
tomar las riendas.
Y creo que este es un
buen ejemplo, cuando estamos
dispuestos a sacrificar nuestras
posesiones más preciadas para
ganar el favor de otros,
nos metemos en problemas.
Vea lo que pasó.
Su temor lo llevó a Egipto,
fuera de la voluntad de Dios.
Ahora enfrentaba algo aún peor
porque le dijo: «conozco que
eres mujer hermosa»; Y
lo dijo un par de veces.
Ella debió haber
sido una mujer hermosa.
«Y sé, si bajamos a
Egipto, lo que enfrentaremos».
Y así actuaban los
faraones y los reyes.
Tomaban lo que
quisieran y a quién quisieran.
Así que Abraham iba
por el rumbo equivocado.
Mire, cuando damos
un paso en falso,
dar el segundo
paso es más fácil.
El tercero es aun más fácil.
Por eso es que Dios quiere
que caminemos en su voluntad, y
confiemos en que Él hará
lo que prometió hacer.
Entonces, le dijo: «ahora
conozco que eres mujer de
hermoso aspecto»; Vayamos por un
momento al versículo 12, de ese
capítulo 12: «y cuando te vean
los egipcios, dirán: ‘Su mujer
es’; y me matarán a
mí–Mucha atención.
Fíjese qué egoísmo.
Vea esto: «y cuando te vean los
egipcios, dirán: ‘Su mujer es’;
y me matarán a mí, y a ti
te reservarán la vida».
Eso es lo que pensarán.
«Ahora, pues, di que eres mi
hermana, para que me vaya bien
por causa tuya, y viva mi
alma por causa tuya».
¿De quién está hablando?
Solo estaba pensaba en sí mismo.
«Estoy dispuesto a
perderte para salvar mi vida».
Sin pensar en qué
pasará después de eso.
Abraham no piensa en lo
que sucederá en realidad.
Prácticamente le dice:
«Te entregaré para
salvar mi pellejo».
Entonces, ¿qué sucede?
Mire, llega allá, y el
quinto punto que deseo tratar es
este: cuando olvidamos las
promesas incondicionales de
Dios, comenzamos a
temer al hombre,
algo pasa nos
metemos en problemas.
Ahora, con esto no digo que Dios
nos dé una promesa incondicional
cada día.
Hay promesas incondicionales en
la Biblia, pero después de un
tiempo de haber aceptado a
Cristo, deberíamos saber que
Dios cumplirá sus promesas.
Y Dios le dio tal importancia
con esto con Abraham, y le dio
todas esas promesas y
sin ninguna excepción:
«Haré esto en tu vida, punto».
Y ahora se encontraba en
Egipto, donde no debía estar.
Mire, si vamos adonde no
deberíamos ir, haremos algo que
no deberíamos hacer, y
sentiremos algo que no
deberíamos sentir, y
pagaremos un precio
que no querríamos pagar.
Ya él se había salido de la
voluntad de Dios, estaba en
Egipto, y se preguntaba:
«¿Cómo resolveré esto?»
Y lo único que se le ocurre
fue disponerse a sacrificar
a su hermosa mujer.
Eso dijo, era hermosa.
Y al verla los siervos de
Faraón, le dijeron a él que era
hermosa, y él la tomó.
Seguro pensó que era hermosa.
«Voy a sacrificar a mi hermosa
esposa para salvar
mi propio pellejo».
Si pensamos en esto, y
consideramos el plan de Dios,
eso no cuadra.
Es por esta razón que me escucha
hablar de esto con frecuencia.
Por eso hablamos de
la voluntad de Dios.
La voluntad de Dios es el plan
de Dios, es el mensaje de Dios,
es su dirección.
Y Dios quiere que confiemos
en Él y lo obedezcamos.
Y podemos cantar en la
iglesia: «Obedecer y confiar en
Jesús…»; y al salir de la
iglesia, desobedecer a Dios.
Así que Dios le había
dado esa gran promesa.
Y ahora estaba en una situación
en la cual sabía lo que
sucedería, porque
esa era la costumbre.
Faraón tomaría a cualquiera
que él quisiera, como quisiera.
Así que la tomó.
Ahora, haberla tomado no
significa que la pondría en
alguna plataforma.
La trataría como su esposa.
Entonces, cuando nos olvidamos
de las promesas incondicionales
de Dios, y comenzamos a temer
a nuestras circunstancias,
y nos metemos en problemas.
Y este es un
ejemplo perfecto de eso.
La fe da lugar al temor cuando
tomamos decisiones erradas que
contradicen la voluntad de Dios.
Mire, el Señor le
dijo: «Debes ir a Canaán».
No le dijo: «Puedes
tomar un desvío a Egipto».
Ni le dijo: «A menos que
haya una «hambruna» mire,
«en Canaán».
Le dijo: «Te mando a Canaán.
Ahí es donde crecerá mi pueblo».
Y Abraham solo escuchó
mientras se sentía cómodo.
Así que, ahí estaba, enfrentando
una situación que sabía que
sería muy difícil.
La única forma de
sobrevivir que él sabía,
era entregando a su esposa.
Porque así era en aquel tiempo.
Si el faraón
decía: «Quiero algo».
Lo obtenía.
Sin preguntas.
Así que, el sexto punto que
deseo que anote es este: Cuando
estamos dispuestos a causarles
dolor y gran daño a otros para
protegernos; al hacerlo,
enfrentaremos dificultad
y adversidad.
Y lo que sucede es que
cuando la fe da lugar al temor,
reaccionamos así.
Al dejar de confiar en Dios
por temor a las circunstancias,
estamos dispuestos
a causarles dolor y
daño a otros para protegernos.
Y él dijo: «me matarán a mí,
y te dejarán vivir a ti».
Ahora, pues, di que eres mi
hermana, para que me vaya bien
por causa tuya, y viva
mi alma por causa de ti».
Punto.
¿Luego qué?
«Vivirás con Faraón el resto de
tu vida y yo me voy, bajaré a
Egipto, adonde
no debería estar.
Así que si dices que eres
mi hermana, me tratarán bien.
Me salvarás la vida».
Y pensemos en esto: Cuando
queremos hacer algo malo,
generalmente podemos encontrar
una buena razón para hacerlo.
¿Cierto?
Si queremos hacer algo errado,
podemos encontrar una excusa.
Él sabía que estaba mal.
Y estuvo dispuesto a
entregar a su esposa.
Y lo que hizo fue eso.
Lo que sucedió fue que él tomó
una decisión al llegar a Canaán.
No era lo que esperaba, así que
recurrió a lo que consideraba su
último recurso que era Egipto.
No era el plan de Dios.
Tomó una decisión basada en el
razonamiento humano: «No puedo
quedarme aquí y
morirme de hambre.
Puedo ir a Egipto, quedarme
allá por un tiempo mientras
mejora la situación
aquí, y luego regreso».
Mire, cuando nos salimos de la
voluntad de Dios, nuestros
próximos planes
nunca son seguros.
Al salirnos de la voluntad
de Dios, no importa cuál sea
nuestro siguiente plan, no
podemos apostar a dar el
siguiente paso, a menos
que nos volvamos a Dios.
Abraham solo
decía: «Me salvará».
¿Y qué sucede?
La Biblia dice: «Mas Jehová
hirió a Faraón y a su casa
con grandes plagas».
No solo una, plural: «plagas por
causa de Sarai mujer de Abram».
Algo hay que reconocerle a
Faraón, era lo suficientemente
sabio para darse cuenta:
«Entonces Faraón llamó a Abram,
y le dijo: ‘¿Qué es esto
que has hecho conmigo?
¿Por qué no me
declaraste que era tu mujer?
‘¿Por qué dijiste: Es mi
hermana, poniéndome en ocasión
de tomarla para mí por mujer?
Ahora, pues, he aquí tu
mujer; tómala, y vete’.
Entonces Faraón dio orden a
su gente acerca de Abram; y le
acompañaron, y a su
mujer, con todo lo que tenía».
Mire, cuando Dios
dice: «Voy a hacer algo».
Él lo hará.
¿Y qué hizo Dios?
Mandó plagas tan fuertes
que ponen a Faraón
y todo su reino de cabeza.
«Toma tu mujer,
vete, y no regreses».
Y todo esto nos dice que cuando
la fe da lugar al temor, nos
metemos en problemas.
¿Escuchó eso?
Cuando la fe da lugar
al temor, el proceso es este,
esto es lo que sucede.
Y, desde luego,
Dios preserva a Sarai.
Tuvo un hijo que está en
la genealogía de Jesús.
¿Recuerda lo que dijo el Señor?
Escuche esto.
Y me encanta cómo lo dijo Dios:
«Haré de ti una gran nación».
No le dijo: «Te
haré un gran hombre».
Sino: «Te haré una gran nación».
¿Quién fue?
¿A cuál nación se refiere?
Israel–Los judíos.
«Te bendeciré».
«y engrandeceré tu nombre».
Hoy seguimos hablando de él.
«Así que serás de
bendición», y lo fue.
«Bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y
serán benditas en ti todas las
familias de la tierra».
Eso nos incluye a nosotros.
Ahora, Dios cumplió su palabra;
pero la lección es muy Sencilla
y es esta: Cuando mi fe da lugar
a mis temores, ocasionaré un
caos, pese a lo que sea.
No olvide esa lección: Cuando
nuestra fe da lugar al temor, y
nos salimos de la voluntad de
Dios por temor a lo que sea, nos
metemos en problemas más graves.
Nos salimos de medio metro de
agua, a 6 metros,
sin saber nadar.
Esta es una
gran historia,
porque trae una
gran advertencia.
Cuando nos salimos de la
voluntad de Dios, lo hacemos
porque no le creemos a Dios.
Escuche lo que le dijo: «‘Y haré
de ti una nación grande, y te
bendeciré–No
dijo: «te enredaré».
«Y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré».
Eso incluiría a Faraón.
«y serán benditas en ti todas
las familias de la Tierra».
La promesa
incondicional de Dios.
Pero cuando mi fe se desvía de
mi confianza en la Palabra de
Dios a lo que puedo hacer yo, a
lo que parezca mejor, qué es lo
más provechoso, lo
más aceptable,
entonces estoy en problemas.
Así que esta noche cuando esté
en casa, y se postre a orar de
rodillas, o como sea que ore,
quizás deba preguntarle: «Señor,
«¿estoy donde debo estar?
«¿Estoy espiritualmente
aquí en Egipto,
cuando debería estar en Canaán?
«Obedeciéndote, andando en tu
voluntad, en tu senda, en tu
voluntad para mi vida».
Las opciones son confiar en
Dios o cometer un error
en la vida, ¿Y sabe qué?
Quisiera poder sentarme con cada
adolescente y decirle:
«Mira, escucha bien.
Si nunca escuchas más
nada, escucha esto.
Este es un patrón divino.
Sacrificar algo por
pecar, trae problemas».
¿Amén?
Padre, gracias
por esta historia.
Gracias por esta verdad.
Gracias por esta advertencia.
Grábala en la mente y el corazón
de todo el que escuche,
aquí y en el mundo entero.
No importa quién sea, ni
dónde, cuándo, ni qué;
el principio nunca cambia.
Al salirnos de la voluntad, nos
encontraremos en temor, y quizás
hasta algo trágico.
Te pido que si hay alguien hoy,
que aún no te ha aceptado como
Salvador, que le des sabiduría,
Señor, para pedirte perdón por
sus pecados, pedirte ayuda para
vencer su pasado; rendir su vida
a Ti sin preguntas, y comenzar
una vida agradable a Ti.
Esto lo pido en el
nombre de Jesús, amén.
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