Jesús: El Príncipe de Paz – Dr. Charles Stanley
Los discípulos del Señor Jesús experimentaron tribulaciones, rechazo e incluso la muerte mientras se esforzaban por difundir el evangelio. El Dr. Stanley explica cómo podemos tener paz en un mundo lleno de rebelión, deshonestidad, crimen y codicia. Mire a Cristo y siga la Palabra de Dios para que su corazón pueda permanecer en calma, incluso en medio de problemas.
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[música]
locutor: En Contacto, el
ministerio de enseñanza
del Dr. Charles Stanley.
Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo
por medio de una enseñanza
bíblica sólida.
Hoy en el programa En Contacto,
«Jesús: El Príncipe de Paz».
Dr. Charles Stanley:¿Cuál de
estas palabras describe mejor
lo que usted siente hoy?
Conflicto.
Desesperanza.
Enojo.
Vacío.
Soledad.
Podemos seguir con la lista
de sentimientos que a menudo
abruman por completo a la gente.
Me pregunto, ¿si hay lugar
para el sentimiento de paz?
Hay personas que dirían:
«Bien, la paz es
algo lejano, distante».
«Ni siquiera sé lo que es».
«A veces creo
tenerla, otras veces no».
Y para ellos la paz es algo
que esperan algún día tener a su
alcance, y poder decir con
sinceridad: «Ahora entiendo lo
que es, ahora que la tengo».
Pero, ¿sabe?
La mayoría nunca la tendrá,
porque evaden la esencia misma
de lo que es la paz.
Quizás diga: «Creo que
nunca la he hallado».
Le mostraré cómo
puede hallarla en verdad.
Y quisiera que vayamos a un
pasaje del Antiguo Testamento,
en Isaías capítulo 9.
Deseo que leamos esta profecía
que describe a Jesús
y su venida.
Luego en el Nuevo Testamento,
veremos lo que eso significa
teniendo en cuenta el
presente y quiénes somos.
Desde el versículo 6, Isaías 9:
«Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Lo dilatado de su imperio y la
paz no tendrán límite, sobre el
trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en
juicio y en justicia
desde ahora y para siempre».
¿Cómo pasará todo eso?
«El celo de Jehová de
los ejércitos hará esto».
Luego deseo que
vayamos a Juan capítulo 14.
Y en este capítulo, Jesús
hablaba a sus discípulos, que
sería crucificado
al siguiente día.
Les dijo una de las cosas
más importantes
que les había dicho en 3 años.
Por ejemplo, el versículo 25
de este capítulo, dice: «Os he
dicho estas cosas
estando con vosotros.
Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre».
Allí está la Trinidad,
en un solo versículo.
Fíjese: «Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo
que yo os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy;
yo no os la doy como
el mundo la da.
No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo».
Ahora, la paz es uno de los
temas principales de la Biblia.
Aparece 332 veces.
Y el apóstol Pablo comienza cada
una de sus epístolas diciendo:
«Gracia y paz a vosotros».
A veces aparece en el cuarto o
quinto versículo; pero en su
salutación siempre habla de paz.
Así que en este mensaje
quisiera hablar de esto.
En ese pasaje de Isaías, Jesús
es llamado Príncipe de Paz.
Cantamos que Él es
el Príncipe de Paz.
Hablamos de eso.
Vemos fotos de ello.
¿Por qué es que
Jesucristo el Príncipe de Paz?
¿Por qué es
llamado Príncipe de Paz?
¿Tiene eso algún
efecto en nuestra vida?
La respuesta es: Claro que sí.
Y aquí en este pasaje de Juan,
principalmente, lo que deseo que
veamos es cuán importante es
que entendamos lo que es la paz
verdadera, de dónde viene;
y cuántas personas han sido
engañadas, creyendo que tienen
paz cuando en realidad
no la tienen.
Y lo primero que deseo
que veamos aquí es esto.
Que Jesucristo aseguró nuestra
paz, escuche mediante
su muerte sustitutiva
en la cruz.
Ahora, mucha atención, porque
hay una diferencia entre paz con
Dios y la paz de Dios.
Así que al ser enviado por
el Padre, Jesús vino con el
propósito principal de ¿qué?
Decimos que vino con el fin
principal de morir en la cruz.
¿Y cuál era su meta?
Su meta era…
¿cuál?
hacer posible que la humanidad,
distante de Dios, la Escritura
usa estas palabras: ajenos,
enemigos, separados, esas
palabras describían la
relación del hombre con Dios.
Jesús vino para hacer ¿qué?
Llevar a la humanidad pecadora,
ajena, alejada, a una relación
con el Dios vivo.
¿Cómo lo hizo, y
cómo pudo hacerlo?
Siendo Dios totalmente
santo, y el hombre pecador.
El asunto era que el pecado
separa al hombre de Dios.
Cuando aceptamos a Cristo
como nuestro Salvador personal,
experimentamos, mucha atención,
experimentamos paz
con Dios. Termina la batalla.
Dejamos nuestra rebeldía.
Renunciamos a nuestra
insistencia en hacer
las cosas a nuestra manera.
Le decimos:
«Señor, tienes razón.
Te pido que me perdones
y me limpies de pecado».
¿Por qué lo hizo?
No solo porque se lo pedimos.
Lo hizo porque Jesús, su Hijo
unigénito, vino al mundo y llevó
nuestra deuda de pecado, toda
nuestra culpa, toda nuestra
pena, las llevó Cristo,
quien murió en la cruz.
Y al morir, ¿qué hizo Jesús?
Cerró la brecha entre el hombre
pecador y Dios todopoderoso.
Cerró la brecha;
lo hizo posible.
Resolvió el asunto.
Se encargó de lo que nos
impedía acercarnos a Dios,
que es el pecado.
Y al morir en la cruz,
pagó nuestra deuda total.
Por tanto, dice la Biblia:
«Justificados, pues, por la fe,
tenemos–mucha atención–
paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo».
Ahora, alguien dirá: «¿Qué
significa eso de justificación?»
«Justificados,
pues, por la fe…»
Lo que ocurre es que al Cristo
pagar nuestra deuda total de
pecado, hizo posible, mire, que
Dios, viera al hombre pecador,
perdonara sus pecados y le
declarara ya no culpable,
sino ¿qué?
Uno de sus hijos.
Y todo el que acepte a
Jesucristo como su Salvador
personal, se une de la
mano con Dios al instante.
Se vuelve hijo de Dios, entra a
la familia de Dios, al hogar de
Dios, y tiene seguridad eterna
como hijo de Dios, todo gracias
a lo que hizo Cristo.
Él es el Príncipe de Paz.
Allí comienza todo.
Él y solo Él, Hijo de Dios, sin
pecado, el Cordero de Dios, Solo
Él pudo pagar el precio de
reconciliar al hombre con Dios.
Y al pensar en la paz de Dios y
paz con Dios, se resolvió allí,
que ahora todo el mundo, y
cualquiera, puede tener una
relación con Dios, porque
Jesús abrió el camino
y lo hizo con su sangre.
De vez en cuando escucha a
alguien decir: «¿Qué tiene que
ver todo eso de la sangre?»
Todo.
Porque, mire, regresemos
al Edén, todo el Antiguo
Testamento, esos sacrificios
eran un presagio del sacrificio
único y final que haría posible
que el Padre uniera consigo a la
humanidad pecadora.
Él aseguró nuestra paz.
Mucha atención.
Al asegurar nuestra paz, la
única paz verdadera, la única
que perdura, la
única paz genuina.
Si la aseguró, por qué habríamos
de pensar que de algún modo
nuestra condición pecaminosa
puede unirse en una relación con
Dios Santo e ignorar al único
que pudo, al único a quien Dios
envió para hacer posible, ¿qué?
Reconciliar al hombre
pecador con Dios Santo.
Debemos recordar
que Dios es santo.
Él es santo.
No tolera el pecado.
Por tanto, no puede excusarlo.
Dios no excusa el
pecado, lo perdona.
Y la muerte de Cristo
hizo posible esa relación.
Así que, cuando alguien
dice: «No necesito a Jesús».
Pues, dígame ¿qué tiene?
No tiene nada.
El testimonio de
Dios todopoderoso es
el testimonio de Cristo.
«Yo soy el camino, la verdad, y
la vida, nadie viene al Padre
sino por mí».
¿Por qué?
Porque Él es el único, y esa
transacción fue la única que
hizo posible que la humanidad
pecadora se uniera a Dios, y
tuviera vida eterna.
Ese es el primer punto.
El segundo es, este al pensar
en esa relación, lo hacemos a la
luz de esto.
Él, escuche, no solo aseguró
nuestra paz sino que Él es
nuestra fuente diaria de
paz, mediante nuestra relación
personal con Él.
Porque hay gente que dice:
«Bueno, a veces tengo paz,
otras veces no».
Escuche bien estos
versículos, el Señor Jesús
lo dice muy claro.
En este capítulo 14, escuche
lo que dice: «La paz os dejo–»
Mire, Él es quien la
aseguró, nadie más.
No ha habido ni habrá nadie
más en la historia que pueda
asegurar esa paz
mediante la cruz.
Escuche lo que dijo: «La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la
doy como el mundo la da.
No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo».
Entonces, ¿cómo
experimentamos esa paz?
Ahora, paz con Dios significa:
«La guerra terminó, lo he
aceptado como mi
Salvador, soy su hijo».
Pero, ¿qué de lo que
tengo que enfrentar el lunes?
Pasamos por dificultad,
tribulaciones y todo, ¿Cómo
tener paz en un mundo
tan adverso como éste?
¿Qué lugar del mundo
podemos señalar donde no haya ni
revolución ni rebelión?
O está en etapa inicial, o en su
apogeo, o la situación que sea.
Por todos lados hay de todo
y cualquier cosa, menos paz.
Y el mundo se vuelve cada vez
más pequeño, y más peligroso.
¿Cómo espera Dios que
tengamos paz en un mundo así?
Por la sencilla razón, número
1: Cristo lo hizo posible,
uniéndonos al Padre
mediante su muerte.
Segundo, Él vino no solo a
morir por nosotros,
sino a morar en nosotros.
Dijo: «Permaneced en
mí, y yo en vosotros…»
O sea, Jesucristo vive su vida
en y mediante el creyente, en la
presencia y con el
poder del Espíritu Santo.
Cristo en nosotros, dijo:
«Permaneceré en vosotros».
«Yo vivo en
ustedes, ustedes en mí».
Usó los pámpanos, las ramas,
de la vid para mostrar esa
relación, que una rama no
puede producir, nada si no está
conectada a la vid.
La savia que corre por la vid,
corre por la rama,
y produce uvas.
Es una relación.
Así que, mucha atención,
toda paz genuina, verdadera es
resultado de una relación
personal con Jesucristo.
Nada más puede
producir esa clase de paz.
Y deseo mostrarle cuán vano es,
totalmente fútil, y errado, y
cegado, el pensar que se puede
tener paz y rechazar a Cristo,
Hijo de Dios.
Quizá sea un estilo
de vida, pero sin paz.
Y me parece interesante cuando
hablo con alguien y, de vez en
cuando, alguien se acerca a
saludarme, otras veces vienen a
contarme algún problema y les
pregunto qué sucede y mientras
más hablan, más me cuentan.
Y mientras más me cuentan, es
más evidente que Cristo no está
por ningún lado en la situación.
Confiaron en esto y aquello,
hablaron con él y con ella,
creyeron esto aprobaron lo otro,
y de algún modo no tienen paz.
Porque, mire, mucha atención,
lo diré muchas veces en este
sermón, paz, la paz de Dios,
esa tranquilidad, esa calma y
quietud que hace posible que
pasemos por los tiempos más
difíciles de la vida, esa
paz viene de una relación.
No puede comprarse,
ni intercambiarse.
Es una relación.
Y esa relación es con una
sola Persona, que es Jesucristo.
Y al leer estos pasajes y ver lo
que dijo el Señor, por ejemplo:
«No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios,
creed también en mí».
Lo que realmente dice aquí es:
«Que ya no se turbe más vuestro
corazón, por lo que diré».
Y luego los capítulos 14 al 16
son pasajes maravillosos de su
seguridad que tuvo un gran
impacto en ellos, transformó su
mundo por completo.
Así que al ver esta idea de
la paz de Dios,
¿qué clase de paz es?
Mire, escuche, cuando tenemos
una relación con Cristo, hay un
sentido de quietud, tranquilidad
y calma, que es indescriptible.
Y ¿qué sucede?
Al tener esa clase de relación,
podemos pasar por cualquier
dificultad,
sufrimiento, dolor, lo que sea.
¿Por qué?
Porque Él es la
fuente de nuestra paz.
Al tenerlo,
tenemos una relación.
Mire, una relación en la
cual nunca se nos rechazará.
En la cual Él
nunca nos desamparará.
Una relación con Dios.
Y Él no se dedica a criticarnos.
Puede recordarnos algo,
convencernos de pecado,
pero no siendo crítico.
Sino que nos dice:
«Quita eso de tu vida».
Todo lo que anhela nuestro
corazón se halla en una relación
personal con Cristo y gracias
a esa relación,
tomamos decisiones acertadas.
Decisiones sabias.
No andaremos a la deriva.
Tendremos propósito y dirección
en la vida, porque así es el
Señor.
Y Él vive su vida en nosotros.
Luego agregaré
algo más al respecto.
Jesús es el sustentador
de nuestra paz mediante la
presencia del Espíritu Santo.
No es solo tenerlo.
Vemos la diferencia entre
su paz y la paz del mundo.
Pero Él es quien sustenta esa
paz, lo que significa
que no va y viene.
en Juan 16, versículo 33: «Estas
cosas os he hablado para».
Mire: «que en mí tengáis paz».
Escuche: «En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he
vencido al mundo».
«Y yo soy la vida».
He ahí la victoria.
No dice que no
tendremos penas ni problemas.
Pero promete: «Yo
estoy con vosotros».
Ahora así que pensemos en esto.
Vayamos un momento a
segunda de Tesalonicenses
y veamos este pasaje.
A veces un versículo ministra a
una persona de algún modo y otro
pasaje a alguien más.
Segunda Tesalonicenses 3,
y vea este versículo.
Segunda Tesalonicenses
3, versículo 16.
«Y el mismo Señor».
Mire: «Y el mismo Señor de
paz os dé siempre paz
en toda manera».
No alguna, sino en toda manera.
Él nos dará paz para pasar por
cualquier cosa y todo lo que
enfrentemos en la vida,
no importa lo que sea.
Recuerdo la vez que recibí una
llamada que lo normal
era que me destrozara.
Recuerdo que colgué el
teléfono, y me cubrió
una gran sensación de paz.
Hasta que yo me sorprendí.
Pensé: «Señor…»
Y recuerdo exactamente lo
que le dije, en ese tiempo.
Tuvo que ser su paz, nunca pudo
haber sido mía, nunca pudo haber
sido de más nadie.
Una sensación abrumadora de
tranquilidad, confianza y
seguridad, de que Dios
me ayudaría en todo eso.
Así es Él.
Esa es la paz que Él da, no
importa lo que enfrentemos.
Es decir, su paz no
tiene limitaciones.
Pero hay que cerciorarse de que
se busque en el lugar propicio.
Le invito a buscar el
Salmo 119, y el versículo 165.
Preste mucha atención.
Salmo 119 versículo 165:
«Mucha paz tienen los
que aman tu ley,
Y no hay para ellos tropiezo».
Usted dirá: «¿Y qué
quiere decir eso?»
Escuche bien.
¿Cuántos aquí
creen en la Biblia?
Diga amén.
¿Cuántos aquí aman la Biblia?
Diga amén.
Muchas gracias.
Ahora, si usted ama a
alguien, ¿qué hace?
Le dedica tiempo, ¿cierto?
Así es.
Muestra interés
genuino por ellos.
Esto es lo que dice la Biblia:
Si amo la Palabra de Dios, si en
verdad la amo, la leeré,
meditaré en ella,
y la obedeceré.
Si la amo, la leeré;
meditaré en ella, la obedeceré.
Dios dice que si amo
su Ley, tendré su paz.
Porque al enfrentar algo que es
un desafío para mí, lo primero
que hago es ir a
la Palabra de Dios.
¿Por qué?
Mucha atención.
Si la leo, no citarla, leerla,
esa palabra queda impresa en mi
mente y cerebro.
Si amo la Palabra de Dios,
Él actuará en mi corazón y me
ayudará a pasar lo que sea que
esté enfrentando, sin tropezar.
Tendré su paz: «…mi paz os
doy; yo no os la doy como el
mundo la da.
No se turbe vuestro corazón…».
Mire, lo primero que hacemos
al estar en aprietos,
es ir a la Palabra de Dios.
Porque, mire, mucha atención, lo
que hacemos es que absorbemos la
mente de Dios en nuestra
vida para confrontar eso.
Y Él es el Dios que resuelve
todo lo que enfrentemos, y es un
Dios de paz.
Eso es lo que Él
quiere que nuestra vida tenga.
Permítame preguntarle.
¿Qué posee usted que le dé paz?
Quizá diga: «Tengo el
mejor automóvil del mercado».
¿Qué tan rápido puede chocarlo?
Mire, no puede pensar en nada.
Es decir, no posee nada.
Cuando veo a alguien mintiendo,
engañando, robando y tomando
decisiones solo para tener
más dinero; además de terminar
presos, en la cárcel, o lo que
sea, cuán vano es buscar paz de
cualquier otro modo
que mediante Cristo.
Solo Él.
Si usted no ha aceptado a
Cristo como su Salvador, mucha
atención, no tiene paz, y nunca
tendrá paz, hasta que Él sea el
Salvador de su vida.
Pero no tiene que
creerme, vea a su alrededor.
Vea su propia vida.
¿Cuál es la fuente de su paz?
¿Algo que posee?
Puede perderlo.
¿O el prestigio que tiene?
Puede perderlo.
Sea lo que sea, solo hay
una fuente de paz genuina.
Y es una relación personal
y estrecha con Jesucristo.
Dirá: «¿Cómo la obtengo?»
De esta manera.
Reconozca que está
alejado de Dios.
Dirá: «Pues creo en Dios».
¿Qué clase de Dios
es ése en quien cree?
El Dios en quien debe creer es
Jehová, el Dios de la Biblia,
quien envió a su Hijo unigénito,
Jesús, al mundo, para cerrar la
brecha entre usted y Dios.
Ése es el Dios de la Biblia.
El único Dios verdadero.
Al instante en que esté
dispuesto a reconocerlo, y que
ha pecado contra Él, y que
sigue pecando, y
que es un pecador de corazón.
Dirá: «No soy tan
malo como otros…»
El asunto no es ése.
El asunto es que ha violado
las leyes de Dios, las ha
quebrantado, ha pecado contra
Dios; y la única manera de
resolver eso es llevándolo
a Dios mediante su Hijo,
Jesucristo, quien fue a la
cruz y pagó todos sus pecados.
Pídale que perdone sus
pecados, rinda su vida a Él.
Él dice que en ese momento le
sella con el Espíritu Santo de
la promesa, el Espíritu Santo,
la Persona de la Trinidad, por
siempre hijo de Dios.
Y esta paz de la cual hablo,
puede ser suya de inmediato, si
usted, mire,
sencillamente comienza a ver
a Dios como su paz.
Comience a leer la
Palabra de Dios.
Vea a Dios actuar en su
vida, transformándola.
Lo diré una vez más, no
hay paz sin Jesucristo.
Lo dijo Dios: «No hay
paz, para los impíos».
No hay.
Lo dijo Dios, no yo.
Él lo dijo.
Dirá: «No soy impío».
Si le ha dado la espalda
a Cristo, lo es,
por darle la espalda a Dios.
Jehová dijo: «Yo soy el camino,
la verdad y la vida; nadie viene
al Padre, sino por mí» .
Usted ha dicho: «No
quiero nada de eso».
Eso es ser impío.
Dirá: «Es solo su opinión».
Bueno, si lee la Biblia
descubrirá que la rebeldía
contra Dios es pecado; y Dios
es santo, no tolera el pecado.
¿Le perdonará?
Sí.
Solo por Cristo.
Cuando Él sea su Salvador, todo
lo que hemos dicho de la paz de
Dios, será suyo, y esa
es mi oración por usted.
Padre, cuán agradecidos estamos
que no dejaste nada incompleto.
No hay circunstancia alguna en
la vida por la cual tengamos que
pasar sin que Tú estés allí,
para acompañarnos siempre.
Significa que podemos tener
tu poder, tu seguridad, tu
confianza, tu valentía.
Te damos gracias por
hacer posible que vivamos
victoriosamente en un
mundo derrotado por el pecado.
Te pido por la persona allí
sentada hoy, que sabe en su
corazón que no tiene paz real.
Que hoy le digan «sí» a
Jesucristo; sí, hoy;
sí, a Él; sí, hoy.
Padre, por todo creyente sin
excepción, que escucha, y está
pasando por dificultad,
problemas y pruebas, graba esta
verdad en sus corazones.
Es la verdad divina,
verdad piadosa, verdad bíblica,
y siempre funciona.
Oramos en el nombre de Jesús,
amén.
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