Una mirada analítica a la adversidad – Dr. Charles Stanley

Cuando la incertidumbre, el dolor y las pruebas se cruzan en nuestro camino, solemos sentir culpa, negación o autocompasión. Puesto que tenemos garantizada la adversidad, necesitamos saber cuál es la mejor manera de reaccionar ante ella. En este mensaje, el Dr. Stanley examina las causas de la adversidad y explica cómo debemos verla.

Comience su día con

el devocional gratuito

En Contacto.

¡Suscríbase hoy mismo!

[música]

locutor: En Contacto, el
ministerio de enseñanza

del Dr. Charles Stanley.

Alcanzamos al mundo con el
evangelio de Jesucristo

por medio de una enseñanza
bíblica sólida.

Hoy, en el programa En Contacto,

«Una mirada analítica
a la adversidad».

Dr. Charles Stanley:
Adversidad, una palabra que

describe el mundo
en que vivimos.

Piénselo por un momento.

Al pensar en la adversidad,
podríamos usar muchas palabras

para describirla.

Un tiempo de dificultad, un
tiempo de aflicción, un tiempo

de desastre, un tiempo de
tragedia, de trauma, de crisis,

de pruebas, un tiempo
de tristeza, aflicción,

sufrimiento, dolor,
lamento, pérdida.

Por donde veamos, eso
es lo que está pasando.

Este es un tiempo terrible
de gran adversidad

para el mundo entero.

Donde sea que señale en el mapa,
verá gente que enfrenta toda

clase de pruebas.

Y al pasar por una prueba,
y por adversidad,

¿cómo reacciona usted?

¿Se queja?

Le pregunta a
Dios: «¿Qué sucede?

¿Por qué me tratas así?».

¿Cómo reacciona ante la
adversidad que enfrenta?

Estos momentos de pruebas,
dificultades, penas y cargas que

no podemos explicar del todo.

Y al tratar de decirle a alguien
lo que está pasando, solo dice

que está batallando.

Pero hay adversidad en su vida.

Un tiempo de gran
prueba y dificultad.

Cuando tanto necesita que
alguien ore por usted, le dé la

mano, llore con usted,
le aliente de algún modo.

¿Es esa hoy su situación?

¿Parecieran estas palabras
explicar lo que está pasando?

¿Cómo está reaccionando?

Así que le invito a 2 de
Corintios capítulo 11,

desde el versículo 23.

Veámoslo un momento, y deseo
leer solo una porción porque

este pasaje bíblico describe el
tiempo de gran adversidad

en la vida de Pablo.

Y él nos da la base al respecto,
antes de estos versículos que

leeremos, pero comenzaré aquí
con su descripción de lo que

sucedía en su vida.

Y dice, comenzando en el
versículo 23 del capítulo 11:

«¿Son ministros de Cristo?

Como si estuviera loco hablo.

Yo más; en trabajos más
abundante; en azotes sin número;

en cárceles más; en peligros
de muerte muchas veces».

Explicando todas las
adversidades que estaba pasando,

y luego dice: «De los judíos
cinco veces he recibido cuarenta

azotes menos uno».

Y en la punta de esos látigos
ponían huesos

que cortaban la piel.

«Tres veces he sido azotado
con varas; una vez apedreado»; Y

recuerde esto, Pablo fue
apedreado y dado

por muerto en Listra.

Dice; «tres veces he padecido
naufragio; una noche y un día he

estado como náufrago en alta
mar»; Tratando de sobrevivir.

«en caminos muchas veces; en
peligros de ríos, peligros de

ladrones, peligros de los de
mi nación, peligros de los

gentiles, peligros en la
ciudad, peligros en el desierto,

peligros en el mar, peligros
entre falsos hermanos; en

trabajo y fatiga, en muchos
desvelos, en hambre y sed, en

muchos ayunos, en frío y en
desnudez; y además de otras

cosas, lo que sobre mí se agolpa
cada día, la preocupación por

todas las iglesias».

Y la próxima vez que usted
se haga la víctima:

«¡Ay, pobre de mí!».

Lea este capítulo 11 y
acuérdese del apóstol Pablo.

Él sabía realmente
qué era la adversidad.

Y pasó años en la cárcel.

Hasta que Nerón, emperador de
Roma, lo mandó a decapitar.

Uno pensaría: «Eso no
fue justo, qué terrible.

No me imagino por qué
haría Dios algo así».

¿Quiere que le diga la razón?

La razón es esta.

Porque si el apóstol Pablo
hubiese seguido viajando todos

esos años, haciendo
viajes continuos a la región

mediterránea, y predicando y
enseñando el evangelio hasta el

día de su muerte,
¿sabe qué no tendríamos?

No tendríamos las epístolas de
Efesios, Colosenses,

Filipenses, entre otras.

Dios usó los tiempos más
difíciles de su vida para

bendecirnos y bendecirnos
toda nuestra vida, y a todas las

generaciones después
del apóstol Pablo.

Lo que me lleva a esto: No
toda adversidad es mala.

Es cuestión de cómo se vea.

Depende de cómo reaccionemos.

Pablo pudo sentarse en la cárcel
a quejarse:

«Señor, ¿por qué estoy aquí?».

«¿Por qué no me sacas de aquí?

Dios mío, si eres quien dices
que eres, ¿por qué no me sacas

de esta cárcel romana?».

Y al leer la carta a los
Filipenses, ¿sabe cuál es su

tema principal, siendo
escrita desde la cárcel?

¡Gozo!

¿A cuántas personas
conoce que al pasar

por adversidad tienen gozo?

La diferencia radica entre la
gente que entiende y cree que

Dios puede tomar cualquier
cosa y usarla para bien, si

reaccionamos bien.

Pero si reaccionamos de la
manera indebida, sufriremos

dolor y todo lo demás, que
venga a nuestra vida,

sin ganar nada de ello.

Y cuando alguien hace
eso, esto pasa se amarga.

Y no querrá tener
un amigo amargado.

Porque siempre están
soltando su amargura.

«Él hizo esto.

Ellos, aquello».

Hm-hm-hm.

Y siguen y siguen.

O, está la clase
de persona que entiende

lo que es la adversidad.

Entonces, lo que deseo hacer en
este mensaje, es ayudarle a dar

una mirada analítica a lo que
es la adversidad, y ponerlo

en práctica en su corazón.

Y quiero comenzar simplemente
diciendo que hay que ver lo que

es la adversidad y como
sea que afecta nuestra vida.

Ya sea enfermedad, prueba,
pérdidas económicas, divorcio,

pierde a sus hijos, su
trabajo, lo que sea.

Piénselo a la luz de esto:
La adversidad es universal.

O sea, no tiene favoritos.

Está en todas partes.

La enfrenta en su empleo, en su
familia, con sus amistades, la

enfrenta en sus estudios.

Es decir, la
adversidad, tiempos difíciles,

duros y los hay por doquier.

Segundo, es imparcial.

No importa cuánto dinero
tenga, ni cuán pobre sea, cuánta

educación tenga o no tenga–
Creyentes y no creyentes, la

adversidad afecta
cada aspecto de la vida.

Ya que vivimos en
un mundo caído.

Y como resultado de
ello, sufriremos adversidad.

Y desde luego es dolorosa;
es emocional

y físicamente dolorosa.

Gran dolor viene del modo
adverso en que las personas

se tratan entre sí.

A veces
puede ser repentina.

Se sube a su auto para ir al
trabajo el lunes y no llega ni a

8 kilómetros de
casa y ¿qué pasa?

Sufre un accidente… terrible.

O va al doctor y se siente
fenomenal y no espera en decirle

lo bien que se siente pero él le
dice «Permítame hablarle

de lo que tiene…»

Y sale lleno de sentimientos de
adversidad, preguntándose por

qué Dios está haciendo eso.

Y a veces es prolongada.

Dura años y años y años.

Y creo que es más difícil la
adversidad para quienes han

estado enfermos por años y años.

O han pasado algo, por
ejemplo, en su matrimonio.

Se quedan juntos, aguantan 30,
40 años y desearían nunca verse,

pero siguen juntos.

Pero es un matrimonio infeliz.

Y sienten que no deberían
separarse ni divorciarse así

que ahí siguen.

Y a veces es muy intensa.

De vez en cuando hablo con
personas que sufren tanto

que de solo escucharlas
comienzo a sufrir.

Es decir, hay dolor.

Hay un dolor tan profundo que
al compartirlo, es inevitable

compartir la carga
que llevan en la vida.

Y, claro, está fuera
de nuestro control.

Hay cosas para las que
no tenemos respuesta.

Si me preguntara: «¿Tiene una
respuesta para toda adversidad?

La respuesta es: Claro que no.

Pero por otro lado, sí la tengo.

¿Puedo decirle por qué Dios
permite que ciertas personas

sufran como sufren?

No puedo.

Si me preguntan: «¿Usa Dios
para bien incluso

las cosas más difíciles?».

Claro que sí.

Si reaccionamos de
la manera correcta.

Ahora, hay 2 preguntas que
hace la gente en

torno a la adversidad.

Permítame decirle–

La primera, desde luego, es:
«Señor, ¿por qué permites esto

en mi vida?

¿Por qué?».

Y quizás alguien diga: «Un
verdadero cristiano

no pregunta por qué».

Pero conocemos a alguien
que hizo esa pregunta,

¿no es cierto?

Jesús dijo: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?».

Y la razón por la cual dijo
eso fue porque en ese momento Él

llevaba toda la culpa de toda la
humanidad por todos los siglos,

en su cuerpo, en su mente, en
su voluntad, sus emociones.

«Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?».

Aunque tenía una relación de
unidad que no se compara con

nada que podamos
disfrutar en la vida.

Él lo sentía.

Él lo cargaba.

Preguntaba: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?».

Y estoy agradecido
que lo haya hecho.

Porque hay personas que
hoy se preguntan lo mismo.

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué
permites que continúe en esto?».

«Llévame contigo ya, Señor».

«O, ¿por qué has
permitido que pase esto?».

Entonces, ¿por qué es esa
una pregunta importante?

Permítame decirle.

A Dios no le enoja que
le pregunten por qué.

Él sabe por qué lo preguntamos.

Y Dios entiende nuestra falta de
entendimiento y de conocimiento.

Porque, mire, nosotros vemos el
hoy, y Dios ve el hoy, pero

también ve, ha visto el mañana.

Y es por eso que Dios puede
hacer una gran obra en nuestro

corazón, y puede cambiar nuestra
actitud, levantar nuestra carga,

hacer de todo en nuestra vida
porque Dios no solo escucha

nuestro dolor, pero Dios también
sabe cuál es su plan y lo que

quiere hacer como resultado.

Entonces, cuando surge la
pregunta ¿por qué?, me recuerda

de un himno que decía así:
«Prueba y lucha en derredor, nos

acosan con tesón, Mientras vamos
caminando al país de leche y

miel; «Pero solo mi Jesús
nos guiará en clara luz, Y lo

entenderemos todo más allá.

Luego el coro dice algo así: «En
la Sión, patria de mi Dios, Con

los santos
al estar allá,

Veremos cara a
cara al Salvador».

¡Aleluya!

«Y lo entenderemos todo más
allá»–Quien sea que haya

escrito ese himno, seguro sabía
qué era la adversidad, porque la

verdad es que hay cosas que
nunca entenderemos por completo

sino hasta que
lleguemos al otro lado.

La pregunta es: ¿Por qué
permite Dios estas cosas?

Hay situaciones en las que
Dios, y solo Dios, lo sabe.

Creo que, por lo general,
Dios nos mostrará el por qué, si

acudimos a Él por la
razón correcta,

con el motivo correcto.

Y desde luego, la
pregunta segunda es «¿Quién?»

¿Quién está detrás de esto?

Bueno, por ejemplo, una de las
razones por las que la gente

sufre adversidad, el
«quién» son ellos mismos.

Son sus acciones, cosas que han
hecho; pecados que han cometido,

cómo han tratado a otros, y cómo
han respondido al evangelio y a

otros; en su egoísmo, su
orgullo, su egocentrismo,

y todo lo demás.

Y una de las razones es que
ese «quién» puede ser uno mismo.

O sea, si peco contra Dios,
peco contra otros, ¿qué sucede?

Seguimos lo que Dios nos
dijo en su advertencia.

Él afirmó:
«Cosechamos lo que sembramos».

Piénselo.

Si usted vive en desobediencia a
Dios, indiferencia a la Palabra

de Dios, trata mal a los
demás; o lo que sea, y luego se

pregunta por qué hay
adversidad en su vida.

No es así.

No hace mucho, conversaba con
alguien y pensaba que tendría

que convencer a esa persona del
por qué estaba pasando por la

dificultad que atravesaba, y de
pronto la persona me dijo:

«Sé por qué estoy aquí.

«Son decisiones que he tomado en
mi vida, al verlas me doy cuenta

que esas decisiones me
llevaron a dónde estoy».

Fue de bendición, y a la vez
doloroso, que al menos esa

persona entendía
por qué pasaba

por la adversidad
que enfrentaba.

Nuestro pecado trae adversidad,
por un lado; y segundo, Satanás.

Él está detrás.

Satanás odia al pueblo de Dios.

Y en las Escrituras, por
ejemplo, leemos el libro de Job.

Qué pasó y cómo Dios
dejó que Job sufriera,

y cómo al final Dios lo bendijo.

Y desde luego,
Dios causa algunas de

nuestras adversidades.

«Pero, pero, pero, un momento.

«O sea que Dios me ama; y me
tiene lo mejor, ¿pero me dejará

pasar por dolor,
sufrimiento, penas y pérdidas?».

La respuesta es sí.

Lo permitirá.

No hay ni que leer
más pasajes del tema.

Vea lo que escribió
Pablo en Corintios.

Habló de todo lo que había
sufrido, sobrevivido, además de

la carga de todas las
iglesias en aquel tiempo.

Recuerde que no eran
iglesias como las nuestras.

Eran varios grupos de creyentes
que se congregaban, y no tenían

la Biblia como hoy tenemos.

Imagínese la clase de cosas que
enfrentaban en lo que respecta a

doctrina y creencias, en medio
de un Imperio romano que estaba

totalmente saturado de
maldad, vileza e inmoralidad.

Y por aquí estaba un grupo de
creyentes, y por aquí otro, y

Pablo se sentía responsable.

Entonces, ¿permite
Dios la adversidad?

¿Acaso Dios la manda?

Así es.

2 Corintios, en el siguiente
capítulo, mire, la pregunta, en

otras palabras, sabemos que es
por nuestro pecado y sabemos que

es por el diablo.

Pero, escuche esto: «Y para que
la grandeza de las revelaciones

no me exaltase desmedidamente,
me fue dado un aguijón en mi

carne, un mensajero de Satanás
que me abofetee,

para que no me enaltezca
sobremanera;

respecto a lo cual
tres veces he rogado

al Señor, que lo quite de mí».

«Dios mío, líbrame de esto».

«Y me ha dicho: ‘Bástate mi
gracia; porque mi poder se

perfecciona en la debilidad’.

Por tanto, de buena gana
me gloriaré más bien en mis

debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo.

Por lo cual, por amor a Cristo
me gozo en las debilidades, en

afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias;

porque cuando soy
débil, entonces soy fuerte».

Entonces, ¿Dios la permite?

Sí.

¿Puede Dios estar
detrás de ella?

Sí.

Pero, por lo general, la
gente desobedece a Dios

y sufre la consecuencia.

Y, claro, Satanás siempre
está detrás de toda clase de

sufrimiento y adversidad.

Pero lo que debemos
enfrentar es esto.

Debemos ver nuestras vidas con
sinceridad y decir: «¿Fui yo

quien lo ocasionó?».

Porque esta es la ley de Dios.

Es la ley que nos rige:
Cosechamos lo que sembramos, más

y después de sembrarlo.

Y, o lo ocasiono yo mismo, o
Satanás nos ataca, y tenemos la

ayuda y fortaleza de Dios; o
quizás sea algo que Dios quiere

hacer en nuestra vida.

Y podemos enfrentar bien
la adversidad, si estamos

dispuestos a eliminar todas las
excusas y decir: «Señor, «¿cuál

es tu propósito?».

Mire, si se recuerda esa lista
de las adversidades de Pablo,

todo lo que él pasó, y Dios
no se lo quitó, pero Pablo se

rindió a Dios hasta que el Señor
le mostró: «Estoy haciendo algo

en tu vida para protegerte.

«Mira, te protegeré de
que arruines tu testimonio.

«Te protegeré de que
desperdicies tu vida haciendo

algo distinto a lo que
he dicho que hagas».

Y al Pablo afianzarse en la
perfecta voluntad de Dios, para

lo que fuese que Dios hacía
en aquel momento,

vea cómo lo usó Dios.

Gracias a Dios por esa prisión,
porque estando preso, escribía

una receta para nosotros de
cómo vivir como agrada a Dios.

Y Pablo sufrió como nadie más ha
sufrido por Jesucristo, y vea lo

que ha hecho por nosotros.

Al ver todo eso y al pensar en
cómo actúa Dios, deseo mencionar

4 principios que necesitamos
recordar, cuando pasamos por

adversidad en nuestra vida, el
primero es este: La adversidad

es una de las herramientas
más efectivas de Dios para

fortalecer nuestra fe porque
nuestra fe es probada en tiempos

de adversidad y dificultad.

Y si confío en Dios, ¿qué pasa?

Nada, nada cambia; y confío en
Dios y nada cambia; y confío en

Dios y nada parece cambiar.

Pero, ¿qué sucede?

Parece que nada
cambia, pero mi fe crece.

Confío en Dios y lo veo
ayudarme, fortalecerme y

capacitarme para que viva en
este dolor, pena, lo que sea.

Así que es para
fortalecer nuestra fe.

Segundo, recuerde este
principio: Cuando Dios manda

adversidad a nuestra vida, nunca
es para lastimarnos sino para

ayudarnos Dios siempre
permite que nos ayude,

no que nos perjudique.

Quizás sintamos el dolor físico.

Pero finalmente está en el
proceso de ayudarnos

de algún modo.

Dios ayudó al apóstol Pablo.

Alguien dirá: «Un momento.

No me venga con eso de Pablo.

«Yo no soy Pablo.
No soy predicador.

Ni misionero».

Y así sigue la gente.

Dije: «Un momento,
«Él fue solo un hombre.

El apóstol Pablo fue
un hombre a quien

se le dio
una tarea como a nadie más

se le ha dado.

Y él tuvo que aprender, como
nosotros tenemos que aprender,

cómo reaccionar en los momentos
más difíciles, Dios hará algo

bueno en su vida,
si usted lo deja.

Pero hay que recordar que
Dios no está aquí para herirnos.

Luego, un
tercer principio es este,

y uno de los más importantes.

Nunca estamos solos
en nuestra adversidad.

¡Gracias a Dios!

Él siempre está allí.

A veces no lo sentimos.

A veces nos preguntamos:
«¿Dónde estás, Señor?».

Dios siempre está allí.
¿Recuerde este versículo?

«…No te
desampararé, ni te dejaré».

Punto.

No puede enfrentar ninguna
adversidad, si es creyente, si

sigue a Cristo como
su Salvador, escuche:

no es «tal vez», ni
«quizás», no puede.

Como hijo de Dios, no
puede pasar por un momento de

adversidad sin su presencia.

«no te dejaré ni te
desampararé,».

Punto.

No salvo, si, que… no.

Un hijo de Dios siempre está
en la compañía, la presencia de

Dios todopoderoso
mediante su Hijo Jesús,

quien mora dentro de nosotros.

¡Cuán grande seguridad!

Y por último, diré esto: La
adversidad puede ser un hermoso

don de Dios.

De esa forma
quiere Dios que sea.

Un hermoso don de Dios.

Cualquier cosa que me haga
cambiar del rumbo equivocado.

Cualquier cosa que quite mis
manos de donde no deban estar.

Cualquier cosa que guíe
mis pasos por buen camino.

Cualquier cosa que cambie mi
mente y mi pensar, y pensar en

Dios siempre es bueno.

Entonces recuerde esas 4
cosas que le dan otro matiz

a la adversidad.

¿Hacen que sea menos dolorosa?

No necesariamente.

Pero, si usted se
siente solo, ¿qué necesita?

Compañía.

Lo tiene en la
persona de Jesucristo.

Entonces, lo que sea
que esté pasando, es así.

A veces pienso:
«Señor, aquí vamos.

«toma mi mano, Señor.

Aquí vamos.
Lo veo venir».

Si estamos dispuestos a
reaccionar bien, confiando en

Dios, Él nos ayudará en
esa adversidad,

y nos será provechoso.

Es decir si usted es creyente.

Pero si no ha aceptado
a Cristo como su Salvador sea

sabio para pedirle a Jesucristo
que perdone sus pecados, no

porque lo merezca, sino porque
Dios le amó tanto que envió

a su Hijo, Jesús, a la cruz.

Se trata de Jesús, el Hijo de
Dios, quien murió en la cruz,

derramó su sangre, como paga
de todos los pecados

del mundo entero.

Y si usted está dispuesto a
pedirle perdón a Dios, basándose

en la muerte de Cristo, sobre
la base del testimonio de su

Palabra en todas estas
páginas de la Palabra de Dios.

Él perdonará su pecado.

Le dará un nuevo comienzo.

Comenzará a vivir su vida dentro
de usted para que pueda pensar

como Él, como hemos hablado.

De esa manera piensa Dios.

Y le exhorto, si aún no ha
aceptado a Cristo como su

Salvador, va rumbo, le
espera un gran desastre.

No hay forma de vivir en este
mundo, y sobrevivir, tener paz,

gozo y felicidad, que es
prolongada y continua.

No quiere decir que
no tenga altibajos.

Pero la paz que busca y el gozo
que busca comienzan con Jesús,

siguen con Jesús, y terminan con
Jesús, y sin Él no tiene chance.

Padre, te damos gracias
por la maravillosa seguridad

de tu Palabra.

Y gracias por todos los años en
que has demostrado una y otra

vez la veracidad de tu Palabra.

Te pido que le hables a alguien
hoy con claridad, a alguien que

urgentemente
necesita ser salvo hoy.

Habla a sus corazones
y dales la sabiduría

para tomar esa decisión hoy.

En el nombre de Jesús, amén.

[música]